Fuente: https://ctxt.es/es/20220401/Firmas/39318/solidaridad-sindicato-vox-extrema-derecha-ugl.htm
Tu sindicato facha de confianza
Del mismo modo que aprendimos que “ni de izquierdas ni de derechas” quiere decir “soy de derechas pero quiero venderte la moto”, cuando un sindicato dice que no es de clase significa que no es de clase trabajadora
Alba Sidera 6/04/2022
Representantes de los sindicatos de extrema derecha UGL (Italia) y Solidaridad en la Marcha de la Paz en apoyo a Orbán en Budapest.
UGL / YOUTUBE
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Estos días Vox ha sacado a pasear a su tierna y prometedora criatura: el sindicato Solidaridad. Todo partido de la nueva extrema derecha que se precie tiene que tener su sindicato facha de confianza, y Vox no iba a ser menos. Los tiempos de crisis, se sabe, son el marco ideal para la proliferación del parasitismo obrerista. Pandemia y post-pandemia, crisis de la energía, subida de los precios, precariedad endémica…Estamos en el momento perfecto para que la derecha radical populista, también la del partido de los señoritos con fachaleco, intente sacar tajada del malestar social.
No por nada fue el representante del ala falangista de Vox, Jorge Buxadé, quien anunció en 2020 que el partido impulsaría un sindicato. Lo definió como “sindicato no de clase”, que es una manera tan poética como cobarde de decir que es el sindicato de la clase dominante. Un sindicato que quiere limitar el derecho a la huelga y que se opone a subir los impuestos a los más ricos tiene claro a qué clase sirve.
Solidaridad está haciendo sus primeros pinitos a nivel internacional. Mientras en España pretende guardar cierta compostura, es decir, aparentar ser un sindicato y no un guateque de ultras, cuando sale de excursión fuera, baja la guardia. Y pasa lo que pasa: que a los “no ideológicos” les sale la ideología por las orejas. El 15 de marzo era el Día Nacional de Hungría, y el sindicato impulsado por Vox asistió a la gran manifestación en Budapest en apoyo al primer ministro Viktor Orbán, que el 3 de abril se jugaba su cuarto mandato consecutivo. Los representantes de Solidaridad desfilaron junto a los de la Unione Generale del Lavoro, UGL, sindicato italiano vinculado a la Lega de Matteo Salvini. Acoplados a los leghistas, los de Solidaridad fueron pillados cantando el Cara al Sol a pleno pulmón y alternando consignas franquistas con vivas a Abascal, como se puede ver en este reportaje de la televisión pública catalana emitido el mismo día.
En Italia, como con casi todo en política, tenemos una larga experiencia con los sindicatos de derecha y de extrema derecha. En el congreso de la UGL participan los líderes de todo el espectro de la derecha: desde los berlusconianos a la ultraderecha extraparlamentaria declaradamente fascista. Por el congreso sindical desfilan Salvini y Meloni, pero también los líderes del grupo neofascista CasaPound. La UGL es el sindicato heredero del CISNAL, ligado al partido fascista Movimento Sociale Italiano. La UGL es un sindicato que se alinea con el partido de derechas más fuerte en cada momento. Tuvo su época berlusconiana, y hace ya un tiempo que está vinculado a la Lega.
Puede ser un spoiler de la relación de Vox y Solidaridad: el sindicato y el partido son vasos comunicantes para alcanzar poder. Claudio Durigon, uno de los ideólogos de Salvini, dio el salto de vicesecretario de la UGL a diputado leghista en 2018, y allí empezó a ocupar altos cargos. En verano del año pasado, siendo vicesecretario de Estado de Economía del Gobierno Draghi, se hizo popular por impulsar una campaña para recuperar la memoria fascista. Propuso que un parque dedicado a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados por la mafia, volviese a llevar el nombre de Mussolini en honor al hermano del Duce, Arnaldo. El hermano pequeño del dictador fue el director de Il Popolo d’Italia, el diario oficial del Partido Nacional Fascista.
Del mismo modo que aprendimos que “ni de izquierdas ni de derechas” quiere decir “soy de derechas pero quiero venderte la moto”, cuando un sindicato dice que no es de clase significa que no es de clase trabajadora. Entonces, ¿qué pasa? Los obreros no son una masa uniforme e ignorante que se deja embaucar por el primer facha disfrazado de sindicalista, ni necesitan ser iluminados por una élite intelectual que les explique quiénes son los buenos. La extrema derecha tira la caña al obrerismo porque hay un hueco donde pescar. El papel de los sindicatos mayoritarios europeos, demasiadas veces, ha dejado mucho que desear, siguiendo el proceso de renuncia ideológica de los grandes partidos socialdemócratas.
Es fácil para los nuevos falangistas acusar a los sindicatos tradicionales de aburguesados. Al mismo tiempo, paradójicamente, su sindicato pretende captar a aquellos trabajadores que quieren tener la ilusión de ser clase media. Ese espejismo que solo se sostiene saltando por encima de los que están por debajo, porque la misión de los sindicatos de extrema derecha es dividir a la clase trabajadora. Enfrentar a los trabajadores entre sí, desposeerles del sentido de pertenencia a la clase que les une. Es la vieja estrategia de los falsos sindicatos de la época fascista, el llamado corporativismo fascista. Las corporaciones fascistas agrupaban a trabajadores y empresarios de cada sector, en vez de hacerlo con otros trabajadores, para desactivar así su fuerza. El primer objetivo de la UGL es “la superación definitiva de la concepción política de clase social y de sus consecuencias ideológicas”. Más claro no pueden decirlo: esto es lo que temen los facha-sindicatos y aquellos que los promocionan. Pues que vivan las consecuencias ideológicas de la conciencia de clase.
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Alba Sidera
Periodista especializada en la extrema derecha y el análisis político. Vive en Roma desde el 2008, donde trabaja como corresponsal. Autora del libro Feixisme Persistent.