Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2022/05/28/aust-m28.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Oscar Grenfell 28.05.22
El significado internacional de la crisis electoral en Australia
Las elecciones federales australianas del sábado han revelado una crisis histórica del sistema de dos partidos que ha existido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
El Partido Laborista y la Coalición Liberal-Nacional, los principales puntales políticos del régimen capitalista, registraron su más bajo resultado combinado de la historia, en torno al 68,5% de los votos primarios. Un número sin precedentes de votos, casi un tercio, fueron emitidos para candidatos independientes y de partidos ‘minoritarios’.
La votación deja en claro el porqué el Partido Laborista y la Coalición se unieron a finales del año pasado para aprobar leyes electorales antidemocráticas que eliminaron el registro de más de una docena de partidos menores, incluyendo el Partido Socialista por la Igualdad. Las leyes fueron un golpe preventivo contra el apoyo de las masas que podría hacer ganar a una perspectiva alternativa, especialmente un programa socialista que promoviera los intereses de la clase obrera.
El futuro mismo del Partido Liberal, y de su coalición con los nacionales de base regional, ha sido puesto en duda. Por su parte, el gobierno laborista entrante tiene la tarea de imponer amplias medidas de austeridad y de aumentar la participación de Australia en la guerra de Estados Unidos con China, en condiciones en las que no tiene mandato popular y su base de apoyo en la clase obrera se ha desintegrado.
El resultado presagia nuevas sacudidas y agitaciones políticas. Sobre todo, refleja, en términos electorales distorsionados, una radicalización política de los trabajadores y los jóvenes que ya empieza a expresarse en el desarrollo de las luchas de la clase obrera.
El resultado no sólo tiene inmensas implicaciones domésticas, sino un significado internacional. Durante décadas, Australia se ha presentado como un continente aislado de estabilidad política y social relativa, alejado de la agitación política y la lucha social de Europa, Estados Unidos y Asia.
Estas nostrums australianos excepcionalistas siempre se han basado en la creación de una mitología. Su función ha sido dividir a los trabajadores australianos de sus hermanos y hermanas de clase a nivel internacional, y mantenerlos encadenados dentro de las estructuras políticas que defienden el capitalismo, sobre todo el Partido Laborista y los sindicatos.
Pero ahora, las afirmaciones de que Australia es ‘el país afortunado’ -siempre un fraude político- son simplemente insostenibles. El establecimiento político, no menos que sus homólogos de todo el mundo, está siendo sacudido por la crisis más profunda del capitalismo global en 80 años. Y la clase obrera está pasando por inmensas experiencias sociales que están innegablemente conectadas con los acontecimientos internacionales y que son directamente paralelas a la situación dificil de los trabajadores de todo el mundo.
Las pasadas diferencias entre los partidos capitalistas, ya sean socialdemócratas o conservadores, se han evaporado en Australia, como en todas partes. Independientemente de cómo se llamen, los partidos de la clase dirigente están comprometidos con las políticas de COVID de infección y muerte masiva, de austeridad arrolladora para obligar a la clase obrera a pagar la recesión económica y los rescates corporativos, y de militarismo y guerra destinado a perseguir los intereses imperialistas depredadores y a compensar las crisis internas.
Este proceso se puso de relieve a lo largo de las elecciones, en las que no hubo ninguna diferencia sustancial entre los laboristas y la Coalición. Hasta el punto de que hubo una contienda, fue sobre qué partido podía servir mejor a los intereses de la élite financiera y el establecimiento de la inteligencia militar imponiendo políticas a las que se opone la gran mayoría de la población.
Los laboristas y la Coalición trataron de revivir el excepcionalismo australiano. Declararon que la pandemia había terminado y afirmaron que el país estaba en la cúspide de una milagrosa recuperación económica. Estas afirmaciones, completamente contradictorias con la situación a la que se enfrenta la población trabajadora, sólo fueron tomadas en serio por las clases altas acomodadas y por unos medios de comunicación corruptos y complacientes.
Por mucho que lo intentaran, los principales partidos no pudieron excluir los grandes problemas internacionales. En medio de la campaña, la pandemia de COVID se intensificó, provocando alrededor de 50.000 infecciones al día, una de las tasas per cápita más altas del mundo, y más de 40 muertes. En 2022 se han perdido más de 6.000 vidas como consecuencia de las políticas bipartidistas de ‘ dejarlo correr’ desencadenadas el pasado diciembre.
La crisis social también salió a relucir. La inflación oficial alcanzó el 5,1 por ciento durante la campaña, el nivel más alto en 30 años, mientras que el verdadero coste de la vida está aumentando mucho más rápidamente. Ni los laboristas ni la Coalición avanzaron una sola política para hacer frente a la crisis. Se unieron en apoyo a los recortes del impuesto sobre la renta para los ricos, descartaron cualquier aumento de los salarios y rechazaron las demandas de un aumento de las ayudas sociales por debajo del nivel de la pobreza.
El tema de la guerra también se vislumbro. Australia lleva más de una década en el centro de la expansión militar de Estados Unidos contra China. Pero el Partido Laborista, la Coalición y los medios de comunicación mantuvieron una conspiración de silencio destinada a mantener a la población en la oscuridad sobre la verdadera agenda que se persigue en nombre del imperialismo estadounidense y la élite corporativa.
En unas condiciones en las que EE.UU. ya está involucrado en una guerra por delegación con Rusia en Ucrania y está tratando de provocar un choque directo con China, la cuestión no podía seguir siendo enterrada. En la audición para el papel de socio más fiable de la administración de Biden, el Partido Laborista y la Coalición desvelaron un aumento del gasto militar tras otro. Ambos declararon que era necesario ‘prepararse para la guerra’ con China, a la vez que insistieron en que eran los más indicados para supervisar estos locos planes, que podrían acabar en una tercera guerra mundial.
Sin embargo, la histeria de guerra no tuvo resonancia, como tampoco la tuvo ninguna otra política de los principales partidos. Ha medida en que las elecciones proporcionan una ventana limitada del sentimiento popular, el resultado de 2022 demostró un rechazo generalizado al Partido Laborista y a la Coalición.
La base del partido Laborista se desintegra
Lo más significativo fue la continua caída en el voto primario de los laboristas. Está por debajo del 33 por ciento, el nivel más bajo desde 1934 y un 0,5 por ciento menos que el anterior mínimo en las elecciones de 2019.
En condiciones de hostilidad masiva hacia el primer ministro de la Coalición, Scott Morrison, y la desintegración de su gobierno, los laboristas no pudieron aumentar su apoyo en la clase obrera. Esto demuestra que su derrota en 2019 no fue producto de errores tácticos, como afirmaron los laboristas, sino que reflejó una ruptura histórica con su base anterior en la clase obrera.
Esto es el producto no sólo del tono proempresarial sin paliativos del Laborismo, sino por décadas durante las cuales ha funcionado como el principal ejecutor de los recortes a los puestos de trabajo, los salarios y las condiciones, en alianza con los sindicatos.
El voto de los laboristas en los escaños claves de la clase obrera de Sydney y Melbourne se estancó o disminuyó aún más. El partido recogió apoyos principalmente en los electorados más acomodados y en Australia Occidental, donde el resultado expresó la hostilidad popular hacia el papel de Morrison al encabezar el levantamiento de las exitosas medidas de supresión del COVID.
En algunos electorados de clase obrera, los partidos populistas de derechas, como el Partido de Australia Unida (UAP), obtuvieron cerca del 10% de los votos. Pero los votos totales del UAP son un modesto rendimiento de los 100 millones de dólares que gastó durante la campaña.
Los Verdes ganaron apoyo en algunos electorados del centro de la ciudad, sobre todo en Brisbane y Melbourne, pero su voto siguió siendo bajo en las zonas de clase obrera.
Los independientes ‘cerceta’, que están entrando en el parlamento entrante en un número récord, se presentaron exclusivamente en escaños liberales ricos y azules. Su aparición no refleja el desarrollo del movimiento de la clase obrera, sino las aspiraciones de una capa acomodada de la clase media-alta profesional, que combina las posturas sobre el clima y la política de identidad feminista con la inversión en ‘energía limpia’ y el ‘conservadurismo fiscal’ comprometido al beneficio de la élite empresarial.
En otras palabras, el resultado refleja la completa privación de derechos de los trabajadores dentro del sistema político existente.
Se están realizando esfuerzos desesperados para disimular el abismo entre la clase obrera y el establecimiento político. Los medios de comunicación de Murdoch, junto con una serie de figuras del establecimiento, se apresuraron a proclamar un gobierno laborista mayoritario el domingo, cuando sólo se había contado una fracción de los votos. El líder laborista Anthony Albanese juró su cargo como primer ministro el lunes por la mañana, en un tiempo récord. Pero días después, todavía no está claro que su gobierno tenga una mayoría de 76 escaños.
Además de tapar la crisis histórica de la configuración parlamentaria, la rapidez de la investidura de Albanese refleja la agenda que su gobierno laborista tratará de imponer en los intereses de la élite gobernante. Después de haber llevado a cabo una campaña proempresarial de ‘objetivo pequeño’, sin apenas anuncios políticos, Albanese ha sido una ráfaga de actividad desde el fin de semana, demostrando que su gobierno será uno de los más derechistas de la historia de Australia.
El lunes, Albanese y la ministra de Asuntos Exteriores, Penny Wong, se apresuraron a viajar a Japón para participar en una reunión de la Cuadrilateral, una alianza militar de facto de Estados Unidos, Australia, India y Japón dirigido contra China. Inmediatamente después de que el presidente de EEUU, Joe Biden, declarara que su administración estaba dispuesta a entrar en guerra con China por Taiwán, Albanese se comprometió con las provocaciones y amenazas de EEUU en la región del Indo-Pacífico.
En el ámbito social, el tesorero Jim Chalmers ha declarado que el Partido Laborista se enfrenta a retos económicos ‘nefastos’ y que seguirá adelante con la ‘reducción de la deuda’, es decir, con las medidas de austeridad. Convocará una cumbre con las grandes empresas y los sindicatos dentro de unos meses para planificar una mayor reestructuración a favor de las empresas, dirigida contra los empleos, los salarios y las condiciones de los trabajadores.
Y sólo tres días después de las elecciones, los laboristas presidieron la ‘devolución’ de un barco de refugiados de Sri Lanka, violando ilegalmente el derecho a solicitar asilo.
En otras palabras, el programa del gobierno es la reacción en todo su recorrido: la guerra en el extranjero, la guerra contra los derechos sociales de la clase obrera en casa y la continua evisceración de los derechos democráticos.
Este programa producirá una oposición de masas, que ya ha sido presagiado en el resultado de las elecciones. Durante las elecciones estallaron huelgas de enfermeras, conductores de autobús, trabajadores de cuidado de ancianos, profesores y personal universitaria, a pesar de los esfuerzos de los sindicatos por reprimirlas. Es un anticipo de lo que está por venir.
Este movimiento emergente requiere una perspectiva política y un liderazgo, porque la ira y la oposición por sí solas no son suficientes. Ese es el significado esencial de la campaña electoral llevada a cabo por el Partido Socialista por la Igualdad (PSI). Sólo sus candidatos dijeron la verdad: que las elecciones no resolverían nada para los trabajadores, y que la cuestión clave es el desarrollo de un movimiento independiente de la clase obrera contra todo el establecimiento político y el capitalismo.
El PSI avanzó un programa de acción socialista para que la clase obrera luche contra la guerra, la austeridad, la ofensiva de ‘vivir con el virus’ y la crisis del coste de la vida. En condiciones en las que cada una de estas crisis se intensificará con el nuevo gobierno laborista, este programa adquiere un significado aún mayor. Instamos a los trabajadores y a los jóvenes que quieran luchar por un futuro a que se pongan en contacto con el PSI hoy mismo y ocupen su lugar en la lucha por el socialismo internacional.
(Publicado originalmente en inglés el 26 de mayo de 2022)