Esvásticas en la pared: el terror blanco

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/esvasticas-en-la-pared-el-terror-blanco                                                                                                               Leo Schwarz                                                                                                              09/05/2020

El que aquí reproducimos es el tercer y último artículo de los tres publicados por Junge Welt con motivo del centenario del putsch de Kapp. Al fracaso del golpe le siguió la brutal represión por parte del ejército y los Freikorps, avalada por el gobierno socialdemócrata, contra el movimiento que se había creado precisamente para frenarlo y que, a su vez, había adquirido un carácter revolucionario en algunas zonas de Alemania. SP

Cinco escenas del terror blanco

18 de marzo de 1920: Entre Dassow y Grevesmühlen, en la esquina noroeste de Mecklenburg, dos campesinos son arrestados a su paso por la finca de Schmachthagen “por militares, terratenientes, inspectores y pastores que se habían juntado en la finca». Los señores están furiosos; el día antes Kapp, el dirigente golpista al que apoyaron incondicionalmente, había fracasado. Los dos trabajadores, mutilados de guerra, en su camino a casa desde la oficina de beneficencia, deben ahora pagar por ello. Son encerrados en un sótano. Temiendo por sus vidas, intentan escapar a la mañana siguiente. El hijo de un terrateniente le dispara a uno de ellos. El hombre sucumbe a sus heridas. El otro es golpeado brutalmente a culatazos e insultado como «bastardo, maldito cerdo, comunista, espartaquista». Sobrevive a duras penas.

El 24 de marzo un batallón del Reichswehr se aproxima a la pequeña ciudad industrial de Sömmerda al noreste de Erfurt. Aquí, como en muchos otros lugares de Turingia, los trabajadores se declararon en huelga casi unánimemente contra el golpe de la derecha; algunos de ellos se armaron. El presidente de la sección local de la USPD, el veterinario Kurt Neubert, se dirige al Reichswehr en nombre del comité de huelga como parlamentario para negociar una rendición ordenada de la ciudad. Es arrestado inmediatamente. Las tropas entran en la ciudad entre los vítores de la burguesía local sin encontrar ninguna resistencia. Lo que sucedió después fue registrado en un informe del grupo parlamentario de la USPD en la Asamblea Nacional: «El camarada Neubert fue llevado a la plaza mayor con las manos en alto, maltratado de la manera más terrible y cruel por las tropas del Reichswehr y la chusma burguesa. Allí fue obligado a quitarse el sombrero y saludar a la turba burguesa y a la banda de asesinos, que lo recibieron gritando: «Hurra, ahora tenemos al que buscábamos, Karl Liebknecht el segundo, golpeadlo hasta la muerte al canalla». Un “tribunal popular” nombrado por el alcalde condena a Neubert a muerte. Es sacado de la ciudad bajo una lluvia de golpes y finalmente fusilado.

En la madrugada del 25 de marzo, un batallón de voluntarios reclutados por estudiantes de Marburg se dirige desde el oeste por la carretera hacia Gotha. Los estudiantes, nacionalistas en su totalidad y antirrepublicanos, fueron convocados por el gobierno «democrático» del Reich para restaurar el «orden» en Turingia. El día anterior, en el pequeño pueblo de Thal, al sudeste de Eisenach, arrestaron a 15 trabajadores que habían sido denunciados por los agricultores como «espartaquistas». Ahora son llevados cerrando la marcha, «con las manos juntas sobre sus cabezas», como declaró más tarde un testigo. En los días del putsch, estos hombres formaron parte de un pequeño ejército de trabajadores que fue disuelto poco después; miembros de la USPD, la KPD, pero también de la DDP social-liberal están entre ellos. A la altura del pueblo de Mechterstädt, donde una espesa niebla se extiende sobre los campos, los estudiantes disparan a los prisioneros uno tras otro y luego son «trabajados» con bayonetas. «Para estudiar anatomía se necesitan cadáveres», dijo uno de los tiradores a un voluntario que se apresuró a preguntar sobre las razones de los disparos. Un obrero que vio los cadáveres escribe en una carta: «allí estaban, tal cual los habían apresado de su trabajo en el patio, jardín, etc., en calcetines y zuecos, metidos en sencillos ataúdes de madera, mutilados de forma irreconocible. A todos les dispararon con balas explosivas, los hicieron pedazos».

A mediodía del 1 de abril, la resistencia obrera, que había formado aquí un Ejército Rojo, se retira de la ciudad de Recklinghausen, en el distrito del Ruhr. Después de la ocupación de esta por parte de las tropas del gobierno, miembros de la milicia de la burguesía que habían desaparecido durante los días del «gobierno rojo», buscan en las calles a miembros conocidos de los partidos obreros para ajustar cuentas. El presidente de la KPD de Recklinghausen, del que solo ha sobrevivido su apellido, Marcuse, cae en sus manos. Un comerciante y un oficial lo golpean y finalmente le cortan la garganta. Los soldados entierran el cuerpo «en un hoyo rápidamente cavado cerca del ayuntamiento». Al mismo tiempo, siete trabajadores de Recklinghausen son obligados a cavar su propia tumba en el cementerio cantando «Üb immer Treu und Redehlichkeit» («Sé fiel y honesto»). Luego son fusilados.

En Pelkum cerca de Hamm, también el 1 de abril, unos 300 miembros del Ejército Rojo son encerrados por el Regimiento 21, la antigua “brigada Epp” (1) de los Freikorps, que había participado en la represión de la república de consejos obreros de Munich el año anterior. Hasta el día de hoy no está completamente claro lo que sucedió. La brigada declaró sus propias pérdidas después del “combate con dos hombres”, pero en el diario de guerra se estima que los enemigos muertos estuvieron por encima de 300. Una gran parte de los miembros del Ejército Rojo fueron masacrados en el cementerio de Pelkum después de entregar las armas. Un miembro de la brigada escribió el 2 de abril en una carta: «No hay piedad. Disparamos incluso a los heridos. El entusiasmo es enorme, casi increíble.»

Guerras civiles olvidadas

Con la excepción del caso Mechterstädt, los asesinatos y masacres mencionados aquí como ejemplos han quedado olvidados hoy en día; sin excepción, todos ellos han permanecido impunes. El aplastamiento del movimiento de masas contra el golpe de Kapp-Lüttwitz, al que pertenecen estas y muchas otras escenas similares, se asoció con luchas violentas y se cobró muchas más víctimas que el propio golpe. En los días y semanas posteriores al 17 de marzo se libraron numerosas guerras civiles locales y regionales para doblegar la renovada movilización política de la clase obrera, que había liquidado rápidamente el golpe, y someterla a control.

Estas guerras civiles fueron preparadas por un bien coordinado aparato de propaganda entrenado en los conflictos de 1919. De la noche a la mañana, desde la oficina de propaganda del gobierno, los trabajadores que habían hecho huelga contra Kapp se convirtieron en «espartaquistas», «insurgentes», una «minoría que quería forzar la república de consejos obreros con violencia». El 18 de marzo, la entonces mayor agencia de noticias alemana, la Oficina de Telégrafos Wolff, estrechamente vinculada a las agencias oficiales, difundió uno de los informes importantes para la construcción de este relato, el cual también se publicó al día siguiente en la prensa del SPD sin ser cuestionado. El informe decía que las tropas de choque del Reichswehr habían sido enviadas desde Halle a Eisleben con tanques y camiones, «donde se habían organizado bandas rojas». En Schkeuditz, se dijo además que las tropas avanzadas de Merseburg lucharían con los rebeldes; también se habían organizado «bandas armadas» en la zona vecina de minas de lignito. Se dieron informes similares sobre las demás ciudades y regiones donde la huelga general no se había interrumpido inmediatamente después del 17 de marzo.

No hubo «revolución de marzo»

¿Lucharon los trabajadores por una «república de consejos obreros» en marzo de 1920? No hay duda de que hubo una radicalización. Sin embargo, la idea de una «Revolución de Marzo», que surgió en la década de 1970 a raíz del trabajo de Erhard Lucas sobre el «levantamiento de los trabajadores armados» en la zona del Ruhr y que sigue siendo aceptada hoy, pasa por alto el contenido político del movimiento de masas en las semanas de marzo, del cual pueden ser reconstruidos los hechos a partir de las fuentes disponibles. La mayoría de los trabajadores que intentaron continuar la huelga general y se negaron a entregar las armas donde habían podido obtenerlas, adoptaron una línea básicamente defensiva que se resume bien en el llamamiento del consejo de soldados del «Volkswehrarmee» (Ejército Popular), que se estableció en la zona de entrenamiento militar de Ohrdruf, cerca de Gotha, y se difundió el 20 de marzo de 1920: «Kapp, Lüttwitz y Noske han dimitido, pero el régimen de Noske-Lüttwitz sigue existiendo. Ahora debemos seguir luchando hasta que el Reichswehr, las milicias burguesas, los voluntarios y los agentes ‘verdes’ (2) de la policía de seguridad sean desarmados y la población trabajadora se mantenga armada. Esta lucha debe llevarse a cabo si el pueblo trabajador no quiere ser brutalmente explotado y oprimido con sangre por la burguesía a través de la ‘guardia blanca’ otra vez.”

El enemigo claramente identificado de estos trabajadores era el poderoso y violento aparato de la contrarrevolución burguesa creado en 1919, contra cuyos ataques querían ahora asegurarse de una vez por todas. A la demanda casi unánime de disolución y desarme del Reichswehr, la policía de seguridad, las milicias civiles burguesas y las unidades de voluntarios se unieron también aquellos que reclamaban la abolición de la odiosa ley de la representación obrera en las empresas, el levantamiento del estado de emergencia, la liberación de los presos políticos y la creación de una milicia de trabajadores armados.

Esto era pedir mucho y de hecho solo podía lograrse a través de la lucha. Pero no fue una «revolución», aunque esta lucha fue conscientemente entendida como una etapa preliminar o un prerrequisito en la lucha por el socialismo. Difuminar estos términos significaría reproducir involuntariamente una variante al revés de la propaganda burguesa y socialdemócrata de derechas, denunciada incansablemente contra la versión oficial del supuesto «golpe espartaquista» o «levantamiento comunista». Muchos trabajadores tenían clara la hipocresía de esta maniobra, que no era la primera vez que se utilizaba en marzo de 1920. En una reunión en la Casa del Pueblo (Volkhaus) de Jena el 20 de marzo, por ejemplo, un participante señaló que el gobierno, que «apenas se atreve a sacar la nariz de la ratonera», estaba claramente en proceso de llegar a un acuerdo con los golpistas: «Se intenta distraer a las masas de esta vergonzosa traición aparentando un nuevo susto espartaquista».

En marcha contra la zona del Ruhr

Con el lema «contra Espartaco» el gobierno tomó medidas contra los trabajadores en los bastiones de la huelga general desde el 18 de marzo, especialmente en Sajonia y Turingia y finalmente en la zona del Ruhr. Allí no había ningún «miedo a Espartaco». El Rheinische Zeitung, un periódico del SPD publicado en Colonia, manifestó el 22 de marzo: «Es falso que en la zona industrial se haya proclamado o se vaya a proclamar la dictadura de los consejos obreros. Las autoridades civiles y los funcionarios están trabajando en casi todas partes y sin obstáculos». Los comités de acción (Aktionausschüsse) y los consejos ejecutivos (Vollzugsräte) que se habían formado aquí hicieron lo que la gran mayoría de los consejos de trabajadores ya habían hecho en 1918/19: «supervisaron» la antigua administración, que simplemente siguió funcionando. Sin embargo, en la mayor zona industrial de Alemania -y este era el objetivo perseguido con la mentira sobre la «dictadura de los consejos»- entre 50.000 y 100.000 trabajadores se habían armado y organizado en luchas obreras desde el 13 de marzo. Para el 20/21 de marzo fueron despejadas de la zona del Ruhr las unidades del Reichswehr, los Freikorps, la policía de seguridad y las milicias ciudadanas burguesas, y en el norte habían alcanzado, y en algunos casos cruzado, el río Lippe. Se produjeron feroces combates en las afueras de Wesel. El 23 de marzo una división avanzó hasta cerca de Münster, donde el mando del ejército en el distrito VI a las órdenes del general Oskar von Watter tenía su cuartel general.

En una reunión de los gobiernos de Prusia y el Reich el 21 de marzo, Carl Severing, el socialdemócrata que actuaba como representante del gobierno y comisionado estatal para la zona de Renania-Westfalia desde 1919, sostuvo la opinión de que «militarmente la insurrección no puede ser sofocada». En primer lugar se trata de «aislarlos mediante una labor de información: Los periódicos, los folletos deben aquí obtener resultados. Además, en poco tiempo, el suministro de alimentos causará dificultades insuperables a los dirigentes comunistas.» Recomendó abiertamente matar de hambre a la población de la zona industrial. Los intentos de organizar desde allí el suministro de alimentos desde los Países Bajos fueron posteriormente frustrados por Berlín. El 27 de marzo, la reunión del consejo de ministros declaró que la entrega de alimentos «naturalmente solo puede tener lugar después de que el Ejército Rojo haya depuesto las armas». El 21 de marzo se acordó reunir tropas «con mayor fuerza» en las proximidades de la zona industrial, pero no atacar por el momento. Mientras tanto, el General Hans von Seeckt, que había sido nombrado Comandante en Jefe del Reichswehr, preparó el avance con ahínco en los días siguientes. Las tropas de Baviera y Wuerttemberg se concentraron; de Silesia llegó la Brigada Naval Loewenfeld y las brigadas de Freikorps Aulock, Kühme y Faupel, todas ellas unidades que acababan de dar un golpe de estado. A la brigada de Freikorps Roßbach, que había participado en el golpe de Kapp-Lüttwitz en Mecklenburg, también se le permitió «probar su eficacia». Seeckt finalmente se atrevió incluso a poner en marcha la Brigada Ehrhardt hacia el oeste.

La unidad de los trabajadores es torpedeada

El gobierno de Bauer se hizo cargo de la parte política de los preparativos. El 22 de marzo, comenzó a dividir a los trabajadores. Los dos socialdemócratas de derecha más desacreditados, el ministro del Reichswehr Gustav Noske y el ministro del Interior de Prusia Wolfgang Heine, tuvieron que dimitir, contra la obstinada resistencia del presidente del Reich, Friedrich Ebert. El gobierno aseguró detener la actividad de los tribunales sumarios de Berlín por el momento y no desplegar tropas contra los trabajadores, especialmente en la zona del Ruhr. El 22 de marzo, la mayoría de la dirección del USPD también acordó la suspensión de la huelga general contra la resistencia de los representantes del ala izquierda del partido.

El 23 de marzo se celebró una reunión en Bielefeld en la que Severing había invitado a altos funcionarios, alcaldes y representantes de los partidos obreros -incluida la KPD- de la zona del Ruhr. En esta se acordó una tregua que obligaba al Ejército Rojo, cuyos representantes no habían sido admitidos a la reunión, a retirarse a posiciones al sur del río Lippe. En el «Acuerdo de Bielefeld» de 24 de marzo, Severing hizo una serie de concesiones generales basadas en el programa de nueve puntos del ADGB de 18 de marzo (3). Además, se garantizó que el endurecido estado de emergencia se levantaría si los trabajadores -que además estaban obligados a entregar sus armas– siempre que no hubieran participado en una fuerza armada local formada por trabajadores organizados, ponían fin a la huelga. Si estos acuerdos “se cumplían fielmente, no debía producirse una invasión del Reichswehr en la zona industrial de Renania-Westfalia”; todos los trabajadores que hubieran participado en los combates desde el 13 de marzo no serían procesados.

Severing se jactó más tarde de que el Acuerdo de Bielefeld había tenido «el efecto de la pólvora» en el Ejército Rojo. Y no erraba. La dirección militar del Ejército Rojo en Mülheim rechazó estrictamente el acuerdo y declaró que preferían «sucumbir» a detener la lucha. Por el contrario, la sede política de Hagen (4), dominada por el sector derechista del USPD y responsable también de la sección oriental del frente, hizo sonar las campanas de la victoria y celebró los acuerdos de Bielefeld como una «derrota total de la reacción». Con una ingenuidad difícilmente creíble, incluso ordenó el desarme de la milicia obrera en la parte oriental de la zona del Ruhr o su retirada del frente. No se había intentado hasta ahora que los consejos ejecutivos establecieran una dirección central. El 25 de marzo, 200 delegados de 70 comunidades de la zona industrial eligieron un consejo central en Essen, que incluía diez representantes de la USPD, siete de la KPD y uno de la SPD. El Consejo Central se opuso tanto a la política aventurera de los de Mülheim como al rumbo hacia la capitulación de los de Hagen y trató sobre todo de subordinar el liderazgo militar al político.

Un baño de sangre planeado

El 28 de marzo, un ultimátum del gobierno del Reich irrumpió en esta disputa, el día antes de que Hermann Müller, uno de los dos líderes de la SPD, reemplazara a Gustav Bauer como canciller del Reich. El Ejército Rojo debía disolverse antes del 30 de marzo y los «órganos administrativos y de seguridad del Estado» debían ser restituidos. El Consejo Central reaccionó a esta provocación, que Watter exacerbó exigiendo que una parte importante de las armas fueran entregadas a las autoridades policiales antes del 31 de marzo, con un nuevo llamamiento a la huelga general el 29 de marzo, pero el 1 de abril volvió a reconocer expresamente los acuerdos de Bielefeld y se comprometió a disolver el Ejército Rojo antes del mediodía del 2 de abril. Severing y Watter podrían ahora simplemente haber esperado. Sin embargo, ambos consideraron indispensable que la derrota militar de los trabajadores del Ruhr no quedase solo como una exhibición de fuerza sin más. El Canciller del Reich Müller estuvo de acuerdo y lo aprobó en el Gabinete el 1 de abril, declarando que la zona del Ruhr no tendría solución sin el uso de la fuerza de las armas.

El 1 y 2 de abril, las formaciones del Ejército Rojo se retiraron de sus posiciones como se había anunciado. El Reichswehr y los Freikorps los siguieron a pie y los atacaron sin piedad. Severing lo justificó en una proclama “a la población de la zona industrial” con la mentira de que los robos y saqueos proliferaban en las ciudades a lo largo del Ruhr. La disolución del Ejército Rojo no se efectuaba. En muchos casos, sus rutas de retirada fueron cubiertas con fuego de barrera para obligar a las milicias de trabajadores a enfrentarse a las tropas gubernamentales, exageradamente superiores. Los restos del Ejército Rojo carecían ahora de toda coordinación. Solo en casos aislados la milicia obrera pudo ofrecer una resistencia organizada, por ejemplo en Bottrop, que se defendió obstinadamente contra la brigada naval Loewenfeld hasta el 4 de abril. Mülheim, Dortmund y Essen cayeron el 7 de abril.

El baño de sangre estaba anunciado. El objetivo de Severing y Watter era evidentemente aplastar al movimiento obrero en el Ruhr por mucho tiempo. Para evitarlo, el Consejo Central no llamó a la resistencia, sino que dio instrucciones a los comités de acción y a los consejos ejecutivos para que ordenaran a los soldados del Ejército Rojo dirigirse a Solingen, que estaba ocupada por las tropas británicas. El Consejo Central también luchó resueltamente contra las consignas de sabotaje que surgieron por doquier, como la difundida en particular por los anarcosindicalistas para hacer explotar las minas antes de que las tropas gubernamentales las ocuparan.

Tal vez la sensatez evitó realmente lo peor. La masacre planeada tuvo lugar de todos modos. Las ejecuciones se llevaron a cabo de forma totalmente arbitraria o de acuerdo con los veredictos de grotescos «tribunales sumarios». Incluso las sanitarias del Ejército Rojo fueron tiroteadas y a menudo violadas. Ni los funcionarios de la SPD estaban a salvo. En Werne, el presidente de la DDP local fue ejecutado con el descontrol reinante del estado de excepción. En Sennelager, cerca de Paderborn, donde fueron detenidos unos 1.200 trabajadores, se puso en funcionamiento temporalmente una especie de campo de concentración. Los muertos en el Ruhr nunca han sido contados con precisión. Al menos fueron 2.500. En cualquier caso, la derrota del movimiento de masas en el Ruhr fue una dura derrota para todo el movimiento obrero alemán. Con ella, terminó la crisis revolucionaria que había comenzado en el otoño de 1918.

Orden reestablecido

Ahora había de nuevo orden en Alemania. Un informe de un autor desconocido sobre la situación en Dortmund, citado en las obras de Severing, muestra quiénes eran los portadores de este orden. Inmediatamente después de la invasión de la ciudad, dice que comenzó una «feroz agitación antisemita»: «Las paredes de las casas estaban cubiertas de esvásticas, algo que antes era completamente desconocido aquí». Los oficiales se declararon abiertamente «monárquicos y opuestos a la constitución» y ya se jactaban «de un próximo, pero más exitoso golpe de estado». En Pentecostés, en el cementerio oriental, «gran cantidad de lápidas judías fueron manchadas con esvásticas rojas pintadas».

El golpe de Kapp-Lüttwitz y la represión del movimiento como respuesta al golpe fueron una señal de advertencia. En marzo y abril de 1920, por primera vez en Alemania se dirigió una violencia masiva esencialmente fascista contra el movimiento obrero y la izquierda radical -encubierta por un gobierno «democrático»- en la que el antisemitismo proporcionó la base ideológica.

La conclusión esencial que sacó la derecha de la huelga general y la ruptura forzada del avance fascista, fue considerar la idea de apoyar esta violencia mediante una penetración político-ideológica en la clase obrera. En septiembre de 1920 Kapp recibió en Suecia una carta de Munich. Había sido escrita por aquel capitán Karl Mayr que había «descubierto» a Adolf Hitler en 1919 y lo había enviado en un avión a Berlín junto con el escritor antisemita Dietrich Eckart durante los días del golpe. Escribía ahora Mayr: «El Partido de los Trabajadores (5), debe proporcionar la base para la fuerte tropa de choque que necesitamos. El programa es ciertamente todavía un poco incómodo y tal vez incompleto. Lo puliremos». Había adjuntado en la carta un extracto del programa de 25 puntos del NSDAP, que se ha conservado junto con los escritos de Kapp. No fue una coincidencia. En 1920, el primer intento de la reacción fascista en Alemania fracasó. No obstante se aprendió de la experiencia .

 

Notas:

  1. Franz Ritter von Epp, militar bávaro, entusiasta represor de la república consejista de Múnich y organizador del Freikorps que llevó su nombre. Este Freikorps fue incorporado al Reichswehr posteriormente con el nombre de Regimiento 21 (N.d T.)
  2. La Sipo (Sicherheitspolizei), policía creada originalmente como antidisturbios y con formación militar, ideada por Waldemar Pabst -uno de los máximos responsables de los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht- para reprimir posibles alzamientos revolucionarios después de 1919, y puesta en marcha, a propuesta del mismo Pabst, por el ministro del Reich Gustav Noske. Se les llamaba la “policía verde” por el color de sus uniformes, a diferencia del resto de la policía que vestían de azul (N.d T.)
  3. El 18 de marzo de 1920, los líderes de la Confederación General Sindical de Alemania (Allgemeines Deutsches Gewerkschafstbund, ADGB), el Grupo de Trabajo de Asociaciones de Empleados Libres (AFA) y la Confederación del Servicio Civil Alemán exigieron al gabinete de Bauer, que mientras tanto había huido hacia Stuttgart, una serie de demandas con nueve puntos. Su contenido esencial era este: «influencia decisiva» de los sindicatos en la reestructuración de personal de los gobiernos del Reich y en los estados y en la nueva regulación de la legislación de política económica y social; castigo de todos los implicados en el golpe de estado y retirada inmediata de los ministros comprometidos: Gustav Noske (SPD, ministro del Reichswehr), Wolfgang Heine (SPD, ministro del Interior prusiano) y Rudolf Oeser (DDP, ministro de obras públicas de Prusia) y de sus oficinas, limpiando las administraciones de todas las personalidades reaccionarias, democratizando las administraciones; socialización inmediata de la industria minera y de la generación de energía, disolución de todas las formaciones contrarrevolucionarias y la toma de los servicios de seguridad por parte de los trabajadores organizados (N.d T.)
  4. Hagen es una ciudad de la zona del Ruhr que fue escenario de violentos combates durante la insurrección obrera. Posee un monumento al Ejército Rojo del Ruhr (N.d T.)
  5. Se refiere al NSDAP, como se llamó el DAP (Deutsche Arbeiterpartei) a partir de febrero de 1920 (N.d T.)

 

es escritor e historiador y colabora con ‘Junge Welt’

Fuente:

https://www.jungewelt.de/artikel/375283.gegenrevolution-hakenkreuze-an-der-wand.html

Traducción:Jaume Raventós

 

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