Tantos ruidos y tantos silencios

Fuente: Iniciativa Debate/ Armando B. Ginés                                                  

Habitamos el ruido virtual y el silencio solipsista. Somos propietarios de una libertad perezosa: acotados por los barrotes de nuestra realidad contextual. Crudo existencialismo: deseos adquiridos con nuevos impulsos emocionales, la rueda del capital-consumo-destrucción nos transforma en objetos-mercancía.

A pesar de la sustancia-nada del sujeto actual, anudado a su proletaria mismisidad, el humano postodo quiere trascenderse, salir de su anillo íntimo y decirse protagonista de instantes memorables: yo soy yo.

Tres caminos que son tres renuncias que son tres conexiones con el más allá atávico: laicismo religioso o viceversa, paroxismo ateo de la experimentación fenomenológica y freudiana.

Imitar al otro, convertir la diferencia en ética, abrazarse a la salvación mediante la caricia a ciegas, al portador del momento presente. Tocar piel: calor de hogar de usar y tirar donde arropar las carencias vitales.

El segundo trayecto: repetir, repetirse hasta la saciedad, hacer costumbre, tuitear, retuitear, más likes, mejores gifs, adorar la escatología del eructo público-publicado, estar en la onda, ir con la marea, montarse en otra onda, cabalgar nuevas mareas: ser posterior a toda actualidad.

Subirse al ritmo adecuado. Acogerse al tran tran, afiliarse a la rima pegadiza, hasta sus últimas consecuencias: jugar con la seriedad del infante irracional. Nunca crecer. La pauta es el ritmo, el ritmo es la ley, la ley está para saltársela: paradoja ritual, la revolución es volver a la norma que se viola para volver a la norma, etc: apariencia de eslogan, afiche de causas perdidas.

La explosión de individualismo radical, de capacidades intrínsecas del ser humano, de creatividades por antonomasia, de talentos supremos, de historia punto y final: queer, ser lo que quiero ser, poder ser sin límites, ser nosiendo, ser estar cambiando ad infinitum, dilución en ningún soporte conceptual ni identidad social y/o biológica: no hay relato, no venir de nadie, ser nadie que muere en la inocencia escrupulosa del vacío absoluto.

Esa incompetencia asumida del ser: ser sin ser nadie. Sin embargo, pese, no obstante: ese ser amorfo-inefable pudiera ser el nadie más poderoso jamás visto: ¿único, propiedad de sí, el homúnculo puro de Max Stirner?

Pero no es tampoco el ser egoísta y antiautoritario de Stirner: este quimérico humano buscaba/busca la relación para afirmarse, para construirse, rechazando las succionadoras ideologías ad hoc: Humanidad, Progreso, Pueblo, y similares grandes palabras para movilizar advenedizos y pulsiones pueriles hacia los intereses bastardos de la grey aherrojada en el sentimiento del miedo colectivo: ese miedo-ahora.

El hoy humano no quiere ser actor social de su propio destino. Confunde aislamiento-confort con individualidad-protagonismo. Le basta consumir virtualidad para alimentar su ánfora material: la inmanencia de ansiar sin renuncia a más y más futuro permanente es su proyecto, su itinerario, su salvoconducto: esperar, no arriesgar un ápice, un pensamiento banal y venal, una dialéctica abocada a la rutina, a la ausencia de visión crítica, al no cuestionamiento del ambiente: beber la dosis adecuada de rebeldía sin causa, ser rebelde-esteta en la jaula dorada de la tarjeta de crédito: originalidad disfrazada de medianía, de saldo de password, de carnaval patrocinado por el poder.

Amor, compromiso, sudor, sangre, semen, hedores, aromas, muerte, heridas: lo virtual nos contiene, esteriliza cualquier contacto, todo intentona de beso, caricia, mezcla, organicidad es atacada por el sistema inmunitario del régimen capital-evasión: escatología de la limpieza inmaculada.

Solo queda una revolución posible: el estilo, el suicidio genuino e intransferible, arrastrar (arrastrarse) a las masas, la masa, gentes dispares o gente concreta, al suicidio, al estilo de acabar con todo para renovar, reemprender, retomar, crear o clausurar esta virtualidad de vanidades ruidosas y dolores en silencio: Albert Camus, el problema filosófico por excelencia, el suicidio.

Tantos ruidos, tantos silencios: ¿viajamos ya al después de Todo? Hasta Aquí y Ahora, conceptos baladíes y sonoros, el Ser Humano, Violencia, Jerarquía, Explotación. La revolución pendiente: mujeres, hombres, seres sin género: haciendo historias entrelazadas, en disputa, sin Historia alguna como meta.

Final, abono intelectual que destila mierda: digital, virtual, tecno, así no habrá mundo mejor. Ni feminismos que aguanten machismos irredentos, ni ecologías izquierda divina de sectas iluminadas. Más suicidios comunes, más osadías racionales, más sentimientos al borde de lo políticamente imposible: Jean Genet: morir de amor por un funambulista, sin prejuicios, vomitando contra el sentido común de la sociedad-cárcel: nueva axiología contra viejos preceptos culturales (y subliminales).

Armando B. Ginés

Redactor, guionista, analista político, escritor y mil cosas más: por vocación y por imperiosa necesidad. Autor de los siguientes libros: Huérfanos de historia y utopía: diario crítico del capitalismo actual (2018, Piedra Papel Libros), ¿Dónde vive la verdad? (2016, Editorial Seleer), De la sociedad penis a la cultura anus: reflexiones anticapitalistas de un obrero de la comunicación (2014, Editorial Luhu)), Pregunta por Magdaleno: apuntes de viaje de un líder del pueblo llano (2009, Ediciones GPS) y Primera crónica del movimiento obrero de Aranjuez y surgimiento de las comisiones obreras (2007, Editorial Marañón).

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