Fuente: https://frenteantiimperialista.org/blog/2020/02/18/trump-netanyahu-y-las-181-paginas-de-amenazas/ Ramón Pedregal Casanova 18 febrero, 2020
Del libro Fin de siglo en Palestina. Autor: Miguel-Anxo Murado. Editorial Lengua de trapo.
Trump-Netanyahu y sus equipos, siguiendo la tradición sionazi de robar, conforme vienen realizando la ocupación de Palestina han expuesto verbalmente y con un documento de 181 páginas, su plan para el siglo. Un plan ofensivo que no es sólo contra el pueblo de Palestina, va más allá, agrede a todos los árabes y musulmanes, y también a los europeos e israelíes, e incluso a los americanos, a toda la gente que ansía el respeto mutuo, que es por lo que se manifiestan en su contra. Así se lo hacen saber los Ministros de Asuntos Exteriores de La Liga Árabe en la Declaración del 1º de Febrero tras su reunión en El Cairo. En el mismo sentido se ha manifestado el Alto Representante de la Unión Europea sobre Política Exterior, Josep Borrell, declarando que todos los asentamientos en el territorio ocupado palestino son ilegales, y ha llamado a Israel a cumplir el Derecho Internacional, a lo que ha añadido que el plan de Trump se aparta de los parámetros acordados internacionalmente.
Se hace necesario recordar la historia para saber las raíces de las que se alimenta el plan del regente imperial y el regente sionazi, el plan responde a lo previsto por aquel primer ministro israelí llamado Isaac Rabin; al explicar lo que conllevaba el Acuerdo de Oslo, declaró que el final era un estado palestino desmilitarizado, con soberanía limitada sobre el 70% de Cisjordania y la Franja de Gaza, y la soberanía israelí sobre Jerusalén, así como sobre el Valle del Jordán y los asentamientos. Todo lo tenían previsto desde mucho antes de que Trump y Netanyahu lo declarasen públicamente.
Las acciones estratégicas contenidas en su Acuerdo del siglo y que ya han realizado, son: el cierre de la oficina de representación de Palestina en EEUU; el robo de la ayuda a la UNRWA (Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos); la anexión de territorio de Palestina y el establecimiento de asentamientos coloniales dentro de territorio de Palestina; la declaración y el traslado de la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén; la declaración de Estado de Israel-Estado de la Nación Judía.
Como vemos el Plan del siglo, no se puede llamar Acuerdo, es un plan de Trump-Netanyahu, una ofensiva para acabar con las aspiraciones del Pueblo Palestino, de los árabes y de todos los que piensan en la paz,… para acabar con todas las Resoluciones de las Naciones Unidas, empezando por la 181 que reconoce el derecho del Pueblo Palestino a tener su propio Estado. Los dos mandatario, tanto Trump como Netanyahu y sus equipos, venían trabajando sobre hechos consumados e ilegales que fueron impulsados en 1967, y los vemos ejecutados ahora sobre el terreno por el Likud, cuya cabeza pública es Netanyahu. Lastimosamente, el ente israelí ha conseguido la división en el mundo árabe, que a su vez pasa por un periodo de agitación y tensión interna, fomentando los conflictos regionales y nacionales. A ello se ha sumado la ausencia clara de Europa con política propia y como parte independiente para defender y hacer que se cumpla el derecho a dos Estados. A ello se suma la crisis que vive el Movimiento de Liberación Palestino debido a la apuesta de una de sus corrientes por los “Acuerdos” de Oslo, “Acuerdos” que dejan una lectura política en la que se destaca que sólo fue una trampa, a lo que se añade el que Israel no lo ha respetado ni en su más pequeño acento. Dejo aquí un párrafo del libro Gaza. Una investigación sobre su martirio, del doctor e investigador Norman G. Finkelstein, que es sumamente clarificador: Uno de los sentidos de Oslo, apuntaba el ministro de Exteriores isralí Shlomo Ben Ami, fue que la OLP… se convertía en colaboradora de Israel en la tarea de aplastar la intifada y atajar… una lucha auténticamente democrática por la independencia palestina. En concreto, Israel se esforzó en reasignar a sus sustitutos palestinos las tareas sórdidas de la ocupación. La idea de Oslo, reconocía el exministro israelí Natan Sharansky, era encontrar un dictador fuerte que… tuviera bajo control a los palestinos. Los palestinos establecerán una seguridad interna mucho mejor de lo que lo haríamos nosotros, les contaba a los escépticos entre sus filas el primer ministro israelí Isaac Rabin, porque no permitirán apelaciones al Tribunal Supremo y no consentirán que las asociaciones de derechos humanos israelíes critiquen la situación. … gobernarán según sus propios métodos y, esto es lo más importante, librarán a los soldados israelíes de tener que hacer esa tarea.
Había comenzado esta nota mencionando otro párrafo de otro libro, allí se hace referencia a la invasión definitiva de Jerusalén, y nos encontramos aquí con las declaraciones de los sionazis sobre lo que buscaban y han conseguido con los llamados Acuerdos de Oslo. El primer ministro sionista Shimon Peres, burlándose, dijo al presidente francés Mitterrand: no hemos negociado con los palestinos, estaban yendo y viniendo como si negociasen entre ellos.
El académico Palestino Edward Said declaró que había sido el gran fracaso Palestino y las organizaciones del Movimiento de Liberación que se opusieron desde el principio, años 84 a 93 del siglo XX, y escribió lo siguiente el 14 de Octubre del año 2.000: Ni los líderes laboristas ni los del Likud se molestaron en ocultar el hecho de que Oslo estaba pensado para dividir a los palestinos en enclaves no contiguos, rodeados de fronteras controladas por los israelíes, con asentamientos y carreteras entre asentamientos salpicando, y fundamentalmente violando, la integridad de los territorios, con la prosecución inexorable de expropiaciones y demoliciones de casas durante los gobiernos de Rabin, Peres, Netanyahu y Barak, la expansión y multiplicación de los asentamientos (200.000 judíos israelíes añadidos a Jerusalén, 200.000 más en Gaza y en Cisjordania), la continuación de la ocupación militar y la obstaculización, el retraso y la cancelación de cada diminuto paso hacia la soberanía palestina -incluidos los acuerdos de retirada en fases minúsculas y acordadas- a voluntad de Israel. Era un método política y estratégicamente absurdo, e incluso suicida. La Jerusalén Este ocupada fue declarada fuera de las fronteras palestinas mediante una belicosa campaña israelí en la que se proclamó a la incurablemente dividida ciudad «capital eterna e indivisa» de Israel. A los cuatro millones de refugiados palestinos -la población refugiada más amplia y la que lleva más tiempo en esa situación hoy en el mundo- se les dijo que podían olvidarse de cualquier idea de retorno o compensación. Y volvió a escribir lo siguiente en septiembre del 2013: El pueblo palestino está pagando un precio desorbitado por Oslo, que, tras 10 años de negociaciones, le dejó con unos trozos de tierra sin coherencia ni continuidad, con unas instituciones de seguridad destinadas a garantizar el sometimiento a Israel y con una vida que le empobrecía para que el Estado israelí pudiera prosperar…. En mi opinión, las únicas negociaciones que hay que mantener son las que se ocupen de las fases de una retirada total de Israel, y no, como ocurrió en Oslo, un regateo sobre qué trozos de tierra estaban dispuestos a ceder -a regañadientes- los israelíes. Ha habido demasiada sangre palestina derramada, demasiado desprecio y demasiada violencia racista por parte de Israel para que puedan repetirse unas conversaciones como las de Oslo, con la intervención del más parcial de los mediadores, EE UU…. En la práctica, Oslo disculpó la ocupación, le perdonó todos los bienes y todas las vidas que había destruido en 25 años. Después de tanto sufrimiento, no se puede dejar que Israel salga de la mesa como si nada, sin siquiera una exigencia retórica de que expíe sus actos.
Para ser objetivo, debe leerse la Resolución del Consejo Nacional Palestino en su sesión en Argelia en 1988: en ella se declara la independencia de Palestina y se dice que la vía de las negociaciones debe estar basada en las Resoluciones de las Naciones Unidas, auspiciadas por los organismos internacionales. Luego Oslo ha supuesto la traición al Pueblo Palestino en todos los órdenes políticos, el interno y el internacional, donde además Europa no es capaz de cumplir y hacer cumplir con el Derecho. Todo han sido facilidades al ente sionista. Un ejemplo más: a la situación creada por Oslo se suma la división entre los principales partidos del Movimiento de Liberación Palestino, Fatah y Hamas, con lo que han facilitado que Trump y Netanyahu lleven a cabo sus planes colonizadores, planes con los que pretenden declarar el Gran Israel, que nadie sabe donde va a terminar.
Queda una segunda parte, es el engaño y las ataduras con las que controlan a los gobiernos colaboracionistas y reaccionarios de la región, engaño y ataduras que se esconden bajo el subterfugio de “con Israel podemos evitar el peligro de Irán”. Ahí quedan los gobiernos del petrodolar que no respetan ni su firma de iniciativa de paz de 2002, con ella afirmaban que lo primero era declarar la independencia de Palestina y después el establecimiento de relaciones con Israel, eso es lo que decían en la llamada Iniciativa de Paz Árabe presentada por Arabia Saudí.
Porque la política de Trump y Netanyahu se manifiesta por encima de todos los países del mundo, por encima de la legalidad internacional y sus organismos, porque va en contra de todos los derechos políticos de los pueblos, de los Derechos Humanos, … el mundo debe enfrentarse a los dos regímenes que derrumban la Humanidad: todos debemos oponernos a la barbarie. Hay una cuestión que no se puede olvidar, el plan conlleva el retroceso al apartheid, al racismo en todas sus expresiones para fragmentar la sociedad Palestina, y condenarla a vivir en guetos, en peores condiciones de las que se vivía en el estado de apartheid de Sudáfrica.
Es un peligro para todas las conciencias que dos mandatarios, gerentes del imperialismo y el sionismo, golpeen a hombres, niños, mujeres, que se oponen a su nefasto plan, incluso dentro del Estado de Israel, en Europa, en EEUU, a todas las gentes que han salido a la calle a decir NO al plan. Las 181 páginas de su Acuerdo, ellos mismos lo han declarado, son guerra y más sangre y dolor y más asentamientos y fragmentación, lo que jamás puede conducir a una paz equilibrada, ni a la seguridad en la región, pues ignora por completo la historia de Palestina y su Pueblo e ignora su firmeza, su arraigo y su generosidad en la defensa de su sociedad, en la que convive con los judíos opuestos al sionismo y al imperialismo. La promesa del plan de Trump y Netanyahu es la destrucción de Palestina.