Etiopía, al borde de una guerra civil

Fuente: Umoya num. 103 2º trimestre 2021                           Raquel Estacio

Para saber qué está pasando en Etiopía es necesario poner en contexto la situación sociopolítica del país y conocer un poco de su historia. Para empezar, es el segundo país más poblado de  África y entre sus más de 100 millones de habitantes se pueden distinguir hasta 80 grupos étnicos.
Desde 1974 hasta 1991, Etiopía estaba dominada por El Derg, una junta militar comunista. Se atribuye al Derg la responsabilidad de las famosas “hambrunas de Etiopía” en los años 80. En aquellos tiempos, más de un millón de etíopes murieron de hambre por las colectivizaciones de tierra impuestas por el Derg. En 1991, tras una larga guerra, el Derg fue expulsado del poder, dando lugar a una nueva Etiopía. De entre todos los grupos guerrilleros que surgieron de ese vacío de poder destacaron dos.
Por un lado estaba la guerrilla de Eritrea, que consiguió finalmente su independencia, y por otro estaba la milicia del TPLF (Tigray People’s Liberation Front; el Frente de Liberación de Personas de Tigray). Los tigray, una de esas 80 etnias de Etiopía, se encuentran al norte del país, muy cerca de Eritrea, y representan el 6% de la población. Sin embargo, al vencer ellos al Derg se posicionaron al frente de la nueva Etiopía y su líder, Meles Zenawi, gobernó todo el país durante 17 años.

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En Etiopía la etnia es muy importante. No se puede entender el conflicto si no tenemos claro esta realidad. El propio parlamento no se divide en partidos políticos, sino en etnias. El país está dividido en 10 regiones llamadas Kililoch, y sus fronteras están trazadas en base a criterios étnicos. Por ejemplo, la región de Tigray es uno de estos Kililoch donde el 96 % de la población pertenece a la etnia tigray. Durante años todo el poder ha estado repartido entre los tigray, los oromo y los amhara, que son las otras dos etnias mayoritarias.
El TPLF fue el partido dominante en Etiopía durante varias décadas; sin embargo, la situación cambió con la llegada al gobierno de Abiy Ahmen en 2018. El joven primer ministro acusó a funcionarios de antiguos gobiernos de corrupción y abuso de derechos humanos, y expulsó del gobierno central a algunos políticos de este partido.
Además, disolvió la coalición multiétnica que había gobernado Etiopía hasta ese momento y creó un nuevo partido. El TPLF se negó a formar parte del mismo y también rechazó las negociaciones de paz entre Etiopía y Eritrea, después de 20 años de guerra. Esta rivalidad aumentó el pasado mes de septiembre,
cuando Tigray celebró elecciones regionales a pesar de haber sido aplazadas por el gobierno federal debido al coronavirus.
El gobierno no reconoció la legitimidad de esos comicios y puso fin a las relaciones y presupuestos con Tigray. Después de esto, el gobierno federal recortó los fondos destinados a esta región, lo que el TPLF calificó como “un acto de guerra”.
Desde ese momento, las fuerzas del gobierno etíope se encuentran en conflicto armado con las tropas de Tigray. El aumento de las tensiones en el segundo país más poblado de África preocupa a la comunidad internacional, que teme el estallido de una guerra civil que amenace la estabilidad de una región tan estratégica y repleta de frentes abiertos como es el Cuerno de África.

Conflicto en Tigray: Etiopía al borde de la guerra civil | Descifrando la Guerra

Sin embargo, el conflicto más irreversible tuvo lugar el 4 de noviembre de 2020, cuando las fuerzas del TPLF atacaron las bases del comando norte del ejército federal. El TPLF alega que este ataque nunca existió y que fue una excusa utilizada por Abiy Ahmen para atacar a Tigray. Lo que sí es cierto es que los tigray han bombardeado Eritrea con el fin de internacionalizar el conflicto y provocar la intervención de otros actores como la Unión Africana. Es evidente que, tras tres décadas dominando el país y representando Etiopía, los tigray tienen muchos aliados en la escena internacional.
Pero a los tigray no les basta con internacionalizar la guerra, buscan llevar a cabo una “limpieza étnica”. El pasado 9 de noviembre, decenas de civiles, la mayoría de la etnia
amhara, fueron asesinados en Mai Kadra con palos, cuchillos, machetes y hachas, incluso estrangulados con cuerdas, según informa swissinfo.ch.
Mai Kadra es una ciudad de Tigray que los amhara reivindican como propia. Amnistía internacional acusó al TPLF de la autoría de los asesinatos, lo que llevó a Abiy Ahmen a tomar Mekele, la capital de Tigray, proclamando así la victoria contra el TPLF el 28 de noviembre.
Según Naciones Unidas, más de dos millones de personas en Tigray necesitan algún tipo de asistencia. Además, la región acoge aproximadamente a 96.000 refugiados, en su mayoría procedentes de Eritrea, así como unos 100.000 desplazados internos.
Asimismo, la retirada del apoyo por parte del gobierno a esta región ha empeorado su situación, sobre todo para niños y mujeres. Los colegios y los centros de salud no cuentan con suficientes recursos para atender a la población, y menos en plena pandemia mundial. A pesar de la situación a la que se enfrenta Tigray, los servicios humanitarios están bloqueados
debido al cierre de aeropuertos y carreteras, agravado por el
corte de las conexiones de teléfono e Internet. Los próximos
meses serán cruciales para el devenir de Etiopía.

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