Fuente: La Jornada/Bernardo Barranco 01.04.2020
La crisis desafía no sólo la dictadura del mercado, sino que altera la vida cotidiana global. En las grandes ciudades, se suspenden las actividades sociales y se posponen los ciclos educativos. Se prohíben actos que aglomeren multitudes en cines, teatros, museos, bares, restaurantes, estadios, escuelas e iglesias. Muchos centros urbanos lúdicos y bulliciosos se han fantasmalizado, como la imagen despoblada del Papa en el Vaticano.
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