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Tubacex o como 236 días de huelga sirven para defender los intereses de clase
Es madrugada y aún se impone la oscuridad de la noche a la luz del amanecer. El tiempo suave de Lloido hace más amena la espera de cientos de personas que permanecen a las puertas de la empresa metalúrgica de Tubacex. Toda la plantilla, familia, amigos y vecinos permanecen frente al edificio como han hecho tantas veces desde que hace 236 días comenzasen una huelga contra los despidos masivos anunciados.
Son las 06:00 de la mañana, hora de inicio del turno de mañana, del primer turno en más de 8 meses de huelga. Los trabajadores que vuelven a producir lo hacen tras una titánica lucha donde la unidad de la plantilla ha sido total, solo así han conseguido doblegar la propuesta de ERE de 129 de trabajadores que fue declarado ilegal por los tribunales. Pero pese al rechazo judicial la empresa mantuvo su intención de despedir a una parte importante de los trabajadores, lo que agravó el conflicto y lo llevó a una huelga general indefinida que se prolongaba hasta hoy.
La vuelta al trabajo se ha celebrado en un ambiente reivindicativo. Bengalas, pancartas y cánticos arropaban a los 340 trabajadores que reingresaban a la metalúrgica. Una demostración de fuerza y organización de la clase trabajadora. En las puertas resonaban gritos de «borroka da, bide bakarra» (la lucha es el único camino, en euskera) y «en Tubacex no sobra nadie», dos principios que han guiado estos meses de resistencia.
En total Tubacex emplea a 680 trabajadores y con el acuerdo firmado a finales de la semana pasada la mitad de la plantilla se reincorporará al trabajo mientras que la otra mitad permanecerá en ERTE. Un acuerdo que evita cualquier despido y que va acompañado de una promesa de inversiones que despeja el fantasma de futuros reajustes a corto plazo. La firma del acuerdo se ha producido en la sede del Gobierno Vasco, donde habían sido citados la dirección y el comité por parte del Departamento de Trabajo, que ha mediado el conflicto. Y ha sido suscrito por ELA, CCOO y el sindicato independiente ATAL. Mientras que LAB, que desde un inicio se posicionó en contra, y STAT, cuyos afiliados lo rechazaron en asamblea, no lo han apoyado.
Unidad de la clase trabajadora para vencer
Aunque la unidad sindical no ha sido total en la firma del acuerdo si se ha visto durante los 8 meses de huelga indefinida que hoy llegan a su fin. El apoyo clave de todo el tejido social de la comarca de Aiaraldea, zona industrial en declive desde los 90, ha sido clave para mantener la lucha. Desde febrero se han sucedido manifestaciones, concentraciones, escraches tanto en la fábrica como en toda la provincia, llevando sus reivindicaciones ante el gobierno vasco y el estatal, que buscaron una mediación en el conflicto. Otro aspecto clave han sido las cajas de resistencia que han paliado los efectos de 8 meses sin nómina y que se ha nutrido de «aportaciones de todo el Estado» apuntan desde los sindicatos. «También se han organizado actividades para visibilizar el conflicto y recaudar dinero, nos hemos sentido arropados allí donde hemos ido» afirma la misma fuente.
El presidente del comité, Edu Ibernia, ha respaldado a firma del acuerdo entre sindicatos y empresa asegurando que que se ha logrado el objetivo principal defendido desde el inicio del conflicto «la retirada de todos los despidos que había encima de la mesa».
En opinión de Ibernia este acuerdo es «un ejemplo de lucha obrera» y del «recorrido que tienen las huelgas». «Es un ejemplo de cómo se puede echar abajo un recurso ante el Tribunal Supremo y creo que hasta ahora nadie ha sido capaz de hacerlo», ha agregado.