3 escenarios para explorar posibilidades en el horizonte…

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Tres escenarios para explorar posibilidades en el horizonte después de la crisis del Covid-19

La crisis desatada por la pandemia de Covid-19 tiene un carácter doblemente global: es a la vez mundial y multidimensional (no es solamente sanitaria, sino también económica, social, política, ideológica, psicológica, etc.). Dado este carácter, desestabiliza profundamente el poder capitalista en sus diversos componentes, desafiándolo a renovarse, inventando y desarrollando nuevas modalidades, ya que las viejas y conocidas han sido desestabilizadas.Pero esta crisis constituye, al mismo tiempo, un desafío para todas las fuerzas anticapitalistas, un desafío que también es doble. Desde un punto de vista defensivo, debe anticipar la aplicación de esas nuevas modalidades de dominación capitalista, buscando al mismo tiempo, con un enfoque ofensivo, aprovechar el debilitamiento cíclico del poder capitalista para hacer evolucionar el equilibrio de fuerzas a su favor, e incluso abrir brechas capaces de ampliarse hacia perspectivas revolucionarias.

Las siguientes líneas no tienen otra ambición que la de presentar algunas tesis relativas a ambos aspectos de la crisis y la de contribuir a la discusión ya planteada sobre este tema en las filas anticapitalistas [1].

1. El poder capitalista se ha visto más claramente desestabilizado por la pandemia y la consiguiente crisis sanitaria a nivel de sus órganos de gobierno. La negación primero [2], luego la postergación, y después las medias tintas, transformando una necesidad inventada (porque dictada por el estado deplorable de un aparato sanitario debilitado por décadas de restricciones presupuestarias, ordenadas por las políticas neoliberales, a pesar de las advertencias y de las movilizaciones de los trabajadores de la salud), en una falsa virtud (la detección sistemática a través de testeos sería inútil, las máscaras protectoras serían inútiles, etc.) y por último, un amateurismo grotesco en su ejecución, que en otras circunstancias daría para reír, hipotecaron seriamente el crédito de la gran mayoría de los que están en el poder. Y agregando a menudo una capa de ignominia criminal, como en el caso de la imbecilidad ignorante (Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador o Jair Bolsonaro) o de cinismo neo-darwinista, el que inspira la tesis de la inmunidad de grupo (como en el caso de Boris Johnson, de un Mark Rutte [3] o de un Stefan Löfven) [4].

Para la mayoría de las poblaciones que han tenido que sufrir las consecuencias, queda claro ahora que esos gobernantes están dispuestos a hacer cualquier cosa para ocultar su impericia, su falta de control sobre los acontecimientos, especialmente su responsabilidad por la notoria falta de capacidad de reacción de un sistema de salud que ellos mismos debilitaron a sabiendas, al precio de mentiras que por ser tan trajinadas terminan por traicionarlos. En por lo menos seis ocasiones, durante su discurso del 16 de marzo, Emmanuel Macron repitió que «estamos en guerra». El uso de esta metáfora abusiva debería alertarnos. Es el momento de recordar que «nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la caza», en palabras de Georges Clémenceau, un gran conocedor de esta triple temática. Y, como nos lo enseñó Clausewitz, la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios: en este caso, al tratar de agravar aún más el pánico causado por la pandemia, se trata de provocar el reflejo de unidad nacional, e incluso de «unión sagrada», capaz de unir al pueblo asustado en torno al jefe de los ejércitos y su Estado, denunciando de antemano cualquier crítica como un acto de alta traición.

Sin embargo, los gobiernos de Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur fueron las excepciones, y aplicaron desde el principio la única estrategia eficaz para combatir la propagación del Covid-19, basada en la detección de todos los casos sospechosos, tratando y confinando solamente a las personas infectadas y a aquellas que se habían acercado a las mismas y que podían ser identificadas, el uso obligatorio de máscaras y el seguimiento en lugares públicos de todas las demás personas [5]. En los casos mencionados anteriormente, por razones que son bien conocidas, faltaron el equipamiento, el personal y la infraestructura necesarios para estos fines (así como una buena dosis de disciplina colectiva).

2. El sacudón profundo al sistema capitalista va mucho más allá de las esferas de gobierno. En realidad, son los fundamentos mismos de la producción capitalista los que están siendo cuestionados, tanto sus demandas más inmediatas como las formas que han adoptado en las últimas décadas y la dinámica verdaderamente infernal a la que ha arrastrado a la humanidad y a todo el planeta.

En primer lugar, hay que recordar que no hay capital si no hay mano de obra viva para ser explotada. Valor en proceso, el capital sólo puede preservar y aumentar su valor, que es su propio objetivo perseguido indefinidamente en un ciclo tan ininterrumpido como sea posible, si encuentra en el mercado una fuerza de trabajo humana de la que pueda apropiarse y explotar. Si esta fuerza no existe, su propia existencia está amenazada.

El problema para el capital es que la pandemia del Covid-19 lo enfrenta ese riesgo. Ese riesgo ya es efectivo, bajo forma de abandono de sus puestos por una parte de los trabajadores, haciendo valer su derecho a retirarse, porque la gestión capitalista de las empresas no es más capaz que los gobiernos de proporcionarles la protección sanitaria indispensable en sus lugares de trabajo (obras, talleres, almacenes, depósitos, oficinas, etc.); en forma también de desempleo técnico causado por la desorganización de la producción, tanto en las fases iniciales (por parte de los proveedores o subcontratistas) como en las finales (por parte de los distribuidores) y por último, bajo la forma de deserción de los consumidores finales, que resultan ser, en su gran mayoría, trabajadores  asalariados. Y estos efectos de interrupción, desaceleración y desorganización de la producción serán aún más graves y perjudiciales para el capital si la pandemia dura. Si la pandemia continuara, se amplificara y se repitiera, como es muy probable que ocurra cuando se levante el confinamiento, la crisis de valorización del capital (que corresponde de hecho a una devaluación relativa o incluso absoluta de una gran parte del capital), adquiriría una dimensión catastrófica, amplificando al mismo tiempo el colapso del capital financiero en su componente ficticio (los mercados de valores), que de hecho comenzó antes de la crisis sanitaria y que ésta sólo habrá precipitado y amplificado. Pero esta falta de mano de obra viva podría adoptar formas aún más catastróficas si la pandemia desembocara finalmente en una mortalidad masiva, al privar al capital del trabajo y reequilibrar a favor del trabajo un equilibrio de poder en el mercado laboral que el desempleo desequilibra actualmente a favor del capital. Y esto sin considerar, por el momento, las inevitables explosiones sociales que podrían ocurrir en un escenario tan catastrófico. De ahí la elección forzosa del confinamiento, por falta de los medios que habrían permitido elegir la opción del sudeste asiático (coreanos, taiwaneses, etc.), sin pensar dos veces en el costo inmediato para el capital.

Las direcciones capitalistas (gobierno y patrones) son más o menos conscientes de todo esto. De ahí las repetidas presiones sobre los trabajadores para que continúen trabajando, a pesar de los riesgos de contaminación que corren, a pesar de su derecho a retirarse y a pesar de los dictámenes favorables emitidos a tal efecto por las inspecciones de trabajo o incluso por los tribunales [6]; presiones moduladas, sin embargo, según se trate de directivos ( incitados a practicar el teletrabajo) o de proletarios (obreros y empleados) que deben seguir presentándose cada día en sus puestos, modulaciones cuyo carácter de clase no pasará desapercibido para nadie. De ahí también su mandato contradictorio: «¡Quédense todos en casa!» pero «¡sigan yendo trabajar tanto como sea posible!» aunque los elementos de protección más básicos (distancias de seguridad, guantes y máscaras, alcohol en gel) falten o sean imposibles proporcionar o poner en práctica en el lugar de trabajo. De ahí su impaciencia por salir del confinamiento, que se encuentra sin embargo con la dificultad de reunir las condiciones materiales (test de detección, uso de guantes y de máscaras) y sociales (reorganización de un sistema de salud al borde del derrumbe), para que no correr el riesgo de convertirse en un fiasco, en un nuevo brote de la pandemia. [7].

Además, esta pandemia introduce una contradicción importante en la fase actual de la «globalización» capitalista, al debilitar el poder capitalista a otro nivel. Contrariamente a lo que el discurso neoliberal y muchos estudios académicos ha venido insinuando durante decenios, la «globalización» no ha hecho en modo alguno que los Estados se vuelvan obsoletos e inútiles, incluso en su forma y dimensión nacionales (Estados-nación). Por cierto, el proceso inmediato de reproducción del capital, la unidad de su proceso de producción y su proceso de circulación, se ha «globalizando»: Eso se traduce en la «mundialización» de la circulación de bienes y capitales, así como en la «globalización» de las «cadenas de valor» (la segmentación de los procesos de producción entre lugares dispersos, caso situados en distintos Estados, utilizando fuerzas de trabajo desigualmente calificadas y productivas con remuneraciones diferentes), dando así una dimensión planetaria a la «fábrica fluida, flexible, difusa y nómada» que tanto les gusta a las empresas transnacionales. Pero no ha sido así, o si no en un nivel muy bajo, en la producción y reproducción del conjunto de las condiciones sociales generales del proceso inmediato de reproducción del capital, del que los Estados siguen siendo la entidad contratante e incluso, en gran medida, los ejecutantes principales. Por ejemplo, a través del aparato familiar (la familia nuclear, su reparto desigual del trabajo entre los sexos y sus tutelas estatales), el aparato escolar, el aparato sanitario, el aparato policial y judicial, etc., la reproducción de la fuerza social de trabajo (que, como hemos visto, es indispensable para la valorización del capital) sigue siendo siempre asunto de los Estados nacionales, tanto en sus órganos centrales como en sus órganos descentralizados (regiones, metrópolis, comunas, etc.). Esto es lo que justifica que se hable no de «globalización» o «mundialización», sino más precisamente de la transnacionalización del capitalismo. [8].

Esta división del trabajo reproductivo del capital, que parece funcional y que lo es en el curso ordinario de la reproducción, manifiesta por el contrario, en las condiciones actuales, la contradicción potencial en la que se basa: la que existe entre un espacio de reproducción inmediata del capital con dimensiones planetarias mientras que los aparatos que aseguran la (re)producción de sus condiciones sociales generales permanecen dimensionados y normalizados a escala nacional. Por una parte, si un virus que apareció en noviembre (2019) en unos mercados locales de la China central en la zona de Wuhan pudo dar lugar a una pandemia planetaria en pocas semanas, se debe obviamente a la extensión e intensificación de la circulación de bienes y personas, inherente a la «globalización» del proceso de reproducción inmediata del capital, y a su núcleo que es el modelo de la «fábrica difusa y nómada», cuyas redes cubren todo el planeta; mientras que este fenómeno patológico mundial se supone que debe ser frenado por los Estados-nación que actúan de forma dispersa y cada uno por su cuenta, haciendo de la defensa de la salud de sus respectivas poblaciones una prioridad, lo que conduce a la transformación de un mundo todavía abierto a los cuatro vientos de la «mundialización» el día anterior (siempre que no se trate de un migrante «económico», de alguien que llega pidiendo asilo o de un refugiado «climático»), en un mosaico de Estados que se cierran unos con respecto a los otros, volviendo a erigir barreras en sus fronteras y reafirmando manu militari el principio de su soberanía territorial [10]. Además, en estas condiciones, los sistemas nacionales de salud no sólo se ven privados de la cooperación entre sí, ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sólo desempeña la función de lanzar alertas y emitir recomendaciones sobre las prácticas a adoptar, sino que pronto se pondrán en competencia ya que todos al mismo tiempo van a dirigirse a las únicas industrias capaces de abastecerlos de medicamentos, equipos y sistemas de salud para combatir el Covid-19. Esta competencia será aguda y feroz en la medida en que, finalmente, la «mundialización» del capital habrá operado también en el seno de estas industrias, provocando su deslocalización y la concentración en ciertos «Estados emergentes» (China e India en particular), privando a numerosos Estados (incluso en Europa) de todos estos recursos en su propio territorio, y se darán cuenta en ese momento de hasta qué punto este proceso, que también fue alentado por las políticas neoliberales de restricciones presupuestarias, las volvió dependientes y precarias en lo que respecta a su seguridad sanitaria.

En tercer lugar, la crisis actual pone en tela de juicio el modelo de desarrollo inherente al modo de producción capitalista en la medida en que, sobre todo por su productivismo y su carácter global incontrolable, su orgullo desmesurado en definitiva, sólo puede destruir el ecosistema planetario. Pues, como en otras patologías anteriores, más o menos graves, en particular el VIH/SIDA (que apareció en 1981), el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) que se manifestó entre noviembre de 2002 y julio de 2003 (provocado ya por un coronavirus), la gripe aviar en 2004 debido al virus H5N1, La gripe A (debida al virus H1N1) en 2009, la gripe aviar A (debida al virus H7N9) que apareció en 2013, el Covid-19 parece haber desencadenado una transmisión entre los espacios animales y la especie humana, lo que pone en tela de juicio las condiciones sanitarias de ciertas explotaciones (especialmente en Asia, pero también en Europa: cf. el episodio de la encefalopatía espongiforme bovina responsable de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob) y, sobre todo, las invasiones destructivas de ciertos medios forestales tropicales y otros biotopos naturales, debido a la presión que ejercen sobre ellos la agricultura y especialmente la ganadería, la industria extractiva, la concentración y la extensión urbanas, la extensión de las redes de transporte por carretera, el desarrollo del turismo de masas, la creación de parques de animales, etc. Estas invasiones favorecen la virulencia de ciertos microbios (bacterias, virus, parásitos) y su transmisión desde la especie animal, sobre la que pueden ser benignos, a la especie humana, sobre la que son o se vuelven patógenos, sobre todo porque esta transmisión va a menudo acompañada de su mutación: el lentivirus del macaco se convirtió así en VIH [11]. Sin mencionar el hecho de que los riesgos de mortalidad de Covid-19 se ven visiblemente incrementados por toda una serie de males causados por la «civilización» capitalista (sedentarismo, sobrepeso y obesidad ligados a la comida basura, contaminación del aire, resistencia bacteriana a los antibióticos debido al consumo excesivo de los mismos, etc.). En estas condiciones, la recurrencia acelerada en los últimos decenios de este tipo de patologías, que pueden adquirir un carácter pandémico, puede explicarse y suscita el temor de que la actual pandemia no sea más que un presagio de lo que nos espera si no ponemos fin a la carrera hacia el abismo a la que nos ha llevado el capitalismo.

3. Por ahora, es obviamente difícil y en parte, aventurado tratar de predecir lo que sucederá una vez que la actual pandemia haya sido contenida, si es que puede ser contenida. Porque todo dependerá del estado demográfico, económico, social, político, psicológico, etc., de las formaciones sociales que hayan sido afectadas. Este estado variará en primer lugar según la duración de la pandemia y la eficacia de las estrategias sociales y sanitarias aplicadas para frenarla. Este ejercicio prospectivo es, sin embargo, necesario si no queremos volver a estar expuestos a este tipo de acontecimientos.

Cualquier ejercicio de este tipo conduce a una distinción entre diferentes escenarios posibles. Suponiendo que el equilibrio de poder entre capital y  trabajo será el factor clave para determinar lo que sucederá entonces e incluso  a partir de ahora y hasta entonces, es posible distinguir tres escenarios, entre los cuales, obviamente, no podemos excluir las combinaciones parciales. Estos escenarios deben ser entendidos como situaciones modeladas, en función de las cuales debe ser posible interpretar los acontecimientos actuales y los que probablemente ocurran en los próximos meses, pero que, contrariamente, esos acontecimientos deberán permitir que se clarifiquen y modifiquen a medida que se desarrollen. Por lo tanto, sólo facilitarán claves para la comprensión si se utilizan de manera flexible.

Escenario 1: la reanudación neoliberal de los negocios como de costumbre

Presupone que las relaciones de fuerzas entre el capital y el trabajo seguirá siendo cómo lo ha sido globalmente en las últimas décadas, es decir, fundamentalmente favorable al capital. Y ésta es claramente la perspectiva en la que se han situado los gobiernos actuales, que ya han puesto en marcha los medios necesarios para ello.

Los gobiernos se hacen eco o incluso anticipan la demanda de los empresarios capitalistas, su prioridad es la reactivación de la «economía», es decir, del proceso de producción y circulación del capital, permitiendo la reanudación de la valorización y de la acumulación de este último a gran escala. Esto supone obligar a los trabajadores a regresar lo más rápida y masivamente posible a sus lugares de explotación; y las presiones en este sentido, que no han cesado desde el comienzo de la pandemia, aumentarán a medida que la pandemia retroceda. Las presiones se harán efectivas mediante el cese de las indemnizaciones por desempleo técnico, establecidas precisamente para permitir que la «economía» se reanude lo antes posible después del «bache» que experimenta actualmente, y la amenaza de despido para los más recalcitrantes.

Sin embargo, este reinicio no puede ser simplemente un regreso al status quo anterior. Por una parte, a pesar de las medidas de apoyo a la tesorería de las empresas (mediante el aplazamiento o incluso la anulación parcial de los impuestos y las cotizaciones a la seguridad social y la cobertura estatal de las indemnizaciones de desempleo parcial) y la apertura de amplias posibilidades de préstamo, algunas de ellas garantizadas por el Estado [12], muchas empresas, y no sólo las PYMES más expuestas, pueden llegar a la quiebra, y para muchas otras será muy difícil debido a la ruptura de las relaciones inter empresariales (ascendentes y descendentes de cada una) que estas quiebras conllevan. Esto se va a traducir en una mayor concentración y centralización de los capitales en todos los sectores y ramas, cuya participación en la «economía» va a aumentar, pero también en un aumento de su tasa de ganancia, debido a la desaparición de una parte del capital en funciones, que actualmente se encuentra en un estado de sobreacumulación. Sin embargo, las perspectivas de inversión se verán afectadas por la devaluación de su capital que los inversores institucionales acaban de registrar en el mercado de valores, lo que los hará más cautelosos y más exigentes en cuanto a la garantía del rendimiento de la inversión. El resultado general será un aumento del desempleo, que no se compensará totalmente con la reanudación del consumo (productivo e improductivo) que seguirá al final del confinamiento, y que desequilibrará aún más las relaciones de fuerza en el mercado laboral a favor del capital.

Por otra parte, las empresas que logren salir de esta crisis, sabiendo que precisamente para salir de ella, tratarán de aumentar la explotación de la mano de obra, jugando principalmente con la duración e intensidad de la jornada laboral, ya que el aumento de los beneficios de la productividad se ha ido desacelerando constantemente en los últimos decenios [13]. Para ello, podrán obviamente aprovechar el aumento del desempleo y utilizar aún más el chantaje del despido; pero también podrán beneficiarse del apoyo del gobierno en forma de un endurecimiento de las condiciones legales de empleo, trabajo y remuneración. En Francia, por ejemplo, podrán contar con todas las medidas de derogación de lo que queda del Código del Trabajo que se adoptaron en virtud de la ley por la que se instituye el «estado de emergencia sanitaria», que puede prorrogarse y convertirse en «estado de emergencia económica». Estas derogaciones se refieren a «facilitar el uso de la actividad parcial; la posibilidad de autorizar al empleador a imponer o modificar las fechas de disfrute de una parte de las vacaciones remuneradas dentro del límite de seis días laborables, mediante la derogación de los períodos de notificación previa a despido, o a imponer o modificar unilateralmente las fechas de los días de reducción de la jornada laboral (según lo prevé la ley sobre las 35 horas/semana: NdT), los días de descanso previstos en los acuerdos sectoriales y los días de descanso asignados a través de la cuenta de ahorro de tiempo de los asalariados; la autorización otorgada a las empresas especialmente necesarias para la seguridad nacional o la continuidad de la vida económica y social a que se aparten de las normas de orden público y de las estipulaciones relativas a los horarios y duración de la jornada de trabajo, el descanso semanal y el descanso dominical; excepcionalmente, se podrán modificar los plazos y las condiciones de pago en el marco del régimen de participación en los beneficios o de la prima de poder adquisitivo excepcional» [14]. Cabe señalar que hasta la fecha (15 de abril) aún no se ha publicado el decreto en el que se especifican los sectores en los que no deben aplicarse esas derogaciones.

Por último, la crisis económica que acompaña a la crisis sanitaria no sólo habrá afectado el circulante de las empresas: también habrá deteriorado brutalmente el estado de las finanzas públicas, tanto por el aumento de los gastos provocado por los planes de apoyo a la «economía» [15] como por la contracción de los ingresos fiscales vinculados a la ruptura de una parte de esa misma «economía» (en particular el impuesto sobre el capital y los impuestos indirectos sobre el consumo) [16], provocando un déficit público adicional [17], cubierto como de costumbre por el recurso al endeudamiento. Esto ya ha dado lugar a un fuerte aumento de los tipos de interés de los préstamos públicos anteriormente orientados a la baja, incluso de cero por ciento en algunos casos, que los principales bancos centrales han tratado de prevenir y limitar mediante una nueva ola de flexibilización cuantitativa [18]. De ahí también la reactivación de los proyectos de eurobonos (llamados también covibonos): Esto significa que todos los países de la UE (Unión Europea) emiten títulos de crédito a través del BCE [Banco Central Europeo], poniendo así en común esta deuda pública adicional para ayudar a los Estados miembros más afectados por la pandemia, cuyas condiciones de préstamo en los mercados financieros son también las menos favorables (Italia, España, Portugal); que tanto Alemania como los Países Bajos, Austria y Finlandia, como de costumbre, han rechazado por el momento, dando prioridad a su soberanía nacional en una operación que habría representado un paso adelante en el camino hacia la creación de un Estado federal europeo. [19]

En este primer escenario, el deterioro de las finanzas públicas se traduciría casi seguramente en una intensificación de la política de austeridad aplicada anteriormente por los gobiernos, que implicaría tanto un aumento de los impuestos y las cotizaciones sociales sobre el trabajo y el consumo final como una reducción del gasto público, empezando por recortes claros en los presupuestos destinados a cubrir las necesidades sociales más básicas: vivienda, transporte, educación e incluso salud. La crisis que estamos viviendo, que es el resultado de décadas de subinversión pública en la salud puede no alterar las tendencias anteriores en este ámbito, si nos atenemos, por ejemplo, al estudio que acaba de presentar la Caisse des dépôts et consignations (Institución financiera pública “de interés general”), que prevé recurrir a la colaboración público-privada para suplir la falta de inversión pública en los hospitales [20]. O si nos fijamos en las declaraciones del director de la Agencia Regional de Salud de la Región del Gran Este [Noreste de Francia], quien indica que, una vez que la pandemia haya terminado, será necesario continuar el plan de ahorro previsto para los hospitales de Nancy mediante el recorte de 598 puestos de trabajo y 174 camas. [21] La misma orientación aberrante en Suiza donde, en medio de la crisis de Covid-19, el Consejo Federal planea una reducción de los ingresos de los hospitales entre cinco a seiscientos millones de francos [22].

Para completar el cuadro, para evitar que cualquier movimiento social se oponga al restablecimiento del estado anterior y de la dinámica catastrófica, lo que implica considerar como definitivas las consecuencias sociales de la crisis sanitaria y que los gobiernos en el poder queden exentos de toda responsabilidad en esta materia, estos últimos podrían contar siempre con el mantenimiento o incluso el endurecimiento del régimen de restricción de las libertades públicas establecido para hacer frente a la pandemia, ante el que el propio Syndicat de la magistrature (un sindicato de jueces] expresó su preocupación en Francia [23]. Y sin duda sabrán aprovechar la nueva tolerancia a la vigilancia generalizada facilitada por el confinamiento, con la vigilancia de los espacios públicos por medio de drones y sensores de calor y los movimientos individuales por medio del seguimiento de los teléfonos móviles. El «Gran Hermano» se convertiría en un compañero intruso e inevitable tan pronto como salgas de tu casa. Si pudieran, completarían al mismo tiempo los cambios introducidos en la lucha contra este otro enemigo invisible, el llamado «terrorismo», que ya permitió una restricción crónica de las libertades públicas y el avance hacia un poder panóptico de vigilancia, control y represión.

Por último, podrían contar también con los efectos persistentes del estado psíquico creado por esta pandemia y por las medidas de contención impuestas para combatirla: la autodisciplina para aceptar el estado de excepción como forma normal de gobierno; la actitud de desconfianza hacia los demás, así como hacia uno mismo como posibles fuentes de amenaza (factor de infección), expresada a través de la distanciación, de los «gestos barrera», del uso de guantes y máscaras y por último y más profundamente, por una pérdida de confianza en el mundo. No hablemos del trauma sufrido por quienes han perdido a uno de sus seres queridos, sin haber podido siquiera recogerse ante sus restos, un rito que es sin embargo necesario para cualquier trabajo de duelo. Todos estos son elementos que no favorecen el desarrollo de la movilización colectiva.

En resumen, este primer escenario sería algo así como la secuencia que vimos al final de la crisis financiera de 2007-2009, conocida como la crisis de las hipotecas de alto riesgo, de las subprime. Entonces, el hecho que la crisis haya cuestionado los dogmas neoliberales habrá sido una oportunidad para que los gobiernos los reafirmen autoritariamente, argumentando que la crisis no fue resultado de su aplicación sino, por el contrario, de las insuficiencias de esa misma aplicación, que por lo tanto debe continuarse y recrudecerse [24]. Fieles a la «estrategia de choque» (Naomi Klein) que siempre ha tenido éxito hasta ahora, no cabe duda de que «nuestros» gobiernos tratarán de aprovechar el choque económico, financiero, social y psicológico de la actual crisis (sanitaria) para prolongar y reforzar la aplicación de esas políticas, tratando así de ocultar y de hacer olvidar la responsabilidad en el desencadenamiento y la gestión calamitosa de esta crisis de esas políticas y de quienes los administraron.

Está claro que los puntos débiles de tal escenario son múltiples. Aparte del hecho de que nada garantiza que los que están en el poder puedan controlar fácilmente a los movimientos sociales que nacerían de su propia implementación, a menos de adoptar formas de gobierno dictatoriales (como ya es el caso de Hungría), esta hipótesis pasa por alto especialmente los dos últimos desafíos que la actual pandemia plantea al poder capitalista y que han sido mencionados anteriormente. No contribuiría a remediar la contradicción inherente a la transnacionalización del capital que ya he señalado, que pone exclusivamente bajo la responsabilidad de los Estados-nación la (re)producción de las condiciones generales de esta relación social, mientras que la misma se extiende día a día más allá de sus fronteras y de su espacio de soberanía. En cuanto al hecho de que la pandemia actual aparece como un desarrollo particular, pero particularmente agudo, de la catástrofe ecológica mundial en la que el modo de producción capitalista ha comprometido a toda la humanidad, la aplicación de políticas neoliberales sería tanto más indiferente a dicha catástrofe cuanto que, por definición, se trata de políticas totalmente ciegas a las «externalidades negativas» del proceso de producción capitalista. [25] En otras palabras, la realización de un escenario como éste abriría de par en par las puertas a la reaparición de tales crisis a corto o mediano plazo, incluso a escalas aún mayores.

Escenario 2: Un giro neo-socialdemócrata

La gestión calamitosa de la crisis sanitaria por parte de los gobiernos, que probablemente se prolongue o que incluso se agrave cuando se levanten las medidas de confinamiento, las medidas de austeridad que tal vez adopten para reactivar la «economía», los intentos de reactivar y de ampliar el programa de «reformas» neoliberales que pautaron la agenda antes de la presente crisis, todo ello puede provocar, por reacción, que los movimientos sociales les pidan cuentas de su responsabilidad en este asunto y los obliguen a cambiar sus orientaciones anteriores. Estos movimientos podrían apoyarse fácilmente en el descrédito de esos mismos gobernantes, fruto del espectáculo de su ineptitud, de la cólera y las frustraciones generadas por el encierro, del deseo de encontrar a los responsables y culpables de este enorme fiasco, un descrédito que podría repercutir sobre todas las políticas neoliberales anteriores, cuyo carácter nocivo e incluso criminal ha quedado demostrado a gran escala por la crisis sanitaria ocasionada por el deterioro del servicio de salud pública, del que estas políticas son directamente responsables.

No cabe ninguna duda de que los trabajadores de la salud estarían en la primera línea de tales movimientos, en particular los de los hospitales públicos, que a lo largo del último año han denunciado constantemente el desmoronamiento del sistema de salud, obteniendo como única respuesta, en el mejor de los casos, el desprecio de sus irresponsables superiores, cuando no los gases lacrimógenos y las porras [de la policía] y que, arriesgando sus vidas, han estado y están en la primera línea de la lucha contra la pandemia. Esperamos que sean apoyados por todos aquellos que se han salvado gracias a sus esfuerzos, junto con sus familiares y allegados; pero también por todos aquellos que han perdido a uno de sus seres queridos en condiciones indignas, cuando otra política de salud pública podría haberlos salvado y más globalmente, por todos aquellos que habrían tomado conciencia en esta ocasión de la necesidad de movilizarse para detener tal destrozo [del sistema de salud]. Y ciertamente serían apoyados por todos los investigadores que han visto sus investigaciones sobre los virus literalmente arruinadas voluntariamente por las restricciones presupuestarias. [26].

También es de esperar que el confinamiento haya hecho que la insuficiencia cuantitativa y cualitativa de las viviendas sociales y, más en general, las condiciones de alojamiento, sobre todo en las zonas urbanas, sean de ahora en adelante inaceptables para un gran número de personas, y que les haga tomar conciencia de la necesidad de adoptar un plan de construcción y renovación masiva [de viviendas]. Sin mencionar siquiera las condiciones miserables e indignas en las que los presos [27], los detenidos en centros de detención administrativa [28] y los internados por razones psiquiátricas [29] han sido confinados en Francia y sin duda en otros lugares del mundo. Afectados tanto ellos como sus parientes y las personas que los apoyan.

Por supuesto, es difícil predecir en qué perspectivas políticas globales podrían desembocar esos movimientos sociales, si se produjeran. En todo caso, llevarían a una alteración del equilibrio de fuerzas entre el capital y el trabajo. El alcance y la duración de esa alteración dependería obviamente del grado de su radicalidad y, por lo tanto, de su orientación dominante.

Esto nos lleva a prever un segundo escenario que conduciría a un nuevo compromiso entre el capital y el trabajo del mismo orden que el que puso fin, en los años 1930 y 1940, a la crisis estructural que el capitalismo había atravesado entonces y a las luchas sociales y políticas, tanto nacionales como internacionales, que lo acompañaron, compromiso que se suele calificar de fordista o socialdemócrata. Con el fin de volver a poner en pie el capitalismo y al mismo tiempo, cambiar considerablemente su modo de funcionamiento, la realización de este segundo escenario exigiría que se abordaran de un modo u otro los diversos desafíos que plantea la crisis actual, que se han detallado anteriormente. Esto supondría una combinación de grandes cambios a lo largo de tres ejes diferentes.

En primer lugar, una clara ruptura con las políticas neoliberales. Entre los principales puntos de ruptura debería haber, por un lado, una distribución más favorable para los trabajadores del valor agregado mediante la creación de empleo y un aumento generalizado y sustancial de los salarios reales, además de los salarios indirectos en lugar de los directos. Por otra parte, en relación con el punto anterior, debería haber un aumento del gasto público en protección social, servicios públicos (dando prioridad a la educación y a la salud) e instalaciones comunitarias (especialmente viviendas sociales). Por último, y como consecuencia de los dos puntos anteriores, sería necesario un cambio profundo de las contribuciones obligatorias (impuestos y cotizaciones sociales), lo que implicaría en particular una reducción de la fiscalidad directa (CSG: contribución social general) e indirecta (IVA y otros impuestos sobre el consumo) sobre los salarios, así como un aumento de los impuestos sobre las empresas (impuesto a las sociedades), las rentas altas (mediante la reintroducción de tramos superiores del impuesto sobre la renta) y los grandes patrimonios, atacando tanto su posesión (mediante la reintroducción y el aumento del impuesto sobre el patrimonio) como su transmisión. [30].

La inflexión del equilibrio de poder entre capital y trabajo pasaría, en segundo lugar, por una «desmundialización» parcial del proceso inmediato de reproducción del capital. Ello implicaría, en primer lugar, definir un campo de soberanía económica nacional [31], es decir, un conjunto de sectores o ramas cuyo control por parte del Estado se considera estratégico desde el punto de vista de la seguridad de su población; dicho campo debería incluir, como mínimo, además de la industria alimentaria, la vivienda social, la atención sanitaria [32], la educación y la investigación científica. Esto podría implicar, por lo tanto, la (re)nacionalización de las empresas situadas en posición de monopolio u oligopolio en cada uno de los sectores o ramas precedentes (en primer lugar las industrias farmacéuticas); más ampliamente, la estrecha subordinación de todas las empresas que operan en estos sectores y ramas a normas capaces de garantizar dicha soberanía, en lo que respecta a sus decisiones sobre inversión o desinversión, investigación y desarrollo, y la afectación de sus ganancias. Y para completar el cuadro, no debemos olvidarnos de gravar a todas las empresas transnacionales de tal manera que se limiten drásticamente sus operaciones de optimización fiscal y de evasión de impuestos, gravándolas en la debida proporción a las operaciones que realizadas sobre el suelo nacional.

En tercer lugar, inspirándose en los proyectos del Green New Deal [33], habría que poner en marcha un plan de inversiones públicas masivas para luchar contra la catástrofe ecológica, centrándose en primer lugar en el calentamiento global y la degradación de la biodiversidad, que implicaría en particular: la ayuda al desarrollo de las energías renovables, el aislamiento térmico de los edificios privados y públicos, el desarrollo de los transportes públicos, especialmente en las zonas rurales y suburbanas, la reconversión de la agricultura en agricultura biológica y los circuitos de distribución cortos, etc.

Surge entonces una primera cuestión: las condiciones subjetivas para ese escenario, es decir, qué fuerzas sociales y políticas podrían hacerse cargo de tal proyecto y programa reformista y, en caso afirmativo, cómo podrían unir sus fuerzas con este fin. Por el momento, ningún movimiento social o formación política constituida, con capacidad para gobernar, aboga por un programa de este tipo. No hay nada de eso en los demás partidos llamados socialistas, socialdemócratas o laboristas, que sin embargo podrían renovarse útilmente en esta ocasión, porque están empantanados y diluidos en su anterior carrera -con vergüenza o con descaro- hacia el neoliberalismo [34]. Tampoco hay nada de esto en las formaciones ecológicas. Europa Ecología los Verdes [Partido ecologista francés] sigue denunciando las causas inmediatas de la crisis sanitaria [35] y reduce el Green New Deal a «un sistema fiscal más redistributivo: un sistema fiscal as grandes fortunas y para las compañías de seguros que obtienen beneficios indebidos durante el período de confinamiento» [36].

Incluso las propuestas presentadas por la Convención de Ciudadanos por el Clima [esta Convención reúne a 150 ciudadanos franceses designados por sorteo] resultan mínimas [37]. Después de haber observado con razón que «la pérdida de la biodiversidad y la destrucción de los medios naturales son testigos de la crisis ecológica, y son también factores importantes en la crisis sanitaria actual» y que «la multiplicación del comercio internacional y nuestros estilos de vida globalizados son la causa de la rápida propagación de la epidemia», la Convención espera simplemente que «el fin de la crisis, preparado por los poderes públicos, no se haga en detrimento del clima, de los seres humanos y de la biodiversidad», se limita a sugerir que «se emprendan importantes obras para reducir la dependencia de Francia de las importaciones, promover el empleo en Francia y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero» y a recordar «la necesidad de reubicar las actividades de los sectores estratégicos para garantizar nuestra seguridad alimentaria, sanitaria y energética», así como «la importancia de la solidaridad internacional para una acción eficaz». En resumen, buenas intenciones sin un plan preciso para llevarlas a cabo.

Por el momento, sólo se oyen unas pocas voces a favor de las propuestas anteriores. Voces dispersas que están lejos aún de constituir un coro. Por lo tanto, sería necesario contar con la movilización colectiva prevista anteriormente para que puedan amplificarse y unificarse.

Algunas organizaciones sindicales se han situado ya en una perspectiva reformista. La CGT [Confederación General del Trabajo], por ejemplo, le mandó una carta abierta al Presidente de la República en la que le pide que cambie toda su política anterior presentando las siguientes propuestas:

«Reubicación de actividades, en la industria, la agricultura y los servicios, que permita establecer una mayor autonomía en relación con los mercados internacionales y recuperar el control sobre los métodos de producción e iniciar una transición ecológica y social de las actividades.

Reorientación de los sistemas productivos, agrícolas, industriales y de servicios, para hacerlos más justos socialmente, capaces de satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones y centrados en la restauración de los principales equilibrios ecológicos.

Establecimiento de un apoyo financiero masivo a los servicios públicos, cuyo estado desastroso se revela de manera cruel a raíz de la crisis del coronavirus: salud pública, educación pública e investigación, servicios para las personas en situación de dependencia…

Reexaminar las normas tributarias internacionales para combatir eficazmente la evasión fiscal y hacer participar más a los más ricos, mediante una fiscalidad ambiciosa y progresiva sobre los bienes y los ingresos».  [38].

No hay que dejar de lado la posibilidad que, por parte de algunos gobernantes, tales propuestas puedan ser escuchadas y adoptadas en parte. Fue el propio Emmanuel Macron quien, después de lamentar la «barbaridad de dinero» que costarían las ayudas sociales mínimas y de haber manifestado claramente su voluntad de poner las cosas en orden, responsabilizando a los cotizantes de la seguridad social [39], descubrió repentinamente que «la asistencia sanitaria gratuita y sin condición de ingresos, trayectoria o profesión y nuestro Estado de bienestar no son costos o cargas sino bienes preciosos, bienes indispensables cuando golpea el destino» [40]. E incluso la repentina revelación de Angela Merkel sobre el carácter nocivo de las políticas neoliberales en Alemania: «Aunque este mercado [el de las máscaras protectoras] se encuentra actualmente en Asia, es importante que extraigamos de esta pandemia la experiencia de que también necesitamos una cierta soberanía, o al menos un pilar para llevar a cabo nuestra propia producción», en Alemania o en Europa, defendió. [41] Ciertamente, sabemos por experiencia el valor de las declaraciones hechas en situaciones de caos como la actual por los dirigentes que son culpables de aquello que prometen hoy remediar, antes de volver a sus prácticas pasadas después de que la crisis haya terminado. Pero no es menos significativo que los «pioneros» del neoliberalismo puro a nivel europeo se hayan dejado llevar ya hayan hecho tales declaraciones.

Pero esta perspectiva reformista plantea una segunda cuestión: la de sus condiciones objetivas de posibilidad, es decir, los obstáculos y límites que su realización encontraría en el estado actual del modo de producción capitalista. Dos de estos límites son inmediatamente obvios. Por una parte, el reequilibrio de la distribución del valor agregado en favor de los salarios y en detrimento de los beneficios, acompañado por un aumento de los gravámenes obligatorios para financiar tanto la mejora de los equipos colectivos y los servicios públicos como el plan masivo de inversiones públicas en favor del Green New Deal, medidas que ciertamente tienen elementos comunes y en parte se superponen, se enfrentarían a la tendencia a la baja de los aumentos de productividad antes mencionada. En otras palabras, el aumento de la productividad probablemente ya no sería suficiente para financiar la revalorización del capital (mediante ganancias), los aumentos de los salarios reales y el aumento del gasto público en un amplio programa de inversión social y ambiental. En resumen, hay una especie de triángulo de incompatibilidad entre estos tres objetivos.

Por otra parte, si un Green New Deal es capaz de mitigar los efectos ecológicamente desastrosos de una acumulación desenfrenada de capital y, por tanto, de frenar la dinámica de la catástrofe ecológica mundial así generada, es completamente incapaz de resolver la contradicción entre la necesaria reproducción ampliada del capital (su acumulación), que no conoce límites, y los límites del ecosistema planetario. Para decirlo de manera diferente y más simple, puede haber capital verde pero no capitalismo verde [42]. También en este sentido, el capitalismo ha alcanzado sin duda alguna sus límites y el reformismo con él. Y si esto ocurriera, el giro neo socialdemócrata nos llevaría seguramente a un callejón sin salida a mediano plazo.

Escenario 3: abrir brechas en la perspectiva de una ruptura revolucionaria

Por lo tanto, puede concebirse un tercer escenario, aunque a priori parece incluso más improbable que el anterior. Parte de la hipótesis de que cuanto más profunda es la crisis del modo de producción capitalista, cuanto más manifiesta sus contradicciones irreconciliables y sus límites infranqueables, más crea las condiciones para la apertura de brechas a través de las cuales pueden avanzar las fuerzas sociales y políticas que luchan por una ruptura revolucionaria, que encuentran su base natural en los trabajadores (obreros y empleados, de todos los sectores y ramas), que hoy en día definen al proletariado.

Tal proceso ya está en marcha, en el corazón de esta crisis, aunque de manera embrionaria pero significativa. Demos algunos ejemplos. Contra la presión reforzada de los gobiernos y de los empleadores y su doble discurso, son los trabajadores quienes, mediante retiros espontáneos por razones de seguridad, mediantes paros o incluso por huelgas, han impuesto el cese de la producción o su continuación con la condición de respetar las normas de seguridad (distancia, uso de guantes y máscaras, desinfección de los locales, etc.), con el simple objetivo de preservar su salud y su vida [43]. Lo que han afirmado claramente es que en última instancia, son los únicos que mantienen el proceso de producción: son los que producen toda la riqueza social y también los que están en condiciones de detener la producción. Esta es la verdad fundamental que toda la ideología dominante en sus diversas facetas oculta constantemente en tiempos normales.

También ha quedado claro, en la práctica y en la conciencia reflexiva que la ha acompañado, que es necesario distinguir entre las actividades productivas estrictamente necesarias para el desarrollo de la vida social (salud, alimentación, servicios básicos: agua, gas, electricidad, etc.), y que han tenido que continuar en determinadas condiciones de seguridad, y las que son superfluas o incluso nocivas, de las que se puede prescindir o que incluso es conveniente dejar en suspenso (producción de automóviles, industria militar, astilleros – lista no exhaustiva). Aunque esto no sea fácil de implementar, visto como se entrelazan las actividades productivas en cualquier aparato de producción socializado [44], y precisamente porque no es fácil de implementar, esta distinción plantea la cuestión de qué es lo más importante que hay que evitar en un proceso de transición socialista, el aparato de producción existente debe mantenerse, al menos inicialmente y mediante su transformación, y lo que debe abandonarse inmediatamente o reconvertirse a fondo, como parte de una planificación de la producción basada en la necesidad y la urgencia de satisfacer las necesidades sociales más básicas. Esta reconversión ya ha comenzado: hemos visto empresas textiles que empiezan a fabricar mascarillas quirúrgicas, perfumerías que producen alcohol en gel, fabricantes de automóviles que desarrollan aparatos de respiración, etc. [45]

Bajo la presión de la necesidad, pero también bajo el efecto de la solidaridad entre «los de abajo», conscientes de la negligencia y la indiferencia de «los de arriba», hemos visto el establecimiento y el desarrollo, casi en todas partes, a nivel local, de prácticas y redes de ayuda mutua para hacer frente a las dificultades y problemas derivados del avance de la pandemia y de las medidas de contención, en particular en favor de los más desposeídos de estos expropiados, que son por definición proletarios: trabajadores precarios y desempleados, mujeres y niños víctimas de la violencia intrafamiliar, personas mayores aisladas, en viviendas insalubres y sin hogar, extranjeros indocumentados, refugiados, etc., etc. Según el caso y el lugar, se ha tratado de la preparación de canastas de alimentos; de colectas de alimentos, productos o ropa de protección e higiene, libros, DVD, etc.; de atención a domicilio; de lucha contra la soledad y el aislamiento; de creación de estructuras de apoyo escolar para niños confinados y necesitados; de requisición de habitaciones de hotel; de intervenciones en las prefecturas para obtener regularizaciones, etc. Estas acciones han sido tanto más coherentes cuanto que han podido apoyarse en colectivos o redes preexistentes, como las Amap [46], cuya utilidad ha quedado demostrada en un momento en que el abastecimiento de alimentos a los supermercados se ha vuelto problemático. La importancia de estas prácticas y redes se mide no sólo por sus efectos inmediatos en términos de solidaridad concreta, sino también por el hecho de que son oportunidades para poner de relieve y acusar las deficiencias actuales de los sistemas de protección social y más en general, de los poderes públicos, que provocan su estrangulamiento financiero a través de las políticas neoliberales y su estructura burocrática tradicional. Sobre todo, como elementos de la auto-organización popular, son otras tantas prefiguraciones de la autogestión generalizada que sería una sociedad liberada de todas las estructuras de explotación y dominación; y es por eso que merecen ser incluidos aquí. [47].

Por último, en un momento en que la «economía» está en gran medida estancada, en que los bienes y el dinero circulan con dificultad, en que la supervivencia depende menos del comercio que de la solidaridad interpersonal o asociativa y de la distribución a partir del Estado, han (re)aparecido los bienes gratuitos en todas partes. Movidos por el miedo a perder el contacto con sus clientes que están confinados en sus casas, los editores han empezado a ofrecer una parte (muy pequeña) de sus fondos de forma gratuita; varios productores de cine y diferentes plataformas de videos por suscripción han hecho lo mismo; etc. Por muy interesado y temporal que pueda ser este libre acceso, indica sin embargo lo que debería ser el acceso a la cultura en una sociedad liberada de las garras de la propiedad privada y del mercado: un servicio público gratuito al alcance inmediato de todos.

Entre los otros beneficios paradójicos del actual colapso de la economía capitalista está la espectacular caída de las diversas formas de contaminación que genera en su curso ordinario. La contaminación atmosférica ha disminuido en casi todo el mundo: en China [48], Europa [49], India [50]. Una disminución significativa de la contaminación acústica vinculada al tráfico automotor, que nos permite oír de nuevo el viento en el follaje y los cantos de los pájaros. Disminución de la contaminación publicitaria en la radio y la televisión. Casi desaparece la contaminación de las comunicaciones telefónicas no deseadas debido al cierre de los centros de llamadas. Todas estas son manifestaciones in vivo de que vivimos mejor sin el capitalismo, cuyo único obstáculo son las medidas de contención que nos sigue imponiendo, impidiéndonos aprovecharlas al máximo.

En resumen, en muchos sentidos, la crisis actual está abriendo brechas en el sistema de relaciones, de prácticas y de representaciones a través de las cuales se suele ejercer la dominación del capital, con su inevitable cuota de perjuicios, que dejan claro que otro mundo es posible, e incluso necesario y deseable, cuando esa dominación va a la quiebra, como está ocurriendo en gran medida en este momento. Son precisamente estas brechas las que, en la perspectiva de este tercer escenario, tendremos que tratar de ampliar a través de las luchas en curso, que van a retomar con más vigor cuando la dirección capitalista, tanto del gobierno como de la patronal, busque volver al statu quo ante.

La primera cuestión para estas luchas serán las condiciones en las que se reanudará la producción. El coronavirus responsable de la pandemia no habrá sido totalmente erradicado y en ausencia de vacunas, los trabajadores tendrán que luchar para imponer que esta reanudación se lleve a cabo en las condiciones que han logrado imponer hasta ahora: distinción entre las actividades socialmente necesarias y el resto; asegurar los espacios de trabajo (obras, talleres, oficinas) con el estricto cumplimiento de las normas de seguridad (distancia, uso de guantes y máscaras, desinfección de los locales, etc.), medidas que deberán extenderse a toda la población, ya sea activa o no. También deberán luchar contra los intentos de aumentar su explotación aumentando la duración y la intensidad del trabajo para permitir que el capital absorba algunas de las pérdidas (pérdida de ganancias, disminución de los beneficios y de las tasas de ganancias) que ha registrado durante la crisis, suspendiendo o incluso suprimiendo las disposiciones del Código del Trabajo sobre este tema: en una situación en la que el desempleo habrá aumentado debido a la quiebra de un gran número de empresas. La consigna «trabajar todos para trabajar menos y trabajar de otra manera» estará más que nunca en el orden del día. En otras palabras, si tenemos que arremangarnos para recuperar el terreno perdido, que sea en forma de contrataciones masivas, permitiendo una reducción del tiempo de trabajo para todos, y no sólo bajo la forma de una mayor explotación de los trabajadores que ya tienen un trabajo. En el mismo sentido, deberán imponer que los ingresos de los accionistas (dividendos) y los ingresos de los directivos (sus primas y extras) sean recortados o incluso se supriman para hacer frente a las dificultades de las empresas y se utilicen para relanzar las inversiones. Por último, para compensar la oleada de quiebras y despidos masivos que resultarán casi con toda seguridad del prolongado paro de la producción, los trabajadores tendrán que movilizarse para imponer la socialización, bajo su control, de las empresas cuya producción se considerará socialmente necesaria, haciendo aún más operativa la distinción anterior.

En segundo lugar, no hay que olvidar las lecciones de la crisis actual. Por el contrario, habrá que sacar las consecuencias, tanto en lo que se refiere a la necesaria reorganización del aparato productivo como a las orientaciones del gasto público. La prioridad es la de reconstituir un sistema de salud que incluya en particular : la cancelación de la deuda de los hospitales públicos; el fin de los subsidios a las clínicas privadas y la prohibición de los excesos de honorarios en la medicina urbana; un plan plurianual para contratar personal de enfermería, reabrir servicios y establecimientos, y asignaciones presupuestarias para la investigación, libre de toda tutela y dependencia capitalista; una nacionalización de los grandes grupos farmacéuticos y, más ampliamente, de todas las empresas productoras de equipos médicos; todo ello bajo el control de los trabajadores del sector y sus sindicatos, en asociación con la población directamente afectada por el tema, en su doble condición de contribuyentes y beneficiarios potenciales de este servicio público [51]. Objetivos que deberán imponerse mediante una prolongada movilización colectiva: huelgas, manifestaciones, ocupaciones, interpelaciones de dirigentes políticos, boicots, etc.

Más en general, está a favor de una inversión masiva en todos los equipamientos colectivos y servicios públicos que garanticen la satisfacción de las necesidades sociales más elementales: además de la salud, la vivienda, la educación, la investigación científica, puestos también bajo el control de los empleados de estos sectores y de sus organizaciones sindicales.

En tercer lugar, hay que aprovechar que la suspensión duradera de la «economía» ha puesto de manifiesto que, para satisfacer sus necesidades esenciales, la sociedad no sólo necesita un número limitado de empresas, equipamientos colectivos y servicios públicos, sino también una dirección del conjunto por parte del Estado, en total contradicción con los dogmas neoliberales, para exigir la consiguiente reconversión de todo el aparato productivo, pero esta vez bajo el control de los trabajadores y sus organizaciones sindicales. Y para conducir esta conversión, la expropiación de bancos privados, de compañías de seguros y de los fondos de inversión, sin compensación para sus accionistas, y su fusión en un organismo público de inversiones bajo el control de sus empleados y, de manera aún más amplia, de todos los ciudadanos invitados a un debate sobre las orientaciones prioritarias que deben darse a las inversiones en cuestión. [52].

Por último, tendremos que luchar para imponer una anulación pura y simple de todas las deudas públicas, junto con una reforma de los gravámenes obligatorios para gravar el capital, los altos ingresos y las grandes fortunas. Porque la deuda pública es simplemente el resultado de la acumulación de atrasos de impuestos y contribuciones no exigidos a las empresas y hogares que tenían ampliamente la capacidad de pagarlos, y por lo tanto la obligación de pagarlos, ya que han encontrado los medios para hacerse acreedores de los Estados con dinero que éstos no les han pedido. [53].

No se le escapará a nadie que cierto número de las líneas de acción a lo largo de las cuales se desarrollará este escenario de ruptura se superponen con algunos de los objetivos del escenario anterior, de corte reformista. Esto se debe a que, cuando se radicalizan, los objetivos reformistas pueden conducir a la apertura de brechas en el sistema existente y no sólo contribuir a su renovación bajo nuevas formas. Por ello he indicado anteriormente que el resultado de las movilizaciones colectivas de los próximos meses es incierto y dependerá esencialmente de su grado de radicalización.

Sin embargo, desde el principio, dos elementos distinguen este escenario de ruptura del anterior. Por una parte, la importancia que se debe otorgar a las iniciativas de base («la gente», los trabajadores, sus organizaciones) para promover nuevas prácticas y estructuras emancipadoras. Este tercer escenario pretende imponer medidas de «control popular» sobre la producción (su finalidad y modalidades: ¿qué se debe seguir produciendo? ¿qué se debe mantener? ¿qué se debe abandonar? ¿qué se debe requisar? ¿bajo qué condiciones?) para imponer su reorganización en el marco de una planificación democrática orientada en función de la definición de las necesidades sociales.

*****

En conclusión, se trata de no permitir que se pierda lo que hemos aprendido de esta crisis: la necesidad y la urgencia de salir del capitalismo… y la posibilidad de hacerlo. Necesidad y urgencia que se alimentan simplemente de la constatación de que, en la fase actual de su desarrollo, el capitalismo está cada vez más condenado a engendrar sólo muerte: la muerte biológica que registra el siniestro recuento del crecimiento diario de las víctimas de la actual pandemia, a la espera de que el empeoramiento del desastre ecológico de mañana nos enfrente a algo mucho peor; pero también la muerte social a la que están condenados los sobrevivientes por el confinamiento y la suspensión (¿por cuánto tiempo más?) de las libertades individuales y colectivas, a las que se someten con la esperanza de que la Parca no los alcance, obligando a algunos a vivir como ratas; y a veces la muerte psicológica para aquellos que no encuentran en sí mismos los recursos para afrontar este tipo de desastre y que se hunden en la depresión o recurren al suicidio.

En el último siglo, ¿cuántas veces se ha repetido la fórmula de Engels adoptada por Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie? Es hora de que tomemos conciencia de que la alternativa es hoy mucho más radical: se encuentra simplemente entre el comunismo y la muerte

Notas

[1] Gracias Roland Pfefferkorn et Yannis Thanassekos que me permitió, gracias a sus sugerencias y apuntes, de mejorar la primera versión del texto que le había presentado.

[2] El premio en la materia se lo lleva la República Popular de China, epicentro de la pandemia, negando su existencia, en momentos en que estaba aún en estado de epidemia, del 17 noviembre de 2019 (primer caso señalado en Wuhan, en China central) hasta el 20 de enero de 2020, llegando a encarcelar a principios de enero al doctor Li Wenliang, por “propagación de noticias falsas”, el mismo que había lanzado la voz de alerta y que falleció víctima del coronavirus el 7 de febrero. Cf. https://www.lemonde.fr/international/article/2020/04/06/il-ne-faut-pas-diffuser-cette-information-au-public-l-echec-du-systeme-de-detection-chinois_6035704_3210.html   mis en ligne le 6 avril 2020.

[3] Actual Primer ministro liberal-conservador de los Países-Bajos.

[4] Actual Primer ministro socialdemócrata sueco.

[5] Hasta el 15 de abril de 2020, Taïwan había contabilizado solamente seis muertos en una población de unos 24 millones de habitantes. En la misma fecha, Corea del Sur registraba 222 en una población de unos 51 millones de habitantes.

[6] Ejemplos de varios países en «Éphéméride sociale d’une épidémie », Covid-19 Un virus très politique, pages 37-81, https://www.syllepse.net/syllepse_images/articles/un-virus-tre–s-politique.pdf , 2e édition mise en ligne le 6 avril 2020.

[7] Esas órdenes contradictorias, la búsqueda de la difícil (o imposible) solución son objeto de reflexión de une serie de economistas venidos a socorrer la economía capitalista enferma; cf. Michel Husson, «Sur l’inanité de la science économique officielle: de l’arbitrage entre activité économique et risques sanitaires», http://alencontre.org/economie/sur-linanite-de-la-science-economique-officielle-de-larbitrage-entre-activite-economique-et-risques-sanitaires.html  publicado el 14-4-2020.

[8] Cf. «Introduction générale au devenir-monde du capitalisme», La préhistoire du capital, Lausanne, Page 2, 2006, pages 9-90, disponible en ligne http://classiques.uqac.ca/contemporains/bihr_alain/prehistoire_du_capital_t1/Prehistoire_du_capital_t1 Page2.pdf

[9] Cf. Kim Moody, « How “just-in-time” capitalism spread Covind-19. Trade roads, transmission, and international solidarity », https://spectrejournal.com/how-just-in-time-capitalism-spread-covid-19/ , publicado en línea el 8-4-2020.

[10] Incluso dentro de la Unión Europea, en la que la integración de los Estados-nación en un bloque de Estados ha ido más lejos, a tal punto de servir como ejemplo (o de modelo) a otras tentativas similares: el Mercosur, la CDEAO (Comunidad de Estados de África Occidental) y también la Anase (Asociación de Naciones de Asia del Sudeste). Basta con ver cómo Italia fue abandonada (durante semanas, recibió más ayuda de China, de Rusia e incluso de Cuba que de los otros Estados miembros de la UE) y las disputas de bajo vuelo actuales entre los Estados europeos sobre la compra de material básico, máscaras, por ejemplo; cf. https://www.lexpress.fr/actualite/monde/europe/requisition-et-indignation-partagee-la-guerre-des-masques-entre-la-suede-et-la-france_2122374.html  publicado en línea el 1-4-2020.

[11] Cf. Sonia Shah, « Contre les pandémies, l’écologie », Le Monde diplomatique, mars 2020 ; et Serge Morand, « Alors que la biodiversité s’éteint progressivement, les maladies infectieuses et parasitaires continuent d’augmenter », http://alencontre.org/societe/covid-19-et-biodiversite-alors-que-la-biodiversite-seteint-progressivement-les-maladies-infectieuses-et-parasitaires-continuent-daugmenter.html  ,18-4-2020.

[12] En Francia, la Ley de finanzas rectificativa votada por el Parlamento a mediados de marzo, elevó esta garantía a 300.000 millones de €.

[13] Cf. Michel Husson, « Le grand bluff de la robotisation », http://alencontre.org/societe/le-grand-bluff-de-la-robotisation.html  10-6-2016: también en http://hussonet.free.fr/robobluff.pdf .

[14] https://www.lemonde.fr/politique/article/2020/03/22/coronavirus-ce-que-contient-le-projet-de-loi-urgence_6034040_823448.html    23-3- 2020.

[15] En Francia: los 45.000 millones de € de ayudas económicas y sociales bajo formas de postergación de impuestos y de cotizaciones sociales, de fondos de ayuda a las PYMES, de pago de una parte del seguro de paro técnico, de seguro de paro mantenido para los beneficiarios cuyos derechos se habrían terminado en marzo, etc., anunciados el 17 de marzo, pasaron a ser de 100.000 millones de € el 9 de abril.

[16] En Francia, la Ley de finanzas rectificativa votada por el Parlamento a mediados de marzo estimó la baja en alrededor de 10.700 millones de €.

[17] En Francia, la Ley de finanzas rectificativa votada por el Parlamento a mediados de marzo, el déficit presupuestal en 2020 pasaría de 2,2% a 3,9% de PIB. Pero, desde el 10 de abril, el déficit previsto es estimado en 7,6% del PIB (nunca antes visto), lo que llevaría la deuda pública a 112% del PIB: https://www.lesechos.fr/economie-france/budget-fiscalite/exclusif-coronavirus-gerald-darmanin-et-bruno-le-maire-e-plan-durgence-revise-a-100-milliards-deuros-1193765  , 9-4-2020. La virtuosa Alemania no ha hecho mejor las cosas: el Bundestag votó una extensión presupuestaria de 156.000 millones de €, lo que representa un aumento del presupuesto federal de43% y el déficit presupuestario previsto sería de 4,3% del PIB, lo que pulveriza el dogma del equilibrio presupuestario practicado desde hace 5 años; cf. https://www.lesechos.fr/monde/europe/coronavirus-feu-vert-a-une-hausse-de-plus-de-40-du-budget-allemand-1189875  , 28-3-2020.

[18] El quantitative easing (flexibilización cuantitativa) consiste en compras masivas de obligaciones del Estado (títulos de crédito) en el mercado de valores, lo que reduce las tasas a las que los gobiernos pueden acceder a nuevos préstamos. Así, el Banco Central Europeo (BCE) anunció que se prepara para comprar nuevos títulos de deuda pública por un monto de 750.000 millones de euros y la Reserva Federal (el Banco Central de los Estados Unidos) por un monto de 1.500.000 millones de dólares. En resumen, se trata de una nueva forma de la vieja práctica de «hacer funcionar la fábrica de billetes»: emitir dinero sin ninguna consideración por la producción de valor, con evidentes riesgos de inflación.

[19] Sólo se consideró la aplicación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), cuya activación está condicionada a la aplicación de políticas de austeridad fiscal, mientras que debería practicarse todo lo contrario. Cf. Marco Parodi, «Le virus de l’Union européenne et le faux vaccin du comte Dracula», http://alencontre.org/europe/le-virus-de-lunion-europeenne-et-le-faux-vaccin-du-conte-draghula-1.html  ,10-4-2020.

[20] Cf. Laurent Mauduit et Martine Orange, «Hôpital public : la note explosive de la Caisse des dépôts», Médiapart, 1-4-2020.

[21] Cf. https://france3-regions.francetvinfo.fr/grand-est/meurthe-et-moselle/nancy/plan-economies-hopital-nancy-directeur-ars-grand-est-persiste-signe-je-fais-mon-boulot-1811946.html  misen lig ne le 5 avril 2020. Ce directeur a été limogé le 8 mars.

[22] Cf. http://alencontre.org/suisse/suisse-covid-19-et-hopitaux-encore-un-effort-pour-garrotter-les-hopitaux-et-epuiser-les-soignant%c2%b7e%c2%b7s.html   mis en ligne le 7 avril 2020.

[23] Cf. «Nos observations sur l’état d’urgence sanitaire», http://www.syndicat-magistrature.org/IMG/pdf/note_e_tat_d_urgence_sanitaire.pdf   mis en ligne le 23 mars 2020.

[24] Cf. sobre este aspecto : «Crise» dans La novlangue néolibérale. La rhétorique du fétichisme capitaliste, Page 2 & Syllepse, Lausanne & Paris, 2017.

[25] Una externalidad negativa es un perjuicio o daño producido por un agente económico sin que éste tenga que soportar el costo.

[26] Cf. Bruno Canard, “Al haber abandonado la investigación fundamental, hemos perdido mucho tiempo”, L’Humanité, 19-3-2020.

[27] Cf. https://oip.org/covid19-en-prison-lessentiel/   , 9-4-2020.

[28] Cf. https://www.defenseurdesdroits.fr/fr/actualites/2020/03/covid-19-face-aux-risques-de-contamination-le-defenseur-des-droits-demande-la  mis en ligne le 23 mars 2020.

[29] Cf. https://www.lesechos.fr/idees-debats/cercle/la-psychiatrie-victime-collaterale-du-covid-19-1191330  mis en ligne le 2 avril 2020.

[30] Los ejemplos anteriores se han tomado del caso francés. Sin embargo, las mismas orientaciones pueden aplicarse en diferentes Estados en función de las características específicas de sus sistemas fiscales y de gravámenes obligatorios.

[31] O continental, en el caso de la formación de un bloque continental de Estados que adopten las líneas directrices aquí expuestas, por ejemplo en el marco de la Unión Europea.

[32] Pues no es normal que un Estado (Francia o cualquier otro) haya pasado a depender para su abastecimiento de medicamentos y artículos de primera necesidad de cadenas transnacionales que su sistema de salud ya no controla, lo que da lugar a frecuentes escaseces, incluso mucho antes de la actual pandemia. Cf. http://www.rfi.fr/fr/%C3%A9conomie/20200306-coronavirus-approvisionnement-m%C3%A9dicaments-remise-cause  , 6-3-2020.

[33] Cf. Alain Lipietz, Green Deal. La crise du libéral-productivisme et la réponse écologiste, La Découverte, 2012 ; Naomi Klein, Tout peut changer : Capitalisme et changement climatique, Acte Sud, 2015 ; Naomi Klein, Plan B pour la planète ; le New Deal vert, Acte Sud, 2019. Para un estudio crítico del tema, cf. John Bellamy Foster, “Écologie. En feu, cette fois-ci», https://alencontre.org/ecologie/ecologie-en-feu-cette-fois-ci.html  19-12-2019.

[34] Sintomáticamente, los dos candidatos a la nominación demócrata para las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos que se referían seriamente al Green New Deal, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, fueron eliminados.

[35] https://eelv.fr/le-covid-19-nous-impose-de-modifier-profondement-notre-rapport-au-vivant/  mis en ligne le 11 avril 2020.

[36] https://eelv.fr/audition-par-le-premier-ministre-la-transition-ecologique-dans-la-justice-sociale-voila-le-chemin-a-suivre-pour-la-sortie-de-crise/   mis en ligne le 11 avril 2020.

[37] La contribution de la Convention Citoyenne pour le Climat au plan de sortie de crise, https://www.conventioncitoyennepourleclimat.fr/wp-content/uploads/2020/04/Contribution-de-la-CCC-au-plan-de-sortie-de-crise-1.pdf   mis en ligne le 9 avril 2020.

[38] Cf. https://www.cgt.fr/actualites/france/interprofessionnel/lettre-ouverte-de-philippe-martinez-au-president-de-la  mis en ligne le 7 avril 2020.

[39] https://www.youtube.com/watch?v=rKkUkUFbqmE 

[40] Discurso del12-3-2020.

[41] http://www.leparisien.fr/international/coronavirus-angela-merkel-appelle-l-europe-a-produire-ses-propres-masques-06-04-2020-8295051.php   mis en ligne le 6 avril 2020.

[42] Cf. Daniel Tanuro, L’impossible capitalisme vert, La Découverte, 2012 ; et l’article «Capitalisme vert» dans La novlangue néolibérale, op.cit.

[43] Para otros muchos ejemplos de tales movimientos en todo el mundo, cf. (una vez más) “Éphéméride sociale d’une épidémie”, op.cit.

[44] Lo que es el aparato de producción capitalista a pesar de que se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Este doble carácter, propiedad privada + producción social, forma parte además de las contradicciones fundamentales del proceso inmediato de reproducción del capital.

[45] Es cierto que la mayoría de estas reconversiones, no todas, sin embargo, se produjeron a raíz de iniciativas de la dirección capitalista, tanto que la valorización del capital es independiente de la naturaleza de las mercancías producidas. No es menos cierto que no podrían haber tenido lugar sin el conocimiento y la experiencia de los trabajadores de la base, lo que augura la capacidad de tales reconversiones bajo su dirección.

[46] Las Amap (Asociaciones para el Mantenimiento de la Agricultura Campesina, por nombres en francés) reúnen a pequeños productores agrícolas y consumidores en canales de distribución cortos, con el objetivo de preservar y desarrollar una agricultura socialmente justa y ecológicamente sana y sostenible.

[47] Cf. l’appel «Covid-Entraide» reproduit dans Covid-19 un virus très politique, op. cit. pages 100-101.

[48] «Los satélites ya han medido los cambios en China, donde la vigilancia de la NASA mostró que las emisiones de dióxido de nitrógeno se redujeron en un 30% en febrero de 2020». http://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-22-millions-de-personnes-pourraient-mourir-aux-etats-unis-si-le-coronavirus-nest-pas-maitrise.html     mis en ligne le 19 mars 2020.

[49] Cf. «Coronavirus : L’effet du confinement (et son impact sur la pollution en Europe) se voit aussi depuis l’espace»,  https://www.20minutes.fr/planete/2752615-20200401-coranavirus-effet-confinement-impact-pollution-europe-voit-aussi-depuis-espace  mis en ligne le 1er avril 2020.

[50] Cf. «Coronavirus en Inde : L’Himalaya vu à 200 kilomètres de distance grâce… à la baisse de la pollution», https://www.20minutes.fr/planete/2758103-20200409-coronavirus-inde-himalaya-vu-200-kilometres-distance-grace-baisse-pollution mis en ligne le 9 avril 2020.

[51] Pour un inventaire plus détaillé, cf. «Pour une socialisation de l’appareil sanitaire», https://alencontre.org/europe/france/covid-19-pour-une-socialisation-de-lappareil-sanitaire.html   mis en ligne le 18 mars 2020.

[52] Cf. Propuestas más detalladas en Sam Gindin, “Perspectivas socialistas. El coronavirus y la presente crisis”, https://correspondenciadeprensa.com/2020/04/19/estados-unidos-perspectivas-socialistas-el-coronavirus-y-la-presente-crisis/  , 19-4-2020.

[53] Cf. Véase el artículo “Dette publique” en La novlangue néolibérale, op.cit. es también la posición que defiende François Chesnais : “Pero existe una oportunidad histórica de transformar no sólo la suspensión de los pagos de la deuda pública, sino su cancelación, en una demanda común a los países industrializados avanzados imperialistas y de los países con un estatus económico colonial y semicolonial. Era inevitable que el peso de la deuda pública de los países avanzados abriera las puertas, a medida que la crisis se agrava, a la cuestión de su legitimidad y la necesidad de su cancelación o repudio”. https://correspondenciadeprensa.com/2020/04/15/analisis-la-economia-mundial-al-principio-de-la-gran-recesion-covid-19/   15-4-2020.

Traducción de Correspondencia de Prensa

Sociólogo, especialista del movimiento obrero y socialista, miembro del laboratorio de sociología y antropología de la Universidad del Franco Condado, Francia. Cofundador de la revista A Contre Courant.

Fuente:

http://alencontre.org/societe/covid-19-trois-scenarios-pour-explorer-le-champ-des-possibles-a-lhorizon-de-la-sortie-de-crise-i.html

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