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Capitulo extraído del libro «Más patriotas que nadie» (2004), de Michael Parenti.
Apoyar a nuestras tropas (recortar sus prestaciones)
Siendo tan superpatriotas como son, los plutócratas equiparan el servicio militar con el verdadero patriotismo. Pero mientras colman de alabanzas a quienes «sirven a su país», ellos mismos raramente se alistan. Los hombres y mujeres que sí lo hacen proceden en su mayoría de familias de clase media y baja. A menudo son jóvenes que tienen problemas para encontrar trabajo o no pueden acceder a la educación superior. Los graduados de Yale, Harvard y Princeton raramente se alistan en los marines. Van a la escuela de leyes, a Wall Street, a los negocios familiares o a su diversión favorita. Corno ejemplos significativos tenemos a los halcones-gallina, denominación que se aplica a los líderes privilegiados que pregonan con virulencia la guerra, pero que se evaden tenazmente del servicio militar.
En lo alto de la lista de los halcones-gallina está el presidente George W. Bush. En su juventud consiguió el ingreso en la Universidad de Yale, más por su familia que por sus calificaciones. Más tarde, intentando evadirse del reclutamiento, fue admitido en la Guardia Nacional Aérea de Texas, a pesar de sus bajos resultados en la prueba de aptitud para piloto. Como él mismo explicó sin ánimo apologético: «No estaba preparado para que una bomba me perforara un tímpano y así obtener una prórroga. Ni tampoco quería ir a Canadá. Así que decidí que lo mejor para mí era aprender a pilotar aviones».[1]
Bush fue aceptado en la Guardia Nacional por encima de cientos de otros solicitantes que esperaban turno para librarse de Vietnam. Su unidad, el 147° Grupo de Combate, era conocido con el mote de «Unidad Champagne» por estar formada por tantos hijos de familias privilegiadas de Texas. Cómo saltó hasta la cabeza de esa lista es toda una historia en sí misma. Un rico hombre de negocios de Houston y viejo amigo de la familia Bush contactó con Ben Barnes, por entonces portavoz de la Casa de Texas, y le pidió que ayudara a George W a entrar en la Guardia Nacional. Sólo cuando se le preguntó bajo juramento, Barnes admitió que había hablado con la Guardia Nacional Aérea de Texas en favor de Bush.[2]
Los informes de nómina de Bush muestran que dejó de cumplir su deber entre mayo de 1972 y mayo de 1973. No se presentó a un examen físico obligatorio para volar en 1972 y por tanto fue suspendido para hacerlo, una acción que debería haber estado sujeta a alguna investigación, pero que no lo estuvo. En febrero de 2004 la Casa Blanca liberó algunos documentos que suponían la prueba de que Bush había destacado por cumplir su deber en 1972 con el 187º Grupo de Combate de Alabama (al cual fue transferido para poder trabajar en una campaña política). Pero los funcionarios de la Casa Blanca no supieron decir qué deber había cumplido (ni tampoco Bush) y nadie del 187º recordaba haber estado con él. Sus jefes dijeron que no apareció en las bases de Texas y Alabama donde había sido asignado durante ese período de 1972-73.[3]
En vez de ser perseguido por desertor, Bush fue recompensado con una licencia con honores ocho meses antes de lo previsto para poder asistir a la Escuela de Negocios de Harvard. Los archivos militares de Bush deberían haber contenido documentos que explicaran por qué se le había permitido marchar antes de que terminara su plazo de alistamiento, pero no se dio ninguna explicación al respecto. Parece que el superpatriota presidencial recibió trato de favor para entrar en la Guardia Nacional y volvió a recibirlo para salir de ella.
Después está el vicepresidente Dick Cheney, que explicó por qué no sirvió en el ejército durante la guerra de Vietnam: «Tenía otras prioridades durante los años 60 antes que el servicio militar». Cheney obtuvo prórrogas como estudiante. Después de graduarse evitó el reclutamiento casándose. Pero en 1964 el gobierno anunció que los hombres casados también serían alistados, a menos que fueran padres. Nueve meses y dos días después de ese anuncio, en un acto de planificación soberbio, los Cheney tenían su primer hijo.
Otros superpatriotas de alto rango de la administración Bush que evitaron el reclutamiento son Karl Rove, Richard Perle, Paul Wolfowitz, John Ashcroft, Elliot Abrams John Bolton, Douglas Feith y Andrew Card, así como los líderes republicanos del Congreso Trent Lott, Dennis Hastert, Dick Armey y Tom DeLay, y no debemos olvidar a los halcones de derechas de los medios como George Hill, William Bristol y Rush Limbaugh.[4] DeLay supuestamente dijo que se hubiera alistado, pero que todos los puestos de reclutamiento de su área estaban copados por negros. Y Limbaugh. el reaccionario rabioso de los medios obtuvo una prórroga médica a causa de su «fistula anal», una dolencia que normalmente responde al tratamiento, pero que demostró ser incurable durante toda la duración de la guerra de Vietnam.
A nadie se le pide haber servido en el ejército para poder desarrollar la política gubernamental. Ciertamente, el principio civil está por encima del militar en nuestra Constitución. Lo que es censurable respecto a los halcones-gallina superpatriotas no es su carencia de experiencia de combate como tal, sino la disparidad hipócrita entre su patriotera defensa de la guerra y su tenaz forma de evitar el reclutamiento. Defienden las guerras con el corazón y la mente, pero no con el cuerpo. Escapan al reclutamiento por medio de prórrogas, informes médicos dudosos e influencias familiares.
Años después de Vietnam, ahora ocupando cargos públicos prominentes, estos mismos halcones-gallina surgen de nuevo pidiendo sangre, esta vez teniendo como objetivo lraq. Una vez más están dispuestos a enviar a los hijos de otras familias al combate, pero no a los suyos. Equiparan el militarismo con el patriotismo y piden sacrificio y devoción a la bandera. Sin embargo, su único sacrificio consiste en llevar una insignia con la bandera de los Estados Unidos en la solapa de su chaqueta.
Si el patriotismo significa apoyar a nuestras tropas, nadie es menos patriota que la plutocracia dirigente. En 2003-2004 cientos de soldados americanos que habían sido heridos en lraq fueron depositados durante meses en lugares como Fort Stewart, Georgia, en unos barracones sucios y abarrotados en espera de tratamiento médico. Tenían que arrastrarse por la arena para usar el cuarto de baño y pagar por su papel higiénico. Sólo después de las protestas del Senado la Casa Blanca dejó de cobrar a los soldados heridos 8,10 dólares diarios por su comida en el hospital.[5]
Muchos malheridos dijeron que habían visto su paga y sus beneficios sanitarios severamente reducidos ahora que ya no podían prestar servicio activo. Más de 200.000 veteranos de guerras anteriores tuvieron que esperar seis meses o más para pasar a la Administración de Veteranos. Miles de ellos habían esperado incluso años para obtener una plaza en los hospitales abarrotados y recibir asistencia a su discapacidad, a menudo siendo incapaces de pagar sus propios gastos de subsistencia en la vida civil.[6] No es sorprendente que una gran proporción de las personas sin hogar sean veteranos de guerras pasadas, algunos con enfermedades mentales y físicas sin tratar.
En febrero de 2002. al mismo tiempo que se estaban enviando miles de soldados a luchar en Afganistán, Bush hijo propuso triplicar el precio de las medicinas a los veteranos necesitados. En 2003 su administración anunció que cortaba el acceso al sistema de atención sanitaria aproximadamente a 164.000 veteranos, reduciendo el fondo militar para ayudas sanitarias y de vivienda en l.500 millones de dólares. También en 2003, mientras colmaba de alabanzas a los hombres y mujeres que hacían el servicio militar, Bush rechazó una petición relativamente modesta del Congreso de 275 millones de dólares para cubrir las necesidades sanitarias de los veteranos. En su presupuesto para 2004 redujo en 2.000 millones los fondos ya insuficientes para los veteranos. La administración Bush incluso ordenó a los funcionarios que dejaran de hacer publicidad sobre los beneficios disponibles para los veteranos. Mientras alababa a la Guardia Nacional y a los reservistas por servir en Iraq, Bush se opuso a permitirles el acceso al sistema sanitario del Pentágono. Su administración también anunció su plan para reducir las primas mensuales de peligrosidad (de 225 a 150 dólares) y las primas por separación de la familia (de 250 a 100) a las tropas estacionadas en las zonas de combate.[7]
Hay otras formas extrañas con las que la plutocracia apoya a nuestras tropas. Con propósitos experimentales el gobierno ha expuesto repetidamente a personal militar a sustancias tóxicas peligrosas. De 1962 a 1973 el Pentágono utilizó agentes químicos y biológicos potencialmente dañinos en cincuenta pruebas secretas en las que estaban envueltos miles de soldados inconscientes del hecho, algo que no se conoció hasta 2002.[8] Además miles de soldados »conejillos de indias» estuvieron sujetos a pruebas atómicas después de la Segunda Guerra Mundial, decenas de miles fueron expuestos al Agente Naranja durante la Guerra de Vietnam y muchos más contaminados con uranio empobrecido (DU) durante la Guerra del Golfo en 1991. El Pentágono nunca avisó a las tropas sobre el DU y durante años los funcionarios negaron que existiera ese problema. Unos 183.000 veteranos del Golfo padecieron enfermedades y desarreglos, quejándose de dolor de articulaciones, problemas de memoria, náuseas, etc. Casi 10.000 han muerto prematuramente. Muchos miembros de sus familias también han enfermado y un número desproporcionado de hijos de veteranos del Golfo han nacido con defectos de nacimiento.
Las poblaciones de Indochina, Yugoslavia, Iraq, Colombia y otros lugares que han sido expuestos al DU, al Agente Naranja o a otras sustancias tóxicas, han sufrido sus efectos en números superiores a los del personal militar americano, pero esos extranjeros no entran en la ecuación del superpatriotismo, excepto como objetivos indefensos.
Una de las cosas de la guerra que les gusta a los plutócratas es su elevado coste financiero. Cuanto más dinero se gasta de los ciudadanos que pagan impuestos en contratos de guerra, más grandes son los beneficios. Muchos suministros y servicios, incluidos los relativos a la comida y al albergue, que tradicionalmente prestaban los soldados, se han entregado en manos de contratistas privados tales como Kellogg Brown y Root, una subsidiaria de Halliburton. El resultado es que las tropas estadounidenses en Iraq soportaron meses de condiciones pobres de alojamiento, de comida imposible de digerir y de equipamiento de baja calidad. Algunos de los contratistas privados han fallado incluso en presentarse a causa de los peligros que representaba la resistencia armada iraquí.[9]
En 2003, un informe de la Oficina de Presupuestos del Congreso reveló que sólo unos 2.500 millones de dólares de los 4.000 millones de gasto mensual en la Guerra de Iraq podían ser contabilizados por el Pentágono. Mientras tanto el Pentágono eliminó a las compañías francesas, alemanas y rusas para poder competir en los multimillonarios contratos para la reconstrucción de Iraq. Toda esa reconstrucción, así como el negocio de la extracción de petróleo se le dio a Halliburton, Bechtel y otras setenta firmas americanas, generalmente a precios nada competitivos fijados por ellas mismas.[10]
En 2003, la administración Bush impidió a un grupo de veteranos americanos –que habían sido torturados en las prisiones iraquíes durante la Guerra del Golfo de 1991– beneficiarse de una parte de los cientos de millones de dólares en depósitos iraquíes retenidos que un tribunal federal les había adjudicado. Los abogados de la administración argumentaron que esos depósitos tendrían un destino mejor en los contratos de reconstrucción de Iraq. «No hay dinero que realmente pueda recompensar el sufrimiento que padecieron», dijo un portavoz de la Casa Blanca.[11] Y por eso no se les asignó dinero alguno.
Cuando las bajas americanas empezaron a hacerse numerosas en lraq, el presidente Bush se encogió de hombros ante sus afligidas familias. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos los americanos muertos fueron traídos a casa en secreto. Bush no asistió a sus funerales militares o actos en su memoria como habían hecho los presidentes previos. El Pentágono notificó a todos los medios de noticias que no se permitiría ninguna cobertura televisiva o fotográfica de los ataúdes volviendo a la base de la fuerza aérea de Dover. El mando militar explicó que eso era para “respetar la privacidad de las familias». Realmente, sin fotografías de los ataúdes envueltos en banderas la gente estaba menos predispuesta a pensar en ellos. Incluso el término «envoltorios de cuerpos» se dejó de usar. Los finos artistas del Pentágono ahora se referían a los plásticos que envolvían los cadáveres de los soldados llamándoles «tubos de transporte».
Así volvemos a la cuestión planteada en el capítulo anterior: ¿Son patriotas nuestros dirigentes plutócratas; Bien, sí, lo son, pero sólo cuando sirve a sus propósitos y cuando a ellos no les cuesta nada. Son patriotas en el sentido hueco y abstracto de la palabra, un patriotismo vacío de contenido, un patriotismo de muestras ostentosas y palabras, palabras, palabras. Puede que amen a su país, pero no a la gente que vive en él, no a los que pagan impuestos, no a los votantes, y ciertamente no a los desgraciados que envían a luchar en sus guerras.
NOTAS
1. Citado en Nation, 14 de noviembre 2011).
2. New York Times. 15 de febrero 201H.
3. Los Angeles Times, 11 de febrero 2il1H; Boston Globe. 10 de febrero 2004; New York Times, 13 de febrero 2004; también sobre los principios de la carrera de Bush, ver Joe Conason, Big Lier (Thomas Dunnd/St. Martin’s, 2003). Para una lista completa de los halcones-gallina de la adminiqración Bush, ver www. nhgazette.com/ chickenhawks.html.
4. Tim Harper, «Pentagon Keeps Deael Out of Sight». Toronto Star, de noviembre 2003.
5. Washington Post. 17 de enero 2003; UPI, 17 de octubre 2003; CR’i .\’etus, 18 de enero 2003; CNN Report, 17 de Julio 2003.
6. San Francisco Chronicle, 12 de mayo 2003; Gannett News Service. 23 de octubre 2003; Washington Post, 17 de enero 2003; Army Times, 30 de junio 2003.
7. New York Times, 9 de octubre 2002 y Associated Press, 1 de julio 2003.
8. New York Times Times, 11 de agosto 2003.
9. Associated Press. 19 de septiembre 2003 y NewYork Times, 1 O de diciembre 2003.
10. New York Times, 10 de noviembre 2003.
11. Tim Harper, »Pentagon Keeps Dcad Out of Sight». Toronto Star, 5 de noviembre 2003: New York Times, 9 de noviembre 2003.