El contexto sin precedentes de este año ha puesto el foco en la alimentación. Se han cortado canales de comercialización y parado programas de alimentación escolar, lo que ha obligado a muchos pequeños productores a inventar nuevas maneras de hacer. Las personas consumidoras se han dado cuenta del sinsentido que es la gran distancia que recorre la comida hasta llegar a nuestros platos. Se ha puesto en jaque el sistema agroalimentario globalizado. Recordemos, por ejemplo, cuando en los momentos más duros del confinamiento estaba en riesgo la cosecha de muchas frutas y vegetales, pendiente de que se abrieran fronteras a personas inmigrantes para realizarla. Aunque se intentó presentar a los supermercados y a la alimentación globalizada como la gran heroína en tiempos de pandemia, se ha visualizado más que nunca su fragilidad, frente a la resiliencia de los sistemas alimentarios locales, basados en los mercados internos y en proyectos vinculados al territorio.

Nosotras hemos estado atentas a todos estos movimientos, poniendo focos y denuncias. Hemos tenido que realizar un esfuerzo de flexibilidad y adaptación importante, adecuando los formatos y los tempos de las acciones previstas, si bien nuestra motivación y empeño no han disminuido, como podréis ver en las páginas de esta memoria. Hemos continuado con la formación formal e informal, con la incidencia política, las acciones de cooperación internacional, las acciones de sensibilización, la investigación y las campañas, entre muchas otras actuaciones.

Juntas lo hemos vuelto a hacer posible, juntas #SomoJusticiaAlimentaria.

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