Mozambique: Agronegocio y gran mineria: campesinos despojados de su tierra

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El agronegocio y la gran mineria: campesinos despojados de su ...

Judith Prat

Mozambique —

La población campesina supone un tercio de la población mundial, a la que alimenta. Sin embargo, el 80% de las personas que sufren hambre y pobreza en el mundo viven y trabajan en zonas rurales. La situación que atraviesa la población campesina a lo largo de los cinco continentes es uno de los exponentes más representativos de los estragos de la globalización económica. África es uno de los escenarios donde esto se reproduce más vívidamente.

En Mozambique, el fenómeno de la usurpación y el acaparamiento de tierras por parte de las grandes empresas agroalimentarias y las mineras ha abocado a muchos campesinos al hambre y a la pobreza. El país se encuentra entre los 10 menos desarrollados del mundo.

En general, resulta difícil descifrar las opacas fórmulas de transacción bajo las que las compañías trasnacionales están apropiándose de los recursos africanos. La explotación de los recursos mineros, el agua o la tierra para el agronegocio son puestos en bandeja por los gobiernos a través de alquileres, ventas o concesiones de tierras.

La mayoría de las concesiones en Mozambique se han hecho sobre tierras ya cultivadas por agricultores locales, a quienes se desplaza con engaños y presiones a zonas peores. Las élites políticas sirven en bandeja sus recursos y la soberanía alimentaria a los intereses extranjeros, en lugar de garantizar la supervivencia de la agricultura familiar y acorralar la especulación con aquello que les da de comer.

Mientras, numerosos hospitales de éstas y otras zonas rurales atienden la desnutrición que muchas niñas y niños padecen desde su nacimiento. En ocasiones, como herencia de sus propias madres que, paradójicamente, producían lo necesario para alimentar al resto del mundo.

Trabajador agrícola recogiendo té en Gurue. Su salario, que depende de los kilos de té recogidos, nunca supera los 2 euros diarios Judith Prat
Monocultivo de eucalipto del grupo portugués Portucel (el mayor productor europeo y el quinto a nivel mundial de pasta blanqueada de eucalipto BEKP) en Gurue. Judith Prat
Anastasia, campesina de Ruace, recogiendo frijoles en la parcela que la empresa Hoyo Hoyo le dio tras apropiarse de las tierras fértiles de la comunidad para plantar 3000 hectáreas de soja. Los campos que les dieron son de tierra rocosa y estériles. Judith Prat
La empresa Hoyo Hoyo prometió inversiones en el pueblo de Ruace a cambio de quedarse con las mejores tierras de la comunidad. Pero 8 años después no ha canalizado el agua hasta el pueblo y las mujeres siguen caminando 1 hora montaña arriba para lavar la ropa o buscar agua potable. Judith Prat
Niños de la escuela de Hori haciendo ejercicio en la calle. Esta comunidad está afectada por la ampliación de la empresa minera irlandesa Kenmare Resources. Judith Prat
Niño durante una clase en la escuela de Hori. El edificio está en ruinas y no tienen sillas ni pupitres. Judith Prat
Mujeres de Tophuito caminan por uno de los accesos a la mina de arenas minerales que explota la compañía irlandesa Kenmare Resources. La instalación de la mina supuso el desplazamiento de 146 familias campesinas que perdieron sus tierras. Judith Prat
Pescadores a su llegada a la bahía de Moma. La pesca se ha visto muy afectada por la contaminación de las compañías mineras en algunas zonas. Judith Prat
Mina de carbón de compañía india Jindale Steel and Power Limited en la comunidad de Casoca. El pueblo ha quedado atrapado dentro de la concesión minera. Muchos de sus habitantes fueron reasentados a varios kilómetros, pero quienes optaron por quedarse sufren la contaminación que provoca la extracción del carbón en la mina y se han quedado sin tierras de cultivo y pastos. Judith Prat
Alina de 10 años juega junto a un tren cargado de carbón en el puerto seco de Jindale Steel and Power Limited en Moatize. Judith Prat
Winissai y Zeferino fueron reasentados en Katembe junto a otras 716 familias por la compañía minera brasileña Vale Mozambique que se quedó con sus tierras. A cambio les ofrecieron un casa y una parcela en la que no crece nada a 40 kilómetros de su comunidad. Judith Prat

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