La lección afgana para los “aliados” del tío Sam — Finian Cunningham

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La lección afgana para los “aliados” del tío Sam — Finian Cunningham

Observatorio de la crisis – 16/08/2021

El régimen títere de Kabul cumplió los deseos de Washington durante casi dos décadas. Después de 20 años de guerra inútil –a costa de cientos de miles de vidas afganas y billones de dólares– el Tío Sam ha decidido empacar y dejar a los afganos a su destino. Los talibanes ya han tomado el control de Kabul. Y, el desastre para Estados Unidos es mayúsculo en todos los sentidos: aunque parezca increíble sus agencias de inteligencia sostenían hasta hace dos días que el régimen pro-occidental podría caer en tres meses. Hoy cunde el pánico entre quienes se apretujan en el Aeropuerto.

¿Qué pasó con las promesas estadounidenses de «construir una nación, luchar contra el terrorismo, defender la democracia, proteger los derechos de las mujeres»?

Es una historia sórdida con muchos precedentes históricos que ilustran cómo, en un abrir y cerrar de ojos, el tío Sam es propenso a traicionar a sus antiguos «aliados». Quien mejor ha definido la política exterior imperial es el hoy anciano Henry Kissinger, «Estados Unidos no tiene aliados , solo tiene intereses».

Hace unos 46 años, Estados Unidos huyó de Saigón, abandonando al régimen corrupto que había sostenido con medio millón de soldados en Vietnam del Sur. En esos años fueron los comunistas los que derrotaron a los peones estadounidenses.

Un ejemplo más reciente de las traiciones «Made in Washington» ha sido la entrega de los kurdos a Turquía cuando este país invadió el norte de Siria durante la presidencia de Trump. Ya nadie tiene derecho a equivocarse, cualquiera que acepte el patrocinio estadounidense debe saber que la letra pequeña del contrato siempre dice: este documento puede ser descartado en cualquier momento por el Tío Sam.

Desde la caída de Saigón en 1975 Afganistán es quizás la prueba más evidente de esta política estadounidense. Es un cuento con una clara moraleja para aquellos que todavía parecen confiar en alianzas con Estados Unidos.

Ucrania, dirigida por el régimen venal de Kiev, está servilmente dispuesta a poner todo su destino bajo los caprichos de Washington. El régimen de Kiev ha sacrificado siglos de historia común con Rusia con una guerra civil de siete años financiada con 2.000 millones de dólares en ayuda militar estadounidense. Kiev ha destruido la paz y la prosperidad de Ucrania y ha dañado las relaciones de vecindad con Rusia.

Ahora podemos estar seguros de que cuando los planificadores imperiales se den cuenta que Ucrania ya no les sirve como peón contra Rusia, los ucranianos serán abandonados a su suerte para resolver este desastre político y económico.

En Europa, los estados bálticos, que también actúan como peones de Washington, se han opuesto al gasoducto Nord Stream 2 de Rusia, han hecho campaña para comprar el gas estadounidense, que es más caro y más contaminante. Pero, oh sorpresa, de la noche a la mañana, Washington ha decidido que esa política es insostenible y que no vale la pena enemistarse con Alemania y el resto de la UE. Y así, los lacayos del Báltico han quedado como lo que son: tontos útiles.

Sin embargo, no parecen aprender. Esta semana, Lituania hizo una ofrenda al Tío Sam: anunció que reconocería a Taiwan. Lógicamente, esta medida enfureció a Pekín porque socava su política de soberanía nacional. China retiró a su enviado de Vilnius y ha amenazado con medidas económicas punitivas. Los europeos saben que China es su principal socio comercial y que es imprudente provocar al gigante asiático. Lituania y el resto de la UE podrían sufrir pérdidas económicas, todo por seguir la agenda geopolítica de hostilidad de Washington hacia China.

Quizás, en un corto plazo veremos una nueva traición estadounidense. Esta puede dirigirse a terminar con el respaldo a Taiwán. Beijing ya advirtió que las ventas de armas de Washington están fomentando las facciones separatistas en la isla. China ha declarado el derecho a recuperar este territorio insular que siempre ha sido chino.

Hipotéticamente, este movimiento podría desencadenar una guerra entre Estados Unidos y China, ya que Washington ha prometido repetidamente que «defenderá» a Taiwán. Pero, como nos recuerda la debacle afgana, lo más probable es que Washington deje a los taiwaneses a su suerte si se produce una confrontación militar con la China continental.

Afganistán demuestra con brutal claridad que no hay un ápice de principios y valores en la política exterior de Washington, menos aún en sus intervenciones militares. Las vidas de los ciudadanos extranjeros son prescindibles cuando dejan de servir los intereses de las grandes corporaciones de Wall Street. Cuando dichos intereses dejan de ser rentables, las vidas comunes se tiran por el inodoro sin ningún remordimiento.

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