EEUU, decididos a castigar a Assange por desvelar su crueldad…

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Los EEUU, decididos a castigar a Assange por desvelar su crueldad en la guerra de Irak

Vijay Prashad

13/09/2020

El 7 de septiembre de 2020, Julian Assange dejará su celda de la prisión de Belmarsh, en Londres, y acudirá a una vista que decidirá su destino. Después de un largo periodo de aislamiento, pudo por fin reunirse con su pareja —Stella Moris— y ver a sus dos hijos —Gabriel (de tres años) y Max (de uno)— el 25 de agosto. Después de la visita, Moris declaró que le parecía haberlo visto “muy dolorido”.

La vista a la que se enfrenta Assange nada tiene que ver con las razones de su detención en la embajada de Ecuador en Londres el 11 de abril de 2019. Se le detuvo ese día por su incomparecencia a la hora de entregarse a las autoridades británicas en 2012, que le habrían extraditado a Suecia: en Suecia, en ese momento, se habían formulado acusaciones contra Assange por delitos sexuales que se retiraron en noviembre de 2019. Ciertamente, después de que las autoridades suecas decidieran no procesar a Assange, debería haber sido puesto en libertad por el gobierno británico, pero no lo fue.

La verdadera razón de la detención no fue nunca la acusación formulada en Suecia, sino el deseo del gobierno norteamericano de hacerlo comparecer en los EE.UU. por toda una serie de cargos. El 11 de abril de 2019, un portavoz del Ministerio del Interior británico declaró: “Podemos confirmar que se ha detenido a Julian Assange en relación con una solicitud de extradición de los Estados Unidos de Norteamérica por delitos de índole informática”.
Manning

Al día siguiente de la detención de Assange, la organización [británica] Article 19 [que defiende la libertad de expresión e información] publicó una declaración que afirmaba que, si bien las autoridades británicas habían manifestado “en principio” que querían detener a Assange por escapar a su su fianza judicial en 2012 en relación con la solicitud de extradición, había quedado ya claro que la detención se debía a que le reclamaba el Departamento de Justicia norteamericano. Los EE.UU. buscaban a Assange por una “acusación federal de conspiración para cometer una intrusión en ordenadores al avenirse a romper la contraseña de un ordenador de carácter clasificado del gobierno norteamericano”. A Assange se le acusó de ayudar a Chelsea Manning, revelador de secretos gubernamentales, en 2010, cuando Manning pasó a WikiLeaks—dirigido por Assange— un explosivo caudal de información clasificada del gobierno norteamericano que contenía pruebas claras de crímenes de guerras. Manning pasó siete años en la cárcel antes de ver conmutada su sentencia por el entonces presidente norteamericano, Barack Obama.

Durante el tiempo que Assange pasó en la embajada de Ecuador y ahora, mientras languidece en la cárcel de Belmarsh, el gobierno norteamericano ha tratado de crear un caso irrefutable en su contra. El Departamento de Justicia norteamericano ha imputado a Assange por 18 cargos al menos, entre ellos la publicación de documentos clasificados, y un cargo de haber ayudado a Manning a romper una contraseña y acceder ilegalmente a un ordenador del Pentágono. Una de las imputaciones —desde 2018— deja claro el caso en contra de Assange.

La acusación de que Assange publicara los documentos no constituye el cargo central, puesto que los documentos los publicó también toda una serie de medios, como el New York Times y el Guardian. La acusación clave consiste en que Assange “animó activamente a Manning a suministrar más información y se avino a romper la contraseña encriptada de los ordenadores del Departamento de Defensa norteamericano conectados con la red Secret Internet Protocol Network (SIPRNet), una red del gobierno de los EE.UU. que se utiliza para documentos y comunicaciones clasificadas. A Assange se le acusa asimismo de conspirar para cometer intrusión en ordenadores al avenirse a romper ese código encriptado”. El problema con esto es que parece que el gobierno de los EE.UU. no tiene pruebas de que hubiera colusión entre Assange y Manning para acceder al sistema norteamericano.

Manning no niega haber entrado en el sistema, haber descargado los materiales y enviárselos a WikiLeaks. Una vez se hizo esto, WikiLeaks, al igual que los demás medios de comunicación, publicó los materiales.  Manning pasó siete difíciles años en la cárcel por su papel en la transmisión de los materiales. Debido a la falta de pruebas contra Assange, a Manning se le pidió que testificara contra él ante un gran jurado. Se negó y se encuentra de nuevo en prisión; las autoridades norteamericanas están utilizando su encarcelamiento como forma de obligarla a testificar en contra de Assange.
Lo que Manning le mandó a Assange

El 8 de enero de 2010, WikiLeaks anunció que había “encriptado videos de de bombardeos norteamericanos sobte civiles”. El video, publicado más tarde como “Asesinato colateral” mostraba con crueldad en sus detalles de qué modo el 12 de julio de 2007, los helicópteros norteamericanos AH-64 Apache, abrieron fuego con sus armas de 30 milímetros contra un grupo de iraquíes en Nuevo Bagdad; entre los muertos se encontraba un fotógrafo de la agencia de noticias Reuters, Namir Noor-Eldeen, y su chófer, Saeed Chmagh. Reuters pidió inmediatamente información sobre las muertes; le ofrecieron la versión oficial y le comunicaron que no había video, pero Reuters insistió inútilmente.

En 2009, un periodista del Washington Post, David Finkel, publicó The Good Soldiers, basado en el periodo que pasó “empotrado” en el batallón 2-16 del Ejército norteamericano. Finkel se encontraba en el barrio de Al-Amin con los soldados norteamericanos cuando oyeron disparar a los helicópteros Apache. Finkel había visionado para su libro la cinta (esto resulta evidente en las páginas 96 a 104); defiende al Ejército norteamericano, afirmando que “la tripulación del Apache había seguido las reglas para entablar combate” y que “todo el mundo había actuado de manera apropiada”. Los soldados, escribió, eran “buenos soldados, y había llegado la hora de cenar”. Finkel había dejado claro que existía un video, aunque el gobierno norteamericano negara su existencia ante Reuters.

El video es espantoso. Muestra la insensibilidad de los pilotos. La gente que estaba sobre el suelo no disparaba contra nadie. Los pilotos abren fuego indiscriminadamente. “Mira esos cabrones muertos”, comenta uno de ellos, mientras dice otro “Bonito”, después de haber disparado contra los civiles.

Se detiene una furgoneta en el lugar de la carnicería y sale de ella una persona para ayudar a los heridos, entre los que se cuenta Saeed Chmagh. Los pilotos solicitan permiso para disparar sobre la furgoneta, consiguen rápidamente la autorización y abren fuego contra ella. Ethan McCord, especialista del ejército —y parte del batallón 2-16 en el que estaba “empotrado” Finkel con ellos —inspeccionó la escena sobre el terreno minutos después. En 2010, McCord le contó a Kim Zetter, de la revista Wired, lo que había podido contemplar: “Nunca había visto antes a nadie a quien le hubieran disparado una ráfaga con armas de 30 milímetros. No parecía real, en el sentido de que no parecían seres humanos. Estaban destrozados”.

En la furgoneta, McCord y otros soldados encontraron gravemente heridos a Sayad Mutashar (de diez años de edad) y Doaha Mutashar (de cinco); su padre, Saleh—que había tratado de rescatar a Saeed Chmagh— yacía muerto en el suelo. En el video el piloto advertía que había niños en la furgoneta: “Bueno, la culpa es suya por meter a sus niños en una refriega”, comenta despiadadamente.

Robert Gibbs, secretario de prensa del presidente Barack Obama, declaró en abril de 2010 que los hechos del video resultaban “extremadamente trágicos”. Pero ya se había tirado de la manta. Este video mostraba al mundo el verdadero carácter de la guerra norteamericana en Irak, que el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, había tachado de “ilegal.” La publicación del video por parte de Assange y WikiLeaks abochornó al gobierno de los Estados Unidos. Todas sus pretensiones de guerra humanitaria carecían de credibilidad.

En ese punto comienza la campaña para destruir a Assange. El gobierno de los Estados Unidos ha dejado claro que quiere juzgar por todo a Assange, hasta por traición. A la gente que desvela el lado obscuro del poder norteamericano, como Assange y Edward Snowden, no se les da cuartel. Hay una larga lista de personas —gente como Manning, Jeffrey Sterling, James Hitselberger, John Kiriakou, y Reality Winner— que, de vivir en países señalados por los Estados Unidos, serían consideradas disidentes. Manning es un héroe por poner al descubierto crímenes de guerra; a Assange, que simplemente le ayudó, se le persigue a plena luz del día.

El 28 de enero de 2007, pocos meses antes de morir a manos de militares norteamericanos, Namir Noor-Eldeen tomó en Bagdad una fotografía en la que un muchacho con un balón de fútbol bajo el brazo rodeaba un charco de sangre. Junto a la sangre de un rojo brillante había unos cuantos libros escolares arrugados. El ojo humano de Noor-Eldeen escogió esa fotografía, en la que el chico rodea el peligro como si no fuese otra cosa que basura en la acera. Eso era lo que la “ilegal” guerra norteamericana le había hecho a su país.

Después de todos estos años, la guerra sigue viva y coleando en un tribunal de Londres: allí luchará Julian Assange—que reveló la verdad de las muertes — para no convertirse en una víctima más de la guerra norteamericana contra Irak.

periodista, historiador y activista indio, es director ejecutivo del Instituto Tricontinental de Investigaciones Sociales y responsable editorial de LeftWord Books. Autor de una treintena de libros, el más reciente de los cuales es No Free Left: The Futures of Indian Communism (Nueva Delhi, LeftWord Books, 2015). Este artículo ha sido elaborado por Globetrotter, un proyecto del Independent Media Institute.

Fuente:

Counterpunch, 2 de septiembre de 2020

Traducción:Lucas Antón

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