Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/una-diagnosis-sobre-el-nacionalismo-gallego Xosé Manuel Beiras 04/01/2020
La conciencia nacional activa del pueblo gallego tuvo históricamente como protagonistas de su proyección en la acción política auto-emancipadora a las clases populares: clases trabajadoras en los espacios capitalista y precapitalista, y segmentos ilustrados de la pequeña burguesía. Este contenido de clase del movimiento nacionalista gallego, combinado con el sometimiento colonial de la nación al Estado español, dio lugar a que la lucha emancipadora tuviese que librarse conjuntamente en dos frentes o ejes de contradicción antagónica: el nacional y el de clase. En el primero, se libraba una confrontación nación-estado, que venía a ser asimismo colonia-metrópolis. En el segundo, una lucha entre las clases explotadas y subalternas gallegas y las oligarquías del capital en Galiza y en el estado español.
Esa dialéctica no cambió sensiblemente con la instauración del régimen post-franquista de IIª Restauración de la monarquía borbónica en el Reino de España. Por el contrario, lejos de abrirse caminos de resolución de la contradicción nacional en el marco constitucional del 78, la identidad nacional de Galiza fue constitucionalmente negada, el derecho de autodeterminación fue proscrito y, al cabo, el proceso de descomposición desconstituyente de ese régimen político exacerbó la deriva reaccionaria y chovinista de los poderes del Estado. Y lejos de moderarse las dinámicas de la explotación de las clases trabajadoras y del espolio colonial, los impactos de la contrarrevolución ultraliberal y de la gran depresión desencadenada desde la crisis financiera de 2008 en el sistema-mundo, agudizaron la gravedad de ambos fenómenos. La combinación de esos dos procesos abrió un escenario en el que cualquier avance en la lucha de liberación nacional y social del pueblo gallego pasaba indispensablemente por la ruptura democrática con el actual régimen español y la apertura de un proceso de procesos constituyentes en clave republicana, en el que la nación gallega, a la par de las demás naciones del ámbito del Estado, ejerciese libremente sus decisiones como sujeto político de soberanía popular. Esa fue la opción estratégica formalizada en los documentos fundacionales de Anova-IN (Anova-Irmandade Nacionalista) y aprobada en su asamblea constituyente del 14 de julio de 2012.
Ahora bien, la puesta en obra por Anova de esa estrategia en los dos frentes de combate o ejes de contradicción antedichos, requería un sistema de alianzas que potenciase la acumulación de fuerzas hacia el logro de los objetivos emancipatorios nacional y de clase, tanto en el ámbito nacional gallego como también en el del Estado -puesto que la ruptura con el régimen actual, indispensable para alcanzarlos, solo podría lograrse mediante un combate solidario de las fuerzas rupturistas en el ámbito estatal, lo que requería alianzas de las fuerzas soberanistas e independentistas de las naciones-sin-estado entre ellas y con las izquierdas rupturistas españolas, para ganar el combate en el centro del poder del Estado español. Los movimientos soberanistas de las naciones periféricas más potentes -Euskalherría y Catalunya- no habían logrado por entonces, ni han logrado todavía hoy, cada una con su peculiar estrategia, ganar ese combate. Menos verosímil todavía resultaba que lo pudiese lograr el nacionalismo gallego, limitado en su capacidad ofensiva por los destrozos del recrudecido síndrome colonial y debilitado por la pérdida de norte estratégico de su otrora primordial herramienta política -lo que precisamente había suscitado la necesidad de fundar Anova-IN.
Anova ensayó ese sistema de alianzas, con fórmulas variantes, en los tres ámbitos en los que se juega el logro de la emancipación del pueblo y la nación gallegas: el gallego, el español y el europeo. En el primero, lo ensayó a dos niveles: el nacional y el local. En el nacional, ya en el otoño de 2012, mediante una coalición en el Parlamento autónomo de Galiza con otros sectores nacionalistas y con formaciones integradas en organizaciones de ámbito estatal que asumían y suscribían la identidad de la nación gallega como sujeto político, y por lo tanto su derecho a la autodeterminación: fue la Alternativa Galega de Esquerda (AGE) -que obtuvo un gran apoyo electoral de amplios sectores de la izquierda social, situándola como tercera fuerza en esa cámara por delante del BNG. En el local, Anova promovió un proceso de unidad popular para las elecciones municipales de 2015, en el que el protagonismo recayese en la izquierda social en cuanto tal, en lugar de la habitual coalición de partidos, que en esta fórmula actuarían como ‘motores auxiliares’: fueron las Mareas Municipais, que obtuvieron inusitados resultados electorales en numerosas villas y ayuntamientos rurales, sobresaliendo la conquista del gobierno en tres ciudades por entonces feudos del Partido Popular: Compostela, A Coruña y Ferrol. Seguidamente, en el ámbito estatal, desde Anova y las principales mareas municipales se promovió una coalición con la nueva izquierda emergente en el escenario español, Podemos, que por entonces se proclamaba rupturista con el régimen actual y aseguraba asumir el derecho de los pueblos a la ‘libre decisión’: fue En Marea, que en las elecciones a las Cortes de diciembre de 2015 obtuvo un resultado sin precedentes en nuestro país, superando los 400.000 votos. La fórmula de En Marea se reeditaría en la repetición de las elecciones españolas en junio de 2016, en las que a nivel de estado se integraría IU. Convertida EM en ‘partido instrumental’ de la unidad popular gallega en julio, las subsiguientes elecciones al Parlamento de Galiza la situaron como segunda fuerza de esa cámara, por delante del PSdG-PSOE en votos. Por el camino, en las elecciones al Parlamento de la UE en 2014, Anova había optado por proyectar AGE en ese escenario, como Alternativa Galega de Esquerda en Europa (AGEE), integrada con identidad propia en la alternativa de la Izquierda Plural española, obteniendo un escaño para Galiza en la cámara europea.
El balance de la práctica de ese sistema de alianzas desde el comienzo de esa singladura en 2012 hasta hoy resulta ambivalente. Por una parte, cambió rotundamente el mapa político de nuestro país, e hizo patente el anhelo de amplios sectores de la izquierda social gallega por la unidad popular y por las alianzas ‘transfronterizas’ entre el nacionalismo emancipador gallego y el federalismo español, como fórmula necesaria para combatir con éxito al ‘enemigo principal’ del pueblo y la nación gallegas. Por otra parte, puso de manifiesto, al cabo, que la contradicción Galiza-Estado -y, en el ámbito estatal, entre el Estado español y todas las naciones-sin-estado- resultaba por ahora no asumible en la práctica por las fuerzas españolas inicialmente rupturistas, con la consiguiente repercusión en forma de disensiones internas en los organismos dirigentes de las alianzas, tanto intra-gallegas como a nivel estatal, que produjeron graves desgastes y pérdida de credibilidad de esas alternativas ante la ciudadanía que las había apoyado con sus votos. El problema se agravó desde la deserción del PSOE en otoño de 2016 de la confrontación común, en los dos ejes de contradicción, con la derecha reacionaria del PP, la inicialmente ‘lerrouxista’ de Ciudadanos y, en los últimos tiempos, la vergonzosa alianza de ambas con el emergente fascismo neofranquista sin máscara de Vox -el llamado ‘trifachito’ en el ‘corral nublado’ celtibérico. La esperpéntica andadura del PSOE en las Cortes desde las elecciones de mayo de este año 2019, y la rendición final de Podemos en este otoño, con renuncia a sus fundacionales posicionamientos rupturistas, en busca de un inquilinato en un gobierno pesoísta, dejó políticamente huérfanas e indefensas, en las instituciones del régimen, tanto a los segmentos más agredidos de la izquierda social, cuanto a los movimientos nacionalistas emancipadores de las naciones-sin-estado -incluido el potente movimiento cívico-político del ‘procès’ catalán, abandonado por el PSOE, y ahora también por Podemos, a los pies de los caballos de las cúpulas antidemocráticas y golpistas del poder judicial español. Y si la ruptura con el régimen no pasaba de ser un horizonte de referencia en la brújula de nuestra navegación, a pesar de no ser alcanzable en el corto plazo, hoy está desaparecido del mapa político en el Estado español.
Como conclusión, resulta que el combate en pro de la emancipación nacional del pueblo galego en clave de izquierda social, se encuentra carente de ejército organizado que lo libre, y que la izquierda social está huérfana de representación política que la defienda cabalmente. La organización más veterana del nacionalismo gallego, a pesar de su discurso, está, en la práctica, abducida por el régimen, que la puede tolerar sin mayor problema, y coartada por su servidumbre respecto al PSOE en las instituciones políticas de la administración local. Y la ciudadanía más agredida por el actual gobierno autonómico -que gobierna contra ella- y por la acción depredadora del gran capital y de sus emisarios, tanto en la explotación de clase como en el espolio colonial, tampoco cuenta con la herramienta necesaria para librar el combate en la sociedad política: se defiende por su propia cuenta, autorganizándose en luchas concretas no articuladas a nivel nacional gallego. El proceso de rebelión cívica que, en Galiza, comenzara con la eclosión de Nunca Máis en 2002-2003, y que se había proyectado después en las ofensivas orientadas a la inversión de la correlación de fuerzas en las instituciones políticas del régimen, acabó en gran medida desangrado por causa de la ‘traición de los menestrales’ -en expresión de un clásico del s. XX.
Anova había nacido para ser herramienta de esa rebelión cívica, con un proyecto estratégico denominado ‘nuevo proyecto común’. Es preciso que recuperemos ese proyecto fundacional y nos pongamos a llevarlo a la práctica en el seno de la sociedad. Sin pretensión de ser nosotros, en cuanto Anova, protagonistas del proceso, sino suscitadores de la reactivación y articulación de la acción de combate desalienador y emancipador de la ciudadanía gallega como tal, a empezar por las mareas municipales, en vez de apresurarnos a buscar, para eventos electorales próximos en el horizonte, nuevas alianzas con organizaciones que ya tuvieron la oportunidad de demostrar si estaban o no en pro de practicar la lealtad y la solidaridad necesarias en los combates que hemos librado hasta ahora. Dialogar, sí; buscar prematuramente acuerdos en el papel, no. Antes tenemos que esforzarnos en que la izquierda social se convierta en ejército cívico-político organizado. Y que sea ella la interlocutora primordial que marque el rumbo en la brújula de la embarcación.