Sobrevivir al bombardeo

Fuente: https://kaleidoskopiodegabalaui.com/2020/01/19/sobrevivir-al-bombardeo/    Casas sin gente… Foto de @gabalaui

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Hace unos días escuché en un programa de debate de TeleMadrid que el derecho a la vivienda no es un derecho sino un principio rector. Lo dijo un abogado. Nadie lo cuestionó. El hecho es que el artículo que hace mención a este derecho no se encuentra en el capítulo de los derechos y deberes fundamentales sino en el capítulo tercero de los principios rectores de la política social y económica, de lo cual se podría deducir que el abogado tendría razón en su afirmación. Si nos vamos al articulado, el artículo 47º que se refiere a la vivienda comienza así: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Y si continuamos nos encontraremos con la frase Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho

Parece ser que sí existe este derecho. El abogado dijo una media verdad que se convirtió en mentira cuando se atrevió a negar la existencia de este derecho.

En este programa se hablaba sobre el fenómeno de la okupación. A los invitados les colocaron en tres bloques. Uno defendía la okupación de pisos vacíos, propiedad de bancos y fondos buitres, por personas en condiciones de precariedad. Otro se posicionaba radicalmente en contra y defendía de forma extrema la propiedad privada. Y en el último se pretendía recoger posiciones más moderadas. El abogado que negaba el derecho a una vivienda digna y adecuada se encontraba en este tercer bloque. Los moderados, los centristas, que con buenas maneras niegan este derecho. Los bloques antagónicos discutían entre ellos, utilizaban argumentos ad hominem y otras falacias y se interrumpían constantemente. Era una pobre batalla dialéctica a colmillo sacado. Los centristas intervenían poco y siempre para distinguirse de los extremos. En este contexto se produce el mayor ataque al derecho a tener una vivienda digna que es su negación. Esta es la mejor definición que se me ocurre del centrismo y de la moderación política.

En un programa de Antena 3, especializado en hacer juicios paralelos de casos de asesinatos muy mediáticos, se hablaba de que la baja presión fiscal de Portugal promueve que los inversores inviertan en este país, a diferencia del Estado Español donde el nuevo gobierno de coalición avanza una subida de impuestos dirigida a contribuyentes que ganen más de 130.000€ al año. Además se afirmaba que como en el Estado Español no se aceptan los fondos buitresno favorecemos el crecimiento o la inversión. Hay que aceptar los fondos buitres, que expulsan a familias de sus casas, para poder crecer y construir hoteles de lujo que no necesitamos. Los mensajes que promocionan el ideario del liberalismo económico son firmes e incontables en los medios de comunicación. Nos bombardean constantemente, sin remisión alguna, y de forma premeditada. Los medios generalistas se han convertido en la mejor y más eficaz herramienta para moldear las opiniones de las personas aunque aquellas vayan directamente en contra de sus intereses. Solo hace falta encender la televisión y escuchar la radio para que nos convenzan de que los ricos o las grandes corporaciones no deben pagar muchos impuestos. No vayan a enfadarse.

Tengo un aparato de radio un poco especial. Tiene forma de sandwichera y no sintoniza bien las cadenas. A veces escucho la SER, la COPE o RNE. Últimamente se escuchaba medianamente bien Onda Cero, con opiniones un poco como las del bloque centrista del programa de TeleMadrid. Pero en la última semana aparecieron las voces entrecortadas y el ruido sucio que precede al cambio de dial y la búsqueda de una nueva cadena. Y llegué a Esradio de Federico Jiménez Losantos. Las opiniones de Esradio son similares a las del bloque que defendía de forma extrema la propiedad privada pero elevadas al cubo. La desproporción en el análisis de la realidad es tan anormal que pienso que, si no están actuando, están desequilibrados. Opiniones chifladas dirigidas exclusivamente a personas fanatizadas dispuestas a creerse cualquier cosa. A priori estos mensajes deberían llegar a un sector minoritario de la sociedad. Aún así la reciente aparición de VOX, devoto feligrés de las opiniones chifladas, ha elevado la cifra a 3.640.063 millones de personas.

La gran mayoría de los medios generalistas no optan por las opiniones desaforadas sino que prefieren darles un barniz de respetabilidad, cuidando la imagen de los mensajeros. Inda y perfiles similares forman parte del espectáculo pero sus mensajes no van dirigidos a convencer sino a ridiculizar las opiniones opuestas y evitar un debate limpio de ideas. Los mensajes son transmitidos por los expertos invitados, cortados por un mismo patrón [neoliberal] y sin apenas réplica. El mensaje se encuentra escondido en el sesgo con el que se redactan o se presentan las noticias. Y los mensajes se asimilan porque todo lo que nos rodea favorece que se asimilen. Cultivar un espíritu crítico es cada vez más complicado en una sociedad donde el pensamiento es un sospechoso habitual pero, a la vez, es fundamental que lo desarrollemos para poder ver más allá de los árboles que no dejan ver el bosque. Sobrevivir al bombardeo es un objetivo cada vez más inexcusable.

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