Fuente: http://arrezafe.blogspot.com/2022/04/ucrania-denuncia-de-la-narrativa-y.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email 13 abril, 2022
Ucrania: denuncia de la narrativa y manipulación occidental — Jacques Baud
Esclarecedor testimonio de un militar suizo conocedor del tema sobre el terreno, nada sospechoso de ser un maligno agente de Putin, que expone y denuncia lo que la prensa occidental oculta, distorsiona y manipula hasta convertir la «información» en un burdo e insultante amasijo de la más abyecta propaganda.
Que los improbables lectores lo disfruten.
SCHEERPOST – 09/04/2022
Traducción del inglés: Arrezafe
Jacques Baud, exanalista militar de la OTAN denuncia la cobertura y narrativa de la guerra de Ucrania por parte de Occidente. Centro Francés de Inteligencia e Investigación
PRIMERA PARTE: EN EL CAMINO A LA GUERRA
Durante años, desde Malí hasta Afganistán, trabajé por la paz y arriesgué mi vida por ella. No se trata, pues, de justificar la guerra, sino de comprender qué nos llevó a ella. Observo que los “expertos” que se turnan en los televisores analizan la situación basándose en información dudosa, la mayoría de las veces hipótesis convertidas en hechos, y por lo tanto ya no logramos entender lo que está sucediendo. Así es como se crea el pánico.
El problema no es tanto quién tiene la razón en este conflicto, sino cómo toman sus decisiones nuestros líderes.
Tratemos de examinar las raíces del conflicto. Comencemos por aquellos que durante los últimos ocho años se nos han estado mostrando como «separatistas» o «independentistas» del Donbass. Es incorrecto. Los referéndums realizados por las dos autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk en mayo de 2014 no fueron referéndums de «independencia»(независимость), como algunos periodistas sin escrúpulos han pretendido, sino de «autodeterminación» o «autonomía»(самостоятельность). El término «pro-ruso» viene a sugerir, tendenciosamente, que Rusia tomó parte del conflicto, que no fue el caso, el término «rusoparlantes» hubiera sido más honesto y adecuado. Además, hay que precisar que estos referéndums se llevaron a cabo en contra del consejo de Vladimir Putin.
De hecho, estas repúblicas no buscaban separarse de Ucrania, sino tener un estatuto de autonomía que les garantizara el uso del idioma ruso como idioma oficial. Porque el primer acto legislativo del nuevo gobierno, resultante del derrocamiento del presidente Yanukovych, fue la abolición, el 23 de febrero de 2014, de la ley Kivalov-Kolesnichenko de 2012 que hizo del ruso un idioma oficial. Algo así como si en Suiza supuestos golpistas decidieran que el francés y el italiano dejaran de ser idiomas oficiales en dicho país.
Esta decisión de abolir el ruso como lengua oficial, que provoca lógica conmoción en la población ruso-parlante, es seguida de una feroz represión contra las regiones de habla rusa (Odessa, Dnepropetrovsk, Kharkov, Lugansk y Donetsk) represión que comenzó en febrero de 2014 y condujo a una militarización de la situación y algunas masacres (las más graves en Odessa y Mariupol). A finales del verano de 2014, sólo resistían las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.
En esta etapa, los estados mayores ucranianos, demasiado rígidos y estancados en un enfoque doctrinario del arte operacional, sufrieron la tenaz resistencia del enemigo sin lograr imponerse. El análisis del desarrollo de los combates entre 2014-2016 en Donbass muestra que el estado mayor ucraniano aplicó sistemática y mecánicamente los mismos planes operativos. Sin embargo, la guerra que libraban los autonomistas era entonces muy parecida a la que pudimos observar en el Sahel: operaciones muy ágiles realizadas con medios ligeros. Mediante un enfoque más flexible y menos doctrinario, los rebeldes pudieron explotar la rígida inercia de las fuerzas ucranianas y «emboscarlos» repetidamente.
En 2014, estando yo en la OTAN y siendo responsable de la lucha contra la proliferación de armas pequeñas, tratamos de detectar las posibles entregas de armas rusas a los rebeldes a fin de comprobar si Moscú pudiera estar involucrado en la contienda. La información que recibimos entonces provenía prácticamente en su totalidad de los servicios de inteligencia polacos y no «coincidía» con la información de la OSCE: a pesar de las duras acusaciones, no observamos ninguna entrega de armas o material militar ruso.
Los rebeldes estaban armados gracias a las deserciones de unidades ucranianas de habla rusa que se pasan al bando rebelde. A medida que aumentan los fracasos ucranianos, batallones completos de tanques, artillería y antiaéreos engrosaron las filas de los autonomistas. Esto es lo que empuja a los ucranianos a comprometerse con los ‘Acuerdos de Minsk’.
Pero, justo después de firmar los ‘Acuerdos de Minsk 1’, el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, lanzó una operación antiterrorista a gran escala (ATO/Антитерористична операція) contra Donbass. Bis repetita placent: mal asesorados por los oficiales de la OTAN, los ucranianos sufrieron una aplastante derrota en Debaltsevo que los obligó a comprometerse con los ‘Acuerdos de Minsk 2’…
Es fundamental recordar aquí que los ‘Acuerdos de Minsk 1’ (septiembre de 2014) y ‘Minsk 2’ (febrero de 2015) no preveían ni la separación ni la independencia de las Repúblicas, sino su autonomía en el marco de Ucrania. Aquellos que hayan leído los Acuerdos (y estos son muy, muy, muy pocos) encontrarán que está claramente escrito que el estatus de las repúblicas debía ser negociado entre Kiev y los representantes de las repúblicas, para una solución interna en Ucrania.
Por eso, desde 2014, Rusia ha exigido sistemáticamente su aplicación y negándose a ser parte de las negociaciones, porque se trataba de un asunto interno de Ucrania. Por otro lado, los occidentales –liderados por Francia– intentaron sistemáticamente sustituir los Acuerdos de Minsk por el «formato de Normandía», que enfrentaba a rusos y ucranianos. Sin embargo, recordemos que nunca hubo tropas rusas en el Donbass antes del 23 y 24 de febrero de 2022. Además, los observadores de la OSCE nunca han observado el menor rastro de unidades rusas operando en el Donbass. Así, el mapa de inteligencia estadounidense publicado por el Washington Post el 3 de diciembre de 2021 no muestra tropas rusas en Donbass.
En octubre de 2015, Vasyl Hrytsak, director del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), confesó que sólo se habían observado 56 combatientes rusos en el Donbass. Era un hecho comparable al de los suizos que iban a luchar en Bosnia durante los fines de semana, en la década de 1990, o al de los franceses que hoy luchan en Ucrania.
El ejército ucraniano se encontraba entonces en un estado deplorable. En octubre de 2018, tras cuatro años de guerra, el fiscal militar jefe de Ucrania, Anatoly Matios, dijo que Ucrania había perdido 2.700 hombres en el Donbass: 891 por enfermedades, 318 por accidentes de tráfico, 177 por otros accidentes, 175 por envenenamiento (alcohol, drogas), 172 por manejo descuidado de armas, 101 por incumplimiento de las normas de seguridad, 228 por asesinato y 615 por suicidio.
De hecho, el ejército está socavado por la corrupción de sus cuadros y ya no cuenta con el apoyo de la población. Según un informe del Ministerio del Interior del Reino Unido, cuando se convocó a los reservistas en marzo-abril de 2014, el 70 % no se presentó a la primera convocatoria, el 80 % a la segunda, el 90 % a la tercera y el 95 % a la cuarta. En octubre/noviembre de 2017, el 70 % de las personas convocadas no se presentaron durante la llamada «campaña de vuelta de Otoño de 2017″. Esto no incluye suicidios y deserciones (muchas veces a favor de los autonomistas) que alcanzan hasta el 30% de la plantilla en la zona ATO. Los jóvenes ucranianos se niegan a ir a luchar al Donbass y prefieren la emigración, lo que también explica, al menos en parte, el déficit demográfico del país.
El Ministerio de Defensa de Ucrania recurrió entonces a la OTAN para que la ayudara a hacer que sus fuerzas armadas fueran más «atractivas». Habiendo trabajado ya en proyectos similares en el marco de las Naciones Unidas, la OTAN me pidió que participara en un programa destinado a restaurar la imagen de las fuerzas armadas ucranianas. Pero ese es un proceso largo y los ucranianos querían ir rápido.
Así, para compensar la falta de soldados, el gobierno ucraniano recurrió a las milicias paramilitares, compuestas esencialmente de mercenarios extranjeros, a menudo activistas de extrema derecha. A partir de 2020, dichas milicias constituyen alrededor del 40% de las fuerzas de Ucrania y suman alrededor de 102.000 hombres según Reuters. Estas milicias están armadas, financiadas y entrenadas por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Francia, y en ellas participan sujetos de más de 19 nacionalidades, incluidos suizos.
Por lo tanto, los países occidentales han creado y apoyado claramente las milicias de extrema derecha ucranianas. En octubre de 2021, el Jerusalem Post dio la alarma al denunciar el proyecto Centuria. Estas milicias han estado operando en el Donbass desde 2014, con apoyo occidental. Se puede discutir sobre el término «nazi», pero el hecho es que estas milicias son violentas, transmiten una ideología nauseabunda y son virulentamente antisemitas.
Estas milicias, derivadas de los grupos de extrema derecha que lideraron la revolución Euromaidan en 2014, están formadas por individuos y grupos fanáticos y brutales. El más conocido de ellos es el regimiento Azov, cuyo emblema recuerda al de la 2ª SS Das Reich División Panzer, que es objeto de verdadera veneración en Ucrania, por haber liberado Jarkov de los soviéticos en 1943 y antes de perpetrar la matanza. de Oradour-sur-Glane en 1944, en Francia.
Entre las figuras célebres del regimiento Azov se encontraba el opositor Roman Protassevich, detenido en 2021 por las autoridades bielorrusas tras el caso del vuelo FR4978 de RyanAir. El 23 de mayo de 2021 se habla del secuestro deliberado de un avión de pasajeros por parte de un MiG-29 –con el beneplácito de Putin, por supuesto– para arrestar a Protassevich, aunque la información entonces disponible no confirma en modo alguno este escenario.
Pero, entonces, hay que demostrar que el presidente Lukashenko es un matón y Protassevich un «periodista» amante de la democracia. Sin embargo, una investigación bastante reveladora realizada por una ONG estadounidense en 2020 expuso las actividades militantes de extrema derecha de Protassevich. El conspirador occidente pone entonces en marcha una campaña mediática y sin escrúpulos «pulen» su biografía. Finalmente, en enero de 2022, se publica el informe de la OACI que muestra que, a pesar de algunos errores de procedimiento, Bielorrusia actuó de acuerdo con las normas vigentes y que el MiG-29 despegó 15 minutos después de que el piloto de RyanAir decidiera aterrizar en Minsk. Así que nada de complot con Bielorrusia y menos con Putin. ¡Ah!… y un detalle más: Protassevich, cruelmente torturado por la policía bielorrusa, ahora es libre. Quienes deseen mantener correspondencia con él, pueden acudir a su cuenta de Twitter.
La etiqueta de «nazi» o «neonazi» dada a los paramilitares ucranianos se considera propaganda rusa. Quizás, pero esa no es la opinión de The Times of Israel, el Centro Simon Wiesenthal o del mismísimo Centro de Contraterrorismo de la Academia West Point. Aunque esto, claro está, sigue siendo discutible, dado que en 2014, la revista Newsweek al parecer los asoció con el Estado Islámico. ¡Elijan!
De modo que Occidente apoya y sigue armando milicias culpables de numerosos crímenes contra la población civil de Donbass desde 2014, violaciones, torturas y masacres. Sin embargo, mientras el gobierno suizo se ha apresurado a imponer sanciones contra Rusia, no ha adoptado ninguna contra Ucrania, que ha estado masacrando a su propia población desde 2014. De hecho, quienes defienden los derechos humanos en Ucrania han condenado desde hace mucho tiempo la acciones de estos grupos, condenas que no han sido secundadas por nuestros gobiernos porque, en realidad, no están tratando de ayudar a Ucrania, sino de combatir a Rusia.
La integración de estos paramilitares en la Guardia Nacional no estuvo en modo alguno acompañada de una «desnazificación», como pretenden algunos. Ejemplo evidente de ello, entre otros muchos, es el de las insignias del Regimiento Azov.
En 2022, muy esquemáticamente, las fuerzas armadas ucranianas que luchan contra la ofensiva rusa se estructuran de la siguiente manera:
– Ejército, dependiente del Ministerio de Defensa: se articula en 3 cuerpos de ejército y se compone de formaciones de maniobra (tanques, artillería pesada, misiles, etc.).
– Guardia Nacional, que depende del Ministerio del Interior y se articula en 5 comandos territoriales.
Por lo tanto, la Guardia Nacional es una fuerza de defensa territorial que no forma parte del ejército ucraniano. Incluye milicias paramilitares, denominadas «batallones de voluntarios» (добровольчі батальйоні), también conocidas con el evocador nombre de «batallones de represalia», compuestas por infantería. Entrenados principalmente para el combate urbano, ahora aseguran la defensa de ciudades como Kharkov, Mariupol, Odessa, Kyiv, etc.
(Fin de la primera parte)
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