Fuente: https://www.investigaction.net/es/guia-palestina-para-sobrevivir-al-coronavirus-creencias-humor-y-golosinas/ RAMZY BAROUD 27 Abr 2020
Se llame “cuarentena”, “confinamiento”, “encierro” o “toque de queda”, nosotros, palestinos y palestinas, lo hemos experimentado todo aunque no de manera voluntaria. Yo personalmente, viví prácticamente los primeros 23 años de mi vida en “estado de emergencia”. Mucho antes, mi padre vivió en “cuarentena” al igual que su padre vivió en confinamiento antes que él. Los dos murieron y les enterramos en cementerios gazíes sin haber gozado nunca de verdadera libertad fuera de su campamento de refugiados en Gaza.
La cuarentena que hay ahora en la Franja tiene un nombre diferente. Lo llamamos “asedio”, también conocido como “bloqueo”. De hecho, toda Palestina lleva en estado de “bloqueo” desde finales de los años 40, cuando Israel se convirtió en Estado y los colonialistas sionistas borraron con el apoyo de sus benefactores occidentales la patria palestina. El bloqueo se intensificó en 1967 cuando Israel, convertido en un poderoso Estado dotado de un gran ejército y de aliados importantes, ocupó el resto de Palestina: Jerusalén Oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza.
Bajo el bloqueo la libertad de movimiento de los palestinos se restringió hasta el punto de que necesitábamos permisos del ejército israelí para salir de los territorios ocupados o para regresar a casa, para desplazarnos de una ciudad a otra y, a veces, hasta para cruzar un simple puesto de control militar israelí o un muro fortificado.
En Palestina no denominamos a nuestro confinamiento “estado de emergencia” sino “ocupación militar” y “apartheid”. Al “encierro” lo llamamos de otra manera: “toque de queda militar”.
Desde que era niño aprendí a escuchar atentamente las órdenes de los oficiales militares israelíes cuando recorrían nuestro campamento de refugiados en Gaza declarando o levantando los toques de queda militares. Ese ritual tenía lugar en general por la noche: “Gente de Nuseirat, por órdenes del ejército israelí estáis ahora bajo toque de queda. Cualquiera que viole las órdenes será fusilado inmediatamente”. Esas frases terribles chapurreadas en árabe siempre a través de un altavoz fueron recurrentes durante el primer levantamiento palestino, la Primera Intifada de 1987.
El período entre 1987 y 1993 lo vivimos casi por completo como un “estado de emergencia”. Miles de personas, la mayoría menores, acabaron asesinadas por no respetar las reglas del encarcelamiento colectivo. En Gaza, incluso cuando no había toque de queda militar completo, rara vez salíamos de nuestros pequeños y atestados barrios, y mucho menos de nuestros campamentos de refugiados. A todos nos atormentaba el miedo de no poder llegar a casa a las 20.00 horas, la hora límite que establecía el ejército israelí para que todos nosotros nos recluyéramos.
Cada día, diez o quince minutos después de que se impusiera el toque de queda nocturno, oíamos el crepitar y el silbar de las balas en el aire a diferentes distancias. Automáticamente llegábamos a la conclusión de que alguna pobre alma –un trabajador, un profesor o un joven rebelde– se había retrasado unos minutos y había pagado el precio por ello.
Ahora que casi la mitad de la población del planeta Tierra está experimentando alguna forma de “toque de queda” o similar, me gustaría compartir algunas sugerencias sobre cómo sobrevivir a un prolongado confinamiento a la manera palestina.
1. Piensa en el futuro
Como sabíamos que siempre se iba a decretar el confinamiento completo o el toque de queda militar, tratábamos de anticiparnos a su intensidad y duración y nos preparábamos para ello. Por ejemplo, cuando el ejército israelí mataba a uno o más refugiados sabíamos de antemano que se producirían protestas populares, y por lo tanto más muertes. En esas situaciones ya sabíamos que el toque de queda era inminente.
La prioridad número uno era asegurar que todos los miembros de la familia se reunieran en sus casas o se mantuvieran cerca para que pudieran entrar lo más rápido posible cuando la caravana de jeeps y tanques militares israelíes llegara con su estruendo abriendo fuego contra cualquier persona o cualquier cosa a su alcance.
Lección número uno: Anticípate y prepárate para un encierro más largo del declarado inicialmente en tu ciudad o Estado.
2. Mantén la calma
Mi padre tenía mal genio aunque un corazón muy bueno. Cuando estaba a punto de comenzar el toque de queda entraba casi en estado de pánico. Fumador empedernido, como tenía un miedo obsesivo (aunque racional) a que alguno de sus cinco hijos acabara muerto, andaba inútilmente a toda prisa por la casa sin saber qué hacer después.
Como de costumbre, intervenía racional y calculadora, mi madre. Irrumpía en la cocina para ver qué cosas básicas faltaban, empezando por la harina, el azúcar y el aceite de oliva. Sabiendo que lo primero que cortaban los israelíes era el suministro de agua y electricidad, llenaba varios recipientes de plástico con agua y destinaba unos para el té, el café y para cocinar, y otros para lavar vajilla y ropas.
Siguiendo sus órdenes, íbamos corriendo a la tienda cercana a comprar algunas cosas imprescindibles –baterías para la linterna y el transistor, cigarrillos para mi padre, y algunas cintas de vídeo VHS que veríamos una y otra vez si el toque de queda se prolongaba días o semanas.
Lección número dos: Toma el control de la situación –no entres en pánico– y asigna responsabilidades concretas a cada miembro de la familia. Eso fortalece la unidad familiar y prepara el escenario para la solidaridad colectiva tan necesaria en tales circunstancias.
3. Ahorra agua
Tengo que insistir en esto. Aunque estéis convencidos de que no se va a producir una inminente crisis de agua, no os arriesguéis. Lo fácil es pensar que eres infalible y que desde el primer día de confinamiento –o de toque de queda militar– lo tienes todo bajo control. Cuántas veces tuvimos que lamentar esa falsa sensación de estar preparados, porque acabamos bebiendo demasiado té o desperdiciando el agua lavando platos demasiado rápido. Si te ocurre algo así tienes un problema, especialmente si es en los meses de verano y no puedes contar con el agua de lluvia para compensar la carencia.
Años después del final de la Intifada, mi padre nos reveló que muchas veces, él y mamá utilizaban para nuestro suministro de agua potable el agua de lluvia que recogían en cubos por toda la casa, hasta la de los techos con goteras, incluso también cuando no había electricidad ni gas para poder hervirla antes de consumirla. Ahora entiendo los muchos ataques de diarrea que sufríamos a pesar de que nos asegurasen que habían eliminado cuidadosamente todos los excrementos de aves del agua reciclada.
Lección número tres: Usa el suministro de agua durante la cuarentena con precaución y nunca, bajo ninguna circunstancia, bebas agua de lluvia o, si lo haces, ten a mano pastillas para la diarrea.
4. Racionar la comida
La misma lógica que se aplica al agua sirve para los alimentos. No hace falta decir que todo alimento que se adquiera ha de ser para cubrir en primer lugar las necesidades básicas. Por ejemplo, la harina para hacer el pan va antes que los plátanos, y el azúcar que tanto utilizamos para el té, va antes que las golosinas.
En más de una ocasión cometí ese error, y no porque me encantasen las golosinas de importación que comprábamos en la tienda de Abu Sa’dad en el centro del campamento. La verdad es que mis hermanos y yo jugábamos a una especie de póker con chuches que nos mantenía entretenidos durante muchas horas. Me daba miedo quedarme sin mis preciadas provisiones antes de que terminara el toque de queda y tener que exponerme a la humillación de tener que apostar todas mis cosillas –incluso mi pequeña radio– para poder seguir jugando.
Cuántas veces mi pobre madre se llevó las manos a la cabeza por lo mal que decidíamos cuando íbamos corriendo a comprar lo “esencial”…
Lección número cuatro: Ten claro de antemano qué son “alimentos esenciales”, y consúmelos de manera racional. Además, si tienes la suerte de encontrar en tu pueblo golosinas como las que vendía en la tienda Abu Sa’dad, no te las apuestes todas en un día.
5. Buscar fuentes de entretenimiento
Si dispones de electricidad te queda la opción de ver la televisión. Para nosotros, las películas indias, especialmente las protagonizadas por Amitabh Bachchan, eran la primera opción. Imagina mi decepción cuando nuestra querida estrella de cine que tanto contribuyó a que sobrellevásemos los incontables toques de queda militares en Gaza, apareció en una foto sonriendo con el derechista Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu durante la visita de éste a la India en 2018.
Si se corta la electricidad, prepara opciones alternativas: libros, lucha libre, fútbol en el salón (con una pelota preferentemente hecha con los calcetines de todos los miembros de la familia) y, por supuesto, un póker de golosinas.
Lección número cinco: La clave es tener más de una forma de entretenimiento y estar preparado para cualquier eventualidad, incluso el corte de electricidad como castigo colectivo.
6. Tómate con humor las situaciones difíciles
No te centres en lo negativo; ni tiene sentido ni es inteligente. Compadecerse ante la gravedad de una situación sólo puede contribuir a la sensación de derrota e impotencia que ya genera de por sí un confinamiento. Ya habrá tiempo de mirar atrás y reflexionar e incluso lamentarte de tan desafortunadas circunstancias.
Durante el toque de queda es cuando más necesitas sentido del humor. Tómate las cosas a la ligera, ríete de tu miserable situación si hace falta. Perdónate por no ser perfecto, por entrar en pánico cuando deberías haber estado tranquilo, o por obligar a tu hermano menor a apostarse los calzoncillos cuando se le acaban las golosinas.
Las situaciones difíciles dan lugar a escenarios que pueden interpretarse de dos maneras radicalmente distintas: de manera trágica o divertida; opta por la última siempre que puedas, porque mientras rías, mientras tu espíritu permanezca intacto, tu humanidad también lo estará.
Lección número seis: Sé divertido, no te tomes las cosas muy en serio, comparte unas risas con los demás, y deja que el humor inyecte esperanza cada hora y cada día de tu confinamiento.
7. Manténte firme en tu fe
Si eres musulmán, cristiano, judío, o de cualquier otro credo, o si eres ateo, agnóstico o practicas cualquier forma de espiritualidad o filosofía, busca consuelo en tu fe y en tus creencias.
Como durante el toque de queda militar todas las mezquitas de nuestro campamento de refugiados estaban cerradas –o allanadas– la llamada a la oración que escuchamos cinco veces al día se suprimía. Para seguir oyéndola nos subíamos a hurtadillas hasta el tejado de nuestras casas, localizábamos discretamente la zona donde estaban los soldados israelíes y hacíamos una llamada a la oración colectiva. Entre los voluntarios estaban mi profesor de inglés, que era comunista y afirmaba que no creía en Dios, yo mismo y Nabil, un vecino mío cabezón que tenía un vozarrón horrible.
En los toques de queda desarrollábamos una relación diferente con Dios: se convertía en un compañero personal y más íntimo porque a menudo rezábamos en la oscuridad total susurrando nuestras plegarias con cautela para que los dichosos soldados no nos oyeran. Hasta quienes no rezaban antes de declarase el toque de queda lo hacían a diario las cinco veces durante el confinamiento.
Lección número siete: Deja que tus valores te guíen durante las horas de soledad. Y si te ofreces a hacer una llamada a la oración (o a recitar tus plegarias) sé honesto contigo mismo: si no tienes sentido del ritmo o si tu voz suena como un gato callejero y enfadado, por el amor de Dios, deja la tarea a otro.
En conclusión…
Espero que bajo ninguna circunstancia escuches estas terribles palabras: “Ahora estáis bajo toque de queda. Cualquiera que viole las órdenes será fusilado inmediatamente”. También espero que esta cuarentena de COVID-19 nos vuelva más amables y nos haga salir de nuestras casas siendo mejores personas, preparadas para asumir los desafíos globales que vienen y unidas por nuestra fe común, por el dolor colectivo y por un renovado sentido de respeto por nuestro medio ambiente.
Y cuando todo esto acabe, piensa en Palestina, porque su pueblo lleva confinado 71 años y en confinamiento sigue…
Fuente original: The Palestinian Chronicle