Fuente: https://literafricas.com/2022/01/06/tambien-hay-premios-literarios-al-valor-de-no-callarse-pero-apenas-se-habla-de-ellos-el-caso-kakwenza-rukirabashaija/
También hay premios literarios al valor de no callarse, pero apenas se habla de ellos: el caso Kakwenza Rukirabashaija
Cada autor obedece en su escritura a pulsiones diferentes. Los hay que nos hablan de realidades que no conoceríamos si no fuera gracias a la lectura de sus creaciones. Sin su constancia escriba nos perderíamos parte de los otros mundos que están en el único que creemos conocer. Entre estos se hallan los que escriben desde la denuncia en entornos opresivos y de deriva dictatorial con recorte claro de la libertad de expresión.
El año pasado se habló mucho de todos los premios que, desde occidente, se habían concedido a los escritores africanos. En particular, uno de los que más me llamó la atención fue el PEN Pinter Prize, que se estableció en 2009 en memoria del dramaturgo Harold Pinter, del cual desconocía su existencia. Lo consiguió Tsitsi Dangarembga. La escritora es una de las voces más reconocidas del continente africano. Con tan solo 25 años escribió Condiciones nerviosas una de las novelas más importantes de las literaturas africanas del siglo XX y en 2020 también quedó finalista del Booker con This Mournable Body. Pero, además, es una activista que no se calla en su país, Zimbabue.
El premio PEN Pinter se comparte a su vez con otro que se otorga a un escritor internacional que haya destacado por su valor, con él se reconoce la trayectoria de un escritor que haya sido perseguido por expresar en voz alta sus opiniones. Elegido por la propia Dangarembga, el reconocimiento recayó en el ugandés Kakwenza Rukirabashaija.
Este es autor de la obra The Greedy Barbarian que se publicó en 2020 mediante la editorial ugandesa Kisana Consults. En ella aborda el trasfondo de la corrupción en un lugar ficticio llamado Buregyeya, con una historia que se inicia con la infancia del protagonista en el mundo rural y su ascenso en un reflejo de la realidad del país. Kayibanda, que consigue llegar a lo más alto con promesas de poner fin a mandatos de líderes que se agarran a la poltrona sin poder dejar de lucrarse, se mantiene inalterable durante más de 20 años en él sin visos de querer dejarlo.
Desde la ficción, asoma sin nombrarse en ningún momento – hay de manera expresa una nota introductoria al respecto que elude cualquier parecido con la realidad – la actual Uganda, con ecos del perfil de un eterno Museveni que desde 1986 se queda en el poder. Este, que en sus inicios fue un guerrillero, que ayudó a poner fin a años de tiranía bajo Idi Amin y Milton Obote, pasó con el tiempo a reprimir la disidencia y cambiar la constitución para poder perpetuarse, mientras era acusado de graves actos de corrupción. Así, el libro plantea cuestiones tan interesantes como esta: ¿qué forma nuestro carácter y nuestro corazón? ¿tenemos que pensar que ni siquiera una buena influencia, a pesar de la generosidad que los otros muestran, puede cambiarlo?
Rukirabashaija lo escribió para «abrir los ojos de la gente reflejando la impunidad de este régimen a través de la literatura«. Pero con este libro comenzó la persecución política que le llevó a la cárcel y a ser torturado, en una experiencia “inhumana y degradante” que contó en su segunda obra Banana Republic, la que lo puso en el centro de las miradas y lo llevó al interior de las celdas de nuevo.
Nada más comenzar el año saltaba a las redes la campaña #FreeKakwenza ya que de nuevo el escritor había sido detenido, sin saber el motivo con claridad, y puesto a disposición judicial. Rukirabashaija también utiliza las redes sociales para desacreditar al presidente de su país y a su hijo, a quien parece éste quiere poner como sucesor. El martes, un tribunal de Kampala falló a favor de Rukirabashaija contra su detención ilegal sin cargos, pero continúa sin ser puesto en libertad.
Desconozco si su libro “es necesario”. Lo único que sé es que de este escritor ugandés, reconocido en su país, premiado en 2021, nadie ha hablado. Digo de Kakwenza Rukirabashaija, un hombre que se vio obligado, tal y como ha confesado, a jurar a sus torturadores que nunca más volvería a escribir.