Lavarse las manos

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/lavarse-las-manos  Rupert Beale                                                                                                             19/03/2020

Oí por primera vez hablar de los coronavirus en 1999. Su particular ingenio reside en la enorme longitud y complejidad del genoma de su ARN. El ARN es mucho menos estable que el ADN, así que los virus tienden a ser cortos. Los medimos de modo aproximado en kilobases (kb) de información. La polio tiene solamente 7 kb, la gripe acumula hasta 14, y el Ebola pesa 19. El SRAS-CoV-2 (Síndrome Respiratorio Agudo Severo Coronavirus 2), agente causante del Covid-19, tiene 30 kb.

Eso es bastante normal para un coronavirus, pero se acerca a los límites químicos de almacenamiento de información del ARN, casi al límite de longitud de lo que puede una hebra de ARN sin colapsar. Los virus necesitan, por tanto, algunos trucos ingeniosos para sobrevivir. Recuerdo haber quedado fascinado por el ‘pseudonudo’ y la ‘secuencia resbaladiza’ del ARN, lo que permite leer el genoma vírico de dos formas distintas simultáneamente; el virus puede regular la expresión de genes diferentes de acuerdo con la forma en que se leen.

Los virólogos necesitan algo más que trucos ingeniosos: también necesitamos dinero. Hace veinte años, no había financiación disponible para estudiar los coronavirus. En 1999, el virus de la bronquitis infecciosa aviar era el único patógeno conocido de coronavirus verdaderamente desagradable. Sólo los criadores de pollos se preocupaban realmente por ellos, pues mata pollos, pero no se contagia a la gente. En los humanos hay una serie de coronavirus bastante inocuos, como el OC43 y el HKU1, que causan el ‘resfriado común’. Los médicos no se molestan normalmente en hacer pruebas con ellos: estás moqueando, bueno, ¿y qué?

Cuando irrumpió el SRAS [Síndrome Respiratorio Agudo Severo] en 2002, no disponíamos de una vacuna efectiva para ningún coronavirus ni de medicamente antivirales, y sólo había pistas mínimas acerca de lo que causaba la enfermedad y muy poca idea de la dinámica de la transmisión. Mató, según las informaciones, a 774 personas, cerca de un 10 % de la gente a la que contagió. Visto retrospectivamente, tuvimos suerte de que el brote del SRAS de 2002-3 fuera tan tremendo: resultaba fácil advertirlo cuando alguien lo tenía, aislarlo y tratarlo lo mejor que podíamos. Hubo una breve e intensa oleada de financiación, que rápidamente remitió junto con el virus. En 2012 surgió un nuevo coronavirus, gravemente patógeno, el coronavirus emparentado MERS (Middle East Respiratory Syndrome Related Coronavirus – Coronavirus Emparentado Síndrome Respiratorio de Oriente Medio). Al igual que el SRAS, nos vino de los murciélagos, pero, a diferencia del SRAS, llegó por medio de los dromedarios, el receptor intermedio. Es aun más tremendo que el SRAS, y mató a cerca del 30% de la gente que se contagió (858 personas en total), pero no se transmite bien entre humanos. Con el Covid-19 resulta especialmente difícil habérselas, pues la mayoría de los casos son leves. Tienes tos, dolor degarganta, quizás algo de fiebre, tal vez ni siquiera síntoma alguno, ¿y qué?

Tal como dijo en 2006 el [entonces] ministro de Salud norteamericano, Michael Leavitt, ‘cualquier cosa que digamos anticipándonos a una pandemia resulta alarmista, cualquier cosa que digamos después será inadecuada’. El gobierno chino, pese a todos sus indudables defectos, puso en práctica medidas racionales para contener la extensión del virus partiendo de su origen en Wuhan. Transporte público, colegios, grandes concentraciones de cualquier clase, todo quedó clausurado. Se aislaron los casos conocidos, se rastrearon los contactos y se aplicó una estricta cuarentena. Se construyeron enormes hospitales en menos de dos semanas. Se proveyó de oxígeno y respiradores sin reparar en gastos. Se movilizaron médicos de todo el país, que trabajaron horas extraordinarias. Fracasar a la hora de hacerle frente no entraba en los planes.

La ‘epidemia multi-focal’, o ‘pandemia’, como lo describirían los virólogos, ha ocasionado en el momento de escribir esto 3.408 muertes. Si los gobiernos se mueven con rapidez para contener y retrasar su difusión, y proporcionan de modo eficaz atención médica óptima, podemos esperar una tasa de mortandad en los casos justo por debajo de un 1%, aunque existe todavía mucha incertidumbre acerca de esto. Corea del Sur está demostrando lo que puede hacer un país de tamaño medio con un gobierno democrático. Reforzaron rápidamente su capacidad de realizar pruebas, instruyeron a la opinión pública acerca del autoaislamiento, clausuraron grandes concentraciones, restringieron los viajes y aumentaron la capacidad hospitalaria. Han asignado 30 billones de wons (19.000 millones de libras esterlinas) a su respuesta. Han confirmado 6.593 casos, pero sólo se ha declarado recuperadas a 42 personas. El esfuerzo principal ha consistido en hacer pruebas rápidas y eficaces. Detectar y aislar casos leves retrasa la propagación de la enfermedad y reduce el proóstico de la población que se verá contagiada. El ‘distanciamiento social’ – reducir el contacto humano – se puede conseguir cerrando colegios, universidades, transporte público, etc, y pueden mitigar la propagación no detectada de casos leves a los que no se ha sometido a pruebas. El 20% aproximadamente de casos graves requiere tratamiento hospitalario, y el 5%, más o menos, de casos críticos precisa cuidados intensivos, y de este modo, no todos llegan en un lapso a corto plazo. No se rebasan los recursos y se pueden salvar vidas.

En países en los que no dan pruebas y aislamiento rápidos, la enfermedad abrumará rápidamente en su punto más alto la capacidad de los hospitales para hacerle frent, y será mucho mayor la tasa de mortandad. La tasa de mortandad está de momento por encima del 3% y si se contagian – una hipótesis razonable del peor de los casos – un 30-70 % de los 7.800 de personas sobre la Tierra, eso significa entre 70 y 165 millones de muertes. Constituiría el peor desastre de la historia humana en términos del total de vidas perdidas. Nadie espera algo así, porque todo el mundo espera que la gente se avenga a las medidas de salud pública eficaces adoptadas por gobiernos responsables.

Las cosas no pintan bien en Irán. Hubo un racimo de casos en Qom. No se habilitaron medidas de contención hasta que hubo muerto una serie de personas.  La enfermedad estendió por Irán y los países vecinos, destruyendo cualquier esperanza persistente de contención global, aunque eso siempre iba a sr improbable, considerando el número de casos que provenían de China en la fase temprana de la pandemia. Es probable que la cifra oficial de Teherán de 4.747 casos sea entre diez y cien veces más baja que la verdadera cifra. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha implicado ya y la realidad puede hacerse evidente en las próximas semanas. La falta inicial de pruebas realizadas y la ausencia de aislamiento de los casos – el negacionismo del régimen  – es probable que lleve a que los servicios de atención sanitaria sea vean abrumados y se produzcan decenas o centenares de miles de muertos.

La mayoría de los gobiernos democráticos seguirán a Corea del Sur, más que a Irán. El historial del Reino Unido en pruebas y aislamiento de casos ha sido hasta ahora bastante bueno, aunque tenemos que aumentar la capacidad de llevar a cabo pruebas. El anuncio el 5 de marzo de que la contención ya no era realista y de que nos estamos moviendo a una política de demora es justamente exacto. Los políticos tendrán que tomar algunas decsiones valientes e impopulares siguiendo el consejo de los funcionarios de salud pública.

En los EE. UU. la respuesta ha sido lenta hasta ahora. No ayuda a la situación un presidente que sigue sugiriendo que el virus no es tan malo, que es un poco como la gripe, que tendremos pronto una vacuna: interrumpir los vuelos con China fue suficiente. Tony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas (National Institute of Allergy and Infectious Disease), pasó habilmente por encima de Trump en una sesión informativa de la Casa Blanca. No, no sólo es tan malo como la gripe, es bastante más peligroso. Sí, tendrán que tomarse medidas de salud pública, que habrán de mantenerse durante muchos meses. No, la vacuna no está a la vuelta de la esquina, tardará por lo menos 18 meses. Se le ordenó luego a Fauci preparar por anticipado sus comparecencias ante la prensa sobre el Covid-19 con Mike Pence: la oficina del vicepresidente dirige la respuesta norteamericana al virus. ‘No quieres ir a la guerra con un presidente’, comentó Fauci.

Los CDC (Centres for Disease Control and Prevention – Centros de Control y Prevención de Enfermedades), tienen a su cargo realizar pruebas y responder al brote en los EE.UU. Asombrosamente, su página digital informa de que el ‘CDC ya no informa del número de personas bajo investigación (PBI) a las que se les ha hecho la prueba, ni tampoco del número de PBI que han dado negativo. Ahora que los estados están haciendo pruebas e informando de los resultados, las cifras del CDC ya no son representativas de todas las pruebas que se están haciendo en todo el país’, y: ‘En fecha 4 de marzo de 2020, se habían realizado pruebas a 1524 en el CDC. No se incluyen en ello las pruebas realizadas en laboratorios de salud pública locales o de los estados, las cuales comenzaron esta semana’. Por consiguiente, los EE.UU. sólo han informado de 233 casos. Pero al juntar todas las piezas de los análisis de los genomas de los virus aislados de los pacientes, los virólogos han mostrado que el SRAS-CoV-2 debe andar circulando inadvertidamente por los EE.UU. Se registró un caso muy preocupante en California, donde un paciente cuyos médicos sospecharon de inmediato que tenía el Covid-19 no fue sometido a las pruebas porque no se ajustaba a los limitados criterios del CDC. Cinco días más tarde, dio positivo.

La respuesta norteamericana se verá complicada por su falta de atención sanitaria socializada. La mayoria de los casos en jóvenes sanos serán leves. La probabilidad de muerte en un treintañero en buena forma está probablemente muy por debajo del 0,1 %. Si fumas, sufres de diabetes, enfermedades cardiacas o problemas pulmonares preexistentes, o inmunodeprimido, son mucho mayores las posibilidades de morir. Si eres octogenario, se acercan al 15 %. Con frecuencia, la gente evita en los Estrados Unidos ir al médico por un comprensible temor a los enormes costes en los que pueden incurrir. La ciudad de Nueva York y el estado de Washington han ordenado ya que las pruebassean gratuitas; esperemos que esto se convierta pronto en universal. Parte de la respuesta de salud pública deberá consistir en el autoaislamiento de posibles casos leves. No hay que ir a trabajar. ¿Será posible convencer a los norteamericanos de que tengan que soportar algunas dificultades para proteger a sus compatriotas vulnerables?

Los EE. UU. son, en conjunto, inmensamente ricos, y no tienen excusa para no poner en práctica estrictos procedimientos de pruebas y aislamiento. ¿Y qué pasa con países más pobres? Se ha informado de unos cuantos casos en el África subsahariana. Hay infraestructura in situ para vigilar pandemias de gripe, que se pueden redirigir a las pruebas del SRAS-CoV-2. Pero reforzarlo en la escala en la que lo ha hecho Corea del Sur probablemente no resulta realista para un país como Malawi. La prueba resulta de momento cara y requiere maquinaria complicada, además de personal con formación. Hay esfuerzos ya iniciados en el Reino Unido, y sin duda en otros lugares, para desarrollar una prueba sencilla de diagnóstico inmediato que podría autoadministrarse. Pero hasta un prototipo puede tardar meses. Los países de renta baja y media deberán poner en práctica medidas para acrecentar el ‘distanciamiento social’, que podría provocar dificultades notables.

Pese a todo su enorme genoma y sus ingeniosos trucos, el SRAS-CoV-2 posee vulnerabilidades significativas. Tiene una gruesa envoltura bastante débil que necesita colarse en las células. Lo destruye el jabón y el alcohol, de manera que lavarse las manos o frotarlas con gel de manos a base de alcohol mata el virus. La mayor parte de la transmisión se da o por contacto muy cercano – alquien que tose o te estornuda en la cara – o porque una gotita que contenga el virus te toca las manos, y luego te tocas la cara; el virus entra en el cuerpo especialmente a través de las membranas de los ojos, nariz y boca. Podemos esperar aburrirnos mortalmente con los solícitos requerimientos de lavarnos las manos. No parece gran cosa, pero va a reducir el riesgo, al menos en cierto modo.

La segunda vulnerabilidad grande del virus es que le cuesta muchísimo copiar su genoma. Todos los virus del ARN (la gripe, por ejemplo) disponen de una enzima especial que copia ARN en el ARN. Estás polimerasas de ARN dependientes del ARN son por lo general copistas muy chapuceras. No se molestan en corregir pruebas y cometen gran cantidad de errores. Este rápido ritmo de mutación les permite evolucionar muy rápidamente; esa es una razón por la que nos hace falta cada año una nueva vacuna para la gripe. Los coronavirus tienen que ser mucho más cuidadoso, porque, si no, su enorme genoma acumulará demasiados errores. Su ritmo de mutación es por tanto menor, así que podemos desarrollar una vacuna bastante efectiva, aunque llevará un año o dos, asumiendo que sea posible.

Podemos atacar el virus con medicamentos. El Remdesivir se desarrolló para atacar la polimerasa del Ebola, y puede que funcione también contra el SRAS-CoV-2. Funciona, desde luego, en un platillo de Petri, y hay ensayos clínicos en marcha en China y los EE.UU. para ver si es efectivo en humanos. El SRAS-CoV-2 produce muchos de sus genes en largas proteinas multifuncionales que hay que cuartear – con sus propias enzimas ‘proteasa’ – en los pedazos justos. Esas proteasas se han atacado con éxito en medicamentos antivirales como la hepatitis C. En mi laboratorio estamos tratando de averiguar qué proteinas humanas tiene que replicar el SRAS-CoV-2, y las interacciones entre virus y receptor pueden ser bueno puntos de ataque de los medicamentos. Pero todavía estamos lejos de ello, así que, entretanto, ¿qué tendríamos que hacer?

Recibí un correo electrónico de un colega de enfermedades infecciosas. Su mensaje no resiultaba en modo alguno tranquilizador. Me hizo las tres observaciones siguientes:

1. Esto NO es lo de siempre. Esto va a ser distinto de lo que haya experimentado cualquiera que esté vivo. La comparación más cercana es la gripe de 1918.

2. Un TEMPRANO distanciamiento social es la mejor arma de que disponemos para combatir el Covid-19.

3. La humanidad saldrá con bien de esta, pero hay que estar preparados para cambios de envergadura en cómo funcionamos y nos comportamos como sociedad hasta que pasemos la pandemia o dispongamos de una inmunización masiva.

Escribo esto apurado. Se trata de una situación que evoluciona con rapidez, y las cifras van constantemente cambiando; desde luego, las que he dado quedarán obsoletas para cuando lean esto. Lo que está muy claro es que debemos acatar con cualquier medida que las autoridades sanitarias nos apremien a tomar, aunque parezcan desproporcionadas. Es momento de que aumente la ‘distancia social’ de todas las formas posibles. Y de lavarse las manos.

dirige un grupo de científicos clínicos en el Francis Crick Institute, centro de investigación biomédica ubicado en Londres.

Fuente:

The London Review of Books, 6 de marzo de 2020

Traducción:Lucas Antón

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