Crisis en Venezuela. Entrevista con Manuel Azuaje Reverón

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CRISIS EN VENEZUELA: DEMOCRACIA, CONFLICTO Y REVOLUCIÓN. Entrevista con Manuel Azuaje Reverón

Tatuytv.org | Mérida, Venezuela

Entrevista con Manuel Azuaje Reverón por Laura Guzmán

Venezuela es el escenario de una crisis profunda y con múltiples frentes durante los últimos años. Ante la insuficiencia aparente de los análisis del conflicto desde una perspectiva crítica, la necesidad de su estudio se vuelve más urgente: Los antecedentes históricos en contraste con la realidad son una poderosa herramienta para ello.

En la siguiente entrevista, Manuel Azuaje Reverón, militante revolucionario, profesor e investigador marxista con trabajos recientes sobre la década de los 90´s en Venezuela, nos ofrece un panorama sobre la evolución política y democrática reciente, y su relación con los diversos factores que ocasionan la crisis.

Desde la toma del poder por parte de la Revolución Bolivariana, y la ruptura histórica que ello significó ¿Cómo se explica la evolución de la democracia y del sistema político venezolano?

El devenir político venezolano en los últimos 20 años ha estado caracterizado por el conflicto, no solo el generado por los grupos políticos polarizados en tendencias, –Chavismo y oposición, del que a la vez se deriva el conflicto MUD-PSUV como expresiones partidistas– sino también por el conflicto procedente de un esfuerzo dirigido hacia la transformación del sistema político y la democracia, pero bajo las lógicas del aparato del Estado heredado, con las instituciones históricas de la democracia venezolana.

Esta es una de las paradojas fundamentales, una de las principales “patas rengas” del proyecto venezolano que encabezaba Chávez: llegar al gobierno por la vía de la democracia representativa e intentar transformar el sistema político desde allí supone tener que arrastrar como contradicción la preservación de un conjunto de aparatos institucionales que forman parte de un viejo Estado, que lo representan, y que están ancladas a los intereses históricamente constituidos en Venezuela.

Eso ha supuesto un conflicto inacabado que se ha agudizado con el tiempo entre los sectores internos del proceso chavista que perseguían esa transformación, los sectores que no están interesados en ella, y toda la resistencia institucional al cambio. Las contradicciones entre las formas de organización de la democracia participativa y protagónica, y las formas institucionales de la democracia representativa que han estado conviviendo a lo largo de estos últimos 20 años de manera permanente, más los conflictos políticos que se han dado en el país, no se han resuelto por la vía de la profundización del modelo democrático revolucionario, sino intentado dirigirse a los mecanismos de la democracia tradicional, hacia las elecciones concebidas de la forma habitual, lo que ha conducido a una crisis institucional.

Intentar resolver conflictos de clase en el marco de la democracia representativa ha conducido a la crisis que tenemos hoy en día, porque el cuerpo institucional del viejo orden democrático no aguanta un conflicto agudo de clases en su interior, y esa incapacidad para resistirlo se ha expresado en el contexto latinoamericano en general. De manera que la evolución más próxima de la democracia y el sistema político venezolano, ha tenido como eje central la contradicción entre el intento por construir una nueva forma de organización, y el esfuerzo de las formas de organización precedentes en la institucionalidad para impedirlo, eso ha caracterizado una de las contradicciones medulares de los procesos políticos progresistas latinoamericanos, utilizar la representatividad tradicional para construir una nueva democracia ha supuesto un límite que nos ha conducido a problemas diversos y complejos en cada país hasta la actualidad, la situación en la que se encuentra Ecuador, Brasil, Argentina –que va y viene en una especie de ciclo permanente–, y ahora Venezuela también es una muestra de ello.

¿Cómo se ha gestado la crisis política? ¿Cómo se manifiesta hoy?

Es evidente que estamos ante una crisis multifactorial, y más allá de los rasgos específicos podemos identificar algunos elementos constitutivos de ella.

El primero es la propia muerte de Chávez en 2013, que supone la pérdida del factor hegemónico de unidad dentro de la dirección política chavista, porque era él quien permitía mantener el proyecto sólido en la diversidad de tendencias existentes desde el origen del proceso. Cuando eso desaparece se desata un conflicto interno que ha sido fundamental, –a pesar de que se ha mantenido de manera muy invisible– es claro que ha habido cambios y ha habido pugnas a lo interno que han supuesto un valor determinante en la crisis.

Luego está la debilidad del mismo proceso y del gobierno, que recurriendo permanentemente a las formas de la democracia representativa sin construir verdaderas alternativas más democráticas (participativas) se vio debilitado, porque la representatividad tiene entre sus condiciones diversos factores de la democracia liberal, no solo la estabilidad de la relación entre los poderes sino la idea de alternabilidad, etc… Esa debilidad se hace patente ya desde la propia elección de Chávez en 2012, donde la curva en aumento de votos demostraba que existía la tendencia a disminuir tarde o temprano, o a encontrarse –incluso con Chávez en la presidencia de la república y en la candidatura presidencial- un punto en el cual los dos grupos podrían estar muy cerca.

Eso que ya sucedía desde 2012 más la pérdida física de Chávez hizo que la oposición viera también una oportunidad en el agotamiento por parte del gobierno –a partir de 2013 de presidido por Nicolás Maduro– para contraatacar, por eso aparece una propuesta de “salida” abiertamente violenta como es la del año 2014. Aparte del factor de la pérdida hegemónica del chavismo, una crisis o debilidad aparente interna hace que la oposición agudice su ataque en diversos frentes, y que el imperialismo agudice todas sus medidas, lo que termina derivando en el cercado actual.

La crisis hegemónica en la dirección del chavismo supuso la transformación en la dirección del proyecto, ganando muchísima más fuerza los sectores conservadores, y esos sectores defendiéndose de las agresiones externas e internas se fueron tomando ciertas decisiones que debilitaron la propia institucionalidad venezolana, al no transformar cualitativamente la democracia y al mismo tiempo debilitar los mecanismos existentes. Todo eso condujo a la existencia actual de un conjunto grande de instituciones paralelas que en el aspecto político han sido determinantes, y todos estos problemas han sido fundamentales en la crisis económica también. La falta clara de una dirección política, la disputa por el proyecto, la disputa por las decisiones económicas, por cual es la vía más clara para resolver los problemas del país, más las agresiones internas y externas de quienes intentan sacar al PSUV de la presidencia se convirtió en un caldo de cultivo multifactorial para la crisis.

Respecto a los antecedentes cercanos de la crisis ¿Se puede decir que son vigentes los problemas de la democracia liberal venezolana de los años 90’s?

Si algo fue claro en la década de los 90´s es que había una crisis grave del modelo político y del sistema democrático venezolano. Ésta se hizo evidente precisamente en voz de uno de sus representantes principales, después del “Caracazo” es famosa la frase de Rafael Caldera cuando dijo que Venezuela era la vitrina de la democracia latinoamericana, y que el 27 de febrero de 1989 esa vitrina había sido reventada a pedradas por las y los pobres venezolanos. La fantasía de la democracia representativa bipartidista que se desmorona a partir del “caracazo” termina deviniendo en una crisis estructural del Estado venezolano y de todo el sistema representativo, lo que le produce una larga agonía a lo largo de toda la década de los 90’s que intenta sobrevivir a través de la fórmula del “chiripero”, a través de la fórmula de CAP (Carlos Andrés Pérez), pero que no puede evitar la llegada a la presidencia de Hugo Chávez.

Buena parte de los discursos y del debate político de los 90´s es muy ilustrativo para entender cómo se extiende la crisis del sistema político venezolano, de la administración económica y de la política petrolera venezolana, incluso hasta el momento actual.

Si se hace revisión de las descripciones del propio Chávez en aquel momento sobre la decadencia del sistema político y de la institucionalidad venezolana, muchas de ellas tienen gran vigencia hoy en día. Unos aparatos institucionales de espaldas a los problemas de la mayoría del país, una democracia de cogollos, una democracia de élites, una representatividad que es capaz de sentarse permanentemente a negociar de espaldas del pueblo, sin prestar atención a los problemas de la gente, da cuenta de cuan poco transformamos algunas cosas, de la capacidad de supervivencia del sistema.

La diferencia con aquella crisis es que era expresión de la decadencia y de la podredumbre de todo el aparato y de todo lo que se constituía en las aguas arriba del Estado, pero aguas abajo en la sociedad se estaba construyendo una fuerza política, se estaba aglutinando un movimiento nacional, había una fuente permanente de enfrentamiento con las políticas, pero se conducía o se traducía permanentemente en la construcción de poder, en la construcción de una voluntad y de una subjetividad transformadora que fue la que hizo posible todos los cambios más adelante. El problema fundamental si hacemos un paralelismo hoy es que eso está muy fragmentado, es casi inexistente la construcción de una fuerza política de voluntades que desde la resistencia popular pueda hacer frente a la podredumbre que ocurre arriba, y es necesario mirar la década de los 90’s para formarnos, para construir y revisarnos críticamente, y también para aprender cómo en un momento que parece de crisis final se pueden construir alternativas futuras.

En términos generales ¿Cuál ha sido la tendencia en el tiempo de la intervención estatal en la economía venezolana?

Cuando estudiamos la relación entre el Estado y la economía en la historia venezolana nos damos cuenta de cómo el aparato institucional que se crea en el país, particularmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, está al servicio del modelo de acumulación capitalista –como en general sucede en el resto de los Estados en el mundo–.

El Estado moderno es un aparato cuya función fundamental es favorecer y permitir el modelo de acumulación específico que en cada sociedad existe, que es capitalista, pero que tiene sus particularidades, la particularidad del caso venezolano es la existencia de la renta petrolera y la riqueza derivada de ella, esa riqueza proveniente de la producción de petróleo la administra el Estado en el caso venezolano, y ese hecho determina la forma y naturaleza de sus instituciones.

Así se entiende por qué el Estado venezolano es el gran factor que favorece y permite el modelo de transferencia de riqueza pública al sector privado, es la correa de transmisión para garantizar que la renta petrolera que se produce en el país –y que es una riqueza que aparentemente pertenece a todas y todos los venezolanos– sea transferida por diversas vías, no solo a lo que conocemos como la burguesía nacional (si eso existiera), y a los sectores comerciales, sino en general a una capa importante de la sociedad venezolana –minoritaria por supuesto- que se ha enriquecido a costa de esos mecanismos.

En la historia reciente tenemos el caso de CADIVI, que cumplió una función como esa. Hoy en día tendríamos que revisar cuales fueron los diversos factores creados en los últimos 20 años, y si nos extendemos en los últimos 80 años, que tenían como función garantizar la correa de transmisión de riqueza publica a manos privadas. Esa ha sido, y no ha dejado de ser una de las tareas fundamentales del Estado venezolano, ser el administrador de la renta por un lado, y al mismo tiempo el garante de que esa renta se transfiera a pocas manos.

Aparte de eso, en la actualidad nos tocaría hacer un gran balance del papel del Estado –que no sería en abstracto, habría que especificar– en la administración de las empresas públicas por ejemplo, ¿Por qué?, porque la mala administración de lo público en función de su desmantelamiento representa lo mismo: la transferencia de riqueza social a pocas manos.

Hay que estudiar cada caso específico para poder comprender cómo se ha dado eso, porque esa situación ha servido también para mitificar negativamente la capacidad que tiene el pueblo venezolano y la clase trabajadora para administrar su riqueza, porque sobre la base de la mala gestión del Estado se saca la conclusión de que las y los trabajadores no son capaces de administrar sus empresas, o de que las organizaciones del pueblo no son capaces de administrar su propia riqueza local, y eso no es cierto, que representantes del Estado quiebren una empresa para venderla a precio de gallina flaca y hacer un negocio con eso, no tiene nada que ver con la capacidad de administrar y de gestionar lo público de las organizaciones populares y trabajadoras.

Ante las “Alianzas estratégicas” del gobierno y otras medidas asimilables al modelo neoliberal ¿Es posible hacer un paralelismo con el plan programático ejecutado por Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera en los 90’s?

El Laboratorio Crítico Comunachos realizó un trabajo el año pasado, en el primer aniversario del Plan de Recuperación Económica que se lanzó en el 2018, donde se incluyó la reconversión monetaria. Ahí se hace precisamente un análisis comparativo con el modelo de paquetes económicos planteados primero por Carlos Andrés Pérez y luego por Rafael Caldera, con las medidas que se han venido tomando a partir de finales de 2018, es muy evidente cierta tendencia a la aplicación de un paquete sui generis de medidas antipopulares, de medidas de carácter ortodoxo para resolver problemas económicos por la vía por la que los resolvería cualquier régimen liberal, el carácter sui generis viene dado precisamente porque no es un gobierno abiertamente neoliberal el que las implementa, y ahí se dan una serie de matices específicos.

Si se ve a grandes rasgos la liberación de precios, la liberación del dólar, el fin de ciertos subsidios, la privatización indirecta de los servicios -en general-, y a su vez la precarización de los salarios con una política anti-obrera en términos de contratos colectivos, y de política salarial, es muy claro el carácter de las medidas.

En general esto tiene que ver con el modelo de Estado que se ha venido describiendo, es decir, no es poca cosa que se pueda establecer un paralelismo entre CAP 1, CAP 2, el gobierno de Chávez, y el gobierno que tenemos ahora. Este es un paralelismo delicado, pero que es necesario hacer porque un mismo gobierno, de un mismo partido (como fue el ADeco), se diferenció muchísimo en el primer periodo del segundo, precisamente porque uno de los factores comunes es la precariedad económica –referida específicamente a la baja de los precios del petróleo, a la baja de la producción petrolera- que viene acompañada por una reducción del Estado.

Existe una tendencia: cuando hay mucho dinero el Estado crece, se hace grande, se hace el proyecto de la “gran Venezuela” (llamado así durante el periodo de CAP 1), se distribuye riqueza en los términos en que lo hizo Chávez en el poder, y después el gobierno –que puede ser el mismo que el anterior– ante la ausencia de esos recursos, toma medidas que son totalmente contrarias. Empieza una reducción del Estado, se empieza además a construir un discurso contra la renta, hay una mitificación del rentismo sin entender a ciencia cierta el concepto.

Ahora, no es suficiente hacer una comparación de modelos si no se entiende la caracterización del Estado venezolano, de la sociedad venezolana, el comportamiento histórico que va transformando al Estado, la actuación en relación con los flujos del ingreso petrolero. Cuando hay ingresos muy altos el Estado se comporta de una manera, pero cuando se corta ese ingreso entonces empieza reducir su presencia dentro de la sociedad, y eso de algún modo explica formas de comportamiento político dentro de un mismo grupo: un partido político con alguna tendencia especifica puede actuar contradictoriamente bajo las lógicas que le impone el “flujo de caja” del propio Estado.

En relación al discurso político de la crisis: ¿Cuál es el relato ofrecido por la dirigencia oficial y cómo se contrasta con la realidad?

El discurso que ha construido el gobierno con respecto a la crisis se ha basado en la defensa del ataque externo, se ha centrado en la existencia de un factor exógeno que es el único responsable de todo lo que sucede, primero estaba la guerra económica, y ahora las sanciones, específicamente. No hay un reconocimiento de los factores internos que han favorecido a la crisis, no solo a nivel nacional, sino los del propio gobierno, es decir, la incapacidad para una revisión autocrítica ha sido evidente.

Al mismo tiempo la desconexión entre ese discurso y la realidad se ha hecho cada vez más evidente, la incapacidad para funcionar como una explicación apta de la crisis, se ha hecho cada vez más aguda porque la población se ha dado cuenta de que esas razones no son suficientes, y aunque es evidente que existe un contexto de agresión y sanciones que afectan directamente, la gente entiende que la crisis es anterior a eso, y sabe –porque mide a partir de su propia experiencia– que hay una serie de contradicciones en la narración ofrecida por el gobierno que no se contrasta con la realidad.

En la medida en que el viraje de la dirigencia actual es cada vez más conservador y flexibiliza su política económica se va generando también una contradicción inherente al propio discurso, por ejemplo, el “dólar criminal” en principio era el responsable de la inflación inducida, pero hoy sucede que el dólar del BCV en algunos momentos sobrepasa el dólar liberado directamente, entonces ese es un discurso que se hace insuficiente ante las propias decisiones.

Otra de las cosas que se ha hecho evidente con el tiempo es que el discurso del gobierno se ha quedado corto incluso para sí mismo. Por un lado, el relato que se construyó en un determinado momento ya no refleja ni siquiera las propias decisiones económicas actuales, y eso es una tendencia que hace que esa explicación de la crisis sea poco efectiva. Por otro lado, se ha reforzado la construcción de la responsabilidad en el rentismo como excusa ideológica, es decir, un discurso que no tiene necesariamente una sustancia profunda termina siendo siempre la forma ideológica a través de la cual la elite venezolana descarga sobre todo el pueblo las culpas en su mala administración de la economía, se excusan, “no soy yo que administré mal la economía como Estado/Gobierno, sino que somos todas y todos los venezolanos que tenemos una cultura económica y de consumo que está mal”, entonces la culpa se reparte y se oculta la responsabilidad de la administración, esa ha sido otra dimensión importante del discurso sobre la crisis.

¿Cuáles son las alternativas para afrontar la crisis política? ¿Es posible hacerlo sin perder de vista el proyecto revolucionario planteado por Chávez?

20 años de agitación y transformación no pasan en vano. Aunque existen similitudes con la crisis de los 90’s, una debilidad que tenemos en la actualidad, es la diferencia con respecto a la poca efervescencia en construcción y agitación que tenía aquel momento. También es cierto que a diferencia de los 90’s, hemos vivido un periodo de tiempo en el cual buena parte de las organizaciones sociales y populares del país han experimentado pequeñas experiencias de poder, globos de ensayo de poder dentro de sus comunidades (y eso en los 90’s no existía).

Hoy en día tenemos una gran ventaja comparativa frente a otros momentos de crisis, hay experiencias exitosas que rescatar, hemos sabido lo que es ser poder –así sea localmente–, actualmente muchas organizaciones (sobre todo fuera de las ciudades y en los sectores campesinos) resisten gracias a la fuerza y conocimiento acumulado durante ese tiempo, y eso no se puede ignorar. Hay que hacer un esfuerzo por articular eso, uno de los factores fundamentales contra los que tenemos que combatir es el aislamiento, que supone que éstas prácticas exitosas se mantengan aisladas entre sí. La construcción de un tejido social alternativo pasa por el encuentro entre las diversas organizaciones, ya decía Chávez que la reducción de lo político a lo local es contrarrevolucionario, no se trata de construir pequeños ensayos organizativos “maravillosos” pero aislados del resto, sino de edificar un tejido político mucho más amplio.

Las experiencias valiosas existen y han intentado relacionarse hasta el día de hoy, en ellas está el proyecto político que nos aglutinaba. Ahora tenemos una ventaja frente a otros momentos históricos, y es que ya estuvimos juntas y juntos, y si algo caracteriza de manera lamentable a la izquierda es su capacidad de fragmentarse, de dividirse, de enfrentarse por temas minúsculos y no poder asumir acuerdos, pero en estos últimos 20 años estuvimos muchas veces haciendo cosas en colectivo, dejando diferencias de lado y construyendo una identidad política común. Sobre todo las nuevas generaciones que crecieron al calor de este proceso político tienen una experiencia de un imaginario común (negativo o positivo), y eso es un factor que hace posible también la construcción de unidad que no tenía la izquierda venezolana en otros momentos, la capacidad de proyectarnos en conjunto hay que retomarla, y es posible gracias a la experiencia que vivimos con Chávez.

¿Cómo se “reconfigura” la crisis a partir de la pandemia del Covid-19?

Se podría pensar que había un caldo de cultivo “cocinándose en una olla normal”, y la pandemia básicamente es pasar de esa olla normal a una “olla de presión”, la cuarentena como contexto pareciera convertirse cada vez más en el escenario ideal para que explote un conflicto a razón de la crisis.

Ahora, la gestión de la crisis por parte de los sectores políticos es fundamental, aunque habría que pensar también sobre la gestión comunitaria de la crisis, que es muy compleja porque hay que tener capacidad para agenciar adecuadamente, es decir, hay que tener capacidad de hacer cosas para poder resolver y evitar que explote esa “olla de presión”. Si se tienen los mismos factores que existían antes (problemas de servicios, problemas para acceder a alimentación y recursos, bajos salarios, etc.) y se le agregan algunos nuevos –derivados de la pandemia–, todo eso se combina y se mete dentro de un contexto que hace todo mucho más explosivo, entre otras cosas porque la pandemia a nivel mundial ha develado la poca capacidad imaginativa que tiene la izquierda mundial y que tienen las organizaciones populares en alguna medida.

Estamos frente a un momento inesperado, y no se ha mostrado capacidad –por lo menos colectivamente– de construir y comunicar una alternativa coherente, y eso es un reto fundamental, porque la desesperanza y el “sin futuro” es capaz de atraparnos, tenemos que recuperar la capacidad imaginativa, porque ella es la voluntad posible para que hagamos las cosas, es el motor que hace posible que podamos salir de esta crisis –así sea poco a poco–.

Ésta es una situación que parece que se va a extender en el tiempo a nivel mundial, la cuarentena no parece ser un contexto especifico sino un contexto perenne, y la posibilidad de construir una alternativa practica va a pasar por la capacidad de imaginar también colectivamente hacia donde nos dirigimos, y de explicarle a la gente que existe la posibilidad de hacer algo distinto, sino se seguirán agregando elementos negativos a la crisis y estaremos en parálisis, esperando que se dé una salida a esto sin vernos a los movimientos y a las organizaciones como protagonistas.

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