Adiós y hasta siempre a Luis Sepúlveda (1949-2020)

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/adios-y-hasta-siempre-a-luis-sepulveda-1949-2020                                                                                 Luis Sepúlveda                                                                                                             Stefania Parmeggiani                                                                                            19/04/2020

Luis Sepúlveda: «Da rabia volver a tiempos que creíamos superados». Entrevista

Roberto Zanini entrevistaba a Luis Sepúlveda el pasado 21 de octubre de 2019 para el diario italiano il manifesto, que volvía a publicar esta semana sus declaraciones, en las que se explayaba sobre la situación de su país, con motivo de la muerte del escritor chileno a causa del coronavirus este 16 de abril.

Luis Sepúlveda acaba de cumplir 70 años. Tenía 28 cuando el Chile de Pinochet lo expulsó benignamente, en lugar de hacerle cumplir la cadena perpetua a la que se había hecho acreedor como miembro del GAP, el Grupo de Amigos Personales del presidente Allende [equipo encargado de su seguridad]. Los carros de combate por las calles de Santiago los lleva literalmente en la carne, en los huesos doblados por años en una celda del tamaño de un frigorífico, en las uñas arrancadas. Ahora han vuelto los tanques y de nuevo hay estado de emergencia.

¿Qué has sentido en tu corazón al ver a los soldados por las calles, una vez más?

Una gran, gran rabia. La vuelta a tiempos que creíamos superados. Pero no es así, el fantasma del pinochetismo continúa estando muy vivo en Chile, y el presidente Sebastián Piñera, que es una persona perfectamente inútil, demuestra una actitud abiertamente fascista.

¿Es una vez más Pinochet, su espectro, o hay algo nuevo en este gobierno de derechas que blinda las calles?

En el fondo hay una parte de la herencia de Pinochet. Y por encima hay una extrema derecha fascista al estilo de Bolsonaro, cada vez más presente en todos los países de América Latina.

Cada día más: aparte de México, la derecha va muy bien en todo el subcontinente.

Sí, hay un florecimiento de la extrema derecha, unida al narcotráfico, las sectas evangélicas y los fundamentalismos religiosos. El panorama está feo y se está poniendo peor.

¿Tienes miedo de algo parecido a lo de entonces, o la democracia chilena es lo bastante fuerte como para poder superar lo de estos soldados por los calles?

El golpe militar del 73 tenía un solo objetivo: imponer un sistema económico, el modelo económico neoliberal. Esto es lo que se impuso. Ahora bien, las consecuencias del neoliberalismo han llevado a una explosión social, que estaba ahí, contenida, pero que más tarde o más temprano iba a reventar. El problema es que esta explosión social no tiene un objetivo político bien definido, es ira popular que se reaviva de manera espontánea, pero sin ninguna fuerza política que proponga una alternativa. Es la rabia por la rabia, y esto es muy preocupante. No creo que pueda repetirse el golpe del 73, un golpe de Estado con esas características, pero todo lo que se ha conquistado desde los años del golpe, hasta las más mínimas conquistas, está ahora en peligro.

Por lo tanto, esto es una “jacquerie”, una rebelión sin horizonte político, ¿es así?

Exactamente, es una reacción popular frente a una serie de medidas absolutamente odiosas. Chile es un país en el que las desigualdades sociales son increíbles cuando se intenta describirlas, los muy ricos y una mayoría de personas que viven de la pobreza de los que viven por debajo de ellos. El triunfo ideológico del neoliberalismo ha hecho que mucha gente, por el simple hecho de tener una puta tarjeta de crédito, se sienta parte integrante de la clase media. Es un país ideológicamente muy débil, la izquierda chilena está en su peor momento, no hay una alternativa y la rabia popular, la ira de las clases populares, se manifiesta de esta manera. Pero la respuesta de la represión puede llevarnos a tiempos tremendamente feos.

¿Tienes alguna esperanza en lo que queda de la izquierda histórica chilena, o en otros grupos?

La única esperanza de veras es la gente joven, la que se ha manifestado más duramente y desde hace más tiempo contra el gobierno, pero falta una articulación política inteligente, la construcción de un proyecto político alternativo, los recursos intelectuales para proponer algo diferente, y este es un trabajo de años. Espero que se haga.

¿Otras experiencias en América Latina? El de hoy ¿es un fenómeno chileno o latinoamericano?

Lo que sucede en Chile forma parte de un fenómeno global, es del todo evidente que también el neoliberalismo está en crisis. Cuando un país como los Estados Unidos elige presidente a un empresario absolutamente inepto, ineficaz e ignorante, no se puede esperar que los demás mandatarios del mundo sean muy distintos. Hace menos de una semana dijo Donald Trump que la relación entre los Estados Unidos e Italia ¡se remonta a la antigua Roma! Hay algunas esperanzas: la Bolivia de Evo Morales, combatir toda pobreza de modo real y eficiente y hacer crecer el país, el Uruguay del Frente Amplio, Pepe Mujica comenzó otra manera de hacer política que ha seguido el Frente Amplio, sin grandes ambiciones ha conquistado cosas fundamentales y la gente vive mejor. Evidentemente no es la gran solución, la gran solución tendría que ser otro modo de vivir, alejarse de la realidad y del mito del crecimiento económico. Hace falta tener otra idea de desarrollo, falta esto para completar la idea de una alternativa.

Piñera ha declarado: “Estamos en guerra contra un enemigo potente, muy organizado e implacable, dispuesto a utilizar sin límites la violencia y la delincuencia”. Parece la descripción de una invasión. Pero ¿quién es el enemigo? Y ¿está de verdad organizado?

Pero qué enemigo organizado, el “enemigo” son los pensionistas que viven con pensiones miserables, los estudiantes que terminan los cursos con deudas universitarias para treinta años, los docentes con el salario más bajo de América Latina, los jóvenes sin futuro alguno, la clase trabajadora sin derechos….La policía entra todos los días en los colegios e institutos y golpea brutalmente. Y esta explosión espontánea, iniciada con una manifestación totalmente pacífica contra el precio de los billetes de metro, no justifica de ninguna manera la violencia del Estado. Cuando el Estado empieza a ejercer violencia, encuentra evidentemente una respuesta violenta.

 

Fuente: il manifesto, 16 de abril de 2020

 

Adiós a Luis Sepúlveda

Stefania Parmeggiani

Adiós a Luis Sepúlveda: su increíble voz, suspendida entre la América Latina a la que pertenecía y la Europa en la que se había refugiado, se ha apagado en un hospital de Oviedo. El Covid-19 lo ha matado también a él, el último de los combatientes. Tenía 70 años.

Exiliado político, guerrillero, ecologista, viajero de paso obstinado y contrario, se estrenó con un relato tachado de pornografía por el director de su instituto en Santiago de Chile. «Era 1963. Nos enamoramos todos de la nueva profesora de Historia, la señora Camacho, una pionera de la minifalda». Un compañero de clase me pidió que escribiera una historia sobre ella. Quince-dieciocho páginas. Acabaron en manos del director: «Esto es pornografía», le dijo. Trató de replicar: «Literatura erótica». «Pornografía – le cortó en seco -, pero muy bien escrita».
Así lo contaba Sepúlveda, sacando de su chistera la enésima anécdota sabrosa cuando los lectores creían saberlo ya todo de él: los marcados rasgos de guerrero cansado, los ojos obscuros que se encendían de pasión, el olor de tantos cigarrllos fumados. Y lo hacía con ese talento de fabulador que hacía de él, antes incluso que un diestro escritor, un trovador incurable. Escribía fábulas Sepúlveda – y no nos referimos sólo a la deliciosa Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar – sino a tantas novelas en cuyo centro estaba la eterna lucha entre el bien y el mal. No le gustaba la crónica puntillosa, creía que la literatura era ficción y entrelazaba los hilos de la narración para dar vida a personajes picarescos o a tramas de aventuras empapadas de pasiones e ideales. Los suyos, evidentemente, aquellos por los que había luchado, viajado y, al cabo, escrito.

Con su debut – Un viejo que leía novelas de amor, dedicado a Chico Mendes – regaló a los lectores un primer trozo de su intensa vida: siete meses transcurridos en la selva amazónica con los indios Shuar. En 1977, expulsado de Chile después de dos años y medio de cárcel, se había sumado a una misión de la Unesco para estudiar el impacto de la civilización sobre las poblaciones indígenas. Nació así una historia suspendida entre dos mundos, el de los indios, recelosos en sus encuentros con los blancos (cazadores furtivos, buscadores de oro, adelantados de la industria más feroz) y esos blancos que habían enseñado a leer al protagonista, dándole así un refugio para la pérdida de la joven esposa.

Con su segunda novela, Mundo del fin del mundo, describía en cambio lo que le había parecido inevitable desde el puente de un barco de Greenpeace, organización a la que se había sumado en los años ochenta: barcos-factoría que arrastraban ballenas exangües y se transforman en mataderos, persecuciones entre las nieblas de la Antártida, militantes ecologistas contra pescadores japoneses.

Vida, activismo y literatura en las mismas páginas. En la militancia política pensaba La frontera desaparecida: los cuentos que componen el libro siguen las etapas de un chileno que desde las prisiones de Pinochet encuentra la libertad atravesando Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, en tren o en vehículos de emergencia hasta Panamá, donde se embarcará para España. A quien le preguntaba porque se esforzaba tanto en transformar esa experiencia en literatura le respondía con una sonrisa cortante que precisamente por eso, era literatura lo que quería hacer, no psicoliteratura. Detestaba el pathos, sentía la necesidad de poner entre él y Chile la distancia precisa. Del drama se reponía con la lengua: sencilla, limpia, sintética. Todo lo contrario de García Márquez: mucho realismo, nada de magia. O si acaso la magia de la realidad. Para decirlo con Hemingway, palabras de veinte centavos y nada de construcciones barrocas. Bastante fantasiosa era ya la vida con sus esplendores y sus repentinas caídas.

Seguí también el hilo de su biografía en La lámpara de Aladino: entre mercaderes levantinos y ángeles vengadores, dos jóvenes comparten las luchas del movimiento estudiantil y se reencuentran tras los años de la dictadura chilena y el expatriamiento. En otras palabras, su historia de amor con la poeta Carmen Yáñez. Su relación afloraba también en la novela negra Nombre de torero. El protagonista, que se llama Juan Belmonte como el célebre torero que se suicidó de un tiro de pistola, es un ex-guerrillero chileno de 44 años, que acepta ir a la busca de un tesoro nazi en Tierra del Fuego sólo por amor a Verónica, una mujer torturada por los militares y que reaparece viva, pero en condiciones psicológicas desastrosas, en un vertedero de Santiago. En la realidad las cosas no sucedieron de ese modo, pero para Sepúlveda no podía ser de otra manera: transformaba sus experiencias en materia literaria, regalaba trocitos de vida a sus personajes, pero las biografías, no, esas las dejaba a otros.

Fuente: La Repubblica, 16 de abril de 2020

(1949-2020), autor de aclamadas novelas como ‘Un viejo que leía novelas de amor’ y hombre irrenunciablemente comprometido desde su adolescencia y los años de la Unidad Popular de Salvador Allende, falleció en Oviedo el pasado 16 de abril.
es novelista (“La notte di Silvia”) y periodista cultural del diario italiano La Repubblica.

Fuente:

Varias

Traducción:Lucas Antón

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