Voces de las pesquerias artesanales africanas

Fuente: A Fondo  – num. 3 2016                                               Fuente: revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas nº 24. Béatrice Gorez. 

VOCES DE LAS PESQUERÍAS ARTESANALES AFRICANAS

Mujeres por África La mujer en el sector pesquero africano ...

De Senegal a Togo, de Guinea-Bisáu a Mauritania, de Túnez a Ghana, las comunidades costeras que viven de la pesca muestran el mismo apego por el mar y enfrentan los mismos desafíos.

Entre septiembre de 2014 y noviembre de 2015, la Red de Periodistas por unas Pesquerías Responsables del África Occidental (REJOPRAO), junto con la Confederación Africana de Organizaciones Profesionales de Pesca Artesanal (CAOPA), entrevistaron a hombres y mujeres que viven de la pesca, en los seis países mencionados. Inoussa Maiga, presidente de la REJOPRAO, afirma: «Queríamos describir la realidad honestamente». Las personas entrevistadas «comparten con el lector sus miedos y esperanzas por el futuro de su actividad».


Estas voces son una llamada a reformar las políticas pesqueras de los países africanos, de tal modo que la actividad de estas comunidades sea reconocida, protegida y promovida. Para conseguirlo, la reforma debería ser guiada por las directrices de la FAO sobre la pesca artesanal sostenible. Un Año Africano de las Pesquerías Artesanales, reclamado por la CAOPA en el ámbito de la Unión Africana, proporcionaría el impulso necesario para el cambio de política.

En Senegal, con un incremento descontrolado en el número de pescadores y del esfuerzo pesquero y una convivencia muchas veces conflictiva con los pesqueros industriales, la pesca artesanal no es más que una sombra de sí misma.

Un asunto que se repite en muchas historias son las sociedades mixtas. Bajo estos esquemas, la bandera senegalesa ondea en los grandes buques de origen extranjero; la mayoría pesqueros de arrastre provenientes de Asia y Europa. Desde hace algunos años, ha habido numerosas denuncias por parte de la población senegalesa sobre la opacidad con la que estas compañías se instalan y operan, con la impresión extendida de que la mayoría no son más que empresas pantalla para agentes extranjeros. Los pesqueros de arrastre bajo estas empresas conjuntas son poderosos y no respetan la ley; por ejemplo, escapan de la obligación de tener un observador a bordo y tienen libertad para hacer prácticamente cualquier cosa con el mar. «La gente a veces nos dice que atacar a estas sociedades mixtas acabará con muchos empleos. Pero nadie menciona el hecho de que estas empresas están contribuyendo a la destrucción de nuestros recursos y que, cuando se acaben los peces, se marcharán y también habrá pérdida de empleo. En Senegal, no tenemos diamantes, ni oro. Dependemos de los recursos marinos para nuestras vidas», declara Abdou Karim Sall, un pescador artesanal veterano.

Maquilas de las conservas Lo que también llama la atención, tanto en Senegal como en su vecina Mauritania, es la expansión junto a los lugares de desembarco de unidades de procesamiento de pescado de propiedad extranjera, tanto de productos frescos como congelados, o harina de pescado. En Mauritania, en los últimos años, más de 20 fábricas de harina de pescado han brotado en torno al pueblo costero de Nouadhibou. En Senegal, más de diez plantas de procesamiento de pescado han sido instaladas por agentes chinos y coreanos. Los productos de estas fábricas son exportados a los mercados de China, Corea y la Unión Europea.

Estas fábricas se suministran a través del sector de la pesca artesanal. Como resultado, en Senegal, esta industria entra en competición con las mujeres procesadoras de pescado por el acceso a los suministros. En un contexto marcado por la disminución de las capturas de pescado, son las mujeres quienes están pagando el precio más alto, ya que su capacidad financiera frente a la de las industrias no tiene comparación: «Las empresas operadoras industriales pueden pagar todo el pescado que quieran y pueden ofrecer un precio dos o tres veces mayor al que las mujeres nos podemos permitir», confirma Mambou War, una mujer procesadora de pescado de Thiaroyesur- Mer, en la parte oriental de Dakar. «Hoy en día, cuando una piragua desembarca su pescado y nosotras ofrecemos, por ejemplo, 150 € para comprarlo, la industria puede llegar a ofrecer hasta 1500 € sobre la mesa para comprar el mismo pescado».

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