África: Un Nobel y arrepentimientos tardíos

Fuente: Umoya num 105 4º trimestre 2021                          Gerardo González Calvo

Un Nobel y arrepentimientos tardíos

Africa y el Premio Nobel de Literatura: ¿Un gesto de reparación histórica?  - La Tercera

 

Al conceder el premio Nobel de Literatura 2021 al tanzano Abdulrazak Gurnahel séptimo que se otorga a un africano- la Academia sueca destacó su “penetraciónintransigente y compasiva en los efectos del colonialismo yel destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”. Aseguran quienes han leído sus novelas y ensayos que Gurnah se construye a sí mismo en relación con la injusticia del colonialismo europeo y que lo hace sin ira, pero con  rigor, a pesar de la barbarie cometida por algunas potencias colonizadoras, que han tardado mucho tiempo en reconocerlo.


Por ejemplo, el pasado mes de junio, el Gobierno alemándecidió, por fin, asumir que había cometido un genocidioen Namibia entre 1904 y 1907: la aniquilación del 80 porciento de la población herero (65.000 personas) y el 50 porciento de los nama (10.000 personas). Para reparar tamaño desafuero, se comprometió a entregar 1.100 millones de euros durante los próximos 30 años al gobierno de Namibia, que fue colonia alemana desde 1885 hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Heiko Maas, ministro de Asuntos Exteriores alemán, difundió en un comunicado el 28 de mayo: “Me siento agradecido por habernos puesto de acuerdo con Namibia en cómo gestionar este oscuro capítulo de nuestra historia compartida”. La brutal represión del Ejército alemán contra los herero y los nama fue, evidentemente, mucho más que un “oscuro capítulo” de la colonización alemana en Namibia. De hecho, hasta 2015 Alemania no reconoció que se había cometido un genocidio, o sea, 108 años después.
Otro caso de arrepentimiento tardío. El 30 de junio de 2020 se celebró en la República Democrática de Congo el sexagésimo aniversario de su independencia. Ese mismo día el rey Felipe I de Bélgica envió una carta al primer ministro congoleño Felix Tshisekedi. En ella reconoció la violencia y la crueldad que ejercieron los belgas en un país que llegó a ser propiedad privada de su antepasado Leopoldo II con el pomposo nombre de Estado Libre del Congo desde 1885 hasta 1908. El rey Felipe I manifestó
su pesar por las atrocidades y humillaciones que causó el
colonialismo en Congo. “Quiero expresar mi más profundo
arrepentimiento -aseguró en la carta- por las heridas del
pasado, cuyo dolor revive hoy por la discriminación aún
demasiado presente en nuestras sociedades”.
Si hubiera que cuantificar, como hizo Alemania en
Namibia, el coste de tanta barbarie, que no acabó en
1908, ¿cuántos millones de euros habría que poner en la
balanza? No solo se produjo en Congo una explotación
intensiva de recursos y de humillaciones, sino sobre
todo una matanza, según algunos historiadores, de diez
millones de congoleños solo en los 23 años en los que fue
propiedad de Leopoldo II, el equivalente a la Guerra de
los Treinta Años en el siglo XVII. A las víctimas provocadas por la explotación del caucho en Congo, tanto por el Gobierno belga como por sus empresas comerciales, alude minuciosamente Mario Vargas Llosa en su novela histórica El sueño del celta.
Por desgracia, la tragedia en Congo no terminó con la
proclamación de la independencia. Al contrario, se ha
incrementado exponencialmente. Es el país africano más
explotado en los últimos sesenta años y el que ha sufrido
-y sigue sufriendo- una inestabilidad crónica, guerras
civiles, violaciones sistemáticas de mujeres y hambrunas
periódicas. Esta es la causa de que haya, según el ACNUR,
más de cinco millones de desplazados internos y 860.000
refugiados y solicitantes de asilo en países vecinos.
A ello hay que añadir el silencio cómplice de los medios
de comunicación social, más preocupados por los rebrotes del ébola que por estas pandemias mucho más letales.
Hasta ahora, nadie ha entonado el mea culpa por estas nuevas formas de expolio y humillación al pueblo congoleño, ni mucho menos se ha planteado cómo evitarlas, ni resarcirlas.

 

 

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