Fuente: Umoya num 105 4º trimestre 2021 Pablo Arconada Ledesma La interminable cuestión de las elecciones
La última vez que los somalíes acudieron a las urnas para votar en unas elecciones por sufragio universal (a excepción del caso de Somaliland, que el pasado junio de 2021 tuvo elecciones generales) corría el año 1969. Aquella última experiencia
electoral terminó con un golpe de Estado impulsado desde las altas instancias militares, instaurando un régimen dictatorial de corte socialista. Han pasado más de 50 años y la ciudadanía somalí sigue sin elegir directamente a sus líderes.
Además del régimen de Mohamed Siad Barre, la población ha sufrido una cruenta guerra civil y continuos problemas de
organización que han impedido que las elecciones one person one vote (una persona, un voto) tengan lugar.
Tras el triunfo de Mohamed Faarmajo, que se convirtió en presidente de Somalia en 2017, el principal compromiso fue
que el próximo líder de Somalia fuera elegido por toda la ciudadanía. A día de hoy no sólo no se ha producido este cambio, sino que están en el aire incluso los comicios indirectos para elegir al nuevo presidente y renovar el parlamento.
Desde la Paz de Arta, celebrada en Yibuti en 2000, los diferentes gobiernos somalíes se han elegido de forma indirecta. Para que se entienda mejor, una serie de delegados convocados en base a
una cuota de representación, conocida como “fórmula 4.5”,
votaban en nombre de la ciudadanía al presidente y elegían el parlamento. Este método se basaba en una representación por cuotas de los diferentes clanes somalíes, de forma que las cuatro principales familias clánicas obtenían una presencia similar en los órganos de decisión, el resto lo conformaban los clanes minoritarios, representantes de la sociedad civil y grupos de mujeres. Un método que no resultaría del todo extraño si no fuera porque esos delegados no son tampoco elegidos por la ciudadanía. En cualquier caso, este sistema ha estado presente en la política somalí desde hace veinte años y, de momento, no tiene visos de que cambie.
Las elecciones somalíes estaban previstas para otoño de 2020, ya que habían pasado cuatro años de la renovación del parlamento. Pero, como ha ocurrido en otros países, se pospusieron por el peligro que representaba la pandemia de la Covid-19. En septiembre de 2020 varios representantes de los estados federales que forman parte de Somalia y el primer ministro somalí firmaron un acuerdo para que las elecciones parlamentarias tuvieran lugar a finales de diciembre de 2020, de forma que el nuevo presidente fuera elegido, como tarde, en febrero de 2021.
No sólo no se logró que las elecciones tuvieran lugar, sino que el hartazgo ante la negativa del presidente Mohamed Faarmajo de convocarlas, varios líderes regionales optaron por no reconocer al presidente en febrero de 2021 ya que su mandato había expirado. Esta decisión se debía a que consideraban que el presidente estaba tratando de perpetuarse en el poder y generó una nueva
inestabilidad en el país. De hecho, la situación se volvió
insostenible en abril cuando la Cámara Alta aprobó una renovación del mandato presidencial durante otros dos años. Esta acción, que representó para varios grupos la materialización de ese intento de mantenerse en el poder, fue respondida con protestas en las calles de Mogadishu y con enfrentamientos entre las fuerzas presidenciales y grupos de oposición, recordando viejos fantasmas de la historia reciente de Somalia.
La caótica situación llevó al primer ministro, Hussein Roble, a invitar a las partes a una nueva negociación en la
que se acordó que las elecciones tendrían lugar de forma
irreversible en un máximo de 60 días y la cuota de representación de mujeres en las cámaras de representantes
debía ser al menos del 30%. ¿Cuál es la situación actualmente? Somalia sigue sin celebrar las elecciones indirectas que según el último acuerdo debían haber tenido lugar el pasado agosto y que se pospusieron de nuevo hasta octubre de 2021. Sin ningún acuerdo entre las partes, las
desavenencias se han trasladado a los dos principales poderes somalíes, el presidente y el primer ministro, que se han enzarzado en continuas disputas sobre la legitimidad de su cargo, azuzados además por los presidentes regionales.
Así, los estados de Jubaland y Puntland son favorables al primer ministro, mientras que el Estado del Suroeste, Hirshabelle y Galmudug son aliados del presidente.
Por el momento no parece que la cuestión electoral pueda
solucionarse en un espacio corto de tiempo. Este hecho está poniendo en entredicho la legitimidad de las principales
autoridades del país, así como de las dos cámaras parlamentarias cuyo mandato expiró hace ya un año. La incapacidad no ya de elegir a sus líderes, sino de permitir a la ciudadanía su participación en el proceso electoral, está generando un enorme malestar en una sociedad harta de continuos enfrentamientos. ¿Cuál es entonces el problema? ¿Será el modelo de democratización que no acaba de encajar en los estándares políticos somalíes?