Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2021/03/12/rompamos-todo/
Cómo establecer algunas críticas sin deslegitimar las luchas? ¿Cómo no dejarse desganar por una maquinaria que nos quiere tristes, desanimadxs y aisladxs?
Si algo conviene seguir levantando es la discusión sobre cómo queremos vivir – y cómo no queremos vivir- que los feminismos han logrado priorizar y que está mostrando que, sobre todo en la intimidad, ya no se soporta lo que antes sí se soportaba. Pero no nos alcanza y queremos más.
Muchas veces y más en estos tiempos, no se sabe identificar al enemigo. El enemigo asume múltiples formas y tiene esa odiosa capacidad de encarnarse en muchos cuerpos sin respetar géneros ni ideologías, razas ni clases. Asumimos como enemigos a las opresiones, al patriarcado, a la acumulación, a la propiedad, al capital, al Estado, a la competencia, al espectáculo, al individualismo, al ensimismamiento, a la inmovilidad… y muchas veces intentamos combatirlos en alianzas ya sean colectivas, ya sean íntimas. Sabemos que si algo resquebraja a los enemigos, son las alianzas. Y sabemos que queremos vivir de otras maneras.
Sabemos también que esta maquinaria sigue insistiendo en neutralizarnos. Y sigue teniendo todos los mecanismos íntimos y microscópicos para lograrlo. Está todo dado para que sigamos capturadxs. Y por eso insistimos.
Muchas veces registrar que algo está raro puede funcionar como señal de alerta para percibir ahí posibles capturas y buscar alianzas para liberarnos.
Pero qué difícil cuando vemos que se institucionalizan luchas paridas por la desesperación y el horror de asesinatos y muertes.
Parece que no sólo asistimos a la vieja lucha partidaria y de orgas en clave de quién tiene la bandera más grande y quién la pone más adelante o quién lleva el parlante con más sonido sino que pareciera que a eso se suma cierta banalización de la rabia con un show de performances que se repiten y multiplican: el simulacro de chicas golpeadas y muertas, el rojo sangre, el nylon, las bolsas negras, el baile de las chilenas, las coreos vestidas de negro… Quizás lo más genuino y que no repite la copia, sean los carteles de cartón o cartulina hechos a mano, con marcador, desprolijos o las remeras cortadas y escritas con lo que se tiene al alcance.
Aún así, aún con esto, quienes nunca asomaron antes a las calles y a las plazas, y ahora sí se animan a hacerlo, encuentran cierta potencia de ruptura y de salida de la interioridad del hogar, del ensimismamiento del dolor y del hartazgo y, sobre todo, de la intimidad de relaciones violentas.
Pero resulta difícil cuando ya tenemos cierto ejercicio de militancias no nublarse en las críticas y seguir viendo la frescura de lo que le sucede a quienes recién asoman a esto.
Difícil también no desanimarse con las repeticiones ya conocidas que vacían y resultan funcionales a que todo siga igual. Difícil además, evitar caer en la tentación del luchómetro, el feministómetro, el anarcómetro. En la tentación de arrogarse la capacidad de explicar y enseñar la buena forma (siempre moral) de cómo luchar y cómo vivir.
En la movilización del miércoles 17 de febrero ante el Femicidio de Úrsula, los pasacalles de La poderosa, entre muchos otros, insistían en el pedido de justicia feminista…
Sabemos que la justicia es de clase y de partidos, de raza y patriarcal. Que la mayoría de las veces es injusta y lenta. Que se compra y se vende. Que arruina vidas y que muchxs, ganan mucha mucha plata viviendo de ella. Que no logra evitar muertes evitables.
También sabemos que sana a quienes creen en ella, que algo le hace a esos dolores gigantes e insoportables. Que algo restituye en vidas violentadas que logran seguir viviendo sin dejarse arrasar. Quizás esa creencia encuadra, acota y con esa ficción inventada para organizar las sociedades, le pone peso de palabra mágica a simplemente una palabra, así, sin magia.
La mamá y el papá de Úrsula se reunieron con el presidente de turno y la ministra de mujeres, géneros y diversidades. Estuvo la foto. Se repitió el desfile de madres arrasadas. Hubo una concentración ordenada y correcta. Puntual, duró dos horas.
¿Será que la forma partido mezclada con la copia del espectáculo, acecha y lleva a la institucionalización de la rabia?
¿Puede ser que los partidos y estructuras democráticas de masas, en tanto que movimientos sociales institucionalizados, funcionen como la negación organizada de ese movimiento? ¿Es posible domesticar y encauzar la rabia?¿sirve de algo intentar encuadrarla? ¿Qué efectos provocan esos intentos? ¿Cómo quedamos ante ellos? ¿Será que muchxs ya no soportamos los tiempos que usan quienes creen en la construcción política partidaria? ¿Cuántas vidas más vale gobernar?
¿Será que el Ni una menos sabe que si el miércoles en qué asesinaron a Úrsula convocaban a movilizarse o decían “Rompamos todo”, podíamos romper todo? Si estamos decididxs a no permitir ninguna muerte más, ¿por qué hubo un titubeo y se convocó para una semana después del femicidio de Úrsula? ¿Por qué le damos tiempo a lxs gobernantxs y a la yuta para que se preparen a la vez que dejamos que nuestro fuego se apague?
Siempre se habla de las grandes gestas revolucionarias y combativas del pasado, de los movimientos de masas que arrancaron derechos a la fuerza ¿qué creemos que podemos ahora, en los tiempos que nos toca vivir? Más allá de reformas y ministerios creados, de proyectos y petitorios presentados, las cifras de femicidios siguen subiendo…
Si nos toca, si alguna vez nos desaparecen o nos matan, ya no queremos los bombos; muchxs, tampoco queremos que pidan justicia, mucho menos misas. Queremos que rompan todo.
Queremos una comparsa con batucadas con mínimos silencios y fuego, mucho fuego. Y madres que no desfilen, y que si hay que quemar al presidente, que lo quemen.
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