Fuente: La Jornada/Alejandro Nadal 15.01.2020
La tragedia de Casandra, la hija del rey Príamo y Hécuba de Troya, no fue haber sido asesinada. Su verdadera maldición fue que, a pesar de tener el don de la profecía, ella estaba condenada a ser ignorada y, por tanto, nadie creía sus presagios. Cuando los griegos tendieron la trampa del caballo de Troya, ella fue la única que advirtió sobre el ardid y nadie le hizo caso.
El mundo parece hoy estar lleno de Casandras, que alertan sobre la inminencia de la próxima crisis del capitalismo global. A fuerza de escuchar tanta advertencia, la credibilidad se esfuma rápidamente. Tal parece que la maldición de Casandra renace todos los días.