América Latina en Resistencia: Castillo en la encrucijada

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Editorial / Tensión y dilemas para el nuevo gobierno peruano

Pedro Castillo ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú por un margen mínimo. El maestro y sindicalista rural irrumpió en la escena de forma inesperada y sembró el pánico entre las élites con sus propuestas de renegociar los contratos con las multinacionales energéticas y realizar una asamblea constituyente.

Consumada su victoria, los analistas vaticinaron que no tendría vida fácil y se enfrentaría a duros desafíos de “gobernabilidad”, y así ha sido. Las élites, los medios y el congreso de mayoría opositora han estado en una guerra constante contra el nuevo gobierno. La gran pregunta era: ¿Castillo “moderaría” sus planes o confrontaría a sus oponentes? Hasta ahora la tendencia ha sido la primera.

En el episodio más reciente y significativo, Castillo cedió ante la presión de los poderes dominantes que demandaban la sustitución del “radical” Guido Bellido, quien se desempeñaba como jefe del Consejo de Ministros. Bellido pertenece al partido Perú Libre, por el cuál se lanzó Castillo a la presidencia.

En su lugar, el presidente nombró  a Mirtha Vásquez, una política progresista, ambientalista y feminista, actual parlamentaria del Frente Amplio.

Vásquez forma parte de la izquierda peruana, es muy activa en la defensa de los derechos humanos y el ambiente, pero viene de las clases políticas “tradicionales”. De hecho, ya ha sido presidenta del Congreso en 2020.

Pero la renuncia del primer ministro, según el artículo 133 de la Constitución peruana, implica también la renuncia del gabinete entero, lo que llevó al nombramiento de nuevos ministros en Interior, Educación, Trabajo, Cultura y Producción, entre otros.

Ahora ¿se trata de un simple cambio de gabinete o implica la suavización de un gobierno progresista que, sin embargo, debe conseguir el aval de un Congreso hostil y acostumbrado a derrocar presidentes con diversos argumentos incluyendo la «incapacidad moral»?

De hecho, el detonante de la crisis fue que Bellido amenazó con nacionalizar una empresa vinculada con la administración del gas si esta no renegociaba el reparto de utilidades con el Estado. Al final, una de las banderas de la campaña. La declaración ocurrió poco después que Castillo realizara un viaje hacia EE.UU. en busca de inversionistas a quienes ofreció estabilidad y seguridad.

Tras eso, Vladimir Cerrón, presidente de Perú Libre, afirmó que Bellido es un político consecuente con sus ideas, con las promesas de campaña, con la Asamblea Constituyente. “El presidente deberá elegir ante la disyuntiva de lo conservador o lo revolucionario», agregó.

La relación entre Castillo y el Perú Libre se ha vuelto muy tensa. Los líderes de la agrupación izquierdista han apuntado al hecho de que por las presiones de la derecha y de los medios ya no queda ningún integrante del partido en el gabinete ministerial. Bellido de hecho amenazó con forzar la disolución del parlamento y convocar a elecciones anticipadas, pero el presidente una vez más eligió no antagonizar a sus oponentes.

Los pocos meses de Castillo en la presidencia hacen recordar otros antecedentes. En 2011, cuando los progresismos arrasaban en América Latina, Perú dio su voto a Ollanta Humala, un militar radical que se había levantado contra el Gobierno a comienzos de siglo y prometía grandes cambios. Pero muy rápidamente fue perdiendo “radicalismo” y cayó en un sinfín de negociaciones políticas y financieras, que traicionaron las demandas populares.

Mientras tanto, Castillo asegura que su gobierno seguirá comprometido a entregar gas barato a la población, después de que la cotización del combustible en el mercado internacional ha sido volátil. De igual forma, presentó  la denominada “segunda reforma agraria” que permitirá que el Estado llegue a los agricultores con vías de comunicación, tecnología y asesoramiento técnico.

Pero las dos grandes promesas de su campaña (asamblea constituyente y renegociación/nacionalización de la exploración de recursos naturales) están en suspenso.

Entre la izquierda han resurgido viejos debates. De un lado, algunos argumentan que Castillo necesita mantenerse en el poder para ganar tiempo de efectuar los cambios que busca. Del otro están quienes sostienen que el presidente debe recurrir a su apoyo popular para enfrentar a sus enemigos, y no gobernar con una agenda que poco tiene que ver con su programa.

El caso de Perú es paradigmático y trae lecciones cuando la izquierda está bien posicionada para ganar elecciones en Chile, Colombia y Brasil. Las élites resistirán violentamente hasta en contra de los más pequeños cambios. Buscar un acomodo puede ser una solución temporal. Pero si no hay respuestas a las necesidades de las grandes mayorías, se agotarán muy rápidamente los nuevos ciclos progresistas.

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