Colonización y genocidio del pueblo palestino

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2021/07/12/colonizacion-y-genocidio-del-pueblo-palestino-por-renan-vega-cantor/                                                                                          Renán Vega Cantor                                                                          12.07.21

COLONIZACIÓN Y GENOCIDIO DEL PUEBLO PALESTINO por Renán Vega Cantor

Durante el mes de mayo el Estado sionista de Israel llevó a cabo otra de sus acostumbradas masacres contra el pueblo palestino, iniciadas desde el mismo momento de su creación, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Estas matanzas forman parte de un genocidio planeado con premeditación criminal que quiere borrar de la faz de la tierra a los palestinos. Como parte de ese objetivo ha confinado a dos millones de seres humanos en Gaza, la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, en un territorio de 300 kilómetros cuadrados.

Israel es un ocupante colonial de índole tradicional, que masacra y asesina a niños, mujeres y a palestinos en general. Para que eso sea posible, cuenta con el apoyo de los Estados Unidos, la Unión Europea y lacayos pro-sionistas en varios continentes, incluyendo a los de América Latina. El Estado de Israel no se diferencia de los nazis, y por eso deben ser llamados los nazis de nuestro tiempo, o los nazis del Medio Oriente, algo que ya había dicho José Saramago hace unos veinte años al sostener que “lo que está ocurriendo en Palestina es un crimen que podemos comparar con lo que ocurrió en Auschwitz”.

Eso es posible por la impunidad de la que goza el Estado de Israel, impunidad que se apoya en la rentable industria del Holocausto, y cuyo sostén fundamental son los Estados Unidos, sin importar cual sea el inquilino de la Casa Blanca. Indistintamente, demócratas y republicanos apoyan a los asesinos de Israel, como lo hace en este momento Joe Biden, quien aseguró cuando era candidato que su gobierno iba a defender los derechos humanos, claro los de los asesinos, como el Estado de Israel, al que apoya con el argumento que dicho Estado tiene derecho a defenderse del ataque de los palestinos. Y esta es la estupidez criminal que se repite a lo largo del mundo, y que dicen sin pestañear Michelle Bachelet, la alta representante de la ONU para los Derechos Humanos, los gobiernos de los países de la Unión Europea y falsimedia mundial.

Que Israel actúe bajo el amparo del derecho a defenderse de los palestinos es una vil mentira y constituye el argumento de los cobardes, que conciben como simétrico un enfrentamiento entre uno de los Estados mejor armados del mundo y los habitantes de un territorio ocupado colonialmente. Estos habitantes están enjaulados en una prisión a cielo abierto, en medio de muros que han agujereado sus tierras como si fueran queso gruyer y donde no pueden desplazarse, no tienen agua, su alimentación está restringida y soportan desde hace décadas un interminable apartheid racista, con el asesinato impune de sus mujeres, niños, jóvenes y ancianos.

Palestina es un pueblo que no tiene Estado y tampoco ejército para defenderse y se enfrenta al poder colonial, invasor y genocida equipado con un poderoso ejército y con las armas más sofisticadas y destructivas (incluyendo arsenal nuclear, tutelado por Estados Unidos, Francia y esa pandilla de delincuentes que se autodenominan Comunidad Internacional). Cuando en estas condiciones de absoluta disparidad, Hamas y los palestinos lanzan misiles a Israel sí que se defienden y revelan contra los ocupantes, y ese derecho no se lo puede quitar nadie, por más que lo pretendan la ONU, Estados Unidos o la Unión Europea.

Ese derecho a defenderse es producto del acoso y la desesperación de un pueblo que soporta en carne propia desde hace décadas una terrible ocupación, algo así como una cuarentena eterna, en que no puede salir del reducido territorio en donde lo tienen aprisionado. Por eso, lo que hace Israel no es ninguna defensa, sino una genocida guerra de exterminio, que revive ‒y a veces supera‒ las peores atrocidades de los nazis, quienes no bombardeaban a los prisioneros de los campos de concentración, como sí lo hace con sadismo el Estado de Israel.

Israel realiza una limpieza étnica, poco diferente de la que adelantaron los nazis, con el fin de expulsar a los árabes y palestinos. Para ello promueve su política de apartheid racial y de persecución de los no judíos, mediante el desalojo y el linchamiento de quienes son mostrados como inferiores, que pueden ser asesinados sin fórmula de juicio. Esto es lo que sucede en Jerusalén, y por esa razón Hamas lanzó cohetes a Israel para oponerse a ese racismo genocida. Y lo único que les queda por hacer es disparar esos misiles, que es como enfrentar caucheras con aviones artillados.

Israel ha exportado estos métodos de muerte al resto del mundo. Apoya a regímenes criminales, mediante la venta de sus servicios de contrainsurgencia y antiterrorismo. Y, por supuesto, uno de sus principales clientes es el régimen colombiano, emparentado además con Israel por su larga cadena genocida.

No es sorprendente, en esas condiciones, que la población urbana de Colombia soporte las mismas prácticas terroristas y genocidas de Israel ‒idénticas a las que la población rural de nuestro país sufre desde hace décadas‒ que se expresan en las formas de ataque y asesinato: disparos a los ojos para enceguecer a la gente; ametrallamientos con helicópteros a la población inerme y desarmada en pueblos y ciudades; uso de armas letales (pistolas, fusiles, bombas) contra gente que se defiende con palos y piedras; comportamiento asesino de los cuerpos represivos del Estado (que en Colombia se les dulcifica con la denominación de “fuerza pública”), llámese Policía, Esmad, Ejército, Goes…; utilización de personal civil, bien sean policías disfrazados de paisano o paramilitares debidamente protegidos por la policía; exaltación de los matones de uniforme o de civil por los medios de desinformación, que los transforman en vedettes mediáticas de ocasión y como ejemplo de los colombianos de bien. En fin, esa es la israelización de la represión en Colombia, que actúa con su fuerza brutal y asesina en nuestras ciudades.

Si se dudara de las afinidades criminales entre los Estados genocidas y terroristas de Israel y de Colombia solo hay que recordar una cifra macabra: la de los niños y jóvenes asesinados en forma simétrica y contemporánea en la tierra palestina y en el suelo colombiano. Así, Israel masacró en mayo a 67 niños palestinos, mientras que en Colombia el régimen del subpresidente Duque ha masacrado, entre el 28 de abril y el 28 de junio, a unos 70 jóvenes. Nótese que estamos hablando de una coincidencia casi exacta de asesinato, muerte y dolor que producen dos Estados terroristas de la misma factura y los dos con un respaldo incondicional del asesino mayor y principal: los Estados Unidos.

Es tan similar el juvenicidio de clase contra palestinos y jóvenes colombianos, que aparecen también coincidencias informativas, como la siguiente: un periódico convencional, y prosionista, como The New York Times, dedicó una edición especial con los rostros y nombres de los niños masacrados por Israel y Q’Hubo, un periódico de Cali, hizo algo parecido sobre los primeros jóvenes asesinados en esa ciudad en las primeras semanas del paro nacional. Tan similar es ese crimen de lesa humanidad (infanticidio del Estado sionista de Israel y juvenicidio del Estado terrorista de Colombia) que las palabras de denuncia en un territorio pueden aplicarse al pie de la letra en el otro. En este caso cobra validez, más allá del lugar específico en que se enuncia, estas palabras de Ola Abu Hasaballah, psicóloga infantil en Gaza: “Cuando pienso en los niños que murieron también pienso en los que sobreviven, los que fueron rescatados de entre los escombros y perdieron una extremidad, o los que irán a la escuela y se van a enterar de que su amigo ha desaparecido”. Eso pasa en Palestina, pero también en Colombia. Por eso nos hermana con el pueblo palestino su sufrimiento, dignidad, lucha y resistencia.

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