Todos estos pequeños fuegos van a ser una gran fogata

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2022/06/26/todos-estos-pequenos-fuegos-van-a-ser-una-gran-fogata/    26.06.22

Todos estos pequeños fuegos van a ser una gran fogata

Doblamos en Yrigoyen y el olor a lata recién utilizada invade el ambiente: “20 años, el mismo fuego, la misma rabia” enuncia que el tiempo transcurrido no calma ni apaga el calor de la lucha; todo lo contrario, lo multiplica. Multiplicación que se encarna, como nos dice Alberto Santillán, en voces y cuerpos dispuestos a nutrir lo que nos hace arder: “Mi hijo estaba ahí desangrándose, a la vez pariendo miles de hijos e hijas. Fue teoría y práctica. Fue palabra y poner el cuerpo”.

“En esta guerra hierve la sangre” se pinta a metros de la Estación evidenciando que sí, estamos en guerra, y lo estamos desde que Estado-Capital invadió la vida. La máquina está sobrecargada y siempre está latente la rabia irreductible, rabia imposible de ser capturada por los gobiernos de turno y por quienes aspiran a ser gobierno: “Compañeros, vamos a prender fuego el país. Esto no va a ser para siempre”, grita Leo Santillán a 20 años del asesinato de su hermano y nos remite a otra verdad que nació del otro lado de la cordillera: “Mientras exista miseria, habrá rebelión”.

“Libertad a lxs presxs y venganza por todxs lxs compas” es la frase final de un grafiti acompañando a las imágenes de Darío y Maxi en esa icónica foto en la cual se ven juntos, sin conocerse pero materializando que la solidaridad no es solo palabra escrita, que el gesto compañero de detener las balas con la mano perdurará en la historia política de este territorio: “Me vienen los abrazos de Darío y esos que me vienen con el alma. En el respaldo de su cama escribió que sentía la injusticia ajena como propia. ¿Hasta dónde llegó? Fue la palabra y fue la acción. En esos momentos todos elegimos irnos, ¿pero cuántos se quedan?”. Leo, por su parte, cuenta que Darío conjugaba las mejores virtudes que están desperdigadas en muchos de quienes lo estamos escuchando. Construyó horizontalidad, organización, pero también estuvo resistiendo. Esa mano de Darío, entonces, que se multiplica no será siempre un acto de defensa. A todos los traidores, a todos los cómplices, a todos los ejecutores, el fuego los ataca mientras duermen.

“Viva la pólvora que los vengará” se ve escrito desde el Puente Pueyrredón mientras Alberto se pregunta —nos pregunta— cuántos minutos faltan para que se cumplan 20 años. También nos recuerda, al igual que Leo, que no hay que dejar de mantener viva la memoria de los asesinados por el Estado, memoria construida a partir de la teoría y la práctica de quienes cortaron rutas, construyeron comunidad, prendieron fuego, embellecieron la vida. Qué más acorde que sintetizar esto con las palabras que Alberto cita de Vicente: “Quiso ser justo y cuando el hambre no tuvo respuesta, recogió piedras para acompañar las palabras —y las palabras fueron más limpias y más sonoras—. Y cortó las calles y los puentes para no cortar el dulce hilo de la vida”.

Durante los 20 años transcurridos los cómplices de la impunidad gozan de los privilegios que otorga el poder: Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Aníbal Fernández y todos los responsables políticos de la Masacre de Avellaneda se reciclan en el actual gobierno: “Los cómplices son tan responsables como los que pasaron en estos veinte años. Porque son unos represores pero la calle es nuestra y nadie nos la va a quitar. La calle no se negocia, seguimos luchando”, nos dice Vanina Kosteki y agradece por el acompañamiento, por el sostén, por tener memoria: “Hablaba con mi hija y me decía ‘odio junio’. Hoy todos ustedes me devolvieron un poquito de Maxi, un poquito de vida. Esa que me destruyeron hace 20 años”. Alberto, en la misma sintonía, habla sobre las complicidades y traiciones como también de ese acompañamiento que se sigue multiplicando: “Tenemos que nombrarlos a los traidores. No nos tenemos que olvidar. Pisaron el cadáver de Darío, pisaron el cadáver de Maxi. Fueron lo que siempre fueron, traidores”.

El manto de impunidad que cubre a la Masacre de Avellaneda, a sus responsables, ejecutores y cómplices, es manejado por el poder político, económico y judicial, y esta impunidad contrasta con un país donde la mitad de la población está sumergida en la pobreza, donde el gatillo fácil y los transfemicidios están a la orden del día, donde lo vivo se sigue devastando por un extractivismo popular para seguir pagando una deuda impuesta, donde la sociedad carcelaria necesita la ratificación cotidiana del orden existente. Si la política sacrifica lo vital, es porque se obliga a tener fe y esperanza en un mejor mañana, pero que se construirá bajo las mismas lógicas propietarias y de devastación que las presentes. Negación, rechazo y ruptura. Odio visceral y colectivo contra tanta miseria planificada y tanta retórica endulzante.

Sus boletas, sus campañas y sus discursos no son más que la exacerbación del espectáculo en el cual sobrevivimos. Espectáculo dictaminado por las inmutables órdenes del Estado/Capital, ese montaje que los verborrágicos defensores del orden mercantil quieren separar, pero que es indivisible por ser el Estado —formación política del Capital— la contracara del Capital —formación económica del Estado—. Pese a tanta impunidad, la sangre derramada no será negociada: “¿Qué pasará cuando los muertos estén en la vereda de enfrente? ¿Cuántos compañeros han caído por las balas del Estado? ¿Hasta cuándo los muertos los vamos a poner nosotros?, grita un padre con un nudo en la garganta y con la mirada firme hacia miles de Daríos y Maxis. Y reflexiona que a veces le pregunta a la vida por qué no estuvo en ese momento en la Estación para abrazarlo y decirle lo mucho que lo quería: “Ojalá Darío esté viendo por mis ojos todos los que somos. En el lugar que esté, seguro está sonriendo y orgullo de todos ustedes”.

Hoy Vanina nos dijo que, además de devolverle un poquito de Maxi, las calles no se dejan. Creemos que son las formas. Ocupar el tiempo-espacio de quienes legitiman y fortalecen las relaciones sociales opresivas de este sistema hipervigilado. Son 20 inviernos de fuego, son 20 inviernos de rabia. Llegamos hasta acá, organizando el caos y desorganizando el orden, pintando, escrachando, difundiendo, caminando, conspirando, acompañando. Un acompañamiento que entabla un diálogo histórico con todxs nuestrxs asesinadxs, aquellxs que siguen sosteniendo el dulce hilo de la vida: “Mi hijo me da amor, me da lucha. Me ha enseñado mucho. Nos han partido por la mitad pero quedarnos a llorarlo en casa sería una traición a Darío. Todos estos pequeños fuegos van a ser una gran fogata. Sabemos que el enemigo no duerme pero nosotros tampoco dormimos”..

Cobertura colectiva de La Obrera Colectivo Fotográfico + Aislamiento Represivo + La Chispa Prensa + Periódico Gatx Negrx

Si llegaste hasta acá es porque puede ser que te interese nuestro escritura, nuestras inquietudes, nuestras ganas de multiplicar la rebeldía, de promover la autonomía, de fomentar la auto-organización anti-autoritaria. Te invitamos a colaborar para que Gatx Negrx siga siendo una de las tantas voces necesarias para recuperar la vida: 

https://periodicogatonegro.wordpress.com/aportes/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *