Viejas normalidades

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2021/06/24/viejas-normalidades/                                                                

Tras más de un año de vida pandémica, nos volvemos a encontrar en una situación similar pero más violenta. En el día de ayer se registraron 706 muertes y 27.319 nuevos casos. Como era de esperarse, el virus ha desarrollado nuevas cepas que son más eficaces a la hora de evadir respuesta inmune. Incluso las variantes provenientes de Brasil logran infectar a personas vacunadas o que ya tuvieron coronavirus anteriormente. Hasta ahora se conocen nuevas cepas de Manaos, Río de Janeiro, California y Reino Unido, evidenciando así la catástrofe global del Estado capitalista. 

Frente a esta situación, el Estado ha hecho lo único que sabe y puede hacer: contener y reprimir. Ya sea en forma de subsidios que generan una relación de dependencia o en forma de policías reventando manifestaciones  —ayer, como hoy y mañana—, el interés del Estado, de todos los Estados es, fue y será sostener el statu quo, las relaciones sociales de explotación y privilegios, el sistema de la propiedad y el Derecho, la mentira democrática, la tiranía del Valor, el monstruo del progreso, la quimera civilizatoria, la violencia patriarcal. Hace 45 años, el Estado soltaba a los milicos para asesinar y desaparecer a 30.000 personas. Hoy los sueltan para llevar “alimentos” en los barrios. Así de cínico es el sistema.

El mes de marzo, el INDEC1 indicó que en el territorio dominado por el Estado argentino la pobreza alcanzó el 42% de la población, mientras que la indigencia fue del 10%. Es decir, en este paisaje que suelen llamar “el mejor de los sistemas posibles”, casi la mitad de la población de Argen$ina carece de lo necesario para acceder a la canasta básica. El paisaje se vuelve más desolador aún cuando nos enteramos de que el 63% de les niñes del país crecen en la pobreza. Siendo el Estado mismo quien recolecta estas estadísticas, acciona consecuentemente con su lógica de dominación: restringir la movilidad no productiva al máximo posible. El “de casa al trabajo y del trabajo a casa” de Juan Perón y Manuel Carlés (fundador de la Liga Patriótica Argentina) se está volviendo realidad. Una realidad siempre y cuando tengas trabajo y casa. Como el año pasado, se priorizan los denominados trabajos “esenciales”.

Lo esencial: su mundo desigual y mercantil

Algunas preguntas nos asaltan: ¿Esenciales para quién? ¿Según quién? Un hombre blanco, heterosexual, cristiano, abogado, hijo de un juez, rico, militante del Partido Justicialista, que vive en la Quinta de Olivos pero que tiene dos propiedades en Recoleta y un country en Pilar, ¿puede tomar la mejor decisión para 44.940.000 millones de personas?  ¿Acaso lo bueno y lo malo no son cosas relativas, es decir, que dependen del qué, de quiénes, del cómo, del cuándo y de otros factores más? Es decir, ¿cómo puede una persona que vive en Capital Federal saber qué es mejor para una persona que vive en Tierra del Fuego? ¿Cuál es esa costumbre de obedecer a la gente que ni siquiera nos conoce?

No existe la universalidad a la hora de resolver nuestros problemas, así como tampoco la objetividad a la hora de enunciarlos y analizarlos. La forma de resolver los problemas cotidianos de cada territorio no pueden ser abordados por personas que no habitan en los mismos. Más allá de que vivamos en sociedad, no todes tenemos la misma realidad. En un país en el cual el 35% de les trabajadores son informales, nunca puede ser objetivamente bueno cortar la circulación de las personas “no esenciales”. Existen familias enteras que si no salen a la calle a laburar el mango, no logran satisfacer sus necesidades esenciales: comer, descansar, bañarse, abrigarse, educarse. Es muy desalentador observar trabajadorxs asalariadxs “formales” o que trabajan desde su casa con internet festejando las medidas restrictivas de circulación de personas. Nuevamente, el dinero (una de las mejores armas del invasor) dividiendo a la clase explotada. La porción de la clase trabajadora que cuenta con un sueldo o ingreso a fin de mes sin la necesidad de salir de su casa para sostenerlo, se encuentra en una situación muy distinta al resto de les trabajadores que no pueden laburar de forma remota. Ese es un factor muy importante a la hora de tomar decisiones sobre el manejo de la pandemia.

Hacia finales del siglo XVII y comienzos del siglo XIX, cuando el sindicalismo era autónomo al Estado, se intentaba que esas divisiones internas entre quienes tenían y no tenían trabajo fuesen reducidas al mínimo. Eran las sociedades de resistencia que la misma clase trabajadora iba desarrollando por fuera del Estado las que sostenían a sus familias, fuese que estuviesen desocupadas o en huelga contra los patrones. Y aquí me gustaría resaltar el aspecto social-comunitario y no meramente el aspecto económico, como nuestra crianza economicista nos hace priorizar. El hecho de solventar los dilemas económicos no era el objetivo principal de dichas asociaciones sindicales, sino que lo más importante era el intento de resolver en común los problemas que les aquejaban. La potencia se encontraba en una común resolución de las dificultades. Así, se buscaba que les trabajadores se politizaran mutuamente a través de la formación y de la acción en común, con sus aciertos y errores.

Es en ese encuentro en común en el cual las distintas personas desarrollan la solidaridad y la individualidad al reconocerse en sus mutuas diferencias, fragilidades y potencias. El hecho de encontrarse cara a cara e intentar resolver sus dilemas en primera persona era un factor tan o más importante que el económico. En cambio, actualmente, el funcionamiento de los sindicatos estatales apunta justamente a impedir la acción directa de les explotades. Ya no es necesario juntarse a debatir y pensar cómo queremos vivir, cómo queremos organizarnos y qué futuro queremos para nuestros niñes. Actualmente, gracias a un trabajo que los Estados del Capital vienen llevando adelante desde los años 20-30, el Estado y sus sindicatos deciden todo por nosotres. Así, las discusiones internas de base, el involucramiento de les trabajadores en las negociaciones con los patrones, las más de las veces son relegadas para reforzar la cadena de mando, la burocracia interna y la reproducción del Capital. Hace rato ya que los sindicatos han dejado de ser un arma del proletariado para mejorar sus condiciones de vida, a su vez que se socializaba en común la vida con sus hermanes, para pasar a ser un arma del Estado capitalista que nos reduce y eterniza en la condición de trabajadores asalariades.

Reduciendo así al sindicalismo a una mera cuestión económica de resolución de paritarias a través de la delegación de nuestras responsabilidades en burócratas, el Estado y sus acólitos insisten en naturalizar nuestra miserable condición de humanos de carga y consumo. Quitándonos la posibilidad de decidir por nosotres mismes. ¿Qué trabajo es esencial? ¿Cuál no? ¿Cuánto debemos producir y cómo nos organizamos para producirlo? ¿Cuánta inversión destinamos a la salud y cuánta a la educación? Esas son algunas de las preguntas que creemos realmente importantes ya que son las que definen a la comunidad. El problema es que la comunicación nos ha sido arrebatada. El Estado en tanto máquina patriarcal de manipulación y violencia, no puede tolerar que existan encuentros o discusiones que se den por fuera de los mecanismos que ha impuesto y desarrollado. No tolera que existan relaciones sociales por fuera de su control, intentando dasarraigarnos y apropiándose de la comunicación, la sustituye con sus canales y sus intermediarios.

Derechos y Deberes

El Derecho es uno de los ejemplos más claros de esta situación. “El más fuerte nunca lo es bastante para dominar siempre, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en obligación”.2 Siendo un lenguaje específico, difícil de comprender y que solamente puede ser ejercido por personas que han sido sometidas al camino señalado por el Estado, no todes tenemos la posibilidad de acceder al mismo. De hecho, es la desigualdad una de las razones por la cual el Derecho ha sido inventado. En las sociedades en las que no hay disparidad de fuerzas, sean de clase, género, raza o religión, en donde las relaciones están en cierto equilibrio, el Derecho no tiene razón de ser, ya que nadie puede prevalecer sobre nadie. En cambio, en sociedades de clases como la nuestra, el Derecho existe como un intento de “nivelación” de las condiciones. En ese sentido, el Derecho resulta una mera “máscara de la fuerza”, al decir de Simone Weil, siendo su principal función ideológica. “Frente a la ley somos todos iguales”, suelen decir. Pero esa ridiculez no puede sostenerse cuando observamos que en el territorio dominado por el Estado argentino casi la mitad de la población carcelaria (50.000 aproximadamente) no tiene una condena firme (están presos “por las dudas”). Sin embargo, en la declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre se lee: “Se presume que todo acusado es inocente hasta que se pruebe que es culpable”.

Se podría decir que hoy por hoy, el sindicalismo estatal cumple una función similar: el silencio del mismo frente al tremendo ajuste que está llevando adelante este gobierno. El silencio frente al aumento de la represión y los asesinatos por gatillo fácil, de los femicidios, trasntravesticidios y la desaparición de personas (seguimos preguntando ¿dónde está Tehuel? y ya ha pasado más de un año de la desaparición y asesinato de Facundo Astudillo Castro). El silencio frente a la inversión millonaria a las fuerzas represivas que están llevando adelante desde que comenzó el gobierno peronista lo confirman: los sindicatos siguen siendo absorbidos y cooptados por el Estado. Son les trabajadores de la salud quienes más están padeciendo la crítica situación actual. Sueldos miserables, horas de trabajo sin parar, falta de elementos de protección, vaciamiento y cierre de clínicas. Mientras tanto, ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) ha llamado a realizar “aplausos masivos” como forma de ¿lucha? Con más de 80.000 contagios y 500 muertes, les trabajadores de la salud están saliendo por fuera de las burocracias para lograr algunas mejoras. 3 ¿Cómo puede ser que no se ha llamado a huelga general para apoyarles? ¿No es acaso la salud “esencial”?

En septiembre del año pasado, una parte de la policía bonaerense se manifestó frente a la residencia presidencial en Olivos y a los pocos días, Axel Kiccilof presentó el Plan Integral de Seguridad. Estas conquistas por parte de la Policía les llevó, como mucho, una semana de protestas, con no muchos “manifestantes”. En sus acciones el Estado es muy claro: primero reforzamos la represión y el control social, la defensa de lo ya dado, de las grandes fortunas y las grandes miserias de este sistema inmundo. En esa misma línea, el desalojo en Guernica sigue evidenciando que es esencial: la propiedad ociosa de los ricos, y lo que no es esencial: el acceso a la vivienda de miles de familias afectadas por la pandemia y por no tener trabajos “esenciales”.

Los (des)cuidados del Estado

Ya es gracioso todo el aparataje ideológico que tratan de hacernos tragar desde sus pulcros estudios periodísticos y puestas en escenas presidenciales. Da risa verlos parlotear sobre el cuidado y la salud de la población, sobre la responsabilidad que debemos tener a la hora de salir, o escuchar cómo justifican que el problema de los contagios es que la gente es irresponsable y se junta después del trabajo de forma relajada, esparciendo el virus. Son con esos comentarios imbéciles que los políticos evidencian su lejanía con les trabajadores. ¿Acaso sabrán las condiciones de hacinamiento que hay en el transporte público en hora pico? Al igual que antes de la pandemia, la clase trabajadora se dirige como ganado al trabajo o a la escuela. Tal vez estos muñecos de traje y corbata que van a sus “trabajos” con chofer privado se hayan olvidado, pero nosotres que vivimos esa realidad día a día sabemos cómo viajamos para que nos estén mintiendo así en la cara.

El discurso del “Estado maternal” alcanza la cima de lo ridículo cuando observamos cómo en Andalgalá, Catamarca, el Estado ha militarizado la zona para perseguir a les asambleístas en defensa del agua. Han habido movilizaciones de 4.000 personas y un ataque a una sede del Frente de Todos, partido (rejunte) político responsable de estar llevando la megaminería en dicha provincia. A raíz del mismo, han habido allanamientos y detenciones de asambleístas que posteriormente fueron liberados. Tampoco olvidemos que el pueblo de Chubut viene dando una dura batalla contra la megaminería y el gobierno peronista de Mariano Arcioni. En la misma provincia, el mes pasado, sucedieron los destructivos incendios que dejaron 300 viviendas destruidas y 30.000 hectáreas calcinadas. Tampoco se les ve muy preocupados a los gobernantes maternales sobre la aprobación del primer trigo transgénico del mundo. El mismo tuvo el visto bueno del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca del gobierno durante el año pasado. En ese sentido, los peronistas mantienen su coherencia de seguir envenenando a la población, ya que los transgénicos arribaron al país de la mano de Felipe Solá en los 90 durante el gobierno de Carlos Menem y fueron ratificados por Cristina Kirchner durante su último gobierno. El nombre de Felipe Solá, además de haber traído los transgénicos y de ser uno de los responsables políticos de la masacre de Avellaneda, también se encontraba en tratativas con China para la instalación de granjas industriales de porcinos en el país. Y he allí el colmo del espectáculo democrático. Es sabido que una de las razones de la existencia del coronavirus es la cría intensiva de animales para el consumo de grandes poblaciones que desplaza especies hacia lugares donde no habitarán y generan el salto zoonótico del virus hacia otras especies. Sin embargo, este gobierno continúa con sus planes terricidas para sostener la Economía y busca cerrar un acuerdo nocivo para la salud y el medio ambiente.

Queda claro: lo único que estos asesinos cuidan son sus intereses democráticos y republicanos que devastan todo a costa de nuestra salud y vida. Frente a esta situación, ¿vamos a continuar confiando en estos asesinos o comenzaremos a organizar la vida de forma tal que la existencia de los políticos y empresarios que nos succionan la vida sea innecesaria?

Notas

1- https://www.indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-4-46-152

2- J.J. Rousseau, El contrato social, Libro I, capítulo III.

3- https://www.pagina12.com.ar/349123-reclamo-de-los-trabajadores-de-la-salud-del-amba


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