Vijay Prashad
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Durante las dos últimas semanas, he estado en Caracas, Venezuela, antes y después de las elecciones presidenciales del 28 de julio. En el periodo previo a las votaciones, dos cosas me quedaron claras. Primero, lxs chavistas (partidarios de Hugo Chávez y del proyecto bolivariano ahora liderado por el presidente Nicolás Maduro) tienen la ventaja significativa de una base de masas organizada. Segundo, sabiendo que las probabilidades no estaban a su favor, la oposición, encabezada por la ultraderechista María Corina Machado y respaldada por el gobierno de Estados Unidos, ya señalaba la derrota incluso antes que se celebraran las elecciones, alegando que serían fraudulentas. Desde al menos el referéndum revocatorio de 2004, cuando la oposición intentó destituir a Chávez, la acusación de que el sistema electoral en Venezuela ya no es justo, se ha convertido en un cliché de la derecha.
Justo después de la medianoche del 28 de julio (el 70 aniversario del nacimiento de Chávez), el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que, con el 80% de los votos escrutados, había una tendencia irreversible: Maduro había ganado la reelección. Estos resultados fueron validados días después por el CNE con el 96,87% de los votos escrutados, mostrando que Maduro (51,95%) derrotó al candidato de extrema derecha Edmundo González (43,18%) por 1.082.740 votos. Los otros candidatos de la oposición solo obtuvieron 600.936 votos en total, lo que significa que incluso si todos esos votos hubieran ido a González, éste no habría ganado la elección. En otras palabras, con una participación del 59,97%, Maduro recibió algo más de la mitad de los votos.
Conversé sobre los resultados con un asesor de alto nivel de la oposición, que pidió permanecer en el anonimato. Afirmó que, aunque compartía la frustración de la oposición, el resultado final le parecía correcto. En 2013, explicó, Maduro ganó con el 50,62% de los votos, mientras que Henrique Capriles obtuvo el 49,12% en las elecciones presidenciales celebradas apenas un mes después de la muerte de Chávez. Esto fue antes que los precios del petróleo se desplomaran y las sanciones se endurecieran. En aquel momento, sin Chávez, la oposición sintió el olor de la victoria, pero no logró imponerse. “Es difícil derrotar a lxs chavistas porque tienen tanto el programa de Chávez como la capacidad de movilizar a sus seguidores a las urnas”, afirmó.
No es que la extrema derecha no tenga una propuesta de transformación social: quieren privatizar la compañía petrolera estatal, devolver los bienes expropiados a la oligarquía e invitar al capital privado a canibalizar Venezuela. Más bien, es que su propuesta de transformación social está en contradicción con los sueños de la mayoría. Por eso la derecha no puede ganar y por eso una importante estrategia de ataque desde 2004 ha sido instalar la idea de fraude.
Así, el día de las elecciones, justo después de que se cerraran las urnas y antes de que se dieran a conocer los resultados oficiales, Machado y Washington, como si estuvieran concertados, comenzaron a quejarse de fraude, basándose en una línea de ataque que llevaban meses estableciendo. Lxs seguidores de Machado salieron inmediatamente a la calle y atacaron símbolos del chavismo: escuelas y centros de salud en barrios obreros, estaciones de autobuses y autobuses públicos, oficinas de comunas y partidos chavistas, y estatuas de figuras que habían puesto en marcha la Revolución Bolivariana (entre ellas una de Chávez, y del del Cacique Indígena Coromoto). Al menos dos militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Isabel Cirila Gil, del estado de Bolívar, y Mayauri Coromoto Silva Vilma, del estado de Aragua, fueron asesinadas tras las elecciones. Dos sargentos murieron y otros chavistas, policías y funcionarios fueron brutalmente golpeados y capturados.
Por la naturaleza del ataque, quedó claro que estas fuerzas de extrema derecha de un tipo especial querían borrar la historia de los indígenas y zambos de Venezuela, así como la de la clase obrera y el campesinado. Todos los días desde las elecciones, cientos de miles de chavistas han salido a las calles de Caracas y otros lugares. Las fotos de este boletín fueron tomadas por Francisco Trías en la Marcha de las Mujeres del 2 de agosto, por Zoe Alexandra (Peoples Dispatch) en la Marcha de la Clase Obrera en Defensa de la Patria del 31 de julio (dos de las muchas movilizaciones de masas que han tenido lugar desde las elecciones), y por mí en una concentración preelectoral el 27 de julio. En cada una de estas manifestaciones, el grito de no volverán resonó entre la multitud. La oligarquía, decían, no volverá.
La Revolución Bolivariana comenzó en 1999, con el ascenso de Chávez a la presidencia. Se llevaron a cabo una serie de elecciones para cambiar la Constitución y vencer la resistencia de la oligarquía y la de Washington, que intentó muchas veces derrocar a Chávez (como en el fallido golpe de Estado de 2002). Con Maduro, han utilizado sanciones como herramienta para el cambio de gobierno e intentos de invadir la frontera venezolana. El Gobierno de Chávez nacionalizó la industria petrolera, renegoció los precios de las regalías (mediante la Ley de Hidrocarburos de 2001) y eliminó a los funcionarios corruptos que controlaban los beneficios nacionales.
El tesoro nacional pudo obtener un mayor porcentaje de las regalías de las empresas petroleras multinacionales. La empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) creó el Fondo para el Desarrollo Económico y Social (Fondespa) para financiar proyectos en beneficio de lxs trabajadorxs petroleros, sus comunidades y otros proyectos. La riqueza petrolera debía utilizarse para industrializar el país y reducir la dependencia de Venezuela de la venta de petróleo y de las importaciones. La diversificación de la economía es un elemento clave de la agenda bolivariana, que incluye la reactivación de la agricultura y, con ello, el cumplimiento del quinto objetivo estratégico del Plan de la Patria: “contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”.
Gracias a los recursos petroleros, el gobierno de Chávez pudo aumentar el gasto social en un 61% (772.000 millones de dólares), destinado a mejorar las condiciones de vida de la población a través de programas de gran envergadura, como las misiones, que buscaban hacer realidad los derechos consagrados en la Constitución de 1999. Por ejemplo, en 2003, el gobierno creó tres misiones (Robinson, Ribas y Sucre) para enviar educadores a zonas de bajos ingresos y ofrecer cursos gratuitos de alfabetización y educación superior. La Misión Zamora se ocupó del proceso de reforma agraria, y la Misión Vuelta al Campo incentivó a la gente a regresar al campo desde los barrios marginales urbanos. La Misión Mercal proporcionó alimentos baratos y de alta calidad, ayudando a la población a abandonar los alimentos importados y altamente procesados, mientras que la Misión Barrio Adentro ofreció asistencia médica asequible y de calidad a la clase trabajadora y a los pobres. La Misión Vivienda construyó más de 5 millones de viviendas.
Los índices de pobreza en Venezuela han disminuido un 37,6% desde 1999 hasta la actualidad, gracias a estas misiones (el descenso de la pobreza extrema es impresionante: del 16,6% en 1999 al 7% en 2011, un descenso del 57,8%. Si se empieza a medir a partir de 2004 – el inicio del impacto de las misiones – la pobreza extrema disminuye un 70%). Venezuela, una de las sociedades más desiguales antes de 1999, se convirtió en una de las de menor desigualdad, con un descenso del coeficiente de Gini del 54% (el más bajo de la región), lo que indica el impacto que estas políticas sociales básicas han tenido en la vida cotidiana.
En los últimos veinte años, durante mis frecuentes estadías en Venezuela, he hablado con centenares de chavistas de clase trabajadora, muchas de ellas mujeres negras. Desde el endurecimiento de las sanciones, lxs venezolanxs se enfrentan a inmensas privaciones y exponen libremente sus quejas sobre el rumbo de la revolución. No niegan los problemas, pero a diferencia de la oposición, entienden que la raíz de la crisis es la guerra híbrida. estadounidense. Aunque hay un aumento de la desigualdad social y de la corrupción, sitúan estos males en la violencia de la política de sanciones (que incluso el Washington Post admite ahora).
Durante las multitudinarias marchas para defender al gobierno en la semana posterior a las elecciones, la gente describió abiertamente las dos opciones a las que se enfrentaban: intentar avanzar en el proceso bolivariano a través del gobierno de Maduro o volver a febrero de 1989, cuando Carlos Andrés Pérez impuso al país la agenda económica elaborada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) conocida como el paquetazo. Pérez hizo esto en contra de sus propias promesas electorales y en contra de su propio partido (Acción Democrática), provocando una rebelión urbana conocida como el Caracazo en la que hasta 5.000 personas fueron asesinadas por las fuerzas gubernamentales en un solo día (aunque las estimaciones de víctimas mortales varían ampliamente).
De hecho, muchas personas piensan que Machado marcaría el comienzo de una era aún peor en el país, ya que no tiene nada de la delicadeza socialdemócrata de Pérez y le gustaría infligir una terapia de choque a su propio país para beneficiar a su clase. Un dicho popular venezolano capta la esencia de esta elección: chivo que se devuelve se ‘esnuca.
El multimillonario canadiense Peter Munk, propietario de Barrick Gold, escribió que Chávez era un “dictador peligroso”, lo comparó con Hitler y pidió su derrocamiento. Esto ocurrió en 2007, cuando Munk se enfadó porque Chávez quería controlar las exportaciones de oro de Venezuela. La orientación general del gobierno de Chávez era ‘desconexión’ de la economía mundial, lo que significaba impedir que las empresas multinacionales y los países poderosos del Norte Global marcaran la agenda de países como Venezuela.
Esta idea de “desconexión” es el tema principal de nuestro último dossier, Desconexión y multipolaridad: ¿Cómo reinstalar el debate sobre el desarrollo en América Latina?. Apoyándose en la Agenda Estratégica 2030, de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), el dossier propone cuatro áreas clave que deben desvincularse para sentar las bases de una estrategia de desarrollo soberano: finanzas, comercio, recursos estratégicos e infraestructura logística. Esto es precisamente lo que se ha propuesto el proceso bolivariano, razón por la cual su gobierno ha sido tan duramente atacado por el imperialismo estadounidense y por corporaciones multinacionales como Barrick Gold.
El día después de las elecciones, llovió. En una de las marchas de ese día para defender el proceso bolivariano, un chavista recitó unos versos de un poema de 1961 del poeta venezolano Víctor “El Chino” Valera Mora (1935-1984), “Maravilloso país en movimiento”.
Maravilloso país en movimiento
donde todo avanza o retrocede,
donde el ayer es un impulso o una despedida.Quien no te conozca
dirá que eres una querella imposible.Tantas veces escarnecido
y siempre de pie con esa alegría.Libre serás.
Si los condenados no arriban a tus playas
hacia ellos irás como otros días.Comienzo y creo en ti
maravilloso país en movimiento
Cordialmente,
Vijay