Nuestra revoución por Lenin. (Enero de 1923)

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2021/11/21/nuestra-revolucion-por-lenin-enero-de-1923/                     

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(A PROPÓSITO DE LAS NOTAS DE N. SUJÁNOV)

[cursivas y destacados son nuestros]
Publicado el 30 de mayo de 1923 en «Pravda»
Firmado: Lenin.

I

Estos días he hojeado las notas de Sujánov sobre la revolución. Salta a la vista sobre todo la pedantería de todos nuestros demócratas pequeñoburgueses y de todos los héroes de la II Internacional. Sin hablar de que todos son extraordinariamente pusilánimes, de que incluso los mejores de ellos se fortalecen con salvedades cuando se trata de la menor desviación del  modelo alemán; sin hablar de este rasgo común a todos los demócratas pequeñoburgueses, y que se puso de manifiesto con suficiente elocuencia durante toda la revolución, lo que salta a la vista es su imitación servil del pasado.

Todos ellos se llaman a sí mismos marxistas, pero su concepción del marxismo es insoportablemente pedante. No han comprendido lo decisivo en el marxismo: su dialéctica revolucionaria. Incluso las claras indicaciones de Marx de que durante la revolución es necesario ser flexibles al máximo[1] no las han comprendido en absoluto, e incluso les han pasado inadvertidas, por ejemplo, las indicaciones directas de Marx en su correspondencia —creo que fue en 1856— cuando expresaba su esperanza de que la guerra campesina en Alemania, pudiese crear una situación revolucionaria, se fundiese con el movimiento obrero.[2] Llegan a eludir esta clara indicación y dan vueltas alrededor de ella como un gato en torno de un tazón de leche caliente.

Su conducta es la de medrosos reformistas que temen apartarse de la burguesía; más aun, romper con ella; y al mismo tiempo encubren su cobardía con la más desenfrenada palabrería y jactancia. Pero lo evidente en todos ellos, incluso desde un punto de vista puramente teórico, es su absoluta incapacidad para comprender las siguientes consideraciones marxistas: hasta ahora han visto un camino determinado de desarrollo del capitalismo y de la democracia burguesa en Europa occidental, y no están en condiciones de concebir que este camino pueda ser tomado como modelo sólo mutatis mutandis, sólo con ciertas correcciones (por completo insignificantes desde el punto de vista del desarrollo general de la historia mundial).

Primero: una revolución vinculada con la primera guerra imperialista mundial. En tal evolución debían aparecer rasgos nuevos, o variaciones, resultantes precisamente de la guerra, pues jamás ha habido en el mundo una guerra semejante que tuviera lugar en una situación semejante. Comprobamos –que hasta ahora la burguesía de los países más ricos no ha logrado «normalizar» las relaciones burguesas después de la guerra. Mientras tanto, nuestros reformistas pequeños burgueses, que se dicen revolucionarios, consideraban y continúan considerando como límite (además, que no se puede pasar) las relaciones burguesas normales. E incluso su concepción de lo «normal» es extraordinariamente esteriotipada y estrecha.

Segundo: Les es completamente ajena toda idea de que dentro de las leyes objetivas generales a que está sujeto el desarrollo de la historia mundial no quedan en manera alguna excluidos, sino por el contrario, presupuestosciertos períodos peculiares de desarrollo, tanto en lo que hace a la forma como al orden de ese desarrollo. Ni se les ocurre siquiera que Rusia, que se encuentra en la línea divisoria entre los países civilizados y los países que por primera vez son arrastrados de modo definitivo, por esta guerra, a la civilización —todos los países orientales, no europeos—, que Rusia debía manifestar ciertos rasgos distintivos, aunque acordes, claro está, con la línea general del desarrollo mundial, pero que diferencian su revolución de todas las que se produjeron en los países de Europa occidental e introducen algunas innovaciones parciales al desplazarse la revolución a los países de Oriente.

Por ejemplo, no puede ser más estereotipado el argumento que ellos emplean y que aprendieron de memoria durante el período de desarrollo de la socialdemocracia en Europa occidental, de que nosotros no hemos madurado aún para el socialismo, de que —como se expresan ciertos «eruditos» señores que militan en sus filas— en nuestro país no existen las premisas económicas objetivas para el socialismo. A ninguno de ellos se les ocurre preguntarse: ¿Y un pueblo que se encontró en una situación revolucionaria como la que se creó durante la primera guerra imperialista [capitalista y «moderna»] ¿No podía, influido por una situación desesperada, lanzarse a una lucha que le brindara aunque más no fuese algunas perspectivas de asegurar condiciones [favorables] un tanto inusuales [especiales] que le permitieran un amplio y acelerado desarrollo de la civilización?

«Rusia no ha alcanzado un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible el socialismo.» Todos los héroes de la II Internacional, y entre ellos, por cierto, Sujánov, se empecinan en esta tesis. Repiten de mil maneras diferentes esta tesis indiscutible, que les parece decisiva para juzgar nuestra revolución.

Pero qué ocurre si la situación, que arrastró a Rusia a la guerra imperialista mundial en la cual estuvieron involucrados todos los países más o menos importantes de Europa occidental y la hizo testigo de la víspera de las revoluciones que se estaban gestando o que parcialmente habían comenzado en Oriente, originó circunstancias que pusieron a Rusia y su desarrollo en una posición que nos permitió alcanzar precisamente esa combinación de una «guerra campesina» con el movimiento obrero, sobre la que escribió en 1856 nada menos que un «marxista» como Marx como una de las posibles perspectivas para Rusia.

¿Qué ocurre si esa situación absolutamente sin salida, [la guerra, la autocracía, el hambre] que por eso mismo  multiplicó los esfuerzos de los obreros y campesinos, nos brindó la posibilidad de pasar de manera distinta que en todos los demás países del occidente de Europa, a la creación de las premisas fundamentales de la civilización? ¿Ha cambiado a causa de ello la pauta general del devenir de la historia mundial? ¿Ha cambiado por ello la correlación básica entre las clases básicas de todos los países que son o han sido arrastrados al curso general de la historia universal?

¿Por qué entonces, si para construir el socialismo se exige determinado nivel cultural (aunque nadie puede decir cuál es ese determinado «nivel cultural», (pues es diferente en cada país de Europa occidental), ¿por que, pues, no podemos comenzar por la conquista, en forma revolucionaria, de las premisas para ese determinado nivel de cultura, y lanzarnos luego, respaldados por el poder obrero y campesino y el sistema soviético, alcanzar a otros pueblos?

16 de enero de 1923

II

Dicen ustedes que para construir el socialismo hace falta civilización. Muy bien. ¿Pero entonces por qué no podíamos crear primero tales premisas de civilización en nuestro país, como la expulsión de los terratenientes y los capitalistas rusos, y después iniciar el movimiento hacia el socialismo? ¿En qué libros han leído que semejantes alteraciones del habitual orden histórico sean inadmisibles o imposibles?

Recuerdo que Napoleón escribía: On s’engage et puis… on voit, que en traducción libre quiere decir: «Primero hay que entablar seriamente el combate y después se verá lo qué ocurre». Pues bien, nosotros entablamos primero, en 1917, un combate serio, y después analizamos los detalles del desarrollo (desde el punto de vista de la historia mundial son apenas detalles) como la paz de Brest[3], la NEP, etc. Y hoy no cabe duda de qué, en lo fundamental, hemos triunfado.

Nuestros Sujánov, sin hablar ya de los socialdemócratas que están más a la derecha, ni siquiera se imaginan que, en general, las revoluciones no pueden hacerse de otra manera. Nuestros pequeñoburgueses europeos nunca soñaron siquiera que las futuras revoluciones en los países de Oriente, incomparablemente mas poblados y distintivos por una diversidad mucho más vasta de condiciones sociales, presentarán sin duda rasgos aun más particulares que la revolución rusa.

No es necesario decir que el manual escrito siguiendo las tesis de Kautsky fue muy útil en su época. Pero ya es tiempo de renunciar a las ideas que este manual presupone, en él según parece [Marx y los comunistas-marxistas] habían previsto todas las formas del desarrollo de la subsiguiente historia mundial. Y sería oportuno decir que quienes piensan de tal modo son simplemente unos tontos.

17 de enero de 1923.

*

El artículos de Lenin Nuestra revolución fue escrito a propósito de los tomos tres y cuatro del libreo Notas sobre la revolución del destacado menchevique N. Sujánov (1922). El Diario de los secretarios de turno de Lenin, el 24 de diciembre de 1922 dice: «A Vladímir Ilich le sacaron el libro de Sujánov Notas sobre la revolución, tomos III y IV», y en la siguiente nota, del 29 de diciembre: «Los médicos le permitieron leer. Vladímir Ilich lee Notas sobre la revolución de Sujánov (tomos III y IV». Lenin comenzó a dictar sus notas el 16 y continuó el 17 de enero de 1923. En el diario se lee el 17 de enero: «Vladímir Ilich llamó por media hora entre las seis y las siete. Leyó  e introdujo correcciones en las notas acerca del libro de Sujánov sobre la revolución. Durante 10 o 15 minutos dictó la continuación de las mismas».
El artículo fue entregado a la Redacción de «Pravda» por N. K. Krúpskaia sin título; la Redacción del diario le dio el título.
[1] Es evidente que Lenin tiene en cuenta la caracterización de la Comuna de París «como una forma política flexible en grado sumo» en el trabajo de K. Marx «La guerra civil en Francia» y a la alta aprecición de la «flexibilidad de los parisienses» y la elevada apreciación de la «flexibilidad de los parisienses» que hizo Marx en la carta a L. Kugelman del 12 de abril de 1871.
[2] Lenin se refiere al siguiente párrafo de la carta de Marx a Engels del 16 de abril de 1856: «En Alemania todo dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con alguna segunda edición de la Guerra campesina. Entonces todo marchará perfectamente».
[3] La Paz de Brest fue votada como resolución por el Comité Central bolchevique tres veces, solo la capacidad de convicción y el prestigio de Lenin consiguieron aprobarla en la tercera ocasión en que fue presentada como moción. (Véase de Víctor Serge: El año 1 de la revolución y Memorias de un revolucionario)

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