Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2020/05/23/el-genero-humano-es-la-internacional/
El Marx de Bruselas es el hombre que descubre que ya no puede volver atrás. Que la revolución es inminente, pero también, condición absoluta de la teoría de la liberación humana y de su propia liberación personal. La revolución late en cada huelga, en cada pocilga lúgubre de las ciudades malolientes y pervertidas se revuelve la condición humana acorralada en la miseria. 1846 es alumbramiento, deslumbramiento, y Marx cabalga el ensueño proletario como un quijote proscrito desterrado.
En el margen izquierdo de la historia, quién no conozca la pobreza, quién no conozca al enemigo, quien no conozca la violencia del odio de la clase burguesa, no debe darla por sabida, no debe suponerla.
Victor Serge cuenta en algún lugar, que un día llego al Smolny y se encontró a Lenin bailando, y que al preguntar el por qué de tanto teatro, Vladimir Ilich le dijo que ese día se cumplían 73 días desde el día la toma del poder, es decir un día más que los 72 días de la Commune de París. Poco después una mujer bastante educada, le disparó varios tiros a quemarropa de Vladimir Ilich: Los soviets –decía Lenin– no son garantía de poder proletario… La asamblea constituyente fue votada y elegida con las leyes de la república burguesa, para legitimar a Kerensky… La nueva Constitución Soviética 1 será escrita y discutida por los delegados de los Soviets de toda Rusia…
La democracia burguesa, –pensaba Lenin–, es la mejor manera de administrar los negocios de la burguesía. La democracia industrial y civilizada que había conducido al mundo a la guerra. Las democracias occidentales que habían hundido a Rusia en el tifus, la guerra civil y el hambre.
Paul Levý publicó en 1920, el texto sobre “La Revolución Rusa” que Rosa Luxemburg escribió en la cárcel, la publicación tenía la intención de cuestionar la “bolchevización” del partido alemán. Unos pocos años más tarde Lenin murió, y Paul Levy “volvió” a la socialdemocracia.
La historia es arbitraría. La ilusión y la voluntad humana son como la vida, impredecible. Lo sabe quién conoce cuán injusta puede resultar la arbitrariedad, la precariedad de la sobrevida en condiciones de supervivencia extrema. El sujeto se ve forzado a enfrentarse con sus propios miedos. A tomar partido. A decidir seguir vivo y a decidir a qué precio.
La batalla por la supervivencia de la civilización humana es al mismo tiempo la batalla por la liberación de la condición humana. No hay aspecto de la existencia histórica del individuo más absoluto.
Ese momento de plena realización humana, es el momentun de la revolución social, O quizás Marx diría “la realización de la filosofía”, pero hablamos aquí del hombre en el umbral de los márgenes de la realidad de su tiempo, el sujeto humano plenamente conciente asomándose al epicentro del enigma de la historia del hombre en el porvenir
NOTA: