Los “Coronabonos” y la división norte–sur de Europa

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/los-coronabonos-y-la-division-norte-sur-de-europa                                                                           Adam Tooze

La decisión del Eurogrupo de rechazar los coronabonos dejará cicatrices políticas desestabilizadoras.

Es un giro cruel del destino que la crisis del Covid-19 haya expuesto la falla básica de la eurozona, entre el norte y el sur. El debate resultante sobre cómo elaborar una respuesta conjunta ha sido amargo.

El compromiso acordado provisionalmente en la reunión de ministros de finanzas del Eurogrupo del 9 de abril fue un alivio. Para el Eurogrupo, acabar por segunda vez en una semana sin un acuerdo habría sido un desastre. Probablemente el resultado no habría sido el pánico en el mercado de bonos –las intervenciones masivas del Banco Central Europeo han neutralizado esa posibilidad por ahora. Pero en términos políticos habría enviado una terrible señal de desunión–.

El triple paquete –con fondos para gastos sanitarios a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM), préstamos a las empresas del Banco Europeo de Inversiones y 100.000 millones de euros para el fondo de desempleo de la Comisión Europea– tiene un alcance modesto. Es decepcionante para quienes apoyamos la posición de los «coronabonos». Pero al menos es un alivio que haya sido un compromiso, en vez de una humillante capitulación infligida a la coalición de los nueve defensores de los coronabonos por el obstinado y miope egoísmo de holandeses y alemanes.

De hecho, en términos políticos, los holandeses pueden haber hecho que su causa sea más perjudicial que beneficiosa con su demanda de que los préstamos del ESM estén condicionados a un ajuste estructural. En lugar de ser considerados como aliados de los holandeses, los alemanes prefieren ahora ser vistos como mediadores.

Admisión de incapacidad

En relación con la crisis actual, incluso si consideramos la generosa cifra estrella de € 540 mil millones nominales del paquete de ayuda, el acuerdo es una admisión de la incapacidad europea. A la luz del impacto de un billón de dólares en la economía global, sus modestas dimensiones equivalen a admitir que la prioridad en la lucha contra la crisis sigue residiendo en los estados-nación.

Lo mejor que se puede decir es que proporciona un marco para futuras negociaciones. Existe el compromiso de establecer un fondo de reconstrucción temporal, que se financiará con “herramientas innovadoras”; lo que eso significa aún está por ver. Por desgracia, dada nuestra experiencia en las últimas semanas, a menos que haya un cambio de gobierno en los Países Bajos, hay pocas razones para ser optimistas.

Cuando la crisis de salud inmediata haya pasado, cuando “todo” lo que esté en juego sea la miseria del desempleo masivo en España o un choque adicional a las perspectivas de crecimiento de Italia, ¿por qué deberíamos esperar que los estados del norte actúen más cooperativamente de lo que lo han hecho desde 2010? Las ratios entre la deuda pública y el producto interior bruto serán peores. Preparémonos a que el discurso de la sostenibilidad de la deuda y la responsabilidad fiscal sea tan implacable como siempre.

Por supuesto, nunca hay que decir nunca. Algunas sofisticadas encuestas revelan una apertura por parte del público alemán hacia los coronabonos, que podría ser explotada por un liderazgo político creativo y valiente. La opinión de los expertos ha cambiado notablemente; los llamamientos masivos a la acción conjunta de los economistas alemanes son una novedad extremadamente bienvenida. Tanto en Alemania como en los Países Bajos, una gran parte del público está francamente avergonzado por las posiciones de su gobierno.

El argumento político no ha terminado. Se reanudará cuando los jefes de gobierno se reúnan la próxima vez. Pero una cosa ya está clara: las propuestas de lucha contra las crisis basadas en el ESM son, en la práctica, letra muerta. El camino hacia un acuerdo el 9 de abril solo se despejó cuando los holandeses finalmente abandonaron su demanda de que la principal forma de apoyo sean los préstamos ESM con condicionalidad. Incluso en la forma atenuada en la que se incluye en el paquete actual, la mera mención del ESM es suficiente para provocar la indignación en Italia.

Mala intención

Para ser justos con los holandeses, su posición respecto al ESM no era anómala. Lo que pedían era cierto no solo al pie de la letra sino también en cuanto a la mala fe que dio origen al ESM en primer lugar. Siempre tuvo la intención de ser un ejercicio financiero duro que forzara el mayor ajuste estructural posible a cambio del menor crédito posible.

Pero al menos el ESM existía. Y hasta la semana pasada podríamos pretender que eso importaba. Se diseñaron muchos mecanismos complejos y nada malintencionados para una respuesta conjunta al coronavirus que proponían que el financiamiento debiera ofrecerse a través del ESM. El ESM se presentaba como áncora por la muy buena razón de que era el único instrumento inmediatamente disponible.

El ESM tiene un papel establecido como desencadenante de otro de los supuestos dispositivos de estabilidad de la eurozona, el instrumento de las transacciones monetarias directas, OMT (outright-monetary-transactions) del BCE. Las OMT surgieron en agosto del 2012 después de que el entonces presidente del banco, Mario Draghi, tomara su atrevida iniciativa de “todo lo necesario”. Una de las condiciones que hizo que las OMT fueran aceptables, si no para el Bundesbank alemán al menos para el gobierno de Angela Merkel, fue la disposición de que la compra de bonos del BCE debería estar condicionada a la aprobación para el país en cuestión de un programa ESM, junto a un memorándum de entendimiento.

Incluso entonces estaba bastante claro, yendo más allá de las palabras de Draghi, que dichas condiciones hacían bastante improbable que las OMT fueran activadas. Sin embargo, era conveniente pretender que las OMT-ESM era la substancia detrás de “todo lo necesario”. Nunca ha sido verificado ya que el BCE, desde 2015, ha comprado bonos en forma de “flexibilizacion cuantitativa”.

Esto es lo que hizo el BCE en 2019 y de nuevo en respuesta a la crisis del coronavirus en marzo. Se trataba de intervenciones de política económica generales que incidían en torno a la cuestión de riesgo-compartido y del impacto asimétrico en los miembros más fuertes y débiles de la zona euro. En el trasfondo había siempre la posibilidad de que, si Italia realmente tenia problemas, allí estaban las OMT como último recurso.

La hoja de parra eliminada

La inacción del Eurogrupo de las últimas semanas ha supuesto la eliminación de esa hoja de parra. Lo que ha quedado claro es que es muy poco probable que el recurso al EMS sea aceptable.
Esto se debe básicamente a que el ESM no ha escapado a sus orígenes en la tumultuosa y traumática historia de la crisis de la eurozona de 2010-12. Sigue viéndose como un dispositivo disciplinario humillante, a través del cual los miembros de la zona euro del norte de Europa imponen su agenda política al atrasado sur.

Es fácil impacientarse con estas invocaciones históricas. Por supuesto, es conveniente para los políticos de los endeudados países del sur de Europa culpar a Bruselas y Frankfurt de sus problemas. Pero ninguno de los gobiernos actuales en Roma o Madrid puede ser acusado de este tipo de populismo. Ambos piden más Europa, una integración más profunda. Pero no son menos claros sobre el hecho de que el ESM, como institución heredada de la crisis de la eurozona, es un veneno político.

Eso debería hacer reflexionar a Europa.

Cicatrices duraderas

Es un lugar común que la Unión Europea se ha “forjado en las crisis”. Pero ello minimiza que las crisis también pueden dejar cicatrices duraderas. De hecho, las crisis pueden crear no solo cicatrices deformantes, sino también puntos neurálgicos que provocan dolor agudo incluso años después. La crisis de la eurozona se ha convertido, en la memoria, casi en una guerra civil europea –un momento de la historia que genera relatos irreconciliables y divisivos, cuya intensidad no disminuye previsiblemente con el tiempo.

Lo que hemos aprendido en las últimas semanas es que el ESM, el mecanismo designado de lucha contra la crisis de la eurozona está atrapado en esa guerra de narrativas. Y eso tiene efectos reales.

Quienes argumentaron en contra de los coronabonos en base a que este no era el momento para una innovación tan gratuita y en cambio favorecieron las soluciones basadas en el ESM porque el mecanismo ya estaba disponible no comprendieron el problema. Era la vía del ESM que no era realista, precisamente por ser una herencia institucional de la era de la crisis de la eurozona. Una de las cosas que hace que los coronabonos sean atractivos para sus defensores es que serían nuevos y por lo tanto no implicarían el odio de la amarga historia de la zona euro.

Por desgracia, la historia se renueva constantemente y los intensos debates de las últimas semanas también dejaran un legado. Con los holandeses y los italianos entestados en sus posiciones, será aun mas difícil en el futuro contar con el apoyo del ESM. ¿Qué le pasaría a cualquier posible candidato que quisiera recurrir a él ahora? Lo que se consideró hace solo unas semanas como el marco institucional básico de una verdadera capacidad de lucha contra la crisis ha pasado a tener el papel marginal de pagar el gasto sanitario, específicamente excluido de cualquier función de estabilización macroeconómica.

El daño ya está hecho

Por supuesto tenemos el nuevo fondo de reconstrucción, con los detalles y la financiación aún por resolver. Quizás surgirá algo innovador. Pero nadie debería hacerse ilusiones sobre el daño causado desde que se lanzó la idea de los coronabonos en marzo.

Merkel y su ministro de finanzas, Olaf Scholz desearían, sin duda, que los nueve jefes de gobierno nunca hubieran formulado la pregunta con tanta claridad y urgencia. ¿Es que no entendían que Berlín estaba obligado a decir no? ¿No hubiera sido mejor arreglárselas como sea?

Quizás. Pero en la historia no hay vuelta atrás. La propuesta no se puede deshacer. La pregunta ha sido formulada, se ha dado una respuesta. Se proyectará una sombra que puede superar a Europa en el futuro, de la misma manera que los recuerdos de 2010-12 superaron al ESM esta primavera.

es profesor de historia y director del Instituto Europeo de la Universidad de Columbia. Su último libro es ‘Crashed: How a Decade of Financial Crises Changed the World’, y actualmente está trabajando en una historia de la crisis climática.

Fuente:

https://www.socialeurope.eu/corona-bonds-and-europes-north-south-divide

Traducción: Anna Maria Garriga Tarré

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