Unas pocas observaciones sobre “colapsismo”

Fuente: http://tratarde.org/unas-pocas-observaciones-sobre-colapsismo/#:~:text=unas%20pocas%20observaciones,de%20ory%20%C2%BB                                                                            jriechmann                                                                             11.10.22

  1. Los movimientos ecologistas hemos sido acusados de pesimismo y catastrofismo, de manera casi rutinaria, a lo largo de seis decenios, desde posiciones tanto de izquierda como de derecha política. Matar al mensajero portador de malas noticias (o por lo menos lapidarlo un poco) es una reacción frecuente entre los animales humanos.
  1. Estamos en 2022 (no en 1972, ni en 1992, ni en 2002)… El problema de los ecologismos de los que venimos no es que hayan sido demasiado radicales, sino justo lo contrario: durante demasiado tiempo nos acomodamos en exceso al posibilismo del “desarrollo sostenible”. En tiempos de trágico agravamiento de la crisis ecosocial tocaría más bien el movimiento contrario.

  1. Si se dejara fuera de juego al sector ahora bautizado como “colapsista”, responsable de buena parte de los análisis más realistas sobre la crisis de civilización que atravesamos, se privaría a los movimientos sociales de algunos de sus mejores órganos sensoriales y analíticos. Y eso no puede conducir a buenos resultados en términos de cambio ecosocial. (Aunque quizá sí a cogobernar, vale. Pero para eso ya está haciendo lo que puede Teresa Ribera…)

 

  1. Con ocasión de la pequeña polvareda que levantó el artículo de Clemente Álvarez “El discurso del colapso divide a los ambientalistas” (El País, 9 de agosto de 2022) pregunté a mi amigo Emilio Santiago Muíño: un mundo de apartheid con genocidio –digamos, eliminar a cinco o seis mil millones de personas en unos pocos decenios–, donde la mayor parte del planeta Tierra fuese ya inhabitable, ¿no lo llamarías colapso? Y me contestó que no. Que eso sería una pesadilla moral inenarrable, pero semejante mundo de apartheid ecológico y ecofascismo no sería el colapso, aunque fuese horrible (y que tal desenlace, por otra parte, le parecía más probable que un derrumbe).

 

  1. Es curioso. Situado ante uno de los famosos escenarios del informe The Limits to Growth de 1972, que Emilio conoce muy bien y cuya dinámica básica siempre hemos descrito como extralimitación seguida de colapso, uno tiene la impresión de que hoy, para él, mientras siga habiendo ejércitos regulares capaces de combatir, ¡prohibido hablar de colapso! Todo se subordina a (tratar de) alcanzar el gobierno del Estado… Bueno, lo menos que podemos decir es que el concepto de colapso que maneja Emilio es muy sui generis.

 

  1. Propone en ocasiones restringir el término “colapso” a los Estados fallidos, lo cual supone una noción extraordinariamente idiosincrásica de colapso. Ya digo: aunque estuviesen masacrándonos los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, mientras la policía patrullase las avenidas principales y los Registros de la Propiedad siguiesen abiertos (aunque fuera ya sólo en precarios asentamientos donde se concentrasen restos de humanidad superviviente cerca del Círculo Polar Ártico o en las desheladas tierras antárticas), para Emilio o para Héctor Tejero no deberíamos hablar de colapso.

 

  1. ¿A qué cabe llamar colapso social? Creo que lo plantea bien Luis González Reyes: una pérdida de la complejidad social rápida en términos históricos (aunque lenta en plazos vitales). Y esta complejidad se puede medir mediante cuatro indicadores: población (número de personas), interconexión entre las personas, nivel de especialización social e información que fluye por la sociedad.

 

  1. Expliqué con cierto detalle (en mi libro Otro fin del mundo es posible) que el futuro está abierto en muchos sentidos, y que no tenemos ni tendremos bola de cristal para adivinar la evolución de sistemas complejos como las sociedades humanas. Pero eso no implica que todas las trayectorias sean posibles a partir de cierto momento de cierto desarrollo: y por desgracia tenemos, creo, buenas razones para pensar que, estando donde estamos en 2022, no lograremos evitar desenlaces catastróficos.

 

  1. Siempre hay margen para actuar (lejos de mí ningún fatalismo): pero esa capacidad de acción ¿es conmensurable con los cambios de la magnitud necesaria, en los plazos temporales disponibles? Probablemente se nos agotó el tiempo. Si pensamos en términos de transiciones ecosociales, sabemos que los cambios infraestructurales requieren décadas (transformar la matriz energética en primer lugar), y sabemos que los cambios culturales, “superestructurales” si se quiere, requieren décadas (transformar la cultura productivista, extractivista y consumista en primer lugar). Y no sólo eso: no es que la sociedad se halle convencida de la necesidad de esa metamorfosis y el camino esté expedito para avanzar, sino que nuestras sociedades están muy desorientadas, muy confundidas, muy desvertebradas, y enfrente tenemos un capitalismo senescente y caníbal que defiende sus posiciones con uñas y dientes.

 

  1. Hay algo aún peor. El capitalismo es una máquina de externalizar daños e impactos. Como nos hallamos en situación de extralimitación ecológica (eso que los anglosajones llaman overshoot)pero vivimos (aún) en el centro del sistema, conservamos capacidad para desplazar elementos de colapso hacia las periferias (y lo hacemos todo el tiempo). Hacia los tres tipos de colonias (en sentido lato) de que suele hablar la pensadora ecofeminista Maria Mies: la naturaleza, los pueblos del Sur global, las mujeres. Así, empecinarnos en continuar la trayectoria de “progreso” industrial que hemos conocido en el pasado reciente (durante un tiempo muy breve en términos históricos) por esta vía de “externalizar” daños e impactos puede prolongar un poco nuestra desastrosa trayectoria (lo está haciendo), pero al precio de dañar aún más profundamente las opciones de miríadas de seres vivos (entre ellos, muchos millones de seres humanos) ahora y en el futuro.

 

  1. ¿De cuánto tiempo disponemos todavía? “Nunca es tarde para evitar el colapso”, dice Antonio Turiel tratando de animar al personal, “pero el primer paso es asumir que tienes un problema”. Pero por supuesto que a partir de ciertos puntos críticos, en una trayectoria de colapso, resulta imposible evitar el desenlace.

 

  1. Hablar de “catastrofismo” como si fuese una especie de subgénero literario, en vez de atender en detalle a qué está pasando con el clima, la energía, la trama de la vida en el planeta Tierra, es de una frivolidad que corta el aliento; pero así está funcionando la vida cultural de esta sociedad.

 

  1. No tengo ningún monopolio de la verdad, pero sé que hay acumulado conocimiento suficiente para poner en entredicho las interpretaciones de nuestra situación que suscitan más consenso. Y así, ignorando a los y las “catastrofistas”, nuestras sociedades siguen avanzando a toda marcha hacia el abismo, con una buena venda delante de los ojos…

 

  1. Ya he contado alguna vez aquel encuentro en un pasillo de la Universidad de Barcelona, hacia 1991. Dos de mis estudiantes charlaban animados entre sí, sin darse cuenta de que yo estaba al lado, y al final se despidieron: “Bueno, vamos a la clase de catastrofismo del profesor Riechmann”.

 

  1. “Catastrofismo” era entonces –entonces, cuando aún era posible, quizá, evitar la catástrofe– explicarles The Limits to Growth (1972) y darles algunas herramientas para entender el mundo en que vivían (incluyendo historia del feminismo, en aquel curso sobre crisis de civilización).

 

  1. El “colapsismo” se rechaza de antemano, y así construimos interpretaciones de la realidad voluntariamente ciegas ante los aspectos más desazonadoras de ésta –lo cual, a la postre, hace inevitable el colapso.

 

  1. Como ha observado en alguna ocasión Manuel Casal Lodeiro, la diferencia entre el escenario de “los catastrofistas tenían razón pero no actuamos drásticamente” y el de “los catastrofistas no tenían razón pero nos adelantamos a hacer sociedades poscrecimiento/ posfósiles/ resilientes” es tan brutal que debería llevar a la acción incluso a los más reacios a la radicalidad… Pero no sucede así, claro. Nos falta la mínima racionalidad colectiva como para plantear la cuestión en esos términos.

 

  1. Nuestra reacción como sociedad ante las malas noticias que transmiten los movimientos ecologistas era, entonces como hoy, ponernos una buena venda delante de los ojos. Y cuando las cosas empeoran, una segunda venda más tupida, o una tercera si hace falta…

 

  1. Por no ser capaces del movimiento del “menos” (decrecimiento) es por lo que estamos destruyendo las perspectivas de vida civilizada (quizá de vida humana a secas), dañando a las demás formas de vida y degradando de forma radical la biosfera. Es el tremendo proceso donde nos hallamos. Los procesos destructivos globales (el “cambio global”) son de tal magnitud, y tienen tanta inercia, que lo que hagamos a partir de ahora probablemente ya no podrá evitar un planeta Tierra convertido parcial o totalmente en infierno (para los seres humanos y para muchos seres no humanos: la perspectiva cambia mucho no sólo cuando salimos del cortoplacismo, sino cuando cuestionamos el marco antropocéntrico). Estamos hablando del calentamiento global, la acidificación de los océanos, el desmoronamiento de los ecosistemas, la Sexta Gran Extinción… Ay.

 

  1. Hoy, en un solo día, consumimos unos 7.000 años de la acumulación fotosintética que llevó a la formación de los combustibles fósiles. A medida que va agotándose el inmenso tesoro fósil que ha posibilitado dos siglos de crecimiento económico acelerado (en los países centrales del sistema), las ilusiones se disipan. Al mismo tiempo que los efectos climáticos de esa desacumulación de carbono fósil amenazan con llevarse por delante a la especie humana y tornar el planeta inhabitable para la mayor parte de las otras especies con las que hoy lo compartimos. Cualquier política seria para hacer frente al calentamiento global implica cierta clase de empobrecimiento, por dos vías: dejar bajo tierra la mayor parte de los combustibles fósiles hoy aún existentes, y desviar recursos enormes de inversión hacia la nueva infraestructura energética renovable, que no puede permitirnos usar demasiada energía.

 

  1. Así que nos empobreceremos colectivamente, o por las buenas o por las malas. Mi propuesta de ecosocialismo descalzo trata de ayudar a que tomemos el camino de “por las buenas”, deshaciéndonos de ilusiones (la abundancia material fue presupuesta para pensar el socialismo de los siglos XIX y XX) e impulsando dinámicas de decrecimiento material y energético, redistribución masiva, educación en la “igualibertad”, relocalización productiva, tecnologías sencillas, agroecología, recampesinización de nuestras sociedades, renaturalización de zonas extensas de la biosfera, cultivo de una Nueva Cultura de la Tierra…

 

  1. A partir de 2030, según cierta prospectiva científica razonable (Ugo Bardi), la población humana puede estar reduciéndose en quinientos millones de personas por decenio –básicamente muertes por hambre. Si estoy vivo entonces, yo seré septuagenario. Y ése será el mundo que habremos creado, básicamente en el Norte global, las dos o tres últimas generaciones de seres humanos –con nuestra acción y nuestra inacción… No se trata de “salvar el planeta”: la cosa va de no convertirnos en asesinos de nuestros hijos e hijas, nietas y nietos.

 

  1. Las clases medias urbanas (venidas a menos) que se creen la propaganda del “no te conformes con menos”, the sky is the limit y “lo mejor está por venir”, en un mundo de recursos escasos que se precipita al colapso ecológico-social, ¿podrán evitar convertirse en nazis? Es la tragedia política del Siglo de la Gran Prueba.

 

  1. “Pero ¡es que el colapsismo desmoviliza!” Sí, es verdad: se diría que las capacidades éticas del animal humano no están a la altura de las situaciones que él mismo ha creado. Es otra faceta de la Gran Desproporción.

 

  1. Al final, la impugnación del “colapsismo” viene determinada por: 1) Me angustiáis a la peña, y eso dificulta ganar elecciones. 2) No se pueden ganar elecciones tratando a la gente como adultos racionales, así que ¡cállate la boca, puto colapsista!

 

  1. El colapsismo, dice Emilio, “es estéril para plantear políticas viables en las instituciones realmente existentes y con el pueblo que hoy somos”. Es cierto. Pero no se hace política sólo dentro de las instituciones realmente existentes, sino a veces impugnándolas; y “el pueblo que somos” debería avergonzarnos en cuanto nos examinásemos frente al espejo con una mínima serenidad (de manera que la cuestión de la conversión cobra más actualidad que nunca).

 

  1. No digo que no haya un elemento sociológicamente veraz al diagnosticar el tipo de sociedad en que nos ha convertido la profundización capitalista de los últimos decenios. Manuel Sacristán deploraba nuestra “vida social culturalmente tan inorgánica” ¡en 1979! Si el pobre pudiera ver lo que tenemos hoy… Al lado de la papilla sociocultural que somos, la sociedad española de 1979 le parecería un admirable dechado de vertebración y organicidad.

 

  1. Lo que tiene potencial de mayorías no nos saca del atolladero ecológico. (Es el modelo que capta de forma insuperable el chiste del borracho buscando las llaves bajo la farola. El borracho está buscando su llave debajo de esa luz, aunque es consciente de que se le ha caído en un lugar oscuro veinte metros más allá, por valerse de la iluminación). Y lo que nos sacaría del atolladero ecológico no tiene potencial de mayorías…

 

  1. En fin, diría que sí, que afrontamos perspectivas de colapso, que ya perdimos las opciones de “buenas” transiciones ecosociales y que la perspectiva debería ser ahora colapsar mejor. (Dicho todo lo cual: cuando discuto con amigos como Emilio sobre esta cuestión, siempre comienzo y termino diciendo que ojalá sea yo quien se equivoque con esa clase de previsiones sombrías.)

 

  1. Nos hemos metido en una trampa. ¿Podemos considerar, como seres humanos racionales y adultos ⸺y no como niños malcriados⸺, que nos hemos metido en una trampa? Si hay una mínima posibilidad de salir de la misma, pasa por reconocer que estamos dentro de una trampa.

 

Continuación: http://tratarde.org/algunas-notas-adicionales-sobre-colapsismo/

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