Todos quisimos a Henri Weber

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/todos-quisimos-a-henri-weber                                                                                                            Nicole Lapierre                                                                                                             03/05/2020

No es esto una necrológica, sólo algunos recuerdos vivos. Recuerdos de nuestra juventud y también más recientes. Un principio de anecdotario, cada cual podrá añadir el suyo.

Henri era la desenvoltura y la camaradería, la comicidad también. En el trío que formaba con Daniel Bensaïd y Alain Krivine a la cabeza de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) a finales de los años 60, él era el más popular. Chico guapo y risueño, tenía ya una sólida experiencia de los movimientos de juventud adquirida en las filas del Hachomer Hatzaïr (movimiento escultista laico, sionista y socialista), lo que le llevó a organizar eficazmente el servicio de orden de la JCR.

Un líder, en resumen, pero simpático bromista, que no jugaba excesivamente a matagigantes. Durante los mítines en la gran sala de la Mutualité, antes de intervenir como esforzado orador, de los nervios, confesaba, le daba literalmente un vuelco el corazón. En el bulevar Saint Marcel, en el pequeño apartamento que compartía con Pascale, su compañera de entonces, que venía también del Hachomer Hatzaïr, la comodidad era rústica (con una ducha a la turca sobre el váter) y una atmósfera tan familiar-política como llena de humo.

Krivine, tres años mayor y miembro ya de la IV Internacional trotskista, es quien se acercó a Weber. Los dos eran estudiantes en la Sorbona y miembros de la Sección Sorbona-Letras de la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC). Hicieron amistad y, cuando se excluyó en 1965 a la Sección Letras por disidencia izquierdista, crearon la JCR, sobre todo con Daniel Bensaïd y Gérard de Verbizier, el único “goy” (“gentil”) de la banda, aristócrata, además, pero muy «yiddishizado» decíamos nosotros, lo que sería tema inagotable de bromas.

Los conocí al año siguiente, al entrar en la universidad, por intermedio de Charles Michaloux, otro hijo de judíos askenazies. Éramos bastantes, internacionalistas convencidos, exégetas escrupulosos, apasionados de la historia revolucionaria, avezados en el arte del comentario de textos. Quizás era una forma de secularizar una vieja herencia, aunque todo eso no era, desde luego, una exclusividad judía.

En su libro, Rebelle jeunesse [Rebelde juventud], primer tomo de sus memorias (publicadas por Robert Laffont), Henri contó con la ironía autoprotectora que le gustaba las tribulaciones de su familia, de la Galitzia invadida por los nazis a la Unión Soviética, donde, habiendo rechazado la nacionalidad del país, fueron enviados a Siberia, y después a un campo de trabajo en Leninabad, Tayikistán. Fue allí donde nació el 24 de junio de 1944.

Luego, la familia, retornada a Polonia y enfrentada al persistente antisemitismo, llegó a París. Cuenta ahí su infancia en la turbulenta rue de la Mare, las reprimendas mitad en yiddish, mitad en polaco, y su adolescencia en el Hachomer, donde entró con su hermano, quien se instalaría en un kibbutz en Israel. Y todavía más sus años militantes de política devoradora, pero también de fiestas, de canciones y de libertad que irradiaron, creo, su juventud como la de muchos de entre nosotros.

Me acuerdo de la acogida que dispensó en el patio de la Sorbona a los que éramos de Nanterre, miembros del Movimiento del 22 de marzo, de sus discursos inflamados durante innumerables mítines, de su orgullosa apariencia, levantado el puño y cantando a voz en cuello a la cabeza de la manifestación. Me acuerdo también de sus bromas más o menos ligeras, de su insolencia de pilluelo de Belleville que le encantaba exagerar para provocar, o bien de la forma en que evocaba, algo impresionado por este medio, su estancia con Daniel Bensaïd en casa de Marguerite Duras, tras la disolución de la JCR. Michel Rotman, amigo y militante, le había encontrado este «escondite» en Saint-Germain des Prés para escapar a la detención y escribir a cuatro manos Mai 68, une répétition générale [Mayo del 68, ensayo general], que apareció en ediciones François Maspero.

Su encuentro con Fabienne Servan-Schreiber y su gran amor le hicieron entrar en otro medio más, completamente dstinto. «¡Eramos tan diferentes! Yo era un hijo del pueblo, activista profesional, siempre de aquí para allá, pasando de un mitin en provincias a una reunión del buró político, de una conferencia universitaria a una manifestación más o menos tolerada. Ella procedía de la gran burguesía francesa, del cruce de los Stern, dinastía de banqueros surgida en el Segundo Imperio, y de los Servan-Schreiber, fundadores de Les Échos, de L’Express y de L’Expansion», escribe divertido en Rebelle jeunesse.

Algunos de sus antiguos camaradas verían la explicación de su conversión a la socialdemocracia en los años 80, su entrada en el PS, sus periodos como senador, y luego como eurodiputado y sus tomas de postura en esta «segunda parte de [su] vida» a la que debía consagrar el segundo tomo de sus memorias. Es bastante discutible: ¿por qué hay siempre que ir al “cherchez la femme” [“buscad a la mujer”]? Y bastante mecanicista, como si a cada medio le correspondieran opciones políticas. Este loco por la política escogió actuar de otro modo; Fabienne, por su parte, apoyó numerosas causas. Se pueden tener desacuerdos sin por ello romper las amistades.

Me viene un último recuerdo muy intenso a este respecto. Durante el entierro de su hija Clara en 1994, uno de los hijos que perdieron Henri y Fabienne – pues antes había sido Vania y luego sería Agathe –, Henri estuvo rodeado del círculo de sus antiguos amigos militantes, como una guardia hermanada.

Estos duelos son resquebrajaduras a las que Fabienne y Henri opusieron la vida y la alegría con Matthias, Clémence e Inés.

Nicole Lapierre (1947), nacida Lipszjein, antropóloga y socióloga francesa de origen judeo-polaco, estudió en Paris X (Nanterre), donde participó en el Movimiento del 22 de marzo, embrión de la revuelta de mayo del 68. Miembro desde 1977 del CNRS (organismo superior para la investigación académica en Francia), se formó con Henri Lefebvre y Edgar Morin, y ha recibido por sus libros importantes premios de ensayo, como el Médicis.

Fuente:

https://blogs.mediapart.fr/nicole-lapierre/blog/270420/henri-weber-nous-l-avons-tous-aime

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