Fuente: https://www.laverdad.es/ababol/ciencia/trump-peliculon-hidroxicloroquina-20200613214255-ntvo.html JOSÉ MANUEL LÓPEZ NICOLÁS
Esta semana una noticia relacionada con un presunto caso de corrupción en los estudios publicados para combatir la Covid-19 ha provocado un gran revuelo en el mundo científico. Si a ello le sumamos que tanto la OMS como Donald Trump están involucrados, la noticia pasa al nivel de escándalo. Si además se acaba de conocer que unos españoles forman parte del grupo de investigadores que han destapado la mala praxis científica llegamos al nivel de peliculón. Comencemos.
A principios de febrero se publicó que la hidroxicloroquina (un derivado del antipalúdico cloroquina) era efectiva en ensayos in vitro contra el coronavirus SARS-CoV-2. La eficacia de este antiviral reside en su capacidad para atravesar las membranas lipídicas de los orgánulos celulares. Una vez en el interior de las células, la hidroxicloroquina incrementa el pH de las mismas dificultando así el proceso de replicación de los virus. Gracias a este mecanismo de acción la hidroxicloroquina se ha propuesto para tratar el virus del Zika o la gripe aviar. También se ha usado en el tratamiento contra la malaria y en algunos casos de artritis reumatoide.
El siguiente episodio del culebrón tuvo como protagonista al francés Didier Raoult, un famoso y controvertido microbiólogo que forma parte del consejo científico francés Covid-19 que asesora al gobierno de Francia en la lucha contra la pandemia. El 17 de marzo, en una sensacionalista rueda de prensa más propia de un famoso futbolista que de un científico, Raoult dio un paso más y afirmó a bombo y platillo que la hidroxicloroquina combinada con la azitromicina (un antibiótico de amplio espectro del grupo de las macrólidos) era eficaz en humanos contra el SARS-CoV-2. Incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, visitó el 15 de abril por sorpresa al célebre doctor Raoult en Marsella para que le expusiera sus datos.
Pero aún quedaba lo mejor por llegar. El pasado 18 de mayo, en otra épica rueda de prensa que dio la vuelta al mundo, el presidente norteamericano Donald Trump reveló que estaba tomando hidroxicloroquina bajo la supervisión de su médico (que por cierto no estaba muy de acuerdo con la decisión). La noticia fue muy criticada por la comunidad científica al no existir evidencias de la eficacia y seguridad de la hidroxicloroquina para la Covid-19… pero el fármaco cogió aún más protagonismo tras la comparecencia de Trump.
El culebrón dio un giro inesperado el pasado 22 de mayo. Ese día, una de las revistas científicas más importantes en el ámbito de la biomedicina, ‘The Lancet’, publicó un artículo sobre los efectos adversos de la hidroxicloroquina para tratar la Covid-19. Los resultados de un estudio realizado en casi 15.000 pacientes de diferentes países (el grupo control estaba compuesto por más de 80.000 personas) mostraban que el uso de este fármaco, aislado o en combinación con antibióticos, no era aconsejable. La seguridad y la efectividad de la hidroxicloroquina estaban en entredicho.
La noticia cayó como una bomba y la propia OMS decidió suspender el empleo de la hidroxicloroquina en su famoso SOLIDARITY, el mayor ensayo clínico existente para la búsqueda de un tratamiento eficaz contra el nuevo coronavirus. Como se imaginarán, ni a Donald Trump ni a Raoult la noticia les sentó nada bien… pero el peliculón aún no había acabado.
Hace pocos días un grupo de científicos, entre los que se encuentran tres investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona, analizaron minuciosamente los resultados publicados en ‘The Lancet’ y vieron algo raro. El diseño experimental no les cuadraba y los datos aportados por una empresa que participaba en el estudio eran muy extraños. Al preguntarles por el origen concreto de dichos datos la empresa se negó a suministrarlos argumentando que eran confidenciales. Indagaciones posteriores confirmaron la mala praxis científica del artículo publicado en ‘The Lancet’ y el editor jefe, supongo que abochornado por no haber puesto los controles necesarios para evitar la publicación del famoso artículo en una revista tan importante y con tanta repercusión, retiró el documento… y la OMS decidió hace pocos días reanudar el uso de hidroxicloroquina en el ensayo SOLIDARITY.
¿Significa esto que la hidroxicloroquina previene o cura la Covid-19? Para saberlo hay que esperar a que se publiquen los resultados definitivos de los ensayos clínicos más grandes, el SOLIDARITY de la OMS y el RECOVERY de la Universidad de Oxford. Sin conocer todos estos resultados es una temeridad afirmar que la hidroxicloroquina es peligrosa, segura, ineficaz o efectiva.
Tras conocerse públicamente los acontecimientos que les he contado muchas personas han criticado a la ciencia. Unos dicen que está corrompida y otros que es muy lenta. Pienso todo lo contrario.
Por una parte, la última fase del famoso método científico consiste en publicar y compartir las conclusiones obtenidas en un estudio con un doble objetivo: ampliar el conocimiento de la comunidad científica en general y hacerlas públicas para que otros científicos puedan revisar y estudiar dichas conclusiones. Lo ocurrido con la retractación de los resultados mostrados en ‘The Lancet’ gracias a las aportaciones de muchos científicos que detectaron diferentes errores tras su publicación, demuestra que el método científico funciona y que la trampa (o el simple error) se detecta muy pronto.
Por otra parte, desconfiar de la ciencia por el simple hecho de no haber descubierto todavía una vacuna contra un virus del que no sabíamos nada hace unos pocos meses es un error. La ciencia lleva sus ritmos y no entiende de atajos. Les aseguro que los descubrimientos que se han producido en el breve tiempo que ha transcurrido desde que se tuvieron las primeras noticias del SARS-Cov-2 gracias al esfuerzo de investigadores de todo el mundo que trabajan a un ritmo frenético son enormes, pero aún queda mucho camino por delante.
Estimados lectores, tengamos paciencia, confiemos en el progreso científico y esperemos que nuestros dirigentes demuestren ser conscientes, con hechos y no solo con palabras, de que tienen en la ciencia la mejor aliada para salir de la delicada situación por la que está pasando la humanidad.