Los bronces del antiguo Reino de Benín

Fuente: Umoya num. 100 – 3er trimestre 2020                                 Cristina Bayo

Bronces de Benín - Wikipedia, la enciclopedia libre

Los bronces del Antiguo Reino de Benín son una de las manifestaciones artísticas más destacables en el arte africano. Esta técnica desarrollada desde muy antiguo y con una gran perfección formal, centra su área de influencia en la zona nigeriana del Golfo de Guinea, donde se sitúan los reinos de Ifé y de Benín. De este último, analizaremos su desarrollo.
El Antiguo Reino de Benín se localizaba en una zona selvática, cerca del delta del río Níger. Fundado por el pueblo bini, sabemos que ya existía antes del siglo XII, pero el primer contacto con Occidente se producirá en 1472, cuando el portugués Sequeiro pisó su suelo por primera vez. A partir de 1485 llegaron en barco diversas expediciones lusitanas que quedaron impresionadas por la riqueza del territorio. Los intercambios comerciales de especias, esclavos y arte no se hicieron esperar.

A principios del siglo XII una delegación de la corte de Benín se trasladó a Ifé para pedir a su oni o monarca, un rey propio para otorgar estabilidad al territorio. Tomó el título de oba, un ser vivo pero divino y Benín entró a formar parte del círculo cultural yoruba, siendo Edo su capital y también su lengua.
A finales del siglo XIII, otra delegación volvió a Ifé para solicitar el aprendizaje del arte de trabajar el bronce. El oba se merecía una representación excelsa, en un material como el bronce, prácticamente indestructible, en semejanza a su poder. El oni mandó a un maestro y el arte del Reino de Benín se convirtió en un “arte cortesano” en detrimento del arte popular. Después se rodeó de un importante gremio de artistas, escultores y fundidores, para llevar a cabo esta importante tarea.
Los artistas, reinterpretando el arte de Ifé, tomaron su propio camino formal, adaptándolo a sus necesidades. El realismo y naturalismo de Ifé se transformó en idealismo, con figuras dignas, hieráticas, pero refinadas, que no mostraban la decadencia del tiempo o de la enfermedad, sino su grandeza.
En ellas se observa el alto grado de organización social, que distaba mucho del que se estaba realizando en otras zonas de África y en la Europa medieval. Distinguiendo incluso tres etapas:

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La primera, se produce entre los siglos XIV y la primera mitad del siglo XVI. Observamos la influencia del aprendizaje del reino de Ifé tanto en la fundición y trabajo del bronce como en las formas e iconografías. Son figuras sencillas de antepasados o reyes, con rostros serenos, realistas y naturalistas en las proporciones y con una técnica muy depurada.
En la segunda etapa, que se da desde mediados del siglo XVI y el siglo XVII, se crean las auténticas obras de arte. Es el período de la llegada de ingleses, franceses y holandeses, buscando establecer ansiados intercambios comerciales. Pero también es el de las famosas placas conmemorativas en honor al oba, que decoraban todo su palacio. Altos y bajorrelieves con un gran valor artístico e histórico, narran las campañas bélicas, cacerías, ceremonias o las conexiones con los europeos. También aparecían los enemigos derrotados, normalmente con las cabezas cortadas por su sublevación.
En este período las cabezas se hacen más pesadas y uniformes, con mejillas gruesas, grandes ojos, nariz angulosa, sobre largos cuellos decorados con collares de coral. Las representaciones de las reinas-madre, así como animales como el leopardo (símbolo del oba) o el gallo (origen mítico de los reyes yoruba) son parte de la temática.
No podemos dejar de señalar que también se utilizaron otros materiales como el marfil, la madera o la terracota, que se trataban con el mismo preciosismo que el bronce, aunque con otras utilidades, como podemos observar en el ejemplo conservado de una Cabeza de oba en el Museo de Arte Africano Arellano Alonso de la Universidad de Valladolid.
La tercera etapa, ubicada entre los siglos XVIII y XIX, recoge la decadencia no solo artística sino social de Benín. Sin naturalidad, sin las proporciones propias de su estilo y con los rostros estereotipados, se busca el máximo barroquismo, los cuellos parecen que ahogan la cabeza.
Riquezas, poder, exotismo… todo ello hizo que el Antiguo Reino de Benín se convirtiera en el objetivo de la adquisición indiscriminada de sus obras. Con su decadencia, los británicos decidieron asentarse en la bahía de Benín para controlar el comercio de aceite de Palma. Los africanos se resistieron, lo que provocó un cruento ataque de castigo en 1897 que culminó con la entrada inglesa en el palacio, saqueando más de 3.000 objetos entre los que se encontraban los bronces que estamos tratando.
Los objetos se llevaron a Londres y desde allí la colección se dispersó por los principales museos europeos y por colecciones privadas. Pero el saqueo no quedó ahí. En 1910, el investigador alemán Leo Frobenius realizó una expedición por la zona y recogió las pocas obras que quedaban de Benín.
A partir de ese momento, el mundo occidental reconocerá el arte del Antiguo Reino de Benín como un referente para comprender el arte africano en bronce. Sin embargo, su bagaje histórico y su influencia venían de una larga tradición donde la exquisitez y dificultad técnica se convirtió en una influencia para el resto de los pueblos africanos.

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