Samhain

Fuente: Portal Libertario OACA                                                         Street                                                                                              16 Sep 2020 05:47 AM PDT

«Las drogas lo que hacen es inducir modificaciones químicas que también pueden inducir la soledad, el silencio, la abstinencia, el dolor, el miedo. Químicamente no se puede distinguir a una persona bajo los efectos de una droga, que bajo los efectos del yoga por ejemplo. Químicamente no somos más que un conjunto de reacciones. Lo que pasa es que la sociedad, te dice que, aunque químicamente seas igual, ese ha llegado por el camino bueno y ese por la vía de atrás»

Antonio Escohotado

Es mucha gente la que cree que el uso de la fuerza esta justifiado si es por el bien de la victima. Entre ellos los mas destacados y por mucho los mas influyentes son los llamados «estatistas«. Ellos sostienen, en general, que las drogas han de ser prohibidas para evitar así que las personas se perjudiquen a si mismas.

Quizás, la réplica apropiada es admitir que la prohibición puede de hecho beneficiar a los posibles usuarios de drogas, pero que no deja de ser inmoral puesto que el papel del gobierno no es proteger a un individuo de sí mismo. Sin embargo esta equivocado; esta equivocado desde que se basa en falsas premisas. El uso de la fuerza nunca beneficia a la víctima.

Para todos y cada uno de nosotros los valores son objetivos y para evaluarlos requerimos de cierto grado cognitivo. Podemos referirnos por ejemplo al valor de la vida. Si alguien se ha decidido a poner fin a su vida es dificil que considere un valor el que otros le obliguen por la fuerza a mantenerse vivo. Tampoco estaría beneficiandose de ello. La vida no puede ser transformada por la fuerza en valor para el hombre que no la considera como tal.
Por otro lado, lo moralmente correcto no puede ser logrado forzando la mente, es irrelevante si en este caso la elección de la víctima es irracional o no. La esencia del bien es el uso de la mente de uno para captar los hechos de la realidad. Podemos interpetar acertadamente que cuando un individuo comete un acto irracional no está enfocando su mente en la realidad. Sin embargo cuando se le obliga a actuar a punta de pistola su mente continúa estando igual de desconectada de la realidad.

No se puede pretender, por ejemplo, impedir a alguien no vacunar a sus hijos o que siga un horóscopo escudandonos en hacerlo «por su propio bien», son cosas que él no ha valorado nunca. ¿Es entonces posible hacer que un individuo asimile estos valores que le serían impuestos? Actuará en contra de ellos en cuanto se libere de la coación a la que ha sido sometido.

Esto mismo es aplicable al forzar a una persona a dejar de tomar drogas. Los valores no están intrínsecamente incrustrados en la realidad; los efectos físicos de cualquier acción tienen un significado y un valor sólo al estar determinados por uno mismo. El bien de uno se logra a través de acción racional. Inhalar cocaína no es ciertamente una acción racional. Pero tampoco lo es dejar de hacerlo a punta de pistola. Nada susceptible de ser considerado «bueno» puede ser logrado forzando a un hombre a actuar en contra de sus propias conclusiones, sean las que sean.

Por supuesto hay circunstancias inusuales en las que el uso de la fuerza puede parecer beneficiar a la víctima. Empujar por ejemplo a alguien para que no sea atropellado por un camión. Pero  esto ocurre por que no hay discrepancia entre los valores de ambos. La persona a punto de ser atropellada de seguro valora su seguridad.

Si la fuerza pudiese lograr el bien, ¿qué razón habría para oponerse a ella? Si al violar los derechos de alguien, le estás beneficiando, ¿cuál sería la razón de que él tenga derechos? A fin de cuentas, el objetivo y la validación de los derechos, como los de todos los principios morales, es mejorar la vida de uno.

En este caso resulta imperdonable imponer la moralidad estatal, el precipitado presunto de la opinión del ciudadano y de lo que es «bueno» o no para él, a aquellos quienes no la comparten.  Recordemos que los individuos nos reducimos a un mero conato de cumplimiento de los valores propios. Esto no se puede controlar, no se puede suprimir la libertad que en es esencia la maduracion de la insumisión gozando de sí misma. El Samhain estatal, que volirivamente realiza el falible contraste de lo impugnable moralmente, se adjudica descaradamente a si mismo el derecho a obrar remisiblemente sobre las consciencias.

Así, se hace evidente, que el único medio correcto para lograr un cambio a mejor en los valores de alguien según el propio criterio de uno. Es penetrar en su mente, para que él capte el hecho de que una vida de drogas es mala para él; que no, como se pretende, forzarlo a ello.

Street

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