El principal deber revolucionario es la intransigente lucha políticoideológica…

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2021/12/20/el-principal-deber-revolucionario-es-la-intranscigente-lucha-politico-ideologica-contra-el-reformismo-y-el-nacionalismo-burgues/  DICIEMBRE 20, 2021

EL PRINCIPAL DEBER REVOLUCIONARIO ES LA INTRANSIGENTE LUCHA POLÍTICO-IDEOLÓGICA CONTRA EL REFORMISMO Y EL NACIONALISMO BURGUÉS

«…Es la justa y abierta rebelión de los explotados de América Latina contra un bárbaro sistema neocolonial capitalista impuesto desde fines de siglo pasado por el imperialismo yanqui y europeo, que con la fuerza, el engaño y la corrupción se adueñaron de nuestro continente. Las cobardes burguesías criollas y sus ejércitos, no supieron hacer honor al legado revolucionario liberacionista de la gloriosa lucha anticolonial de nuestros pueblos, que conducidos por héroes como Bolívar, San Martín, Artigas y tantos otros, conquistaron la independencia, la igualdad y la libertad.

Las clases dirigentes, defendiendo mezquinos intereses de grupo, se unieron a los imperialistas, colaborando con ellos, facilitaron su penetración económica, entregando progresivamente el control de nuestra economía a la voracidad insaciable del capitalismo extranjero. La dominación económica engendró el control y la subordinación política y cultural. Así se fundó el sistema capitalista neocolonial que viene explotando, oprimiendo y deformando desde hace cien años a las clases trabajadoras de nuestro continente… »

«Desde principios del siglo la clase obrera comenzó a alzarse contra ese sistema, desplegando la entonces poco conocida bandera del socialismo, unida indisolublemente a la bandera de la independencia nacional, promoviendo el despertar de los campesinos, de los estudiantes, de todo lo sano y revolucionario de nuestros pueblos. El Anarquismo, el Socialismo y el Comunismo como movimientos organizados de la clase obrera vanguardizaron con energía y heroísmo la movilización de amplias masas, jalones imborrables de lucha revolucionaria. El legendario líder nicaragüense Augusto César Sandino, obrero metalúrgico, dirigió en su pequeño país una de las más heroicas de esas batallas, cuando su ejército guerrillero tuvo en jaque y derrotó a las tropas intervencionistas norteamericanas en 1932. Fue en esa década del 30 cuando nuestros pueblos desarrollaron en todo el continente un formidable auge de masas que puso en jaque la dominación neocolonial [hegemonizada] por el imperialismo yanqui, enemigo número uno de todos los pueblos del mundo.

Pero esa formidable movilización revolucionaria de masas no fue coronada por la victoria. La activa intervención contrarrevolucionaria política y militar, directa e indirecta del imperialismo yanqui, unida a las deficiencias del anarquismo, de las corrientes socialistas y los Partidos Comunistas, fueron las causas de una derrota temporaria. La mayoría de los Partidos Comunistas, los más conscientes, consecuentes y organizados de ese período, cayeron en el reformismo. Algunos de ellos como el heroico y aguerrido Partido Comunista salvadoreño sufrieron crueles derrotas con decenas y miles de mártires. Por ello, el impetuoso auge de las masas se desvió de su camino revolucionario y cayó bajo la influencia y dirección del nacionalismo burgués, vía muerta de la revolución, recurso inteligente y demagógico, que encontraran las clases dirigentes para prolongar con el engaño la vigencia del sistema capitalista neocolonial…»

«Pero el camino revolucionario no es fácil ni sencillo. No solamente debemos enfrentar la bárbara fuerza económica y militar del imperialismo. Enemigos y peligros más sutiles acechan a cada momento a las fuerzas revolucionarias, a sus esfuerzos por librar con efectividad, victoriosamente, la lucha antiimperialista.

Hoy día, dada la particular situación del proceso revolucionario continental, debemos referirnos específicamente a dos corrientes de pensamiento y acción, que conspiran poderosamente contra los esfuerzos revolucionarios de los latinoamericanos. Ellos son, un enemigo: el nacionalismo burgués y una concepción errónea en el campo popular: el reformismo.

Ambos, a veces estrechamente unidos, intentan encaramarse en el auge revolucionario de nuestros pueblos; lograr su dirección e imponer sus concepciones erróneas e interesadas, que indefectiblemente terminarán por detener y castrar el impulso revolucionario. Por ello adquiere una dimensión estratégica la intransigente lucha ideológica y política que los revolucionarios debemos librar contra esas corrientes, imponernos a ellas, ganar así la dirección de las más amplias masas, para dotar a nuestros pueblos de una consecuente dirección revolucionaria que nos conduzca con constancia, inteligencia y efectividad hacia la victoria final.

El nacionalismo burgués es una corriente apadrinada por el imperialismo que se apoya en ella como variante demagógica para distraer y desviar la lucha de los pueblos cuando la violencia contrarrevolucionaria pierde eficacia. Su núcleo social está constituido por la burguesía pro-imperialista o un embrión de ella, que pretende enriquecerse sin medida, disputando con la oligarquía y burguesía tradicional los favores del imperialismo mediante el truco de presentarse como bomberos del incendio revolucionario, con influencia popular y capacidad de negociación ante la movilización de las masas. En su política del engaño esgrimen un antiimperialismo verbal e intentan confundir a las masas con su tesis nacionalista preferida: la tercera posición. Pero en realidad no son antiimperialistas sino que se allanan incluso a nuevas y más sutiles formas de penetración económica extranjera.

El reformismo es en cambio una corriente que anida en el propio seno del pueblo trabajador, reflejando el temor al enfrentamiento de sectores pequeño burgueses y de la aristocracia obrera. Se caracteriza por rechazar cerradamente en los hechos la justa y necesaria violencia revolucionaria como método fundamental de lucha por el poder, abandonando así la concepción marxista de la lucha de clases. El reformismo difunde entre las masas nocivas ideas pacifistas y liberales, embellece a la burguesía nacional y a los ejércitos contrarrevolucionarios, con quienes constantemente buscan aliarse, exageran la importancia de la legalidad y el parlamentarismo. Uno de sus argumentos preferidos, de que es necesario evitar la violencia y relacionarse con la burguesía y los “militares patriotas” en busca de una vía pacífica que ahorre derramamientos de sangre a las masas en su camino hacia el socialismo, es rotunda y dolorosamente refutada por los hechos. Allí donde el reformismo impuso su política conciliadora y pacifista las clases enemigas y sus ejércitos ejecutaron las más grandes masacres contra el pueblo. La cercanía de la experiencia chilena con más de 20.000 hombres y mujeres trabajadores asesinados nos exime de mayores comentarios…»

“A los pueblos de América Latina”. Declaración constitutiva de la Junta de Coordinación Revolucionaria. (JCR) Revista “Che Guevara”, nº 1. Noviembre de 1974.

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