Cuando España era la Finlandia de la educación

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Cuando España era la Finlandia de la educación ——— Luis Palacio

Clase del Instituto-Escuela en la Sección Hipódromo, 1933.
Fotografía reproducida en la revista Crónica, 29 de enero de 1933.
Archivo General de la Administración. Ministerio de Cultura y Deporte, Alcalá de Henares.
YOROKOBU – 06/04/2020
El 2 de octubre de 1884 The Times publicaba en Londres un artículo sobre las propuestas que los profesores españoles Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío habían expuesto días atrás en la International Conference of Education.
Destacaba el diario londinense que la propuesta de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) de integrar la educación técnica con la formación general hasta entrada la adolescencia ofrecía «una solución original al difícil problema de la educación moderna». La cita procede de un artículo de Eugenio Otero, uno de los comisarios de la exposición Laboratorios de la nueva educación. En el centenario del Instituto-Escuela, que puede visitarse en la sede de la ILE en Madrid hasta el 12 de abril.
Alumnas del Instituto-Escuela de viaje a Barcelona, años veinte. Residencia de Estudiantes, Madrid.
En España, los planteamientos de la ILE se hicieron realidad en el mundo de la enseñanza pública entrado ya el siglo XX en ese Instituto-Escuela (I-E). Una experiencia exitosa que solo fue abatida por la irracional fuerza de las armas. En realidad, y del mismo modo que ahora, cuando se habla de educación, se suele poner como ejemplo a Finlandia, hace un siglo numerosas instituciones europeas miraban qué se estaba haciendo en el I-E e instituciones similares en España.
El Instituto-Escuela (I-E) lo creó en 1918 la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que dependía del Ministerio de Instrucción Pública, la presidía el premio Nobel Santiago Ramón y Cajal y tenía como factótum a su secretario, José Castillejo. Con el I-E se pretendía, ni más ni menos, que conseguir que la enseñanza pública educase a ciudadanos capaces de gobernar su vida.
Inicialmente fue un proyecto piloto –consolidado en 1924– de lo que hoy se conoce como innovación educativa. En él se contemplaban los fines y métodos de la escuela, las relaciones con las familias y la sociedad, y se utilizaban pedagogías activas con el fin de permitir al estudiante construir su proceso de aprendizaje y su personalidad, con la ayuda del maestro. Un aprendizaje que huía de la instrucción memorística, del libro de texto y de los exámenes. Un aprendizaje que se abría al contacto con la naturaleza y se completaba con la visita a fábricas y cárceles, a museos y exposiciones. En el curso 1924-1925, por ejemplo, los estudiantes del Instituto-Escuela hicieron más de quinientas excursiones y visitas.
Profesores y alumnos del Instituto-Escuela en una visita a la fábrica de metales de Lugones, durante una excursión a Asturias y León, junio de 1926. En el centro, de perfil y con el abrigo en el brazo, Miguel Catalán. Residencia de Estudiantes, Madrid.
«O educación o exámenes», decía Giner.
«Rompamos los muros de la clase», proclamaba Cossío.
Porque una parte importante de las ideas pedagógicas que se pusieron en práctica en el Instituto-Escuela no son otras que las que venía planteando la Institución Libre de Enseñanza desde su creación en 1876.
DE LA ILE AL I-E
Los gobiernos de Cánovas del Castillo legislaron contra la libertad de cátedra con la pretensión de que toda la enseñanza impartida en España estuviera de acuerdo con la fe católica, la monarquía y, en general, con la visión más conservadora del sistema político de la Restauración del último cuarto del siglo XIX. En uno de esos ataques, varios catedráticos y profesores, incluido Giner de los Ríos, terminaron en la cárcel y separados de la Universidad.
Junto a un grupo de colaboradores, Giner proyectó entonces la Institución Libre de Enseñanza, que era un proyecto pedagógico y político que concebía la educación y la extensión de la ciencia y la cultura como el medio para modernizar y transformar el país.
Alumnos del Grupo Escolar Cervantes trabajando en un proyecto, años veinte.
Residencia de Estudiantes, Madrid.
Dicho proyecto contemplaba una serie de instituciones que, a modo de laboratorios, buscaban esa renovación de la enseñanza y entre los que se encontraban el Museo Pedagógico Nacional, para la formación de los maestros; las colonias de vacaciones; la Junta para la Ampliación de Estudios, que creó la Residencia de Estudiantes y la Residencia de Señoritas, y, finalmente, el Instituto-Escuela.
En la materialización del Instituto-Escuela –y siguiendo los principios de la ILE– desempeña un papel esencial el diseño de los espacios educativos, comenzando por los propios edificios. Es así como se construyen en Madrid uno junto al parque de El Retiro, en el denominado Olivar de Atocha, y otro en los Altos del Hipódromo, en la colina que se alza frente a los actuales Nuevos Ministerios.
Pero más importante aún era el proyecto pedagógico que estaba detrás. En él se aunaba la educación de los alumnos con el desarrollo de nuevos planes de estudios y métodos de aprendizaje, al tiempo que jóvenes profesores se formaban o mejoraban su práctica educativa.
La enseñanza en el aula, en la que jugaban un papel primordial las actividades científicas, artísticas y manuales, se combinaba con visitas a museos y todo tipo de instituciones, viajes, además de la enseñanza de idiomas, la coeducación de niños y niñas siempre que se pudo, o el deporte, en el que se incluían numerosas salidas al campo y la montaña.
De todo ello quedaba constancia en los cuadernos escolares, que sustituyeron a los libros y manuales al uso, y que reflejaban el progreso de los alumnos. Incluso se editó una colección de clásicos de la literatura –La Biblioteca Literaria del Estudiante–, para uso y consulta de los estudiantes y cuyo objetivo último era despertar en ellos la afición a la lectura.
Se generaron de esta forma unos espacios educativos que fomentaron la creatividad y la autonomía de los jóvenes que estudiaron en ellos.
Tras el Instituto-Escuela de Madrid el proyecto renovador se extendió por el país, con los Institut Escola en Barcelona y Sabadell, y los I-E de Valencia, Sevilla y Málaga. En paralelo, y en algunos casos con antelación, habían ido surgiendo otras iniciativas que participaban de los mismos planteamientos como el Grupo Escolar Cervantes, en Madrid, o la Escola del Bosc, en Barcelona.
Alumnos del Instituto-Escuela con el profesor de alemán Oswald Jahns (séptimo por la izquierda), delante de la Puerta de Brandeburgo, Berlín, durante una excursión a Alemania en el verano de 1931. Colección Julia Pettersson Salom.
ESPAÑA, REFERENCIA EDUCATIVA
Como consecuencia de todo ello, puede decirse que durante aquellos años España fue una referencia para otros países de Europa en lo que a innovación educativa se refería.
Así, por ejemplo, el director de la Escuela Moderna de Bruselas, Alexis Sluys, reconocía en 1923 que el flexible sistema de enseñanza del I-E «evita la especialización prematura en los estudios para los diversos exámenes de Estado y se tienen en cuenta las disposiciones intelectuales reales de los alumnos».
En 1928, en un congreso pedagógico celebrado en Viseu (Portugal) y en relación a la formación del profesorado, se debatía la necesidad de crear un liceo modelo «semejante a los seminarios pedagógicos del extranjero o, mejor aún, al Instituto-Escuela de Madrid».
El pedagogo francés Adolphe Ferriere, por su parte, visitó el Instituto-Escuela en 1930 dentro de su recorrido para acreditar centros dentro del movimiento de la Escuela Nueva.
Sin embargo, todo aquel impulso modernizador se eclipsaría con la llegada de la Guerra Civil, primero, y de la larga posguerra del Franquismo, después. Desde el primer momento se sucedieron las acciones para acabar con la renovación pedagógica emprendida por la Institución Libre de Enseñanza y asumida por el Estado en las primeras décadas del siglo XX.
Tres días después del fin de la guerra se decretaba, por ejemplo, que las instalaciones del Instituto-Escuela de los Altos del Hipódromo y de Atocha se convirtieran en los institutos de enseñanza media Ramiro de Maeztu e Isabel la Católica. A él siguió la expulsión de numerosos profesores vinculados a la ILE y al Instituto-Escuela de la carrera docente.
Sin embargo, como había proclamado unos años antes Miguel de Unamuno, vencer no es convencer. La labor de la ILE siguió viva a través de muchos profesores tanto en el exilio exterior como en el interior, y ello a pesar de las duras condiciones en las que hubieron de ejercer y sobrevivir.
En la exposición Laboratorios de la nueva educación se sigue también su rastro, al tiempo que se muestra cómo la innovación educativa y la búsqueda de la transformación de la sociedad a través de la enseñanza y el aprendizaje siguen siendo hoy una realidad. Una realidad que se plasma en numerosos centros educativos renovadores y a la que sigue contribuyendo la ILE, tras su revitalización con la recuperación de la democracia.

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