Para Cédric, por sus 15 años. Para que cuando crezca, siga luchando por un mundo para la vida
“Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las valijas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.
Albert Camus, La peste, Trad. Rosa Chacel, De Bolsillo, México, 2012, p. 255.
1. No me preguntes cómo pasa el tiempo, escribió alguna vez José Emilio Pacheco (1939-2014), cuando era todavía muy joven, a propósito de los años sesenta del siglo XX: “una época como no volverá a haber otra igual”. Así se han ido los últimos días, desde que la cuarentena comenzó: sin saber cómo pasa el tiempo. El martes 17 de marzo dio comienzo la reclusión masiva de la población en México. De pronto, los virus recordaron que, al igual que el capital, no tienen patria, y la historia universal existe pese a lo que digan los escépticos. La unificación microbiana del mundo, entre los siglos XIV-XVII, se hizo presente en 2020, unificando al planeta en torno a un enemigo invisible: el SARS-COV-2, el virus que genera el COVID-19, aparecido en la provincia China de Wuhan en los últimos meses del año 2019. Para aislar el virus, un cerco inmenso fue creado para encapsular a 11 millones de habitantes, pero éste migró por todo el planeta. Hoy día, con 174 muertos, 60% de la población mexicana (de un total de 127 millones) se encuentra enclaustrada.
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