Libro PDF: Fatalismo y voluntarismo: «Historia y consciencia de clase por Georg Lukács

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2022/10/04/georg-lukacs-historia-y-conciencia-de-clase-recortes/                  OCTUBRE 4, 2022

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«… en el pensamiento, lo concreto aparece como un proceso de síntesis, como un resultado y no como punto de partida, a pesar de ser el punto de partida real y también, por consiguiente, el punto de partida de la intuición y de la representación…»

«…Fatalismo y voluntarismo sólo son contradictorios en una perspectiva no dialéctica y no histórica. Para la concepción dialéctica de la historia, ambos son dos polos unidos por un nexo de complementaridad recíproca, son reflejos en el pensamiento por los cuales se expresa claramente el antagonismo del orden social capitalista, la imposibilidad de resolver sus problemas en su propio terreno….» pag. 38

«…Evidentemente, todo conocimiento de la realidad parte de los hechos. Se trata solamente de saber qué datos de la vida merecen (y en qué contexto metodológico) ser considerados como hechos importantes para el conocimiento. El empirismo obtuso disputa, a decir verdad, que los hechos no lleguen a ser hechos propiamente dichos sino a través de tal elaboración metodológica, diferente según la finalidad del conocimiento. Creen poder hallar en todo dato, en toda cifra estadística, en todo hecho crudo de la vida económica, algo importante para él. No ve que la más simple enumeración de «hechos», la catalogación más desprovista de comentario es ya una «interpretación», que en este nivel los hechos son ya captados partiendo de una teoría, de un método, que son abstraídos del contexto de la vida en el que se encontraban originariamente e introducidos en el contexto de una teoría.

Los oportunistas, más refinados, no lo disputan en modo alguno, a pesar de su repugnancia instintiva y profunda por toda teoría, pero invocan el método de las ciencias de la naturaleza, la manera cómo éstas son capaces de mediatizar los hechos «puros» mediante la observación, la abstracción y la experimentación y cómo son capaces de fundamentar sus relaciones, y oponer semejante ideal de conocimiento a las construcciones violentas del método dialéctico.

Lo que más salta a la vista de tal método consiste en que el desarrollo mismo del capitalismo tiende a producir una estructura de la sociedad que va delante de tales procedimientos de pensamiento; pero nosotros necesitamos, precisamente aquí y a causa de eso, el método dialéctico para no sucumbir ante la ilusión social así producida, para poder entrever la esencia que hay tras esa ilusión.

Los hechos «puros» de las ciencias de la naturaleza surgen, en efecto, así: un fenómeno de la vida es trasladado, realmente o en el pensamiento a un contexto que permite estudiar las leyes a las que aquél obedece sin intervención perturbadora de otros fenómenos; este proceso se refuerza por el hecho de que los fenómenos son reducidos en su pura esencia cuantitativa, a su expresión en número y en relaciones numéricas. Los oportunistas no se dan jamás cuenta que es propio de la esencia del capitalismo producir los fenómenos de ese modo.

Marx describe de una manera muy penetrante un «proceso de abstracción» similar de la vida cuando trata del trabajo, pero no deja de insistir de manera igualmente aguda en el hecho de que se trata aquí de una característica histórica de la sociedad capitalista.

«Así, las abstracciones más universales sólo se desarrollan en la evolución concreta más rica, en la que una cosa aparece a varios en común, como cosa común a todos. Entonces ya no puede ser pensada únicamente bajo la forma particular.» (Marx; Contribución a la Critica de la economía política)

Sin embargo esta tendencia de la evolución capitalista va todavía más lejos; el carácter fetichista de las formas económicas, la cosificación de todas las relaciones humanas, la extensión creciente de una división del trabajo que atomiza abstracta y racionalmente el proceso de producción sin preocuparse de las posibilidades y de las capacidades humanas de los productores inmediatos, trasforma los fenómenos de la sociedad y con ellos su percepción. Surgen hechos «aislados», conjuntos de hechos aislados, sectores particulares que tienen sus propias leyes (teoría económica, derecho, etc.) que parecen ser ya, en su apariencia inmediata, ampliamente elaborados para semejante estudio científico. Tanto es así, que puede parecer particularmente «científico» el llevar hasta el fin y elevar al nivel de una ciencia a esa tendencia ya inherente a los hechos mismos. A la vez que la dialéctica que –por oposición a esos hechos y a esos sistemas parciales aislados y aislantes– insiste en la unidad concreta del todo y desenmascara esa ilusión, que como tal es producida necesariamente por el capitalismo, aparece como el efecto de una simple construcción.

El carácter no científico de este método aparentemente tan científico consiste, pues, en que no percibe el carácter histórico de los hechos qué le sirven de base y desdeña ese carácter histórico.

Pero no sólo hay aquí una fuente de error (que escapa siempre a esa investigación), sobre la cual Engels llamó explícitamente la atención; la esencia de esa fuente de error consiste en que la estadística y la teoría económica «exacta» construida sobre ella nunca corre pareja a la evolución.

«Por eso, cuando se trata de la historia contemporánea en curso, se verá uno forzado con mucha frecuencia a considerar este factor, el más decisivo, como un factor constante, a considerar como dada para todo el período y como invariable la situación económica con que nos encontramos al comenzar el período en cuestión, o a no tener en cuenta más que aquellos cambios operados en esta situación, que por derivar de acontecimientos evidentes se nos presentan también claramente.» (Introducción a la lucha de clases en Francia, de C. Marx)

Como la estructura de la sociedad capitalista va por delante del método de las ciencias de la naturaleza, porque en eso reside la condición social previa de la exactitud de éstas, hay en este hecho algo totalmente problemático. En efecto, si la estructura interna de los «hechos» y la estructura de sus relaciones son captadas en su esencia misma y de una manera histórica, es decir, como implicadas en un proceso de revolución ininterrumpida, es necesario preguntarse verdaderamente cuándo se comete la mayor inexactitud científica: ¿será cuando capto los «hechos» en una forma de objetividad dominada por leyes tales de las que debo tener certeza (o, al menos, la probabilidad) metodológica de que ya no son válidas para esos hechos? ¿O será cuando deduzco concientemente las consecuencias de esa situación, cuando adopto desde el principio una actitud crítica ante la «exactitud» así lograda, y cuando dirijo la atención a los momentos en que esa esencia histórica, esa modificación decisiva, se manifiesta realmente?

El carácter histórico de los «hechos» que la ciencia cree captar en semejante «pureza», aparece, sin embargo, de una manera todavía más nefasta. En efecto, estos hechos no sólo están implicados (como productos de la evolución histórica) en un continuo cambio sino que, además, -son precisamente en la estructura de su objetividad- productos de una época histórica determinada: la del capitalismo. En consecuencia, esa «ciencia», que reconoce, como fundamento del valor científico la manera en que los hechos son dados inmediatamente, y como punto de partida de la conceptualización científica la forma de objetividad de los hechos, esta ciencia se coloca simple y dogmáticamente en el terreno de la sociedad capitalista, aceptando sin crítica su esencia, su estructura de objeto, su legalidad como fundamento inmutable de la «ciencia».

Para avanzar de esos «hechos» a los hechos en el verdadero sentido de la palabra, es necesario penetrar en su condicionamiento histórico como tal y abandonar el punto de vista mediante el cual los hechos son dados como inmediatos: es preciso someterlos a un tratamiento histórico-dialéctico, porque como dijo Marx: «La estructura (Gestalt) acabada de las relaciones económicas tal y como aparecen superficialmente en su existencia real, y, por tanto, también en las representaciones mediante las cuales los portadores y los agentes de esas relaciones tratan de hacerse una idea clara de ellas, es muy diferente y, de hecho, contraria a su núcleo estructural interno (Kerngestalt). esencial pero oculto, y al concepto que a él corresponde; son incluso su opuesto. Por tanto, si los hechos han de ser captados correctamente, es conveniente aprehender primero clara y exactamente esa diferencia entre su existencia real y su núcleo interno, entre las representaciones que se forman de ellos y sus conceptos.

Esta distinción es la primera condición previa a un estudio verdaderamente científico que, según las palabras de Marx, «seria superfluo si la apariencia fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran inmediatamente ».(El Capital, III, I, p. 188; también p. 21, p. 297. Esta distinción entre la existencia (que se descompone en sus momentos dialécticos de apariencia, aparición y esencia) y la realidad provienen de la Lógica de Hegel.) Se trata, pues, por una parte, de separar los fenómenos de su forma dada inmediata, de encontrar las mediaciones por las cuales aquéllos pueden ser referidos a su núcleo y a su esencia y captados en su esencia misma, y, por otra parte, de llegar a la comprensión de ese carácter fenoménico, de esa apariencia fenoménica considerada como la forma de aparición necesaria de esos fenómenos.

Esta forma de aparición es necesaria en razón de la esencia histórica de los fenómenos, en razón de haber surgido éstos en el terreno de la sociedad capitalista. Esta doble determinación, este reconocimiento y esta superación simultánea del ser inmediato, es justamente la relación dialéctica.

La estructura interna de El Capital ha causado precisamente las mayores dificultades al lector superficial que acepta de manera no crítica las categorías de pensamiento propias del desarrollo capitalista; porque, por una parte, la exposición lleva al limite extremo el carácter capitalista de todas las formas económicas, y constituye un medio para los pensamientos en el cual esas formas capitalistas actúan en estado puro describiendo una sociedad que «corresponde a la teoría», y, por tanto, una sociedad enteramente capitalizada, constituida únicamente por proletarios y capitalistas; pero, por otra parte, tan pronto como esta concepción llega a un resultado cualquiera, tan pronto como ese mundo de fenómenos se cristaliza en el plano teórico, el resultado obtenido se encuentra disuelto como simple apariencia, reflejo invertido de relaciones invertidas, reflejo que no es más que «la expresión consciente del movimiento aparente».

Solamente en este contexto, en el que los hechos de la vida social se integran (en cuanto elementos del devenir histórico) en una totalidad, es donde se hace posible el conocimiento de los hechos en tanto que conocimiento de la realidad. Este conocimiento parte de las determinaciones simples, impuras, inmediatas y naturales (en el mundo capitalista) que acabamos de caracterizar, para avanzar, partiendo de ellas, hacia el conocimiento de la totalidad concreta como reproducción de la realidad en el pensamiento.

Esta totalidad concreta no es en modo alguno dada inmediatamente al pensamiento. «Lo concreto es concreto, dice Marx, porque es la síntesis de varias determinaciones, y por tanto, unidad de lo múltiple.» El Idealismo cae aquí en la ilusión que consiste en confundir este proceso de reproducción de la realidad con el proceso de edificación de la realidad misma. Porque, «en el pensamiento, lo concreto aparece como un proceso de síntesis, como un resultado y no como punto de partida, a pesar de ser el punto de partida real y también, por consiguiente, el punto de partida de la intuición y de la representación».

El materialismo vulgar, por el contrario, aunque tome el aspecto más moderno, en Bernstein y otros, se conforma con reproducir las determinaciones inmediatas y simples de la vida social. El materialismo vulgar cree ser particularmente «exacto» al aceptar esas determinaciones sin ningún análisis profundo, sin ligarlas a la totalidad concreta, abandonándolas en su aislamiento abstracto y tratando de explicarlas por leyes científicas abstractas desligadas de una totalidad concreta. «La torpeza y el vacío conceptual residen precisamente, dice Marx, en ligar de manera puramente contingente lo que está ligado de manera orgánica, y en hacer de esa relación una relación puramente reflexiva.»

La torpeza y el vacío conceptual de tales relaciones puramente reflexivas consisten sobre todo en que oscurecen el carácter histórico pasajero de la sociedad capitalista, y en que esas determinaciones aparecen como categorías intemporales, eternas, comunes a todas las formas de vida social.

Esto se ha puesto de relieve de la manera más patente en la economía vulgar burguesa; pero, poco tiempo después, el marxismo vulgar tomó el mismo camino. Tan pronto como el método dialéctico y, con él, el predominio metodológico de la totalidad sobre los momentos particulares han sido quebrantados, tan pronto como las partes dejaron de encontrar en el conjunto su concepto y su verdad y, por el contrario, el todo quedaba eliminado de la investigación como no científico o era reducido a una simple «idea» o a una «suma» de partes, la relación reflexiva entre las partes aisladas tenía que aparecer como una ley eterna de toda sociedad humana. Porque, la afirmación de Marx de que «las relaciones de producción de toda sociedad forman un todo», es el punto de partida metodológico y la clave del conocimiento histórico de las relaciones sociales.

Toda categoría parcial aislada puede ser tratada y pensada (en ese aislamiento) como si estuviera siempre presente durante toda la evolución de la sociedad humana. (Si no se la encuentra en una sociedad, entonces el «azar» confirma la regla.) La distinción real entre las etapas de la evolución histórica se manifiesta de manera mucho menos clara y unívoca en los cambios a que están sometidos los elementos parciales aislados que en los cambios de su función en el proceso histórico, de su relación con el conjunto de la sociedad.

III

Esta concepción dialéctica de la totalidad, que tanto se aleja en apariencia de la realidad inmediata y que construye esa realidad de una manera en apariencia «no científica», es, de hecho, el único método que puede captar y reproducir la realidad en el plano del pensamiento. ..»

«… El método de las ciencias de la naturaleza, que constituye el ideal metodológico de toda ciencia reflexiva y de todo revisionismo no conoce contradicción ni antagonismo en su objeto; si encuentra, no obstante, una contradicción entre las diferentes teorías, sólo ve en ella un síntoma del carácter inacabado del grado de conocimiento alcanzado hasta entonces. Las teorías que parecen contradecirse (según este método) deben encontrar sus límites en esas mismas contradicciones; en consecuencia, deben ser modificadas y subsumidas bajo teorías más generales en las cuales las contradicciones desaparecerán definitivamente.

En el caso de la realidad social, por el contrario, las contradicciones no son síntomas de una imperfecta aprehensión científica de la realidad, sino que pertenecen, de una manera indisoluble, a la esencia de la realidad misma, a la esencia de la sociedad capitalista. La superación de las contradicciones en el conocimiento de la totalidad, no hacen que cesen de ser contradicciones. Por el contrario, son comprendidas como contradicciones necesarias, como fundamento antagónico de ese orden de producción…»

» La oposición entre el método dialéctico y el método «critico» (o el método materialista vulgar) es, dentro de esta perspectiva, un problema social. El ideal epistemológico de las ciencias naturales que, aplicado a la naturaleza, no hace más que servir al progreso de la ciencia, cuando se aplica a la evolución de la sociedad, aparece como un instrumento de combate ideológica de la burguesía. Para esta clase social es una cuestión vital, por un lado, concebir su propio orden de producción como algo constituido por categorías valederas de una manera intemporal y destinadas a existir eternamente merced a las leyes eternas de la naturaleza y de la razón, y, por otra parte, considerar las contradicciones que se imponen al pensamiento de una manera inevitable, no como fenómenos pertenecientes a la esencia misma de ese orden de producción, sino como simples hechos de superficie.» pag. 39 a 45

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