Žižek: Guerra civil en Israel

Fuente: Amyra El Khalili                                                                    19.05.21

Žižek: Guerra civil en Israel

 “Lo que está sucediendo ahora en Israel es parte de una tendencia global. Bienvenido a la era post-covid”.

Por Slavoj Žižek*, en el blog de Boitempo

De tiempos en tiempos el gobierno de Eslovenia hace algo que me deja profundamente avergonzado de ser ciudadano esloveno. Fue lo que sucedió ahora. Como un gesto de solidaridad a Israel, el gobierno esloveno (juntamente con los de Austria y de la República Checa) ha decidido agregar a las banderas eslovena y europea izadas en los edificios oficiales también la bandera israelí. La explicación oficial es que Israel está siendo atacada por cohetes venidos de Gaza y necesita defenderse – nada del llamado más usual por contención mutua, apenas una atribución clara de culpa.

Pero la actual crisis no ha empezado con los cohetes de Gaza, empezó en Jerusalén Oriental, donde Israel está intentando, una vez más, expulsar familias palestinas. La frustración de los palestinos es fácil de comprender: por más de cincuenta años (desde la guerra de 1967) están presos en una especie de limbo en Cisjordania, desproveídos de identidad, en condición de refugiados en su propia tierra. Esa postergación es de interés de Israel; ellos quieren a la Cisjordania, pero no quieren anexarla directamente porque, en ese caso, tendrían que volver ciudadanos israelís a los palestinos de Cisjordania. Por eso la situación se arrastra – a veces interrumpida por negociaciones periódicas que un participante palestino ha sabido describir perfectamente con una imagen: ambas partes se sientan en lados opuestos de una mesa con una pizza en el medio, y mientras conversan sobre cómo dividir la pizza, uno de los lados sigue comiéndola sin parar… La situación palestina encontró su expresión más desesperada en una serie de ataque suicidas individuales contra judíos en Jerusalén hace algunos años – no había ningún movimiento colectivo o mente por detrás de ellos, tan sólo el horror de no tener perspectiva alguna de salida.

Cuando, para señalar su solidaridad a los palestinos que se manifestaban en Cisjordania, el Hamas empezó a lanzar cohetes en contra de Israel, ese acto (que debe ser condenado) ha servido muy bien a los intereses de Netanyahu. Fue el elemento que él necesitaba para transformar una protesta genuina y desesperada contra la limpieza étnica israelí en Cisjordania en un conflicto más entre Israel y el Hamas, en el cual Israel estaría simplemente respondiendo a los ataques de cohetes (aunque ahora el mismo Netanyahu tuvo que admitir que la agitación civil en Israel es una amenaza mayor que los cohetes venidos de Gaza).

Uno de los puntos focales de las protestas es la ciudad israelí de Lod, que cuenta con una fuerte presencia palestina. El alcalde de la ciudad llegó a comparar la situación a una “guerra civil”. Un reporte de The Guardian describe así el escenario, marcado por pandillas de ambos lados aterrorizando individuos, familias y comercios, inclusive con casos de linchamientos directos:

“Israelís judíos de extrema derecha, muchas veces armados con pistolas y operando a la vista de la policía, se han cambiado para regiones mixtas esta semana. En mensajes compartidas por un grupo supremacista judío online, los judíos han sido convocados a inundar Lod. ‘No venga sin instrumento de protección personal’, decía un mensaje.

Amir Ohana, el ministro de seguridad pública, ha estimulado prácticas de vigilancia, anunciando el miércoles que ‘ciudadanos de bien portando armas’ ayudaban a las autoridades. Esos comentarios han sido hechos después de un supuesto pistolero judío haber sido acusado de matar a un hombre árabe en Lod. El ministro, sin presentar cualquier evidencia, dijo haber sido en legítima defensa.”

El aspecto más peligroso de la situación es que la policía israelí parece estar dejando hasta la preocupación de se hacer pasar por un agente neutral de la ley y la seguridad pública – a veces llegan a aplaudir turbas de judíos que aterrorizan palestinos. En resumen, el estado de derecho está se desintegrando en Israel, por lo menos para sus ciudadanos palestinos que están cada vez más abandonados a su suerte, solos, imposibilitados de recorrer a cualquier agencia superior que podría intervenir cuando sufren algún ataque. Esa situación escandalosa es tan sólo una consecuencia de algo que viene sucediendo en Israel en los últimos años: la extrema derecha abiertamente racista (que quiere afirmar lo que denomina obscenamente de “soberanía total” de Israel sobre la Cisjordania y trata a los palestinos que ahí viven como intrusos indeseables) está siendo cada vez más reconocida como legítima y volviéndose parte del discurso político público. Esa postura racista siempre ha sido, claro, la base táctica de la política de Estado israelí: jamás admitida públicamente, era tan sólo la motivación secreta (aunque reconocida por todos) de la política de Israel, cuya posición oficial era (hasta recientemente) la de dos Estados y de respeto a las leyes y obligaciones internacionales.

Sin embargo, ahora que ese barniz de respeto a la ley se está disolviendo, no basta decir que llegamos a la realidad que siempre fue la verdad detrás de la apariencia. Las apariencias son esenciales, nos obligan a actuar de determinada manera, de modo que, sin la apariencia, la manera como actuamos también cambia. La distancia entre la apariencia y la realidad sombría por detrás de ella ha permitido que Israel se presentara como un Estado moderno de derecho, en contraste con el fundamentalismo religioso árabe, pero con la actual aceptación pública del racismo fundamentalista religioso, los palestinos son ahora una fuerza de neutralidad secular mientras Israel actúa como un Estado fundamentalista religioso.

El gran objetivo de los fundamentalistas judíos es reocupar el Monte, destruir la mezquita de al-Aqsa y substituirla por un nuevo Templo, como el que había antes de ser destruido por los romanos (no por los árabes). ¿Eso no recuerda lo que está ocurriendo en India, donde los nacionalistas hindúes quieren destruir mezquitas y levantar en sus lugares templos hindúes? Nos es sin motivo que India ahora disfruta de buenas relaciones con Israel: Narendra Modi está persiguiendo una homogeneización étnica semejante contra la minoría musulmana. El contexto más amplio de esa escalada de sucesos en Israel vuelve el cuadro aún más sombrío; primero en Francia, después en los EE. UU., un considerable grupo de generales y oficiales del ejército ha publicado una carta alertando contra la amenaza a la identidad nacional y al modo de vida de su país.  En Francia, la carta ataca la tolerancia del Estado contra la islamización, y en los Estados Unidos, advierten sobre la política “socialista” y “marxista” del gobierno Biden. El mito de carácter despolitizado de las fuerzas armadas se muere lentamente: una parte considerable del ejército apoya la agenda nacionalista. Es decir, lo que está sucediendo ahora en Israel es parte de una tendencia global.

Pero ¿lo que eso significa para la identidad judaica? Como ha dicho uno de los sobrevivientes del Holocausto: en el pasado, un antisemita era una persona a que no le gustaban los judíos; hoy, un antisemita es una persona que a los judíos no les gusta – ¿cuáles judíos? El título dado a un diálogo reciente publicado en Der Spiegel sobre antisemitismo y el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) fue: “Wer Antisemit ist, bestimmt der Jude und nicht der potenzielle Antisemit”. “Quien determina el antisemita es el judío, y no el potencial antisemita”. Ok, parece lógico: le toca a la víctima decidir sobre su estatus de víctima. En el mismo sentido que eso vale para una mujer que alega haber sido estuprada, debe valer también para los judíos… pero hay dos problemas aquí: (1) ¿Lo mismo no debería valer para los palestinos en Cisjordania? ¿Ellos no deberían poder determinar quién está robando sus tierras y privándolos de sus derechos elementales? (2) ¿Quién es “el judío” que determina quien es antisemita? ¿Y los innúmeros judíos que apoyan el BDS o que, por lo menos, tiene dudas sobre la política del estado de Israel en Cisjordania? En el fondo ¿la posición citada no implicaría que, aunque empíricamente judíos, en algún sentido “más profundo” habrían traicionado su identidad judaica? (Ya he sido ferozmente atacado como antisemita simplemente por usar el término “los judíos”…)

Carlo Ginzburg propuso la noción de que es el sentimiento de vergüenza del propio país y no el amor por este, que quizás sea la verdadera marca de pertenencia a este. Un ejemplo supremo de tal vergüenza ocurrió en 2014, cuando centenares de sobrevivientes y descendientes de sobrevivientes del Holocausto compraron un espacio en el cuaderno de sábado del New York Times para vehicular un mensaje condenando lo que llamaron de “masacre de los palestinos en Gaza y la ocupación y colonización en curso de la Palestina histórica”. Estamos alarmados con la deshumanización extrema y racista de los palestinos en la sociedad israelí, que alcanzó un tono febril”, decía la nota. Quizás, hoy, algunos israelís reúnan el coraje para sentir vergüenza frente a lo que Israel está haciendo en Cisjordania y aún en el interior de Israel – no, es claro, en el sentido de vergüenza de ser judío, pero, por el contrario, de sentir vergüenza por lo que la política israelí en Cisjordania está haciendo con el legado más precioso del propio judaísmo.

* TEXTO ENVIADO DIRECTAMENTE POR EL AUTOR PARA SU COLUMNA EN EL BLOG DE BOITEMPO. LA TRADUCCIÓN AL PORTUGUÉS ES DE ARTUR RENZO.

Em português: https://blogdaboitempo.com.br/category/colunas/slavoj-zizek/

Traducido al español por Beatriz Cannabrava, Diálogos del Sur.

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