Fuente: Iniciativa Debate/Armando B. Ginés
Muchas buenas gentes piensan que cuando lo más duro de la pandemia pase el mundo entrará en una fase irreversible de amor, solidaridad, armonía y coherencia. Está siendo tanto el dolor que confunden su generosidad con la creencia en la bondad infinita y natural del ser humano. Su postura moral extrema puede ser instrumentalizada con cierta facilidad por líderes y discursos provenientes del arco conservador o fascista. Tal moral benefactora desea tocar cuanto antes la piel de la desesperación, reclamando respuestas inmediatas: la sonrisa de un niño pobre, la gratitud de un indigente, el afecto de un inmigrante. Estas gentes buenas solo ven efectos individuales pero nunca se remontan a los orígenes de las desdichas: su extraordinaria entrega deja intacto el orden social.