‘España Fea’. Diez imágenes que lo dicen todo

Fuente: https://elasombrario.publico.es/espana-fea-diez-imagenes-que-lo-dicen-todo/

El Algarrobico, en Carboneras, Almería. Foto: Pedro Armestre / Greenpeace.

El periodista Andrés Rubio ha dedicado los tres últimos años a escribir un libro, ‘España fea’, en el que analiza las causas del deterioro y la destrucción de los paisajes españoles, especialmente en la costa, pero también en los pueblos y en las ciudades del interior. Con el subtítulo ‘El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’, el texto, publicado por la editorial Debate con prólogo del arquitecto Luis Feduchi, incluye un centenar de fotografías que ilustran lo que el autor considera “una catástrofe cultural sin precedentes”. Hemos elegido 10 imágenes como ejemplo del desmán nacional.

Rubio, que fue jefe de la sección de Cultura del periódico El País, y durante casi 20 años del suplemento El Viajero, ha mezclado la crónica periodística, el libro de viajes y el ensayo político en un texto que vincula la etapa democrática con las malas prácticas del franquismo en cuanto a la especulación inmobiliaria. “Durante la investigación fui dándome cuenta de hasta qué punto España no ha logrado sacudirse de la corrupción y las ilegalidades de la dictadura de Franco. Al contrario, estas se profundizaron tras el big bang de la construcción y su acelerada onda expansiva a partir de los años sesenta. En ello han sido cómplices tanto el Estado como las comunidades autónomas, que han utilizado las competencias en urbanismo fijadas en la Constitución de 1978 para armar un modelo esencialmente deshonesto. El resultado es la fealdad de España, pero entendida no únicamente desde lo pintoresco sino, sobre todo, desde la noción de injusticia espacial. Esa impresión de fealdad, como diría Adorno, surge de un principio de violencia y destrucción, porque rompe el ideal igualitario según el cual el entorno de calidad para vivir de cualquier persona es independiente de su riqueza”.

Andrés Rubio elige a continuación diez imágenes que le sirven para explicar su libro ‘España fea’.

1) La destrucción sistemática de la costa. El símbolo del Algarrobico. (Foto de apertura)

La fotografía de Pedro Armestre tiene un dinamismo emocionante. Una lancha de Greenpeace surca el mar con un mensaje: Demolición ¡ya! Detrás, la estructura de arquitectura basura de un hotel sin acabar en medio de una playa hasta entonces incontaminada. Es El Algarrobico, en Carboneras, Almería. Posiblemente ninguna acción en España haya tenido una coreografía tan exquisita, y las letras HOTEL ILEGAL se elevan a la categoría del más depurado arte político porque los activistas lograron que afloraran en la fachada de la mole esas dos palabras negro sobre blanco. La acción de Greenpeace resume el compromiso de los ecologistas españoles en el intento de frenar la especulación delincuencial que ha destruido, afeado y malbaratado la costa española. Una vez más, estaba en juego el patrimonio de todos en beneficio de unos pocos. Y una vez más, se trata de una batalla perdida por los embrollos judiciales sin cuento que hacen que el monstruo de El Algarrobico lleve ahí 15 años y no se vislumbre el cauce para su derribo.

La cochera junto a Santa María del Naranco.

2) El desprecio por los detalles. La cochera junto a Santa María del Naranco.

¿Qué hace ahí esa cochera? Y, sobre todo, ¿por qué tiene esas discordantes tejas industriales en la cubierta? El palacio de Santa María del Naranco, en Oviedo, del siglo IX, es uno de los monumentos más emocionantes que se puedan imaginar por la armonía de sus proporciones y el misterio de una historia que no se ha conseguido desvelar del todo. Pero parece que a ningún organismo ni asociación de la ciudad le resultó chocante este tejado que todos los visitantes ven cuando se asoman desde las bellísimas arquerías prerrománicas de uno de los miradores laterales. No se ha tenido en cuenta la frase de Ray y Charles Eames, la mítica pareja del diseño y la arquitectura: “Los detalles no son los detalles, hacen el producto”. En Francia, los arquitectos del Estado muy probablemente hubieran comprado la cochera para derribarla. De no poder hacerlo, hubieran acordado con el dueño que en el arreglo se colocaran unas tejas viejas a tono con las que tiene este palacio/templo declarado patrimonio mundial por la Unesco. En el derecho francés cobra especial importancia la noción de co-visibilidad, que establece que lo que se ve desde un monumento histórico también debe protegerse, no solo el monumento mismo. La solución es sencilla y barata: cambiar esas tejas por otras más acordes a la atmósfera del lugar.

Rascacielos ‘Intempo’ en Benidorm. Foto: Drefer (CC).

3) La ausencia de filtros ante el mal gusto. El «arco infernal» de Benidorm.

Un rascacielos como el Intempo, dos torres de 198 metros de altura que se engarzan con una especie de diamante en los pisos superiores, daña inevitablemente la imagen de Benidorm. “El arco infernal de Benidorm”, según tituló el periódico Le Monde un artículo de Anne-Lise Carlo. Qué pena que la ciudad alicantina, que había mantenido una cierta coherencia en sus edificios de altura, se vea ahora invadida por este gigante kitsch inaugurado en 2021. Con la crisis climática se ha afianzado la idea de que la ciudad densa mediterránea resulta un modelo imbatible, y numerosos urbanistas plantean en retrospectiva lo deseable que hubiera sido replicar varias veces el modelo de Benidorm a cambio de salvar grandes tramos del machacado litoral español. Oriol Bohigas definió Benidorm como “enorme bosque de rascacielos esbeltísimos”. Sus apretadas hileras de torres cuentan con algunos ejemplos de excelente arquitectura, como la sesentera Coblanca I, de Juan Guardiola. Por eso resulta difícil de entender un proyecto como el Intempo, tan invasivo en su altura y vulgar en la forma.

En Bilbao se demolió este elegante edificio de sillares de piedra en la calle Escuza, 4, obra de Emiliano de Amann de 1952. Foto: AVPIOP

4) Los nacionalismos disgregadores y corruptos. El capitalismo de amiguetes.

Los gobiernos más nacionalistas han cultivado la imagen de amor incondicional a sus comunidades autónomas. Pero la realidad es muy distinta. Triunfa la codicia sobre el amor, el denominado crony capitalism (capitalismo mafioso o de amiguetes) sobre el bien común.  Así se desprende en Euskadi de las malas prácticas especulativas que han ido acompañando la acción política del Partido Nacionalista Vasco. El área metropolitana de Bilbao ha sido el principal enclave para estas turbias iniciativas. Un ejemplo es la demolición de un airoso y elegante edificio de sillares de piedra en la calle Escuza, 4, obra de Emiliano de Amann de 1952. Pese a que contaba con un nivel D de protección, la Comisión de Patrimonio del Ayuntamiento aprobó en 2018 su derribo. La Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP) lleva años librando una frustrante batalla para que se preserven y rehabiliten edificios de especial simbología en la memoria de los ciudadanos, en línea con las principales ciudades de Europa. El derribo reciente más lamentable, en 2020, fue la mítica fábrica de bienes de equipo Babcock&Wilcox, de 1918, que llegó a tener 5.250 empleados.

La ermita plateresca de San Cosme y San Damián en Ourense, asediada por una mole de edificios. Foto: Iria Cortizo.

5) Los avariciosos promotores, al acecho. El feísmo gallego.

Una mole de edificios aplasta en Ourense la ermita plateresca de San Cosme y San Damián, del siglo XVI. Es solo un ejemplo más del feísmo gallego, mezcla de caciquismo, codicia y desprecio hacia la arquitectura y el paisaje en una comunidad autónoma de persistente voto conservador. Los usuarios de Internet han subido a las redes sociales, en las páginas Matrato da paisaxe y Canibalismo urbanístico, más de 200.000 fotografías. Estos dominios están gestionados desde 2011 por Carlos Henrique Fernández Coto, un arquitecto cuya intención no ha sido ridiculizar, sino que se tomara conciencia de la catástrofe del feísmo. Un político y arquitecto como Xerardo Estévez logró en Santiago de Compostela, durante su etapa como alcalde, crear un modelo de intervención respetuosa en la ciudad histórica y de fomento de la buena arquitectura en las construcciones nuevas. Pero los promotores a los que él rechazaba por la vulgaridad de los proyectos que le presentaban –“Esto es indigno de Santiago”, les decía– se iban a los municipios limítrofes y allí construían sus edificios de arquitectura basura (en O Milladoiro, Ames, Os Tilos, Bertamiráns o Cacheiras).

Claraboyas que parecen lápidas en el Parador de Muxía, en la gallega Costa da Morte.

6) El favoritismo político sin criterio. El caso Paradores.

No es un cementerio junto al mar, sino unas claraboyas en el parador de Muxía, un edificio de nueva planta en la Costa da Morte (A Coruña). El arquitecto Alfonso Penela ganó el concurso para construirlo, pero fue apartado una vez entregado el proyecto. No se le permitió dirigir la obra y de pronto aparecieron elementos extraños como esos tragaluces que parecen lápidas. El caso lanza un mensaje perturbador: la soledad de los arquitectos frente a fuerzas oscuras. El diseño interior tampoco está a la altura de un establecimiento de estas características. ¿Por qué sucede algo así? La razón puede buscarse en un tóxico patrón político. En vez de dejar la presidencia de la empresa pública Paradores en manos de profesionales de la hotelería, la arquitectura y el diseño, los distintos presidentes del Gobierno han ido colocando en ese puesto a políticos afines o amigos procedentes principalmente del derecho y la economía.  La cadena hotelera, nacida en 1928 para fomentar el turismo cultural partiendo en general de la rehabilitación de edificios históricos, queda así al arbitrio de la frivolidad de la política.

Esqueleto de un hotel que se pretendía construir en la playa de la Tejita en Tenerife y fue paralizado.

7) Las espadas de Damocles de hormigón. Dinamita para el hotel de La Tejita.

Aprovechando el encierro de los ciudadanos a causa de la pandemia en 2020, una empresa gallega, Grupo Viqueira, se lanzó a construir el esqueleto de lo que pretendía ser un hotel de lujo en un enclave privilegiado, la playa de La Tejita, al sur de Tenerife. La constructora dijo contar con todos los permisos, pero vecinos y ecologistas organizaron diversas protestas argumentando que se trata de un área ecológica de enorme singularidad por contar con un volcán al lado del mar, la Montaña Roja. Dos activistas se subieron a una grúa y estuvieron allí 12 días. Los manifestantes gritaban: “Dinamita para el hotel de La Tejita”. La constructora los calificó de “delincuentes que actúan al margen de la ley”. El eco de las protestas hizo que, finalmente, el Ministerio para la Transición Ecológica paralizara las obras. El lamentable caso es uno de tantos que pone en evidencia cómo sigue vigente el informe elaborado por la europarlamentaria Margrete Auken y aprobado por el Parlamento Europeo en 2009. En ese informe se decía que los proyectos urbanísticos persisten en España “como espadas de Damocles de hormigón sobre un gran número de comunidades costeras y rurales”.

Construcción del Centro Canalejas en Madrid, probablemente el caso más llamativo de ‘fachadismo’ de los últimos años. Foto: Manuel Casamayón.

8) Alfombra roja para supermillonarios. Centro Canalejas y el ‘fachadismo’.

Esta fotografía de Manuel Casamayón es ya icónica, pues deja al desnudo el caso más terrible de fachadismo que se haya producido en España en las últimas décadas y que se localiza en Madrid a unos metros de la Puerta del Sol. Fachadismo significa ahuecar edificios dejando la fachada intacta y arrasando el interior. Así sucedió con el Centro Canalejas, abierto a finales de 2020, para cuya construcción se vaciaron muy sigilosamente seis edificios contiguos que albergaban algunos de los más valiosos interiores de la arquitectura bancaria de la ciudad de finales del siglo XIX y principios del XX. Según la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, no se había producido una mayor destrucción patrimonial en la capital desde el franquismo. Las históricas sedes del Banco Hispano Americano, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), y del Banco Español de Crédito, incoado como BIC, dieron paso, de la mano del arquitecto Carlos Lamela y con la complicidad de los poderes de la ciudad, a un centro comercial de lujo y a apartamentos a la venta para los supermillonarios del mundo. Como dijo el escritor británico Iain Sinclair en una frase brillante, “el dinero en exceso, harto de su estatus de McMafia de mala reputación no blanqueada, está sediento de solidez y sustancia”.

La camisería Xancó de Barcelona cerró sus puertas la víspera de cumplir 200 años. Foto: Use Lahoz.

9) La falta de respeto a la tradición. Franquicias contra el comercio histórico.

El director de cine Luchino Visconti le dijo una vez al artesano y diseñador de zapatos Manolo Blahnik: “Sin la tradición no somos nada”. El 31 de diciembre de 2019 cerró en La Rambla de Barcelona la camisería Xancó. Fue la víspera de cumplir 200 años. En las ciudades españolas se sucedan los cierres de locales históricos del comercio de proximidad, sustituidos muchas veces por franquicias de marcas globalizadas que destrozan esos interiores antiguos para dejar paso a proyectos estandarizados sin interés. La especulación inmobiliaria suele estar en la raíz de estos procesos, con subidas de alquileres inasumibles y los consiguientes cierres. El Ayuntamiento de París ha sido pionero en comprar este tipo de locales históricos en peligro para preservar las atmósferas genuinas de la ciudad, una iniciativa que el Ayuntamiento de Barcelona ha empezado a seguir (por el momento, ha aplicado ya medidas de protección a más de 200 locales).

Recorte de periódico de una entrevista a César Manrique. Foto: Fundación César Manrique.

10) La incultura aliada con la codicia. Caciques y especuladores en Canarias.

La figura del artista canario César Manrique despierta mayor admiración cada día que pasa por la heroica defensa que hizo de Lanzarote y su arquitectura tradicional. Una batalla que perdió frente a los especuladores y los caciques locales. Manrique no estaba en contra de la industria turística, lo único que pedía es que fuera inteligente. Y lo que aborrecía era la falta de criterio arquitectónico y paisajístico con la que se perpetró un modelo invasivo no solo en Lanzarote, sino en las Canarias y en la mayor parte del litoral español. Aliado con su amigo de la infancia el político Pepín Ramírez, César Manrique consiguió que Lanzarote se librara durante un breve periodo de la especulación inmobiliaria. Además, con gran idealismo, publicó un libro de fotografías que reflejaba la mejor arquitectura popular de Lanzarote y que quiso que sirviera de modelo a los habitantes a la hora de construir. Pero visto que en los años ochenta, en pleno felipismo, la construcción sin pensamiento arquitectónico comenzó a asolar la isla, pasó a la acción, megáfono en mano, convertido en un activista, en algún caso con Alfredo Kraus, el gran tenor canario, a su lado. “Hay una mafia especulativa a la que desprecio en lo más profundo de mi alma”, dijo. Y también pronunció una precisa frase en la que, con una contundencia inusual, dejó constancia de su ira y su decepción de la política: “Menuda herencia para las generaciones futuras con esta panda de burros”.

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