(Expropiación de algunas apreciaciones sobre El hombre rebelde de Albert Camus)
La sangre de los dioses, que salpica durante un segundo al sacerdote de Luis XVI [guillotinado en la Plaza de la Revolución en Francia], anuncia un nuevo bautismo. Principios eternos gobiernan nuestra conducta: la Verdad, la Justicia, la Ley, la Razón, finalmente. Aquí están algunos de los nuevos dioses.
El sufragio universal, fundamento de las nuevas leyes, debe traer consigo forzosamente una moral universal. La religión de la razón establece muy naturalmente la República de las Leyes.
Fuera de las leyes todo es estéril y muerto. Es la república romana, formal y legalista. Mussolini, jurista latino, se contentaba con la razón de Estado, solo que la transforma, con mucha retórica, en absoluto: “Nada fuera del Estado, por encima del Estado, contra el Estado. Todo del Estado, para el Estado, en el Estado”. En este territorio, el general, admirador y estudioso del fascista mencionado, a la vez que gestiona uno de los experimentos sociales más efectivos en la historia de la política argentina para garantizar la conciliación de clases, nos dicta: “Dentro de la ley, todo. Por fuera de ella, nada”. Otro hombre de Estado, conciliador, profesor, didáctico, en su campaña presidencial, nos afirmaba: “Soy un hombre republicano y que ama al Estado de derecho”. Por supuesto. La línea histórica de la religiosidad política se traza de un plumazo en los nuevos santos evangelios y generan ese amor a la servidumbre tanto impuesta como voluntaria.
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