Malick Sidibé: Orgullo de la fotografíaafricana

Fuente: Umoya num. 89 – 1er trimestre 2018                                            José Antonio Oquiñena,Vitoria

Malick Sidibé: cronista de la libertad | Babelia | EL PAÍS

Nacido en el antiguo Sudán Francés (1936), hoy Malí, en el seno de
un clan poligámico (60 componentes) de la pequeña localidad de
Solobe. Fue el primer niño de la prole en ir a la escuela local, aprender
a leer, y más tarde, ya en Bamako, iniciar los estudios de dibujo y
joyería en el instituto nacional de las artes.

 

El destino le cambia cuando conoce al expatriado francés Gerard Guillat (conocido como Gegé la película) dueño del único taller de  decoración y estudio fotográfico del país.
Contratado como “el chico de los recados”, su mente despierta se va empapando de todos los secretos del arte. Y le llega el momento cuando la acumulación de trabajo, obliga al patrón a darle sus primeras oportunidades: bodas, bautizos, y todo tipo de eventos. Malick Sidibé, 2002 | Oscar en Fotos

Cada fin de semana, monta los bártulos en la bicicleta y se desplaza de una fiesta a otra, trabajando hasta la salida del sol y mostrando el frenesí de Bamako, donde la ilusión por la cercana independencia podía palparse en el ambiente (se consumaría en 1960). Era tal el éxito del fotógrafo y su compromiso con los retratados, que en 1962 tenía suficientes clientes como para abrir su primer estudio, destartalado y con pocos medios, pero el primero gestionado por un
africano en el país. Distinto a cualquier otro, en un ambiente de fiesta, la gente llegaba, comía, bailaba, se disfrazaba de europeo, con sombrero, joyas, gafas de sol. Fueron años fantásticos.
Mientras los modelos occidentales optan por la teatralidad y el
efectismo, Sidibé se decanta por el sentido común y la bonhomía
y un respeto reverente al blanco y negro.
Todo ello unido a una memoria sorprendente, capaz de recordar todos los nombres de sus clientes, incluidos padres e hijos.
Fue siempre un retratista de barrio, un artista a pie de calle.
Siempre respetuoso con la tradición y sus orígenes, se empeñó en
mostrar la felicidad, la belleza, la energía de la juventud y la esperanza en el futuro. En aquellos años en los que los reporteros
occidentales enviaban miles de imágenes y crónicas de la violencia,
la pobreza y las miserias de África, él prefirió fotografiar la otra cara, la de la alegría.
A pesar de la presión terrorista que asolaba a su país, no se dejó arrastrar por la fuga de personajes. En 2009, recibió el premio PhotoEspaña, y un año después el World Press International, entre otros galardones, sin saber siquiera qué significaban lo uno ni lo  otro.
Su salud se vio resquebrajada por culpa de una diabetes descontrolada, cuyas complicaciones le llevaron a la muerte en
abril de 2016.

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