William Serafino
La movilización (nacional e internacional) convocada por María Corina Machado para el 17 de agosto, denominada «Gran Protesta Mundial por Venezuela», estuvo muy por debajo de las expectativas iniciales. Se esperaba un sold out en la avenida Francisco de Miranda, epicentro de la convocatoria en la ciudad de Caracas, próxima a los barrios de Petare, desde donde se esperaba una incorporación masiva de habitantes de la zona popular mirandina.
La principal referente de la extrema derecha venezolana, que encabeza una agenda golpista basada en el desconocimiento de los resultados del 28 de julio, estaba urgida por volver demostrar fuerza y capacidad de convocatoria luego de que su última aparición pública junto al excandidato Edmundo González a principios de este mes no tuviese el efecto esperado.
Cambiar el polo demográfico de la movilización tenía mucho que ver con esta urgencia. Las concentraciones en Parque Cristal o Las Mercedes, zonas donde la oposición siempre ha jugado en casa con comodidad por ser asentamientos urbanos de clase madia-alta, ya no tienen impacto real ni simbólico luego del 28J.
Si en la narrativa fabricada de la supuesta victoria de González, el 70% del país votó a favor del excandidato de la PUD, ello debería expresarse en una amplia transversalidad de actores y sujetos sociales. Por ende, un gran contingente de personas bajando de Petare a encontrarse con María Corina, confluyendo en la Francisco de Miranda con habitantes del suroeste, oeste y centro de la capital venezolana, permitiría configurar una apuesta de escena cónsona con el relato de una victoria fulminante, sustentada en las supuestas “actas” publicadas en una página web.
En paralelo, las movilización de la diáspora en grandes ciudades del extranjero redoblaría el efecto simbólico y comunicacional de la convocatoria, reimpulsando a María Corina Machado en el frente interno, mediante una inyección de ánimo y motivación que permitiera disipar la frustración de las últimas semanas.
Los objetivos de la convocatoria de María Corina Machado en lo territorial, en lo simbólico y en lo anímico no fueron alcanzados. La circulación de fotografías de la avenida reflejaron una escasa afluencia de personas, lo que se ha traducido en una percepción de declive alrededor de la referente de la extrema derecha venezolana.
El día de ayer fue una expresión de enfriamiento entre sus seguidores, de pérdida de la iniciativa y de timing, que refleja el ocaso del momentum conseguido los días 29 y 30 de julio.
Como maniobra compensatoria, propagandistas ligados a Machado han rodado frenéticamente en redes sociales las fotos de las concentraciones de venezolanos en la Puerta del Sol de Madrid, Buenos Aires y Santiago de Chile, tratando de insuflar una imagen de «desbordamiento» mundial que no ocurrió.
Una gran inversión no rentabilizada
Los recursos invertidos en lograr los objetivos de la convocatoria fueron significativos.
Como analizó esta tribuna en días recientes, Washington impulsó una intensa agenda de presión diplomática para manufacturar un consenso de presión contra Venezuela en la región.
Colombia, México y Brasil estuvieron entre sus objetivos fundamentales, con un secretario de Estado, Antony Blinken, telefoneando a los cancilleres de estos países de forma consecutiva y agresiva.
El objetivo era sacarlos de su posición de equilibrio relativo y «mediación» con respecto a la controversia postelectoral venezolana, lo que en cierta medida se logró. Lula y Petro pidieron nuevas elecciones en Venezuela, un movimiento que intentó simular equilibrio frente a las presiones recibidas, evitando caer en el despropósito de reconocer a Edmundo González, al mismo tiempo que siguen retrasando el reconocimiento a Maduro.
Posteriormente, Washington articuló y movilizó a la OEA para aprobar una resolución contra Venezuela por consenso. El documento, aunque se distancia del programa de máximos de María Corina Machado, era un apoyo diplomático para la movilización del 17 de agosto.
Por último, Machado jaloneó durante toda la semana la movilización instrumentalizando el circuito de posdcasters e influencers de gran alcance en la diáspora. Un acuerdo ganar-ganar: mientras ella encontraba una vía alternativa a la calle para mantenerse en la opinión pública, los influencers obtenían likes, fama y nuevos contratos de publicidad.
Incrustar la convocatoria en el universo de la farándula pop buscaba garantizar la tracción de la diáspora, sumamente reactiva a la ingeniería de rebaño.
Desde el punto de vista del mercado, la inversión por el lado de la oferta no encontró respaldo por el lado de la demanda en cuanto a la convocatoria. Los recursos empleados no fueron efectivos, y ello podría profundizar la percepción de repliegue y pérdida del momentum.
Tesis políticas para esta etapa del conflicto
Este marco de las cosas permite reevaluar la dinámica del conflicto. No sería temerario afirmar que el déficit de movilización expresado ayer inaugura una nueva etapa. Una donde factores políticos, sociológicos e internacionales permitirían interpretar una especie de redefinición relativa del campo de batalla en el que se encuentra el país hoy en día.
1. El sistema inmunológico del consenso
La capacidad de convocatoria de Machado no se ha logrado recuperar luego de la intensa jornada de violencia callejera y criminal de los días 29 y 30 de julio.
Los hechos vandálicos protagonizados por bandas criminales y los actos de violencia que transcurrieron dentro del umbral del terrorismo urbano, confluyeron en un repliegue de la «sociedad civil» que no ha podido revertir.
La fallida movilización de ayer expresa que la agenda golpista, volcada sobre un petitorio de sacrificios individuales y colectivos no menores, no ha logrado romper el consenso por una vida social alejada de los traumatismos económicos y existenciales de los ciclos insurreccionales de 2014, 2017 y 2019.
El sistema inmunológico de este consenso que se expresa en el plano económico, social y político ha mostrado ser resistente a los intentos de fractura.
En el inconsciente colectivo de la sociedad venezolana, el conflicto político exacerbado podría dar al trate con una economía con signos de estabilización y recuperación, resorte fundamental del planteamiento de una convivencia política renovada donde la mayoría del país se reconoce, pese al desgaste y la inercia.
Sociológicamente la sociedad venezolana se ha vuelto más pragmática, y el consenso por la normalidad que ha tomado forma en los últimos años figura como anticuerpo frente a planteamientos disruptivos.
Ahí donde gobierna el pragmatismo queda poco espacio para las premisas dogmáticas. Las nociones de orden y autoridad asociadas al presidente Nicolás Maduro tienen ventaja sobre el planteamiento de Machado de una «lucha entre bien y el mal», indigerible e intraducible en la práctica para un país abocado a su supervivencia diaria.
2. Agenda internacional y el petróleo
Como se ha dicho, Machado ha intentando internacionalizar la agenda de cambio de régimen en Venezuela para elevar al máximo el escenario de presiones contra el gobierno venezolano y así prolongar la lógica de choque y confrontación, que a su vez otorgue viabilidad y un marco de justificación a movimientos de fuerza en el plano interno.
La resolución de la OEA y la escalada diplomática de Washington puso en evidencia que el plano internacional está demasiado condicionado por la variable de la movilización «ciudadana”.
Sin demostraciones contundente en este ámbito, el conflicto venezolano no podrá competir como un tema de primer orden entre los múltiples contenciosos geopolíticos que hoy ocupan el mapa de prioridades de actores geopolíticos pesados e intermedios, en Occidente y Eurasia.
Las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, la agudización de la guerra en Ucrania, el genocidio en curso del Estado de Israel en la Franja de Gaza, la incertidumbre financiera, y ahora una pandemia global (viruela del mono) que comienza a asomar en el horizonte, constituyen un paisaje de preocupaciones que absorben todo tipo de recursos y maquinarias diplomáticas y multilaterales. No parece haber demasiado espacio para militar internacionalmente por un proyecto Guaidó 2.0. a partir del reconocimiento a Edmundo González como supuesto «presidente electo».
En este escenario de inestabilidad, Venezuela no está entre las urgencias geopolíticas del momento. Aquí el petróleo juega un rol importante. El recurso transversaliza la mayoría de los conflictos ya mencionados, sea como efecto colateral o arma de combate, ante lo cual no pareciera conveniente inducir caos e incertidumbre en la reserva de petróleo más grande del mundo, hoy gobernada por Maduro.
Una muestra de ello es que la agenda golpista no ha logrado quebrantar los acuerdos petroleros entre PDVSA y grandes compañías internacionales como Chevron, Eni, Repsol, BP, entre otras. Más bien las inversiones e iniciativas para nuevos proyectos siguen llegando al país.
3. La dialéctica de los actores políticos y económicos
Importantes actores políticos y económicos del país no se han subido al carro de la agenda golpista de María Corina Machado. Y si no lo hicieron en los días de mayor tensión (29 y 30 de julio), después del fiasco de su última convocatoria esta posibilidad se aleja todavía más.
Las instituciones empresariales más representativas (Fedecámaras, Consecomercio, etc.), al igual que gremios sindicales, religiosos o estudiantiles no han entrado como actores definidos en la ecuación del cambio de régimen encabezada por Machado.
Dirigentes de la oposición tradicional como Manuel Rosales o Henry Ramos Allup no han incorporado el concepto «fraude» a su vocabulario político en esta etapa, y sus apariciones en redes sociales o señales de acompañamiento a las iniciativas de Machado son mínimas, cuando no inexistentes. Pareciera que el apoyo y el comportamiento como coalición unitaria estaba cirscunscrito exclusivamente a lo electoral.
Con un cálculo cauteloso sobre un eventual colapso de la posición de liderazgo de María Corina, han optado por reducir su perfil político y esperar en las sombras a una nueva definición del escenario político donde no esténn extremedamente condicionados por su figura.
Preocupados por sus intereses inmediatos, con quizás diferencias en el tono y la exposición, el capital nacional, los partidos tradicionales y la sociedad civil organizada más allá de las ONG, convergen en una percepción de desconfianza en torno al plan de María Corina Machado, incluso en términos de su propia preservación ante un programa «Tierra de Gracia» en contradicción con la soberanía económica, el papel activo del Estado en la economía y la existencia del empresariado local.
Ambos elementos se traducen en lo que pudiera ser una nueva comprensión generalizada del momento nacional, donde la política y la economía caminan por medios separados e independientes, en el entendido de que cuando se cruzan en función de una agenda antipolítica destructiva, como le interesaría a Machado, todos perderían en beneficio de ella.
Mientras, la sobreproducción de vacío político que deja la fallida movilización del 17 también podría generar un escenario complejo y peligroso de cara a alguna acción de fuerza planteada in extremis, incluso más allá de Machado. Pero todavía pareciera ser temprano para hacer apuestas en este sentido.
Fuente: Haize Gorriak.
Venezuela. Tesis políticas sobre el conflicto tras el declive de María Corina Machado